domingo, 30 de noviembre de 2008

COMENZAMOS EL ADVIENTO

Me parece que el Adviento merece un lugar en este blog. Comienzo con este Power Point que me parece magnífico. Espero que para ustedes, también.

5.MaranaTha.navidad

Sacramentos en la vida (y V)

¿Cuál es el esquema de los Sacramentos? Ahí hay algo que se ve porque son, como hemos dicho, unos símbolos, unos signos.

Pero hay algo interno en todos ellos que sin duda es lo más importante de la fe. Todo Sacramento es el momento de más riqueza de nuestra fe. Más incluso que cualquier oración. Toda una vida dedicada a darse golpes de pecho no es nada en comparación con la Confesión de un niño o de un adulto, de una Unción de Enfermos o de un Bautismo, .


¿Por qué? Porque lo que realmente está ocurriendo cuando un sacerdote celebra una Misa tanto en el Vaticano como en la selva del Matto Grosso en el Brasil, o haciendo una Unción a un enfermo en una chabola o en una lujosa mansión, es esto :

Tanto el sacerdote como los que puedan estar presentes están simbolizando, representando a toda la Iglesia, deseosa de superar sus traumas y sus sufrimientos y deseosa de celebrar y de vivir la alegría. Y simbolizar a la Iglesia significa representar a la Humanidad, la que ha vivido, la que vive y la que vivirá.

Al mismo tiempo existe otra cosa. Todo Sacramento simboliza a Dios y lo hace presente en el hombre. Es este sueño, aparentemente utópico, de que el hombre siempre ha buscado a Dios. Hasta el hombre de las cavernas que apenas conocía el fuego era capaz de orientar a sus muertos hacia donde sale el sol, porque más o menos conscientemente lo buscaba, aunque no supiese darle un nombre o un contenido. Pero Dios estaba ahí, también con esos ancestros de la Humanidad como lo está ahora con nosotros a través de cualquier acontecimiento, a la vuelta de cualquier esquina.


Miren ustedes : En cada Sacramento siempre hay dos elementos. El hombre que busca su liberación y su felicidad a pesar de sus angustias y problemas, y un Dios a tope, total y absoluto, dispuesto a echarnos una mano.

Cada vez que se está realizando un Sacramento se produce un hecho nuclear: JESÚS DE NAZARET ACONTECE EN TODOS LOS SACRAMENTOS Y SE HACE PRESENTE REALMENTE con todo lo que eso significa y con todo lo que conlleva, o sea :

El Dios que se hace hombre,
El Dios solidario.
El Dios-Hombre que rompe todas las barreras y todos los esquemas.
El Dios-Hombre que sufre y es fiel hasta la cruz.
El Dios-Hombre que resucita victorioso.

Eso y todo lo que pueda significar la persona de Jesús de Nazaret se hace presente en cualquier Sacramento.

Y cuando cuatro o cinco personas mayores están en la Misa de las 8 de la mañana en un pueblecito perdido de cualquier montaña, cuando hay un enfermo con un cáncer que lo está devorando silenciosa pero cruelmente, cuando varias personas participan de cualquier Sacramento, ... están representando a toda la Humanidad enferma, doliente y necesitada de liberación.

Esas personas descubren que Cristo es un ser genial que viene hasta nosotros de verdad, realmente, pero no en plan paternalista sino dejándonos llevar a nosotros la iniciativa haciendo uso de la libertad con que nos creó.

Ese Dios hecho hombre, nacido de mujer, que conoció el dolor hasta el extremo y supo lo que es morir, no de viejo como posiblemente nosotros, sino en la plenitud de su juventud y de su madurez humanas, en plena vitalidad y que cuando experimenta la soledad y la burla de los que lo llevaron a la cruz, le hace exclamar : “¡Padre! ¿Por qué me has abandonado?”

