domingo, 28 de febrero de 2010

¡Cuaresma! ¿Por qué se dice qué horror…?

¡Qué mal cartel tiene la Cuaresma para algunas personas! La consideran como algo triste, serio, con cantidad de sacrificios y penitencias,…Caras largas y gestos adustos…

¡Hombre! Pienso que no. Considerarla así supone un gran desconocimiento de lo que es realmente y desconocer la Iglesia misma. El mismo Jesucristo no la considera así cuando dice: ‘Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará’. (Mt. 6, 17-18).

A partir de ahí podemos sacar cuantas conclusiones queramos, como ha hecho la Iglesia recogiendo el mensaje y la voluntad de su Fundador. Ha puesto todos los años en su Liturgia un espacio para invitarnos a un acercamiento mayor para la preparación de la Gran Fiesta que es la Resurrección, auténtico motor de nuestra fe y nuestra esperanza.

Pienso que esa es la razón para invitarnos a una conversión personal que nos acerque cada vez más a Quien desea estar tan cercano a nosotros que quiere morar en nuestro interior. ‘El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre le amará, y mi Padre y yo vendremos a él y haremos nuestra morada en él’. (Jn. 14, 23). Supongo que no hace falta ningún traductor para entender su deseo, ¿verdad?

Y la Iglesia, como Madre y Maestra, canaliza esa conversión a través de tres caminos que van a converger al mismo destino, siguiendo el ejemplo del Maestro: el ayuno y la abstinencia, la oración y la limosna. Luego trataremos estos puntos.

La cita más arriba puesta (‘Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, etc.), traducida al lenguaje de hoy podríamos decir: Perfúmate, viste con absoluta normalidad y pon en tus labios la sonrisa más encantadora que tengas, procurando que sea reflejo de la que tendría el mismo Jesucristo cuando perdonó a la pecadora o cuando acudió al banquete que Mateo ofreció en su honor, cuando lo llamó a acompañarle. Que sea una sonrisa cautivadora que invite al seguimiento del Señor de la Historia y de la Vida. Que Él se proyecte a los demás a través de tu presencia y tu sonrisa.

Y es que muchas veces desconocemos nuestras propias posibilidades que, con la ayuda de Dios que nos las ha dado, las podremos potenciar hasta el infinito porque será Dios mismo el que se proyecte en ellas haciéndose presente en cuantos deseen ser sus instrumentos, sus hijos, sus amigos, sus hermanos,…


La Cuaresma, lejos de ser un tiempo de aburrimiento lúgubre, es un tiempo de conversión, de redescubrimiento de ‘quién’ es Dios para cada uno de nosotros, de reconducir nuestras actitudes, nuestra disponibilidad y entrega, de analizar si de alguna manera nos hemos alejado de sus caminos y si nuestros pensamientos se acercan a los de Él. En definitiva, si estamos en disposición de rejuvenecer nuestro servicio al Creador besando ese tronco eterno de la Cruz que nos dio la Vida.

¿Eso es un camino triste y aburrido? Pues miren ustedes que hace unos días, cuando tuve una entrevista con mi acompañante espiritual revisando los caminos de mi atribulada existencia, fue una auténtica delicia, entre otras cosas porque sabíamos que, además de nosotros dos, había un Tercero que participaba activamente en nuestro coloquio. Y cuando pronunció las palabras ‘escucha cómo Dios te perdona’, esa Presencia se hizo casi tangible. Les aseguro que fue un momento inenarrable, pero tan profundo que invitaba, y acepté la invitación, a vivir esta Cuaresma de forma intensa aun dentro de mis limitaciones. O mejor aún, desde ellas. A partir de ellas. Porque son una manera de participar mejor en la Cruz del Salvador.

Sí. Bendita sea la Iglesia que nos hace ver que la Cuaresma no es un arcano resto arqueológico sino un hecho vivo, actual, sin fecha de caducidad, enfocado a nuestro propio bien y hacia la vivencia posterior del Misterio Pascual.

¿Estamos bautizados o no? ¡Qué pregunta!, podrían decirme, pero es que si lo estamos hemos de tener presente que el Bautismo no es algo estático. Es algo dinámico que debe impulsarnos a la perfección deseada por Jesús : ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt. 5, 48). Y la Cuaresma nos ayuda e impulsa.

Antes he dicho que trataría los medios que la Iglesia propone. Veamos.

Eso de ayunar, ¿qué sentido tiene hoy? Pues miren ustedes. Ni soy sociólogo, ni soy moralista, ni tampoco teólogo. Pero sí voy a compartir con ustedes mi visión de estos temas. Ya sé que ninguno de nosotros podemos solucionar el problema del hambre en el mundo ni tampoco los sufrimientos humanos que existen. Pero sí puedo solidarizarme con esas personas sufrientes que no conozco, ni conoceré nunca, a través de mi ayuno. El hecho de que suprima algo de mi comida o de mis pequeños caprichos se transforma en limosna para una organización eclesial (Cáritas, por ejemplo), que haga llegar la ayuda necesaria a quienes pasen necesidad.

