sábado, 24 de julio de 2010

Obras de Misericordia (VII): Soportar con paciencia los defectos del prójimo


El Santo Job

¡Vaya consejo, mandato o como lo queramos llamar! ¿Que yo tengo que aguantar los defectos que tienen los que me rodean, cuando no son sus estupideces, sus engreimientos o sus aires de superioridad, que se creen imprescindibles en todo y para todo y se creen llenos de superciencia y perfección? ¡Ni hablar! ¡De eso nada!

Bueno. Como en todo, hay que matizar y ver el sentido exacto que la Iglesia desea darle a esta Obra de Misericordia. Cuando la admite y aconseja es por algo y, desde luego, es por nuestro bien.

Como punto de partida debemos tener claro que no hay nadie perfecto. Por eso mismo Jesús nos dijo la obligación que todos tenemos de buscar la perfección. ‘Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial’. (Mt. 5, 48).

En este punto recuerdo el comentario que hizo una determinada persona a mi esposa: ‘no quería ser perfecta porque en cuanto lo fuese el Señor se la llevaría’.

‘¡Vaya memez!’, fue mi comentario inmediato e irreflexivo, porque si tuviéramos que ser perfectos para morirnos, desde tiempos de Adán hasta hoy nadie habría muerto. Este pensamiento fue en décimas de segundo. Después vino la calma. ¿Por qué tengo que pensar así?

El jardín de las Delicias.-El Bosco

Todos estamos sujetos a este tipo de reacciones humanas, porque somos humanos. Pero los cristianos estamos obligados a más. Como mínimo debemos plantearnos, dentro de la comunicación que debemos tener con Jesús en la oración, ¿qué haría Él en nuestro lugar? Y eso, teniendo en cuenta nuestras limitaciones, no es sencillo pero tampoco imposible.

Veamos. Pienso que ser cristiano no es sinónimo de ser tonto. A grandes niveles, si se aprueba una ley injusta que atenta contra el sagrado derecho a la vida, como puede ser una ley que favorezca el aborto, no puedo quedarme con un conformismo estéril, porque estaría cayendo en el pecado de omisión. Tendré que colaborar con Entidades, Instituciones e incluso a nivel personal hablando con cuantos me rodean, haciendo ver que esa ley lo que está promoviendo en realidad es el asesinato de seres indefensos y en un futuro, más o menos lejano, cargar a las mujeres que abortan con unas secuelas sicológicas difíciles de apartar de su vida y de su pensamiento.

Referido a las personas que nos ‘cargan’ y molestan con sus actitudes no supone en modo alguno la observancia de una pasividad estoica y absurda por nuestra parte. Pienso que eso no está en la observancia del espíritu de esta Obra de Misericordia.

Acaso lo más inmediato y positivo podría ser pensar serenamente en la situación y después, mediante el diálogo, hacerle ver que los caminos que sigue o las actitudes que manifiesta van por senderos equivocados. Y si además, es una persona que intenta llevar el Evangelio a su vida, podremos fundamentar en él nuestros razonamientos con el fin de que reflexione y, desde la oración, que vea lo que debe rectificar y cómo hacerlo. Por su bien y por el de la propia Comunidad, como dice San Pablo: ‘Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y así cumpliréis de Ley de Cristo’ (Gal. 6, 2).


Otra cosa es que la persona en cuestión sea conflictiva, vaya a hacer su real gana y no le importe pisotear a los demás con sus actitudes. (Y haberlas, las hay).

Ahí pienso que habría que marcar distancias. Incluso delimitar territorios. Pero nunca dejarse avasallar por nadie, porque todos tenemos una dignidad como personas y como cristianos. Por lo menos deberemos dialogar, razonar, hacer ver esas actitudes negativas,…y si no hay nada que hacer, no tendremos más remedio que ponernos una coraza interior que nos proteja para que estas actitudes no nos hagan daño, o, al menos, el menor posible.

Pero lo que en modo alguno hemos de permitir es el abandono. He conocido el caso de personas que ante dificultades, roces, discrepancias con otras personas en sus comunidades, han abandonado. Lo han dejado todo y se han ido. Entonces, ¿por qué o por quién han estado trabajando? ¿Por la galería para que todos los vieran? ¿Por los sacerdotes? ¿Por las personas con quienes han surgido las discrepancias? Es un grave error.

Nuestro trabajo, aportación, colaboración o como lo queramos llamar deben entrar en el campo de la colaboración con Jesucristo A TRAVÉS DE Parroquias, Instituciones o estructuras eclesiales. Y en casos extremos, en solitario, pero en comunión con la Iglesia. Hemos de colaborar con Él para extender su Reino en este mundo poniendo en funcionamiento los talentos que Dios nos ha dado y de los que deberemos rendirle cuentas (Mt. 25, 31-46). Y lo haremos a través de la Iglesia a la cual pertenecemos y a la que el Espíritu impulsa. Y ahí estamos nosotros en virtud de nuestro Bautismo. Y el Espíritu también nos asiste a nosotros.