Ante ese Dios que experimenta todo lo que cualquiera de nosotros podemos experimentar y aún más, menos el pecado, no tenemos más remedio que callar, admirar, quitarnos el sombrero y decirle. “Vale, Señor. Me has convencido y aquí me tienes para lo que quieras, cuando quieras y como quieras. Eres capaz de hacerte solidario en mi dolor, en mi amor, en mi vejez o en mi juventud, en mi todo.

Te interesas en serio por cada uno de nosotros y por eso te alabo y te alabamos. Por eso te bendigo y te bendecimos. Por eso te doy mi aplauso sin reservas desde el lugar que me corresponde en la Historia y en Tu Historia”.

Entonces podemos decir de nosotros mismos que no somos solamente personas sino que somos el MAYOR SACRAMENTO DE DIOS, de su inteligencia, de su amor y de su misterio. ESA ES, AHÍ ESTÁ, NUESTRA EXPRESIÓN Y ACEPTACIÓN DEL SACRAMENTO.

Y la otra parte del binomio es Dios que se siente enamorado de todos y cada uno de nosotros y de la Humanidad entera, superior a los dinosaurios, al Universo y a cualquier semillita que contiene el milagro de la vida en sus entrañas, porque en aquel “HAGAMOS AL HOMBRE A NUESTRA IMAGEN Y SEMEJANZA” DIOS NOS CREÓ CON TODO SU AMOR Y SU PODER : NOS HIZO A SU IMAGEN. A IMAGEN DE DIOS NOS CREÓ .De ahí que se encuentre a gusto con nosotros como lo estaba en el Paraíso cuando bajaba a pasear y a dialogar con Adán y Eva a la caída de la tarde, antes del pecado. Y esa amistad con ellos es la que nos ofrece ahora a todos mediante los Sacramentos.

Por eso Dios se deshace en Amor cuando en cualquier Sacramento se siente amado y acogido por el hombre al que ha reconquistado por la muerte y resurrección de su Hijo.

Y nosotros que hemos captado su emoción, le correspondemos ofreciéndole a su propio Hijo en el Sacrificio Eucarístico.

Y ese Dios eterno y tierno como un padre y una madre, mayúsculo y gigante, no tiene más remedio que extender su brazo gigante y poderoso, abrazarnos en su locura y decirnos muy quedamente en nuestra intimidad con Él: “Cuenta conmigo”.

Y los dos, Hombre y Dios, se unen en una misma palabra, en un mismo gesto, en un mismo símbolo que es el Sacramento. De ahí que los Sacramento sean el acontecimiento cumbre de toda la fe.

Por eso una Misa vivida a tope, conscientes de que estamos siendo signo de toda la Humanidad, de la vida misma, nos hace exclamarle a Dios : “Gracias, Padre, por ser Quien eres y por ser Como eres, porque me estás recordando lo que has hecho conmigo a través de tu Hijo Jesús de Nazaret y te doy gracias por cuanto soy, me das y me conservas.

Y te alabo y te bendigo desde mis limitaciones y de mi nada, por mi propia Historia desde que me llamaste a esta vida hasta que me vuelvas a llamar para ir junto a Ti en la VIDA AUTÉNTICA PARA TODA LA ETERNIDAD ”.

Y no tengamos miedo de la respuesta que Dios nos vaya a dar. Siempre luchará por nosotros y junto a nosotros transmitiéndonos su energía para que seamos capaces de construir el mundo que Él desea desde nuestros ambientes.

Por todo lo que estamos viendo podemos decir que cualquiera de los Sacramentos es infinitamente mayor que 30.000 oraciones o que un millón de lo que ustedes quieran, porque estamos celebrando el acontecimiento de la presencia real de Cristo en ellos y la fuerza que Dios nos da.

Dios se ha comprometido para que cada vez que se den las condiciones instituidas por Jesús en los Sacramentos, darnos su Gracia y su TODO porque está a nuestro lado.

Pero para eso también se requiere nuestra participación. Que nuestro SÍ sea de una forma consciente y comprometida. Aunque Dios nos ame, nos abrace y se vuelque en nosotros, si no tenemos fe, si no nos abrimos a Él, si nuestro corazón es una peña, Dios se queda a las puertas de nuestro muro. Choca contra la piedra de nuestro corazón.

