sábado, 21 de febrero de 2009

RADIO MARÍA

Hay muchas, muchísimas veces, que entro en Internet para consultar determinados temas unas veces y otras, por simple curiosidad. Y en ocasiones la curiosidad me pierde, porque entro en páginas con enlaces a otras páginas y de éstas a otras. Cuando me doy cuenta me he apartado de mi objetivo primero para llegar a otros sitios que, por lo interesantes que resultan me obligan a profundizar en ellos.

Algo así me ha pasado esta semana. Cuando llevo a las niñas al colegio pongo una emisora de radio, mariana por excelencia, y suelo oír la charla que monseñor Munilla imparte sobre puntos concretos del Catecismo de la Iglesia. Me sirven a mí en particular y también me sirven como puntos de conversación con las minúsculas ocupantes de mi coche.

Lo mismo me pasa por las tardes. Cuando a las cuatro de la tarde me dirijo a mis clases en la Universidad, también oigo la charla del P. Marqués sobre el mismo tema. Incluso hay veces que he oído charlas sobre Arte a cargo de una señora (o señorita) muy completas con las que he disfrutado y con las que he enriquecido mis conocimientos de Arte.

Esto me llevó a buscar la página de Internet de esta emisora, RADIO MARÍA, (http://www.radiomaria.org/) con el fin de satisfacer mi curiosidad. Cuando me di cuenta habían pasado cuarenta y cinco minutos abriendo enlaces, leyendo páginas y programaciones. ¡Ya la tenía al alcance de la mano!

Pero luego vino la segunda parte. Mi análisis y espíritu crítico me llevó a sacar conclusiones. Verán ustedes. Una emisora con ese nombre, dedicada a la Virgen y con un lema precioso (‘La Gracia de una Presencia’), no es cualquier cosa. La presencia de la Madre del LOGOS implícita en las ondas de la radio, no puede explicarse sin la presencia del Hijo apoyando a su Madre, del Padre apoyando a su Hija y del Espíritu volcándose sobre Ella. Y eso es muy serio, porque significa que Ellos son los que están impulsando y dando fuerza a cuantos voluntarios, sacerdotes, locutores, técnicos, personal administrativo y colaboradores de todo tipo llevan esta obra adelante. ES LA MODERNA EVANGELIZACIÓN. ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! (I Cor.9, 16)

Desde mi modesta colaboración y, como siempre, compartiendo con todos ustedes mis experiencias, me permito poner un enlace que les facilite la conexión con su página web desde cualquier país del mundo, si se sienten interesados en ello. Se puede elegir el idioma que se prefiera: español, francés, inglés, italiano o alemán (está completito y a la carta, ¿verdad?). Hacen clic en esos signos ortográficos azules y entran. Ahí pueden elegir el país respectivo y si todavía no está Radio María en él, pues…ya saben lo que tienen que hacer ¿no?.

Por lo demás, ¡qué les voy a decir! Es nuestra Madre. Con eso está dicho todo. Yo finalizo con mi lema sobre Ella, adoptado desde la infancia: MIRA QUE TE HE ELEGIDO COMO MADRE MÍA Y DEFENSORA’. ">

domingo, 15 de febrero de 2009

San Pablo (2ª parte)

Aquí está la continuación de la anterior entrada sobre San Pablo. Con ella voy a finalizar este tema, pero tengo la impresión de que algo queda cojo. Me falta poner algo y no sé qué puede ser. Lo pensaré, lo meditaré, lo pondré en mi oración y… supongo que sacará algo en claro. Espero que el Espíritu Santo, nuestro común amigo, me eche una mano como siempre hace. Continuemos.

La conversión

Saulo lo tuvo muy claro: su deber era ayudar a velar por la pureza de la Ley y, como buen israelita y fariseo, debía participar en esa persecución, para lo cual visitó al Sumo Sacerdote y se procuró cartas para las sinagogas de Damasco con el fin de buscar allí hombres o mujeres pertenecientes a esta secta y llevárselos presos a Jerusalén.