Aún permanecen frescos los recuerdos de la fundación de Cáritas en nuestra antigua Parroquia, cuando un matrimonio amigo nuestro, mi esposa y yo, fuimos a plantear al párroco la necesidad de atender tantos y tantos casos de gente necesitada, de una forma organizada, a lo cual accedió. En un mes aproximadamente se había conseguido tener algo más de quinientos socios y como una docena de colaboradores directos.

¿Y qué tiene que ver eso con el ayuno? Pues que se ayunaba de comodidad y tranquilidad para entregarse a los demás. Fue un aldabonazo que mi esposa, muy conocida en la ciudad donde vivíamos, se pusiese a las puertas de la Parroquia un domingo pidiendo limosna para poder atender un caso grave de necesidad de una familia. Y es que el ayuno no es solamente privarse de alimentos. También puede ser privarse de tiempo, comodidades y de ‘eso’ que cada uno sabe que le gusta o que le domina de alguna manera. Y cada uno puede saber de qué puede ‘ayunar’ en este bendito tiempo de Cuaresma.

Se trata de darse, de entregarse como el Cordero se entregó. No caben las medianías ni las comodidades. Jesús se entregó a tope y a tope debemos entregarnos todos, sacerdotes, religiosos y laicos, ya que el espejo en el que nos miramos es el mismo para todos y todos navegamos en la misma barca del Pescador. Y eso es lo que hicimos. Y eso es lo que debemos analizar cada Cuaresma que vivamos, para rectificar nuestro rumbo equivocado si fuese necesario.

Por eso pienso que el ayuno puede tener la doble vertiente de ser vivida en nuestro interior y, a la vez, ser proyectada hacia la sociedad desde nuestra propia individualidad, todo complementándose y enriqueciendo nuestra entrega sincera y generosa a Dios, a través de nuestros semejantes.


¿Y la abstinencia cuaresmal? ¿Tiene sentido no comer carne los viernes cuaresmales en pleno siglo XXI? ¿No sería mejor privarnos de comer otra cosa más deliciosa, que atrayese más nuestro paladar? Las cosas claras. Si nos sentimos Iglesia hemos de mirar con ojos de hijos de la misma. Veamos dos planteamientos. Primer planteamiento: ¿Qué sentido tiene que sea ‘precisamente’ carne y no otra cosa? Prescindiendo de la historicidad que motivó esta prohibición, para mí es el sentido de acatamiento a la autoridad de mi Madre la Iglesia, entendida como ayuda a mi formación y evolución cristiana en función de mi Bautismo.

Segundo planteamiento: Si yo veo la Cuaresma como un período de especial unión con ese período de ayuno y abstinencia de Jesús en el desierto, preparatorio para esa vida pública que iba a iniciar, mi solidaridad con Él me conducirá a llevar una vida más austera que me vaya acercando a Él y me sumerja en la contemplación posterior de su Pasión, Muerte y Resurrección. Y eso no tiene precio. Eso tiene una actualidad permanente mientras el mundo siga siendo mundo. O lo que es lo mismo, eso es lo que nos tocará hacer mientras nosotros sigamos viviendo en este bendito mundo que Dios nos ha regalado y que nunca sabremos valorar suficientemente.

Y esto, necesariamente, nos conduce a la oración. A la comunicación con ese Jesús que todos decimos seguir, mejor o peor, pero a quien queremos y a quien consideramos como el eje motor de nuestra existencia. Ella nos devuelve la comunión con Él, que permanecía en contacto permanente con el Padre durante interminables noches de oración, que preludiaban gloriosos amaneceres azules. Jesús vivía así su misterio pascual. Y basándose en eso, la Iglesia invita a una mayor intensificación de nuestra oración personal y comunitaria, en permanente comunión con el Maestro.

Cuaresma. Una navegación personal en el mar de la Historia de la Salvación: los cuarenta días del diluvio (Gen. 7, 4), los cuarenta que Moisés permaneció en el Sinaí (Ex. 24, 18), los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto camino de la tierra prometida (Deut. 8, 2), los cuarenta días que Jonás predicó penitencia en Nínive (Jon. 3, 4),… Y la culminación: nuestro acompañamiento a Jesús en los cuarenta días que permaneció en el desierto por nosotros (Lc. 4, 1-2).

Sí, amigos. La Cuaresma es un tiempo fuerte de conversión y gracia, un regalo que la Iglesia nos propone y a través del cual Dios nos espera a cada uno, con nuestro nombre y apellidos, sin que le importe nuestro estado, condición o nacionalidad. Jesús sigue caminando hoy por caminos nuevos, por montes cerrados, pisando una tierra nueva tostada por los soles de cada día, de colores agrarios o marinos, con un precioso arcaísmo originario en su propia Creación, dirigiéndose a nuestra búsqueda. La Cuaresma nos llama. La Cuaresma nos dirige a construir caminos en la vieja, y siempre nueva y actual, virginidad el mundo.
¿No vale la pena vivir así la Cuaresma?

Les dejo con el punto 540 del catecismo de la Iglesia Católica.



La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf. Mt. 16, 21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: ‘Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado’. (Heb. 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.

Y un segundo fragmento del Vaticano II.



Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con ánimo elevado y entusiasta. (Constitución dogmática ‘Lumen Gentium’, nº 110)

Que el Cristo del Silencio y Nuestra Señora de la Merced nos bendigan

domingo, 21 de febrero de 2010

Vieja y entrañable amistad


Allí le conocí. En la Casa de Ejercicios Espirituales ‘Regina Pacis’ se está desarrollando un Cursillo de Cristiandad para jóvenes con edades comprendidas entre los dieciocho y los veintitrés años.