Si vivimos lo que creemos que es nuestra fe desde la rutina y por obligación, nos estamos cargando el Sacramento. Lo estamos convirtiendo en cualquier cosa, menos en lo que es. Y los Sacramentos son todos iguales en cuanto lo que significan, pero requieren de nuestra participación.

Cuando recibimos cualquiera de ellos diciéndole a Dios: “Jesús. Estoy contigo, pero te necesito cada vez más. Creo en Ti, pero aumenta mi fe. Tengo un montón de problemas pero contigo todo se resolverá y junto a Ti nada me asusta ni nada temo”, es cuando el Sacramento explosiona en nosotros como una primavera que revienta los senos de la tierra y hace nacer la Vida, y en este caso , la Vida de Dios en nosotros.

A partir de ahí nuestra fe se irá trasformando y ganando en madurez, porque la explosión del amor de Dios se convierte en una implosión en nuestro interior que nos prepara para lo que sea, porque Dios estará en nuestra intimidad. Y ahora es el momento de invitarles a acercarnos a Él con la oración ... ... ...

domingo, 23 de noviembre de 2008

Sacramentos en la vida (IV)

En el apartado anterior decía que los Sacramentos ‘nos dan ALGO’ . ¿Y qué nos comunican? ¿Qué significan? Ellos nos recuerdan a Jesús de Nazaret y no sólo nos lo recuerdan como una persona excelente, magnífica y fuera de serie, sino que nos están comunicando todo lo que Jesús significó.

Él se encontró con un Hombre que tenía un futuro deshecho, fatal, en pecado y convertido en la barrera de la Historia del hombre. En un hombre que en sí mismo era una historia de alambradas y trincheras que no dejaba pasar la amistad de Dios. Era la historia de su guerra, de su fracaso, de su NO a la Vida y a todo.

Y Dios quiso hacerse partícipe de esa angustia humana. Se preñó de una mujer y nació de ella como cualquiera de nosotros: con dolor. Y se sintió persona como ustedes y como yo y desde su vivencia humana comenzó a sentir lo que es el dolor, el sufrimiento, la angustia, la alegría, la diversión, ... además de la soledad, la traición y el abandono por parte de sus mejores amigos.

El deseo de dar algo mejor al hombre que con tanto mimo había creado fue cuajando en su pensamiento. Y comenzó a sentir en su interior una fuerza descomunal: la fuerza de Dios.

Y comenzó a revolucionar a los hombres de su tiempo diciéndoles que esta vida no sirve para nada si se continuaba viviendo así: con tanta avaricia, con tanta oscuridad, con tanto pecado, ... No. No merecía la pena.

Porque Dios había pensado en algo mucho mejor para el hombre que era CONVERTIR LA HISTORIA EN UNA FIESTA. Y eso se iba a lograr porque Él, Dios, el LOGOS, iba a estar luchando codo con codo, espalda contra espalda, con las personas de todos los tiempos para transformar la Historia a través de la transformación de nuestra propia historia.

Jesús habló a las personas de su tiempo de lo que supone ser libres de verdad, libres de todo aquello que nos rompe la alegría y la felicidad.

Y Jesús se convirtió en un símbolo para el hombre de lo que es un mundo mejor, de lo que es un mundo lleno de paz y de justicia. Y se convirtió en una bandera para muchos porque el Padre estaba con Él y Él era la Palabra del Padre. El LOGOS.

Porque Jesús de Nazaret es más, bastante más,que el hombre de Galilea. Infinitamente más. ES EL SACRAMENTO VIVO DE DIOS QUE SE HA ENCARNADO EN ÉL.

Pero las fuerzas del mal, que siempre creen que van a ganar, los que no querían seguir a Jesús porque no les convenía, los que seguían aferrados al dinero, al poder, al vicio; los que creían que tener unas legiones bien armadas era mejor que sonreír a la gente y hacer agradable la vida, son los que se empeñaron en matar a Jesús.