Junto con otros que pensaban de la misma forma, se puso en camino respirando amenazas y muerte contra los seguidores de Jesús. Cuando ya estaban cerca de Damasco ocurrió un suceso que cambió radicalmente el sentido de su vida como nunca hubiera podido imaginar.

Súbitamente se vio rodeado de un resplandor de luz intensísimo procedente del cielo que no hubiese podido explicar con palabras humanas.

Cayó al suelo temblando y con un miedo infinito ante lo que le estaba sucediendo, ya que habría podido pensar que hubiese llegado su última hora. Y oyó una voz muy clara que le decía:

- Saulo, Saulo. ¿Por qué me persigues?
No sabiendo de dónde salió la voz, se atrevió a preguntar:
- ¿Quién eres, Señor?
Y ese Ser que le hablaba le respondió:
- Yo soy Jesús, al que tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
Temblando aún más, sudoroso del miedo cerval que lo invadía, solamente acertó a decir:
- Señor, ¿qué quieres que haga?
La respuesta estaba muy clara y no admitía dudas ni discusión alguna:
- Levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que has de hacer. (Hch. 9, 1-30)

(Un pequeño paréntesis. ¿Qué habríamos hecho nosotros, ustedes y yo, si vamos por la calle y nos sucede lo mismo que a Saulo? Sinceramente. Pienso que es para meditarlo y obrar en consecuencia, ¿no? Porque nosotros tenemos la Gracia de que se nos ha transmitido el conocimiento de Jesús, el LOGOS, y se nos ha dado la libertad de darle una respuesta. ¿Necesitaremos acaso tener nuestro ‘camino de Damasco’? Prosigo.)

Sus compañeros de viaje permanecían atónitos, porque oían las voces pero no veían nada ni a nadie. Saulo se levantó como pudo, ayudado por ellos, pero sus ojos no veían absolutamente nada. Quedó ciego.

(Otro inciso y perdónenme estos pequeños cortes que creo convenientes para aclarar conceptos. Se ha transmitido muchas veces, y la iconografía es testigo de ello, que Saulo ’cayó de su caballo’ cuando vio la luz cegadora. (Yo mismo, para ilustrar la escena, así lo pongo, pero no he encontrado nada que no sea en este sentido). Pero lo cierto es que consultando en varias ediciones de la Biblia, leyendo y releyendo el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles donde se narra este suceso, no he visto en ninguna que ponga explícitamente que cayó de su caballo. Solamente dice que ‘cayó a tierra’. Es de suponer, sin embargo, que fuese en una cabalgadura porque era el medio habitual de viajar en esa época, pero históricamente no hay nada, que yo sepa, en este sentido. Y esto son detalles que no tienen importancia alguna. Lo fundamental es que Saulo se convirtió a Jesús y le fue fiel hasta la muerte. Prosigo)

Por el camino, como podía, pensaba en ese suceso y cuanto más lo hacía, más cuenta se daba, por mucho que le costara creerlo y admitirlo, que había tenido una TEOFANÍA : El mismo ADONAY, el Dios de sus padres, era el que le había hablado y Él mismo le había dicho que era Jesús, el ajusticiado.

Eso suponía que lo dicho por Esteban en su juicio era cierto y el crucificado era el mismo Dios. Como en una penumbra le venía el recuerdo de su maestro Gamaliel diciendo al Sanedrín que dejaran en paz a los seguidores de Jesús por si le estaban haciendo la guerra al mismo Dios. (Hch. 5, 34-39)

Y ahora veía dentro de su ceguera, pero con una luz interior como nunca había tenido, que era cierto. Ese era el sentido de la voz de Jesús cuando le dijo que ‘era duro dar coces contra el aguijón’, porque contra Dios, ¿quién iba a poder?


NACE PABLO

No tenía más remedio que seguir hasta Damasco y esperar. ¿Qué pasaría luego? No lo sabía. Se le abrían muchos interrogantes y sus creencias más profundas vacilaban. El camino se le hacía especialmente duro, pues no dejaba de pensar que a ese Señor al que siempre había querido servir, lo que realmente había hecho era hacerle la guerra, perseguirlo en las personas de sus seguidores y discípulos.