Un joven sacerdote comienza la exposición de la charla de Sacramentos. Al principio hay atención y curiosidad. Unos pocos apenas prestan atención. A los veinte minutos aproximadamente ya no hay nadie que no esté pendiente de sus palabras. A la hora, el silencio, solamente roto por la voz del joven sacerdote se puede cortar con un cuchillo.

El mensaje va calando porque el prisma desde el que presenta los Sacramentos es totalmente nuevo y cercano. Profundo y sencillo. Conmovedor y exigente. El Espíritu va rasgando los corazones de todos para penetrar en la intimidad personal y, suavemente, darse a conocer a algunos para quienes era el Gran Desconocido. Los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía han destrozado falsas ideas preconcebidas. Muchos esquemas equivocados se han roto y Jesucristo se ha erigido en el gran Amigo y Hermano de todos. Tres horas de exposición han pasado como un soplo y la charla la hubiésemos estando oyendo y oyendo sin cesar, acaso hasta el amanecer del nuevo día. Nuevo día que llegó para el corazón de muchos de los asistentes.

Al finalizar, una cerrada ovación despidió al joven orador que se dirigía a la Capilla. Algunos asistentes al Cursillo, incluidas personas del Equipo, aún conservábamos en nuestros ojos algunas lágrimas de emoción. Fue una experiencia inolvidable.

Pasaron unos meses. Nuestro Obispo diocesano hizo públicos los nombramientos episcopales. A mi esposa le faltaba tiempo y aire y le sobraba emoción, para comunicarme que aquel joven sacerdote venía a nuestra ciudad como Vicario parroquial.

¿Qué quieren que les diga? Al principio fue un aturdimiento porque me parecía increíble semejante regalo, pero la realidad se impuso. Y una nueva etapa fue surgiendo a través de las diversas actividades parroquiales y diocesanas que fuimos viviendo y compartiendo, unas gozosas y alegres. Otras, tristes y dolorosas. Pero ahí quedaron nuevos Cursillos de Cristiandad, Cursillos Prematrimoniales, convivencias parroquiales en el campo e incluso el grupo de Oración que formamos un grupo de amigos, entre los cuales estaba él juntamente con sus benditos e inolvidables padres.

Después cada uno fuimos siguiendo nuestro camino. Él marchó a nuevos destinos pero la amistad surgida en momentos particularmente difíciles sigue en pie y también el afecto mutuo. Le visitamos alguna vez, especialmente cuando estuvo en el Seminario Mayor con un cargo. Hoy sigue ocupando algún que otro cargo diocesano.



¿Por qué les cuento todo esto? No lo sé, pero acaso haya Alguien que sí lo sepa. Hemos empezado la Cuaresma y, como todo tiempo fuerte y como preparación para vivir en su momento esos gloriosos días en que Jesucristo nos transformó a todos a través de su Pasión, Muerte y Resurrección, se intensifica nuestra oración, nuestras meditaciones suelen ser más profundas y la contemplación de los Misterios de la Redención nos hacen ver con nuevas perspectivas nuestros motivos de agradecimiento hacia Quien supo y quiso darlo todo por todos sin excepción.

Y algo así me ha ocurrido a mí. Cuando cogí un ejemplar de la publicación del Obispado ‘Noticias Diocesanas’, me tropecé con un artículo escrito y publicado por este amigo nuestro. Lo leí. Lo medité. Y me hizo mucho bien. Tanto que pensé en compartirlo con todos ustedes. Puesto al habla con él telefónicamente solicité su autorización y no hubo ningún problema. Pero antes requería una explicación del ‘por qué’ incluía en estas páginas un artículo ajeno.

Ese ha sido el motivo del preámbulo arriba expuesto. Tal vez algo largo, pero les puedo asegurar que aquellos recuerdos han servido para revivir esa vieja y entrañable amistad. Discúlpenme si he sido algo pesado

Ahora les dejo con el artículo que me ha hecho pensar y descubrir nuevos horizontes. Que el Dios Uno y Trino y Nuestra Señora de Chiquinquirá nos bendigan a todos.

“La mesa de Dios está en el portal de Lázaro”












Cuenta Jesús su historia: ‘Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre llamado Lázaro, que echado junto al portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico…’ (Lc. 16, 19-20). ¡Cuánta actualidad encierran estas palabras de Jesús! Cuentan las crónicas de hoy: eran unas pocas naciones del primer mundo y otras tantas con economías emergentes, bien vestidas y mejor alimentadas, disfrutando de los beneficios de la alta tecnología. En sus mesas no faltaba de nada, todo en abundancia.

Mientras tanto, junto a sus portales, yacen cubiertas de llagas y de todas las desgracias que acarrea la miseria decenas de naciones deseosas de las migajas que caen de la opulenta mesa del primer mundo… Son corruptos, dicen unos. Siempre están en guerra, dicen otros. Algunos hasta los miran con lástima. Los más lastimeros hasta hacen comidas para recaudar migajas. Y los más hipócritas, hablan mientras banquetean y brindan por el mejor y buen orden mundial, después vuelven a hablar y hacen hermosos manifiestos.