Y lo consiguieron. Y lo hicieron pedazos. Lo clavaron en una cruz y lo mataron convencidos de que, por fin, se habían librado del incómodo. Habían quitado de en medio al que los molestaba porque les hacía verse tal como eran, con toda su miseria.

Pero es tan grande y tan fuerte el amor que Dios tiene a la vida y su deseo de ayudar al hombre... Es tan fuerte el Dios en el que nosotros creemos, que resucitó a Jesús de Nazaret. Lo sacó vivo. Lo arrancó de la muerte y de las garras de la mentira. Les quitó la razón a los oficialmente buenos y a los fuertes. Les quitó la razón a los que creen que con el dinero lo pueden comprar todo, hasta la vida misma. Les quitó la razón a todos esos.

Y se la dio a Jesús de Nazaret. A aquel pobre galileo, profeta de los caminos. A aquel hombre que hablaba de paz, de amor y de amistad. A ese le dio la razón.

Desde entonces Jesús se ha convertido para nosotros en el símbolo más grande del deseo humano. En el símbolo más grande de la lucha de Dios junto al hombre que nos permite construir un mundo más fantástico, humano y feliz.

Ya no es una UTOPÍA hablar de amor, de verdad, de justicia y de paz. Ni siquiera hablar de la inmortalidad.

Con Jesús de Nazaret vivo y resucitado, parte de Dios y parte nuestra, la UTOPÍA se convierte en COTIDIANIDAD. En algo normal y accesible para nosotros.

Y esto lo simbolizan todos los Sacramentos porque son un recuerdo y una presencia real de Jesús. Una vivencia, aquí y ahora en estos momentos de la Historia de aquel Jesús tan a tope capaz de haber combatido junto a todos, de haber llevado la razón a pesar de haberlo tenido todo en contra.

Aquel Jesús que nos hablaba de algo tan fenomenal se convierte ahora en un ser vivo, cercano y palpable para nosotros a través de todos los Sacramentos, que son jirones de su vida y de su obra.

Pero lo auténticamente genial y maravilloso es que ellos me lo dan como compañero en mi camino, como amigo en mis dificultades y problemas. Con toda la fuerza de su cruz y de su resurrección que vive dentro de mí por la fuerza y la vida de los Sacramentos y de su fuerza liberadora como Dios.



Jesús está en el centro de todos ellos. Cualquier Sacramento es el Sacramento del Cristo que resucita y esa resurrección se convierte para nosotros en pan de fuerza y en vino de alegría porque Él está ahí tanto en la Eucaristía como en todos los demás Sacramentos.

Y yo pregunto: ¿Nos sentimos capaces de trabajar codo a codo con ese Jesús que desea ardientemente seguir compartiendo nuestra vida, con todos nuestros problemas y dificultades, ayudándonos en todo para que nuestra historia se transforme en Historia de Dios?

domingo, 16 de noviembre de 2008

Sacramentos en la vida (III)

Vamos a ir adentrándonos un poco más en el tema. Ya vimos la importancia que tienen para nosotros los símbolos, en tanto que a través de diversos elementos nos recuerdan algo o alguien.

Pues bien. Los Sacramentos son unos símbolos, unos signos, que nos hacen presente a Dios. Pero además nos dan ALGO Y A ALGUIEN, que es lo más importante: Nos dan al mismo Jesús del monte de las Bienaventuranzas y del monte de los Olivos.

Ellos nos comunican su fuerza liberadora. Nos la da en todos los acontecimientos y nos comunican LA GRACIA, que es esa fuerza liberadora de Dios y que trataré más adelante.

Así pues, los Sacramentos son símbolos y recuerdo. Son signos que están en la vida, que nos recuerdan algo y nos comunican muchas cosas. Pero no son solamente un recuerdo de Cristo. Hay más cosas

Los Sacramentos describen el desembarco revelador de Dios en nosotros para evocar en nuestro interior la realidad divina, el comportamiento divino, su promesa de salvación.