Al llegar a Damasco fue llevado a casa de un tal Judas donde permaneció tres días sin comer ni beber nada. Pensaba sin cesar en ese detalle de Dios de hablarle directamente y en la respuesta que él, probablemente sin saber exactamente el alcance que tenía la respuesta que dio, le contestó: ‘¿Qué quieres que haga?’. Y eso le martilleaba el cerebro.

A los tres días fue a visitarle Ananías de parte del mismísimo Jesús para bautizarlo en la nueva fe. Cuando le impuso las manos se le cayeron de los ojos como unas escamas y recobró la vista, no solamente la del cuerpo sino también la del alma. Veía ahora con una claridad meridiana la misión que tenía encomendada.(Hch. 9, 17-20)

Pero no fue fácil. Los mismos israelitas, que habían presenciado su ardor en la persecución de los cristianos no creían en su conversión, hasta el punto de que cuando intentó predicar en Damasco se desencadenó una persecución sobre él que le obligó a huir hacia Jerusalén.

Una vez allí intentó unirse a los discípulos, pero todos tenían miedo porque tampoco se fiaban. La ayuda de Dios le llegó a través de un personaje querido y respetado en la comunidad de Jerusalén y con el que llegó a tener una profunda amistad: Bernabé. (Hch. 9, 27-30)

Cuando este cristiano oyó el relato de lo sucedido camino de Damasco, no dudó en presentarlo a los apóstoles. Desde entonces iba y venía con ellos predicando con valentía a Jesús resucitado, incluso a los judíos de procedencia helenista a los que probablemente predicaría en griego.

Pero estos judíos pretendían matarlo, lo cual llegó a oídos de los apóstoles y lo enviaron a Tarso, que al ser su ciudad natal pensaron que estaría mejor protegido y desde allí se dirigió a Antioquía. Precisamente en esta ciudad llamaron cristianos por primera vez a los seguidores de Jesucristo.

Allí se produjo un hecho singular. Mientras celebraban la Liturgia del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo:


- Separadme a Bernabé y a Saulo para la misión que les he encomendado. (Hch. 13, 2)

Ahí, podríamos decir nosotros, comenzó la aventura paulina en la que a través de sus periplos, el Evangelio y la predicación del Apóstol fueron los protagonistas.

Lo demás, tal vez sea más conocido. Sus viajes, su predicación, sus Cartas, sus dificultades,… Pero no tenía pelos en la lengua para anunciar la Buena Nueva. Se trataba de hablar de Jesucristo y de darlo a conocer a todos, si no, que se lo digan al rey Agripa y a la reina Berenice, a quienes el procurador romano Porcio Festo se lo presentó para que lo oyeran. El capítulo 26 de los Hechos de los Apóstoles recoge este momento.

Curiosamente, Pablo fue el que más odio tenía a los cristianos, pero su encuentro personal con el LOGOS y el descubrimiento que hizo del mismo a lo largo de su existencia y de su predicación, transformaron su vida convirtiéndolo en un infatigable apasionado de Cristo. Y esto le llevó también a vivir al Redentor apasionadamente y amarlo en profundidad.

Es un modelo a seguir, porque cuando a Jesucristo se le conoce y se le sigue, ya no se le puede abandonar. No tendría sentido hacerlo, ¿verdad?

sábado, 7 de febrero de 2009

San Pablo (1ª parte)

Lo prometí. Y lo que prometo, lo cumplo mejor o peor, pero lo hago. Y es lo que me pasa con San Pablo. Prometí que hablaría algo de él y lo voy a hacer. Creo que se lo merece.

Uniéndome a la conmemoración del Año Paulino, me ha parecido conveniente hacer una semblanza de este apóstol de una manera globalizada y breve. Es como una especie de homenaje a este gran santo que, sin conocer a Jesús en su vida mortal, tuvo la Gracia de verlo (al menos supongo que lo vería) en un determinado momento de su vida, cambiándosela en su totalidad, hasta el extremo de soportar y padecer diversos episodios violentos a lo largo de su vida y acabar dando su vida por Él.