¡Curioso! Los de dentro, cada vez más informados con la tecnología globalizadora, no ignoran a los ‘lázaros’ de fuera. Hacen, incluso, prolijos análisis y sabiondas propuestas, que sólo son eso, propuestas. Mientras los ‘lázaros’ de fuera, crecen en número y desgracia.



¡Qué distinto es Dios! Él es rico en misericordia y en gloria. Nosotros, los ‘lázaros’, tendidos a la puerta del Infinito, limosnando una migaja de luz, una migaja de sentido, una migaja de plenitud. Él, rico de verdad; nosotros, pobres solemnes. Sabedor de nuestra miseria no nos da un análisis, ni una propuesta de intenciones, ni una migaja… Jesús no es una migaja. Es Dios encarnado, es Dios hecho ‘lázaro’, es el rico que se hizo pobre para darse por entero. Nos dio su Palabra y su Vida. Clavó sus brazos a nuestra miseria para tirar de ella con todo su poder y lanzarla contra un destino de triunfo. Jesús es Dios hecho pan, hecho mesa, hecho alimento para el ‘lázaro’ al que ama, al que sirve, por el que lucha. Dios no está en la mesa opulenta. Dios está en el portal y sólo cuando el hombre deje sus raquíticas palabras y ofrezca su vida al hermano, al estilo de Dios, sólo entonces, la tierra será una mesa y la Historia, un canto.

(Publicado en “Noticias Diocesanas”, año XIII, nº 288, del 7 al 20 de febrero de 2010)

sábado, 13 de febrero de 2010

Llega la madurez: Sacramento de la Confirmación


‘Habéis pasado a ser soldados de Cristo, porque al recibir la Confirmación habéis besado la bandera de Cristo Resucitado. A partir de ahora debéis darlo a conocer con el ejemplo de vuestra propia vida’.

Estas palabras nos fueron dirigidas a todos los que recibimos la Confirmación aquel día inolvidable. Ya les digo que no son exactamente las mismas, pero a pesar de los años transcurridos recuerdo lo más importante, lo que más me impactó: su sentido y su contenido.

Con mis doce años me entusiasmé con ellas, aunque a medida que pasaron los años e iba profundizando en mi religiosidad, se iban quedando pequeñas, desfasadas, porque iba intuyendo en este Sacramento una profundidad mayor en su significado sacramental.

Pienso que no se puede (o no se debe) mirar este Sacramento (ni ninguno) solamente considerado por sí mismo, aisladamente, porque pienso que los Sacramentos, como signos de la presencia verdadera y actuación real del mismo Jesucristo a través de los mismos, debe verse en su conjunto.

Yo no sé si alguno de ustedes se ha planteado lo que supone este Sacramento. Su sentido profundo. Probablemente, sí. Su significado va enfocado a nuestra vida cristiana y desde ella, a nuestra vida social, profesional, familiar y a cuantos aspectos queramos, referidos a nuestras respectivas personas como caminantes en este mundo pasajero intentando seguir los caminos y rutas de Dios.

Cuando he leído en la prensa o visto por TV casos de noticias de misioneros/as perseguidos y muertos, pienso: ¿Por qué? ¿Para qué? Y esas personas, ¿cómo habrán afrontado esos momentos cruciales, duros y trágicos?

Desde mi punto de vista, y estoy convencido de ello, es el príncipe de las tinieblas que continúa luchando contra el Reino de Cristo. Se vale de algunas personas que están más de su parte (tal vez algunos inadvertidamente) que de la de Dios al olvidarse y prescindir de Él y lanzan infames campañas contra la Iglesia. Son los nuevos Nerones. Van a desprestigiar e intentar destruir la Iglesia, pero ‘Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella’. (Mt. 16, 16-18). ¿Les suena esto? Es una promesa firme de Jesús, tanto como esta otra: ‘ Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo’. (Mt.28, 20). Y eso es Palabra de Dios.

En cuanto a la fortaleza de estos mártires de hoy así como la de los antaño, no la tienen solamente por ser religiosos/as o sacerdotes, ya que también hombres y mujeres laicos han ofrecido sus vidas en los nuevos coliseos de los siglos XX y XXI, solamente por hecho de manifestar su Fe en Dios y ser católicos. La fuerza de estos gigantes del cristianismo viene del Espíritu Santo que un día fue a ellos de una forma plena a través del Sacramento de la Confirmación.

Pedro y los Apóstoles fueron capaces de abandonar el cenáculo que acogía sus miedos y cobardías el día de Pentecostés al recibir la fuerza del mismo Espíritu que resucitó a Jesús de Nazaret, tal como nos lo relata el libro de los Hechos de los Apóstoles en su segundo capítulo, y que todos conocemos, según creo.

Y eso nos ocurre a cada uno al recibir este Sacramento. El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad se hace presente en nuestro interior, habita en él, mora en él, nos colma con sus Dones y sus Frutos en ese nuevo Pentecostés personal para cada uno de nosotros. A partir de ahí somos algo nuevo para la Iglesia. Se está completando la lluvia de Gracias recibidas en el Bautismo. Es un nuevo caminar acompañados, igual que antes, por Dios, pero de una manera más consciente por nuestra parte.