Salvación que llegó de la mano de Jesús de Nazaret. Vino de parte de Dios para comunicar la esperanza al corazón deshecho del hombre. Pero como quería ser tan persona como cualquiera de nosotros comprendió que tenía que desaparecer de en medio como cualquier persona humana y quiso morir para darle un sentido a la muerte. Así, nuestra muerte tiene un sentido cristiano liberador y cargado de esperanza en Dios, auténtico Señor de la Vida y de la Muerte. Él nos llamó a la vida. Él nos llamará a la Vida auténtica.

Jesús quería convertir su Religión en algo más humano. Y en un esfuerzo de imaginación por mi parte imagino que pensó: “Ya que el hombre tiene un corazón cargado de símbolos, de recuerdos y vivencias que en cada momento actualiza y le hace progresar, quiero que mi Religión sea diferente y que mi liberación esté en los hombres contenida en unos símbolos. Que ellos mismos construyan su liberación. Y eso será a través de unos símbolos que les sean familiares y cercanos”.

Y fue eligiendo unos elementos de la vida que al verlos pudieran ser símbolos que le recordasen y le hiciesen presente. De ahí que todos los Sacramentos están como signo vital de la presencia de Jesucristo.

Por ejemplo. El signo vital del Bautismo es el agua, que usamos cotidianamente en la comida y como bebida, en el riego de los campos, ... Donde hay sequía, hay desolación, muerte. Y el agua es signo de vida y de limpieza. El agua que se echa al niño que se bautiza lo llena de vida porque está preñada de vida, cuajada de vida. Esa fue la razón de que Jesús deseara que el agua fuese un exponente de su liberación.

Y así todos los Sacramentos. Cristo los instituye a través de unos símbolos tan vitales y cercanos a nosotros como necesarios.

La Reconciliación o Penitencia ¿Conocen algo mejor que la comunicación mediante la palabra? Cuando alguien reconoce que ha hecho algo mal con otra persona, va a verlo para pedirle disculpas y se encuentra con su mano tendida como signo y símbolo de su reconciliación mutua, estamos ante la presencia de la actitud del mismo Dios con cualquiera de nosotros cuando nos damos cuenta que nos hemos alejado más de lo debido y nos reconcilia con Él, con la Historia y con el mundo con el gesto del perdón. Porque el Sacramento se manifiesta esencialmente en términos de ENCUENTRO.

¿Y la Eucaristía? Más aún. ¿Hay algo tan familiar como compartir el pan y el vino alrededor de una mesa?

Todos nosotros, cuando celebramos algún acontecimiento social o familiar (una boda, el santo, una Primera Comunión, las fiestas de nuestra localidad o nos juntamos una tarde lluviosa a pasar un rato agradable) lo solemos hacer alrededor de una mesa compartiendo el alimento, la bebida y la presencia de las personas a las que queremos, estimamos y con quienes nos encontramos a gusto.

Pues bien. En la Misa celebramos un magno acontecimiento: la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo alrededor de una mesa, el altar, y compartiendo un mismo alimento: el pan y el vino que por virtud, obra, regalo y locura de amor de Cristo se convierten en Él mismo que viene a compartir todo lo nuestro. Para juntarse con nosotros en un YO único e irrepetible.



Y hasta brindamos como en los mejores banquetes. El sacerdote alza el Cáliz y la Hostia consagrados y hace el brindis: “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios, Padre omnipotente, todo honor y toda gloria. Por los siglos de los siglos”. Y nosotros ¿qué contestamos? ... Un AMÉN que debiera hacer temblar los cimientos de la parroquia, catedral o el lugar donde estemos viviendo esa Misa, porque al aceptar lo que está diciendo el sacerdote estamos convirtiendo el sentido de esas palabras, de ese AMÉN, en carne de nuestra carne, vida de nuestra vida y aceptamos que Dios es el eje y centro de nuestra vida.