¿Quién era San Pablo? Mi propósito no es sentar ninguna cátedra de nada porque hay personas que saben muchísimo más que yo de éste y de otros temas. Yo solamente soy un laico que deseo dar a conocer a este personaje desde mis limitaciones, pero con el que me siento totalmente identificado y a quien admiro.

Y voy a hacerlo en dos exposiciones con el fin no hacerlo largo y facilitar su lectura. Comencemos.

La persona

Localicemos a nuestro personaje. En un lejano país existió una región que bordeaba el Mediterráneo llamada Cilicia. Tuvo muchísima importancia porque la atravesaba la ruta comercial que unía Siria con Asia Menor.

En esa región estaba situada la ciudad más importante de la zona que en distintas ocasiones fue considerada la capital de esa zona: TARSO.

Allí nació en la primera década de la Era cristiana dentro de una familia acomodada que, aunque era judía, de la tribu de Benjamín, estaba en posesión de la ciudadanía romana, hecho que para la época que le tocó vivir era de un enorme prestigio social y político, y que Pablo heredó por derecho familiar.

Su padre le puso Saulo de nombre en recuerdo de un Rey que tuvo Israel llamado Saúl. Como buen judío su lengua vehicular con la familia y los paisanos era el arameo, aunque según iba creciendo y su educación se afianzaba de cara a los negocios de la familia, también aprendió el latín, lengua de Roma que era la dueña del mundo, y no es descabellado pensar que también el griego, porque tenía que entenderse con muchos comerciantes, no solamente griegos sino también con judíos de la diáspora que se habían helenizado y hablaban esa lengua. ¡Quién le iba a decir lo útil que sería para él en los viajes apostólicos que, con el tiempo realizaría!

Como buenos israelitas, sus padres decidieron que para su educación debía asistir al lugar más famoso de la época, la escuela de Gamaliel, Maestro principal de los fariseos, secta a la cual pertenecía su familia y él también por propia convicción.

A la vez que se iba instruyendo en la Ley de Moisés aprendía la profesión de SKENOPOIOS, es decir, fabricante de tiendas, con la que tenía previsto ganarse la vida. ¡Qué distinto sería su futuro del que se imaginaba!

Siendo joven oyó que en Jerusalén habían ajusticiado a un nazareno de nombre Jesús en una cruz, la muerte reservada a los peores criminales, pero que sus seguidores se empeñaban en decir que después de muerto había resucitado. Le parecía una necedad tan grande que apenas prestaba atención a lo que le parecían bulos, aunque como fariseo e hijo de fariseos creía en la resurrección.

Sin embargo cuando su maestro Gamaliel tuvo que intervenir en el Sanedrín (Hch.5, 34-39) aconsejando que dejaran en paz a los seguidores del Crucificado por si acaso estaban en lo cierto, permaneció en silencio pero ya prestaba mayor atención a todo cuanto se refería a este tema, si bien intuía que esos grupos seguidores del Nazareno iban a ser un serio peligro para los seguidores de la Ley de Moisés.

Tanto era así, que un día ocurrió un suceso que le marcó.

Contaban que un joven llamado Esteban, seguidor del Jesús ajusticiado, hacía prodigios y grandes señales entre el pueblo. Algunos paisanos de la sinagoga de los libertos y otros se levantaron para rebatir sus enseñanzas, pero no podían. Ellos mismos reconocían que les faltaban argumentos ante los que presentaba Esteban.

Y empezaron el juego sucio. Los oficialmente buenos, que estaban metidos en las sinagogas y colaborando directamente con los rabinos, emplearon la mentira y la vileza de la calumnia para difamarlo y levantar falso testimonio contra él, (lo contrario al Mandato que Yavéh dio a Moisés, según Ex. 20, 16), lo cual motivó que fuera llevado ante el Sanedrín.

El Sumo Sacerdote le interrogó sobre las acusaciones que le hacían los falsos testigos y Esteban elaboró una brillante y hábil defensa suya y de esa doctrina que estaba empezando a nacer. Pero cuando dijo que estaba viendo abiertos los cielos y a Jesús a la diestra de Dios, lo consideraron blasfemo y fue condenado a la lapidación, según la norma de la Torah para estos casos. Y a Saulo le pareció justa la sentencia.