Ese es el sentido que tiene la expresión de tener más madurez en nuestro cristianismo. Estamos fortalecidos en la Fe, la Esperanza y el Amor para ser testigos fieles de Jesucristo y continuadores de su obra como laicos o religiosos, pero cada uno con los carismas que el Espíritu le conceda y desde el lugar en el que esté, porque este Sacramento nos hace vivir y participar más plenamente del Sacerdocio, del Profetismo y de la Realeza de Cristo.

Como sacerdotes estamos viviendo desde la Eucaristía nuestra vida ofreciendo al Padre nuestro quehacer diario con todas nuestras alegrías, tristezas, dificultades, momentos de ocio, entretenimiento y sana alegría así como nuestros problemas de salud participando a través de nuestros dolores de la Pasión de Cristo, como dice San Pablo: ‘Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia’. ( Col. 1, 24). Es nuestro pequeño altar de la vida.

Como profetas sentimos la necesidad de proclamar la Palabra anunciando el Evangelio. ¿Recuerdan aquello de ‘Evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara!’ (I Cor. 9, 16)? Como profetas también denunciamos situaciones o injusticias que puedan morder la dignidad de personas en situaciones de pobreza u otras que menoscaben su dignidad de personas e hijos de Dios.


Como reyes, hemos de reinar, básicamente, sobre nuestro propio reino siendo señores de nosotros mismos, sabiendo controlar nuestros actos alejando de nosotros cuanto nos pueda alejar de la amistad con Jesucristo. ¿No ha habido ocasiones en las que hemos hablado más de la cuenta? ¿No hay personas que soltando la lengua mienten, calumnian o humillan a sus semejantes, por ejemplo? Veamos qué nos dice, en este sentido, el apóstol Santiago: ‘Si alguno no peca de palabra, es varón perfecto, capaz de gobernar con el freno todo su cuerpo’ (Sant. 2, 5) y esto otro ‘Así también la lengua, con ser un miembro pequeño, se atreve a grandes cosas. Ved que un poco de fuego basta para quemar un gran bosque. También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. Colocada entre nuestros miembros, la lengua contamina todo el cuerpo, e inflamada por el infierno, inflama a su vez toda nuestra vida’. (Sant. 2, 5-6). Sabe poner un ejemplo muy claro para hacernos comprender la importancia de dominar nuestro ‘yo’ y saber convertirnos en servidores de Dios y de los demás.

Todo esto es una consecuencia de la acción del Espíritu en la Confirmación, aunque no debemos perder de vista que Dios cuenta con nuestra libertad para aceptarlo o rechazarlo. Fíjense lo que dice San Pedro en su primera carta: ‘Estad alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar, al cual resistiréis firmes en la fe considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mundo. Y el Dios de toda gracia, que os llamó en Cristo a su gloria eterna, después de un breve padecer os perfeccionará y afirmará, os fortalecerá y consolidará’. (I Pe. 8-10). ¿Es cierto o no lo es?

Las tinieblas siempre están al acecho para ver cómo nos pueden perjudicar presentando cosas y situaciones con la falacia de hacernos ver como buenos y convenientes hechos intrínsecamente malos y contrarios a la voluntad de Dios. Pero para eso tenemos un Padre que está dispuesto a dar la cara por cada uno de nosotros cuando acudimos a Él con absoluta confianza en su poder para vencer al maligno en cualquier situación y ayudarnos con sus Gracias actuales.

En la Sagrada Escritura no figura el momento exacto en que se instituyó la Confirmación, pero en los escritos de algunos profetas se puede ver una amplia difusión del Espíritu de Dios en los tiempos mesiánicos. Por ejemplo, dice Isaías: ‘Yavé será siempre tu pastor, y en el desierto hartará tu alma y dará vigor a tus huesos. Serás como huerto regado, como fuente de aguas vivas que no se agotan jamás’. (Is. 58, 11). Y Joel dice: ‘Después de esto derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros mozos verán visiones’. (Jl. 2, 28). El insistente anuncio de Jesucristo de una nueva venida del Espíritu Santo para que completara su obra y la misma actuación de los Apóstoles, manifiestan la institución de un sacramento distinto al Bautismo.

Si echamos un vistazo al Nuevo Testamento veremos que en este sentido nos relata cómo los apóstoles, cumpliendo la voluntad de Jesús, imponían las manos, comunicando el Don del Espíritu Santo completando así la gracia del Bautismo. ‘Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo’. (Hech. 8, 15-17; 19, 5-6).

El mismo Jesús, en la Última Cena dijo: 'Os conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros, pero si me voy, os lo enviaré’ (Jn. 16, 7). Y después de la Resurrección también les dijo: 'Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra’. (Act. 1, 8). Y cuando Pablo llega a Éfeso pregunta si han recibido el Espíritu Santo. Ni siquiera habían oído hablar de Él. El apóstol los bautiza, les impone las manos y reciben el Espíritu Santo. (Act. 19, 1-7).