Por eso no puede ser, no debe ser, un AMÉN tibio y apático.

Porque al aceptar a Dios estamos siendo superiores al universo entero. Y no nos damos cuenta de eso, porque mientras este universo está ahí cumpliendo una leyes físicas y manifestando la gloria de su creador de una forma insensible, nosotros estamos manifestando nuestro compromiso con Él participando de su vida y de su gloria, cosa que los astros no pueden hacer.

Y Él se hace nuestro alimento y nuestra fuerza porque nos da la fuerza tremenda de su Resurrección para que continuemos su labor y seamos sus testigos en medio de este mundo desbordado por la incredulidad, el vicio, el hedonismo, la carencia de valores y de desprecio a la vida.

Me parece que esto es para hacernos pensar y revisar nuestras Eucaristías. En ellas y en todos los Sacramentos nos está esperando el mismísimo Jesucristo. Y como en otras ocasiones anteriores, les invito a la reflexión.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sacramentos en la vida (II)

Pero , ¿qué son los Sacramentos? Voy a valerme de algunos símbolos para intentar explicarme.

Siempre me ha gustado pasear por el monte. Muchas veces cogía a ‘Tunder’,un pastor alemán de pura raza que tenía, y salíamos mi esposa y yo unas veces, otras yo solo con el perro, al campo. Él correteaba y yo me relajaba contemplando la Naturaleza, contemplación que no pocas veces finalizaba en oración.

Pero un día llegó inesperadamente. Sin darme cuenta vi delante de mí la mole imponente de una montaña, el Maigmó. La había visto montones de veces. Pero nunca como la veía ese día.

Fijándome en ella pensé en cómo las montañas soportan el calor del sol, a veces abrasador, en verano; en que la fortaleza del agua de la lluvia ora las castiga, ora las acaricia con su suavidad; en la niebla que las oculta a nuestros ojos en muchas ocasiones, pero que están ahí aunque no las veamos; ...

Pero nunca he leído en ningún periódico la noticia de que se quejaran o lamentasen por ninguna de estas cosas ni por el calor o el frío que puedan sentir o haber sentido en el transcurso de los siglos.

Nunca han exigido nada por su belleza. Ni siquiera el agradecimiento de la Humanidad que las ha contemplado a lo largo de los siglos o las contempla ahora. No son menos majestuosas cuando el sol las abrasa o el viento las azota. No se preocupan de que las vean. Ni se enfadan cuando las pisan o las escalan.

Simplemente se dan. De forma gratuita. Y entonces pensé que son como Dios que todo lo soporta ; todo lo sufre ; todo lo acoge; todo lo da. Y siguiendo con la comparación llegué a la conclusión de que Dios se comporta como ellas.

El Maigmó, la Cordillera Andina, el Himalaya o el Mont Blanc no son solamente unas montañas o unas cordilleras, sino que están al servicio de la Grandeza de Dios a la que evocan.

Por eso las montañas son sacramento de Dios porque revelan a Dios, lo recuerdan, lo aluden,nos remiten a Él.

Y, es curioso, pero las montañas aparecen siempre en momentos específicos e importantes en las actuaciones de Dios .

¿Por eso, acaso, Dio a Moisés las Tablas en el monte Sinaí? (Éxodo 20, 1-17) ¿O Jesús dio su Programa de Vida en el monte de las Bienaventuranzas? (Mt. 5, 1) ¿Se acuerdan que Jesús se transfiguró en el monte Tabor? (Mt. 17, 1-2) ¿Y que Jesús ascendió a los cielos “en el monte que indicó a los discípulos? (Mt. 28,16)

Siempre aparecen las montañas en momentos cruciales de la relación directa de Dios con los hombres. Y hay muchas más ocasiones en las que aparecen las montañas en la actuación de Dios, tanto en el A.T. (1 Re. 19, 8-13, por ejemplo) como en el N.T.