Y los siguió. Sentía curiosidad, dentro de su estupor, por lo que le había oído decir y llegó hasta el lugar donde iba a efectuarse la lapidación. Algunos dejaron sus ropas a los pies del joven Saulo.

Pero esa ejecución le marcó. No podía concebir que los verdaderos israelitas se convirtiesen a una religión naciente cuando ellos, pueblo elegido de Yavéh, estaban en posesión de la auténtica religión, según demostraba la Historia de Israel.

Eso hacía crecer en él una animadversión y odio cada vez más feroz contra estas personas que seguían al nazareno, porque veía en este nuevo movimiento un ataque frontal al judaísmo tradicional.

A partir de la muerte de Esteban se desencadenó una persecución contra todos los que profesaban su misma fe y él no podía permanecer ajena a ella.

(Unos días más y termino. Gracias por su comprensión)

domingo, 1 de febrero de 2009

LA ESTRELLA DE BELÉN

¿Pero se habrá equivocado de fecha? Acaso a alguno de ustedes se les haya ocurrido hacerse esta pregunta, pero no. No me equivoqué. Soy de los que piensan que el acontecimiento de la Navidad, por su grandeza, no merece estar relegado a unas fechas concretas del almanaque.

Además, ésta es la segunda cuestión que tenía pendiente cuando comencé a escribir mi entrada ‘Santas y Venerables manos’, ya que por su extensión no parecía aconsejable escribir sobre este tema que, como se ve, es diferente del expuesto en aquel momento.

¿Por qué este título? El mismo día que oí en la Consagración de la Eucaristía a la que asistí aquellas palabras, finalizado el rito Eucarístico oí que varias catequistas estaban preparando la Navidad 2009. Esto me llamó la atención. Por una parte analizaban el desarrollo de la representación teatral hecha por los niños y los pequeños problemas surgidos.


Y he aquí el tema: No habían podido colocar bien la estrella de Belén que guiaba a los Magos. Solución para el 2009: Uno de los niños sería la personificación de la Estrella y guiaría a los Magos al Nacimiento. A partir de esta conversación, totalmente normal para ellas, capté un significado más profundo en su comentario: Un niño personificaría la Estrella, sí. Pero es que como el niño, cualquier persona, cualquier cristiano, ¿no personificamos la Estrella de Belén en el sentido de que, como la auténtica Estrella, debemos ser luz para conducir a nuestros semejantes donde está Dios?

Y para eso no es necesario estar en los días señalados de diciembre. Los 365 días de año (366 en los bisiestos) debemos ser Luz de Dios. Que nuestras lámparas estén siempre encendidas y dispuestas para alumbrar. Nuestra vida debe proclamar esta realidad dondequiera que estemos.

Loa Magos hicieron una larga peregrinación guiados por la luz de la Estrella, acompañados por su fe y con la esperanza puesta en Alguien a quien no conocían pero que intuían desde sus conocimientos como fuera de todo lo cotidiano.

Intentando meterme en la escena del Encuentro, ¿qué pensarían al ver al Niño? ¿Y al hacer sus ofrendas de oro, incienso y mirra? Conocemos su llegada, sabemos de su partida, pero ¿qué llevarían en su interior después en el camino de retorno? Habían conocido al Redentor, sí, pero no creo que fuesen conscientes del significado profundo de lo que habían vivido. Pero es posible que sus vidas y su ciencia no fuesen las mismas que antes.

Dios se acerca a cada uno de nosotros de puntillas, imperceptiblemente, como en un susurro. Nuestro corazón debe descubrirlo, desde nuestra interioridad, en los pequeños detalles que tiene con cada uno de nosotros. Son besos que recibimos de Él.

María, la Madre de Dios, desde su gratitud a Dios, proclamó su Magnificat. Nosotros debemos escribir nuestro propio Magnificat en esas páginas, aún en blanco, del día a día de nuestra vida.