Después de lo expuesto, tanto ahora como en ocasiones anteriores, me queda la inquietud de saber que hay mucho más para tratar en este tema, pero es que realmente existen libros, algunos muy buenos, donde se puede profundizar. Para mí lo que me queda claro es que Dios se manifiesta a través de los Sacramentos, se hace presente en cada uno de ellos y esto nos obliga a plantearnos que desde nuestras propias limitaciones humanas tenemos el recurso de acudir a Él en cualquier momento sabiendo que lo vamos a encontrar. No desesperemos jamás de su misericordia ni de su acogida, pero ¡cuidado! Tampoco pensemos que vamos a alcanzar el Reino sin ningún esfuerzo por nuestra parte.

Seremos testigos de Dios en tanto nos abramos a Él y lo manifestemos a través de la fuerza del Espíritu recibida en la Confirmación. Pero el pecado, como alejamiento de Dios, nos enturbia la capacidad de apertura a la Eternidad y nos aleja de ella. Y contra eso, como ya se ha visto, está la Reconciliación con el Padre a través del abrazo misericordioso de su perdón.



Seamos receptivos. Los Dones y los Frutos del Espíritu de Dios que se nos dan en el Sacramento de la Confirmación están a nuestra disposición precisamente por el cariño que Dios siente hacia cada uno de nosotros. ¿Los vamos a dejar escapar?
Les dejo con un par de citas que nos dicen algo más. Que Dios y Nuestra Señora de Luján nos bendigan.

‘Los laicos tienen el derecho y el deber de ser apóstoles en virtud de su misma unión con Cristo Cabeza. Insertos en el cuerpo místico de Cristo por el Bautismo y robustecidos mediante la Confirmación por la fuerza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor.’ (CONC. VATICANO II.-Decreto Apostolicam Actuositatem, 3)

‘Por el Sacramento de la Confirmación se da al hombre potestad espiritual para ciertas acciones sagradas distintas de las que ya recibió potestad en el Bautismo. Porque en el Bautismo recibe la potestad para realizar aquellas cosas que pertenecen a la propia salvación en el orden puramente individual; pero en la Confirmación recibe la potestad para realizar las cosas relativas a la lucha espiritual contra los enemigos de la fe. Como aparece claro en el caso de los Apóstoles, quienes, antes de recibir la plenitud del Espíritu Santo, estaban encerrados en cenáculo perseverantes en la oración, y cuando salieron de allí no se avergonzaron de confesar públicamente la fe, incluso contra los enemigos de la misma’. (SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, 3, q. 72, a..5)

domingo, 7 de febrero de 2010

En definitiva, es la puerta.- Sacramento del Bautismo

En ocasiones, cuando uno se sienta frente a este mueble o armatoste llamado ordenador para unos o computadora para otros, se le agolpan los pensamientos, las ideas o los conceptos en la cabeza y no sabe cómo empezar. Entnces le pasa lo que me está ocurriendo a mí ahora que intento hablar del Sacramento del Bautismo. Pero confío que todo saldrá bien. Comencemos.

Hablar del Bautismo supone tocar un tema que todos conocemos puesto que es probable que hayamos asistido a alguno: hijos propios, nietos, hijos de amigos o vecinos,… pero no sé si todos hemos sido conscientes de lo que allí estaba sucediendo.

Personalmente puedo decirles que al principio no me enteraba de nada y todo mi deseo era ver cómo echaba el sacerdote el agua al bautizando y oírlo llorar. Podría tener unos diez años. Pero esa curiosidad fue transformándose a medida que avanzaban mis estudios, se hablaba con distintos compañeros de carrera sobre estos temas e incluso con la que era mi novia, hoy mi esposa, teníamos grandes parrafadas mientras paseábamos por las calles y paseos de nuestra ciudad natal.

Cuando nació nuestro primer hijo y lo bautizamos empecé a descubrir que aquello no era un simple acto religioso. Allí había mucho más. Toda la teoría que habíamos estado estudiando se hacía presente y me parecía insignificante ante la realidad de lo que allí se estaba realizando. Cuando acabó la ceremonia pedimos al sacerdote celebrante que ofreciese nuestro hijo a la Virgen. Nos dirigimos al altar de Nuestra Señora de los Desamparados y así se hizo. Y la Virgen jamás lo abandonó y abundantes pruebas tenemos de ello.

Pero ¿qué estaba ocurriendo es esa ceremonia? No se puede perder de vista que para un cristiano católico, que intenta vivir el Evangelio con sus caídas y levantadas, todo tiene su origen en Jesucristo. Y el Sacramento del Bautismo, como cualquiera de los otros seis, ha sido instituido por Él.

Entonces podemos decir que ésta es la base, el punto de arranque de la vida cristiana. Por primera vez la Santísima Trinidad entra y hace morada en ese niño o esa niña recién bautizado/a. Es templo vivo de Dios que, a partir de ahora, esperará la respuesta libre y responsable de esa criatura a incorporarse activamente en la Iglesia, ser miembro vivo y activo de la misma al quedar configurado/a con Cristo por ese ‘sello’ o carácter propio del Sacramento que ya no se borrará jamás de su alma, y poner su disponibilidad en manos de Dios para que Éste actúe a través de él o ella, lo cual supone una clara llamada a la santidad personal.

A partir de ahí comienza un camino que continuará con la recepción de la Eucaristía por primera vez, posteriormente de la Confirmación y de otros Sacramentos que seguirán haciendo presente a Jesús de Nazaret en su vida y al que deberá estar unido si así lo decide libremente, especialmente si un muchacho descubre esa llamada especial que lo conducirá al Sacramento del Orden Sacerdotal. En cualquier caso, el camino emprendido en el Bautismo solamente finalizará cuando el Padre nos llame a Su presencia.