Me parece que es una buena forma para ir adentrándonos en ese mundo de los sacramentos que tantas veces hemos manejado, practicado, conocido,... pero que acaso pocas veces hayamos profundizado en su esencia, en su significado, en sus entrañas, ...

A través de unos descubrimientos que he tenido a lo largo de los años, que me han llevado a unas reflexiones y planteamientos, tanto de tipo personal como comunitario, voy a intentar transmitir mi descubrimiento del valor de los Sacramentos en la vida de cualquier cristiano, como a través de las montañas vi una nueva forma de descubrir a Dios a través de su Creación.

Hay cosas que trascienden su propio significado y permítanme, por favor, que personalice y les exponga una vivencia personal, única, que me ha acompañado toda mi vida y lo sigue haciendo.

Parece ser que cuando conservamos algún objeto de nuestros antepasados le damos un significado especial. Y eso me pasa a mí. Conservo la funda de unas gafas que en su interior contienen el alma de esta envoltura : las gafas de mi abuelo.

Cada vez que las veo me hacen presente al hombre que mayor influencia ha tenido en mi vida, en mi educación y en mi carácter y me hace evocar recuerdos y añoranzas de mi infancia y de mi juventud : verlo leer el periódico con ellas puestas sentado en su sillón de anea junto al balcón de la habitación, por ejemplo.

Eso me hace sentirle presente en mi vida y, aunque su fallecimiento se produjera hace muchos años, sigue estando presente en mí con su enorme personalidad y sus tremendos valores humanos, hasta el extremo de adoptar su apodo como mi seudónimo en este blog: el tío Maset.

Por eso esta funda, estas gafas, trascienden su significado propio de lo que son para pasar a ser también lo que representan. SON UN SIGNO.

Para mí pasan a ser un sacramento porque están vivos y hablan de vida. Acompañan la vida. Recuerdan y hacen presente al abuelo . Por eso para mí son de un valor inestimable.

A partir de ese ejemplo vemos que la persona humana tiene la capacidad de simbolizar las cosas : el amor, con un corazón ; la paz , con una paloma llevando una rama de olivo en el pico ; ...

Todos nuestros símbolos tienen su origen en experiencias anteriores. Podemos hacer con cualquier cosa de nuestro pasado (como el caso de las gafas de mi abuelo, por ejemplo) un símbolo que nos recuerde algo o a alguien.

¿Les pasa a ustedes algo semejante? Más adelante veremos la aplicación que tienen estos ejemplos en los Sacramentos.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Sacramentos en la vida (I)


Bodas, bautizos, Primeras comuniones, confesiones, Eucaristía.... Todos estos términos estamos acostumbrados a oírlos en la vida cotidiana. Incluso es posible que hayamos asistido a alguno de estos actos, pero ¿sabemos qué son?

‘¡Hombre! ¡Está hablando de los Sacramentos!’, dirán algunos. Y yo les tendré que decir que sí e incluso felicitarles por su conocimiento porque, al menos, indica que no les son indiferentes.

Pero permítanme una nueva cuestión. ¿Conocen lo que son los Sacramentos? ¿Lo que significan? ¿Lo que producen? Y todavía me permito continuar. ¿Saben lo que es, significa y produce cada Sacramento? ¿Saben por qué la Iglesia los tiene así y son siete solamente y no más?

‘¡Ya empezamos! ¿Es que no es suficiente con asistir a ese acto y ya está?’. Bueno. No lo tomen a mal, pero si queremos tener un cristianismo que sea, al menos, algo parecido a lo que quiso Jesucristo de nosotros, no es suficiente. Si estando en una de las asistencias a esos ‘actos’ alguien les preguntase ‘¿Qué motivos de credibilidad tienen ustedes para estar aquí?’, ¿qué les contestaríamos?