En este aspecto he presenciado casos, incluso de algunos conocidos, que eran partidarios de no bautizar a sus hijos hasta que no fuesen mayores y tomasen ellos su propia decisión. ¿Qué quieren que les diga? En este caso yo suelo poner un ejemplo muy claro. He visto padres que son fervientes seguidores de un equipo de fútbol y cuando nacen sus hijos les ponen la camiseta de su Club y se lo llevan, en ocasiones a los partidos e incluso los hacen socios del Club para poder decir después que su hijo es el socio más joven con sólo unos días de vida. Y yo me pregunto: ¿Por qué no se esperan a que sean mayorcitos y entonces les preguntan si desean ser seguidores de ese equipo?

El caso del Bautismo es mucho más serio, ya que los padres tienen la grave responsabilidad de ser los primeros educadores en la Fe de sus hijos, igual que de su preparación para ser buenos ciudadanos, enseñándoles a respetar las Leyes de la Nación a la que pertenecen. Y con Dios, con mayor responsabilidad, ya que en esos padres ha delegado Él su autoridad y los ha destinado a ser colaboradores Suyos en la transmisión de la vida y de la Fe.

A partir de ahí los padres debemos hacer que vayan descubriendo a Dios en sus vidas y en su familia; a que descubran la comunicación con Él a través de la oración como en una conversación con un amigo (que realmente lo es); a hacerlos evolucionar, según la edad que tengan en cada momento, en los conceptos de la Religión y de la Sociedad y que vayan adquiriendo una cultura religiosa y social buena. ‘Cuando yo era un niño hablaba como un niño, pensaba como un niño, razonaba como un niño; cuando llegué a ser hombre dejé como inútiles las cosas de niño’. (I Cor. 13, 11-12). San Pablo nos está exponiendo el proceso educativo en la Fe de los niños. La oración de una criatura de tres años no puede ni debe ser igual que la de otra con doce años. Ni la de ésta como la de un joven de diecinueve años. Ni la de éste con la de una persona adulta con treinta y cinco o cuarenta años.

No le debemos negar a ningún niño o niña la Gracia que Dios les da por medio del Sacramento del Bautismo. ¡Qué sabemos nosotros lo que el Creador puede hacer con ellos! Conozco un hombre que no estaba bautizado. Con ocasión de una convivencia religiosa a la que asistía lo comunicó él mismo el segundo día de la misma a uno de los sacerdotes. El último día pidió ser bautizado. Se le concedió y se procedió a su Bautismo y a recibir por primera vez la Eucaristía en la Misa de la Clausura. Les aseguro que para muchos de nosotros fue un momento verdaderamente emocionante. Unos años más tarde era ordenado Diácono por el Obispo de nuestra Diócesis.

¿Alguien hubiese podido aventurarse a pensar en los planes de Dios con este hombre? La llamada de Dios comenzó a descubrirla y fue madurando y ahondando en ella hasta descubrir esa vocación personal. ‘Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice Yavé. Cuanto son los cielos más altos que la tierra tanto están mis caminos por encima de los vuestros, y por encima de los vuestros, mis pensamientos’. (Is. 55, 8-9). Qué claro se expresa Dios, ¿no? Y cada una de las personas que nacemos somos un tesoro para Él, tanto, que podríamos decir que se le podrían aplicar a esa criatura bautizada las palabras del Padre en el bautismo de Jesús: ‘Tu eres mi hijo/a predilecto/a. en ti me he complacido. De ti espero mucho. Te quiero muchísimo. Bienvenido a Casa.’ (Ya sé que no son las palabras exactas, pero ¿verdad que Dios podría habernos dicho a cada uno de nosotros esas palabras el día que nos bautizaron?)

En cierta ocasión me contaba una enfermera, todavía emocionada por lo que había vivido, que estando en quirófano en un parto el niño nació mal y estaba grave. Ante esa dificultad ella lo bautizó allí mismo derramando agua sobra su cabeza a la vez que pronunciaba ‘N. Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén’, con intención de hacer lo que la Iglesia hace en un Bautismo normal. Sabía que era un Ministro Extraordinario del Bautismo ante esa necesidad. La criatura no murió, afortunadamente. Posteriormente en la Parroquia se celebró el resto de la ceremonia bautismal a cargo del Ministro ordinario, el sacerdote.

En el Antiguo Testamento podemos encontrar fragmentos que dejan entrever la actitud de Dios a través del Bautismo: ‘Yo os tomaré entre las gentes y os reuniré de todas las tierras y os conduciré a vuestra tierra. Os aspergeré con aguas puras y os purificaré de todas vuestras impurezas, de todas vuestras idolatrías. Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y os haré ir por mis mandamientos, observar mis preceptos y ponerlos por obra’. (Ez. 36, 24-27). El profeta Ezequiel nos está presentando ya un bautismo como medio purificador.

No en balde el agua es el elemento que forma la materia propia del Bautismos. Es agente de vida y a lo largo de la Biblia podemos encontrarla en momentos claves del pueblo elegido por Dios: El paso del Mar Rojo supuso la libertad de Israel que quedó convertido en un pueblo libre y cultual.

¿Se acuerdan de Naamán, el sirio? Estaba leproso. Una esclava israelita que tenía le aconseja que vaya a ver al profeta Elíseo. Cuando éste le dice que se bañe siete veces en el río Jordán se indigna por verlo muy sencillo para su curación, pero al final lo hace. Y queda curado. Es un nuevo caso de la presencia del agua como agente de vida. Para Naamán fue como un renacimiento a la vida.

Me llama la atención Isaías cuando escribe lo que dice el Señor: ‘Lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid y entendámonos, dice Yavé. Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve. Aunque fuesen rojos como la púrpura, vendrán a ser como la lana blanca’. (Is. 1, 16-18). ¿No estará siendo una prefiguración del Bautismo teniendo en cuenta que éste quita el pecado original y todos los que hubiere? No lo sé. Pero me ha llamado la atención. Y el agua sigue estando presente al decir ‘lavaos’. En cualquier caso Dios se está presentando como un Ser acogedor que desea, siempre que nos alejamos de Él por el pecado, retomar la amistad y colaboración mutua mediante el perdón que siempre está dispuesto a conceder.

¿Y qué dice el N.T. sobre este Sacramento? Todas las prefiguraciones del A.T. culminan en Jesucristo. Por una parte tenemos lo que va manifestando a lo largo de su etapa pública, comenzándola con su propio bautismo en el Jordán de manos de su primo Juan Bautista. (Mt. 3, 13). Y cuando tiene la entrevista con Nicodemo, en el silencio y la oscuridad nocturna, le dice después de una conversación, acaso como resumen de la misma: ‘En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de los Cielos. Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te maravilles de lo que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo nacido del espíritu’. (Jn. 3, 5-8).

Más tarde, ya con los Apóstoles, responde a los hijos de Zebedeo a su petición: ‘¡No sabéis lo que pedís! ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?’ (Mc. 10, 38). Saca a relucir el bautismo de sangre que va a padecer en su Pasión.

Pero la mejor de todas las citas de Jesús sobre el Bautismo, donde expone claramente su institución, es después de su Resurrección cuando se dirige a sus amigos los Apóstoles y les encarga una misión muy especial: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto Yo os he mandado. Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo’. (Mt. 28, 18-20). Y ésta es la fórmula con la que la Iglesia bautiza, siguiendo el mandato de Jesús y empleando sus mismas palabras.

Después, San Pablo y otros irán desarrollando este mandato de Jesús a lo largo de los tiempos. ‘Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu’. (I Cor. 12, 13). Y también nos da este mensaje: '¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte? Por Él hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para que como Él resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva’. (Rom. 6, 3-4). En su carta a los Gálatas también nos dice ‘Cuantos en Cristo habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo’. (Gál. 3, 27). Así se podrían poner algunas citas más pero lo haríamos demasiado largo.

San Cipriano también nos dice unos siglos después: “Porque así como en el bautismo del mundo, en el cual la iniquidad antigua fue purgada, aquel que no estaba en el arca de Noé no pudo ser salvado de las aguas, de tal manera no puede ser salvado por el bautismo aquel que no ha sido bautizado en la Iglesia que está establecida en unidad con el Señor de acuerdo al sacramento de la única arca.” (“Las Epístolas de Cipriano”)

El día de Pentecostés es Pedro el que dirigiéndose a la multitud les dice: ‘Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo’. (Act. 2, 38).

Sí. Yo entiendo, como creo que muchos o todos los cristianos, que el Bautismo es la puerta para pertenecer a la Iglesia fundada por Jesucristo. Es, también, la realización del cumplimiento del mandato de Jesús de bautizar a todos. Es el principio de la iniciación en la educación de la Fe que, como el grano de mostaza, debe ir desarrollándose y creciendo a la vez que se crece físicamente. Es la fuente de la Gracia que Dios nos da que nos permite participar de su Vida y poder llamarlo ‘Abbá’, Padre.

Por eso pienso que todos los niños y todos nosotros que hemos sido niños y aún conservamos algo del niño que fuimos en unos días más o menos lejanos, no somos solamente hijos de nuestros padres sino que básicamente somos hijos de Dios en virtud de este Sacramento y porque fue Él quien primero nos llamó a la vida. Y eso significa que tenemos la misma dignidad que Dios.

Recorreremos nuestro propio camino hasta llegar al Padre. Y allí estará esperándonos con los brazos abiertos para darnos la Vida a la que todos estamos llamados.

Finalizo con estos fragmentos de dos Padres de la Iglesia. Son dignos de meditarse para recordar lo que supone el Bautismo para nosotros.

‘Recuerda, pues, que has recibido el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu del santo temor, y conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha sellado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como prenda suya, el Espíritu, como te enseña el Apóstol’. (SAN AMBROSIO. ‘Tratado sobre los misterios’)








‘Por el Sacramento del Bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo: no ahuyentes a tan escogido huésped con acciones pecaminosas, no te entregues otra vez como esclavo al demonio, pues has costado la Sangre de Cristo, quien te redimió según su misericordia y te juzgará conforme a la verdad’. (SAN LEÓN MAGNO. ‘Sermón I en la Natividad del Señor’).