Estamos atravesando unos tiempos en los que no es fácil ser cristianos. Se nos cuestiona e incluso se nos ridiculiza. Es necesario que sepamos dar respuestas de todos nuestros ‘por qués’. Y sobre todo, no tener miedo de lo que digamos. El Espíritu estará con nosotros asistiéndonos. (Por cierto, ¿sabían ésto?). ‘No os preocupéis de cómo hablaréis, ni de qué diréis. Dios mismo os sugerirá en ese momento lo que tenéis que decir, pues no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará a través de vosotros’ (Mt. 10, 19-20) Y estamos ante una gente que nos pregunta, acaso con deseo de conocer algo más sobre Jesús y los Sacramentos y debemos estar preparados para responder adecuadamente porque en principio confían en nuestra respuesta y debemos procurar no defraudar a nadie.

Todo esto que les he expuesto anteriormente me ha hecho reflexionar y plantearme la conveniencia de escribir algo sobre los Sacramentos en general y luego, por partes, de cada Sacramento en particular. Pienso que se pueden hacer descubrimientos sorprendentes.

Pero sí que me gustaría dejar claro que no quisiera hacer largos los textos. Prefiero ir haciéndolos cortos para facilitar su lectura y comprensión que hacer una gran parrafada que asuste e inhiba al potencial lector de enterarse del tema. Será algo así como una información por entregas, lo cual nos permitirá leer con tranquilidad, pensar con serenidad y actuar con rectitud. Veamos.

Si hacemos una visión globalizada de la Biblia, veremos que realmente es la Historia del amor de Dios hacia la obra cumbre y mimada de su creación: el ser humano.

En el primero de los cinco Libros del Pentateuco, el Génesis, se nombra el proceso creador de la primera pareja humana y vemos que aparece en dos relatos, por las dos tradiciones existentes: la eloísta y la yahvista, (Gen. 1 26-28 y Gen. 2, 7) llamadas así porque en el capítulo 1 se le da a Dios el nombre de Elohim y en la segunda aparece Dios con el nombre de Yahvé.

Este proceso creador sigue dándose hoy en el nacimiento de nuevos niños y niñas, como un día nacimos nosotros porque Dios nos llamó de la nada al ser, precisamente porque desde la eternidad ya nos quería y lo hizo para seguir perpetuando el sexto día de su creación a través de los siglos.

Pero ahora lo hace pidiendo, solicitando, (fíjense bien : todo un Dios se autolimita para crear la vida humana) ... la colaboración del hombre y de la mujer para traer una nueva vida humana. Eso significa que SOMOS CONCREADORES JUNTO CON DIOS DE LA VIDA HUMANA.

Pues bien. A partir de esa Historia de la Salvación contenida en el A.T. y que llega a su culminación y plenitud en el tiempo con la venida de Jesucristo, todos los acontecimientos personales, familiares, sociales e incluso políticos que se han dado, se dan y se darán en la Humanidad, es lo que constituye la HISTORIA del mundo y nosotros formamos parte de esa Historia a través de nuestros actos, de nuestras vidas, de nuestra propia historia. Formamos parte de la Historia de Dios como Dios forma parte de la nuestra. Ese concepto en su globalidad es al que me voy a referir cuando mencione la HISTORIA.

Y así como vemos en las Sagradas Escrituras el acompañamiento que Dios hace al hombre, que ya se manifiesta en el Paraíso con Adán y Eva mediante una relación directa con Dios, se prolonga en el tiempo y en la Historia hasta llegar hoy a nosotros y la presencia y el acompañamiento de Dios se hace presente a través de esos signos y símbolos que son los Sacramentos.

Ahora bien. Esa relación nuestra con Dios, ese reconocimiento de su cariño a nosotros y de nuestra correspondencia a su presencia en nuestras vidas, la tenemos presente ya desde Caín y Abel, los cuales ya ofrecían sacrificios a Dios. Los que nosotros le damos actualmente están canalizados mediante lo que la Iglesia llama la LITURGIA.

sábado, 1 de noviembre de 2008

En el Año Paulino

Puede ser una buena ocasión,en el Año Paulino que estamos viviendo, poner este Power Point. Confío que les ayude a conocer mejor al Apóstol.
.La Vida Del Apostol Pablo

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