En cierta ocasión oí decir a un sacerdote: ‘Lo que nosotros no hagamos, acaso lo puedan hacer otras personas, pero en lo que a nosotros respecta se habrá quedado sin hacer’, lo cual, como decía al principio, sería caer en la omisión. Y eso ya son palabras mayores.

Lo cierto es que si nuestras razones las tenemos fundamentadas en una sólida Roca (‘Aquel que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca’. Mt. 7, 24-25), nuestro edificio no se tambaleará ni se hundirá. Permaneceremos firmes y sabremos aguantar y soportar con paciencia los defectos o molestias del prójimo y muchas otras cosas más.

En otro orden de cosas existen otros campos, aspectos o tipologías de casos en los que se puede poner aprueba nuestra capacidad de ejercer la paciencia. Dichosos los mansos, (los pacientes) porque ellos heredarán la tierra’. (Mt. 5, 4). La paciencia es la capacidad para sobrellevar los problemas sin alterarse y aguantando el ‘tipo’. Ahí pueden entrar los casos, por ejemplo, del hipotético anciano que tenemos en casa, roto por el paso de los años y de las enfermedades, que parece que con sus ayes o lamentos nos enturbia la existencia. Y sin embargo sabemos dar una respuesta agradecida a los sacrificios que ha tenido que hacer por nosotros a lo largo de su existencia, incluso a costa de nuestra propia salud en muchas ocasiones.

También nos encontramos con casos en los que debemos soportar al vecino o compañero de trabajo gruñón, que nunca encuentra las cosas a su gusto porque cree que todo está siempre mal, que carecen de la palabra amable que hace que todos podamos sobrellevar con mejor humor los sinsabores que los acontecimientos diarios nos pueden traer. Siempre habrá que estar a punto para ofrecerles nuestra mejor sonrisa y nuestra mejor actitud positiva ante la vida. Pero no los juzguemos. A las personas jamás debemos juzgarlas. Eso le corresponde a otro Ser, Padre de todos. Podremos juzgar situaciones, problemas, actitudes,…pero nunca personas. San Pablo nos dejó una pauta en este sentido: ‘Y tú, ¿cómo juzgas a tu hermano? o ¿por qué desprecias a tu hermano? Pues todos debemos comparecer ante el tribunal de Dios... Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo’. (Rom. 14, 10-12).

Humanamente hablando es difícil de llevar a cabo este cometido porque nuestras propias limitaciones nos llevan a ello, pero siempre hemos de empezar de nuevo. Además, nosotros mismos estamos sujetos, precisamente por estas limitaciones, a tener nuestros propios defectos que hacen que los demás nos tengan que ‘aguantar’, con lo cual practican esta Obra de Misericordia, pero en lo posible debemos evitarlo. Creo que todos estaremos de acuerdo en que no hay nadie tan perfecto que pueda permitirse el lujo de ignorar o despreciar la comprensión de los demás. ‘Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.’ (Lc 21,19.).

Y una nota personal. ¿No creen ustedes que en vez de ‘soportar’ debiera decir ‘sobrellevar o sufrir con paciencia los defectos del prójimo’? Me parece más evangélico, ¿no?




No les canso más. Que nuestro Dios Trinitario y Nuestra Señora de la Concepción de Suyapa nos bendiga y protejan.

domingo, 18 de julio de 2010

Obras de Misericordia (VI): Redimir al cautivo



‘Id, salid de en medio de nosotros, vosotros y los hijos de Israel, e id a sacrificar a Yavéh como habéis dicho. Llevad vuestras ovejas y vuestros bueyes, como habéis pedido; idos y dejadme’. (Ex. 12, 31-32). Con estas palabras del Faraón a Moisés y Aarón finalizaban unos siglos de esclavitud de Israel en Egipto. Yavéh estaba con su pueblo.

Pasó a transformar su esclavitud en una libertad propia de un pueblo que nacía como depositario de unos planes divinos para acoger unos siglos después al Salvador que nos devolvería la amistad con Dios e iría enseñando a lo largo de tres intensos años la nueva forma de relacionarnos con Quien nos quiere libres.

Pero Israel, aunque mimado por Yavéh, era de dura cerviz y aún tuvo que conocer nuevos destierros (Babilonia, por ejemplo). Yavéh seguía estando con su pueblo.


Más tarde, el cautiverio lo conocieron inmediatamente los Apóstoles y los cristianos precisamente por serlo. El Sanedrín no podía consentir la expansión de la doctrina del Ajusticiado y los encarceló, si bien no les faltó la ayuda directa de Dios: ‘El sumo sacerdote y todos los suyos, de la secta de los saduceos, echaron mano a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero el ángel del Señor les abrió de noche las puertas de la prisión’. (Hch. 4, 17-24). Pedro también pasó por ahí, pero su gran amigo de Jesús no lo dejó solo: Pedro era custodiado en la cárcel; pero la Iglesia oraba insistentemente por él…Un ángel del Señor se presentó en el calabozo y golpeando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto; y se cayeron las cadenas de sus manos’. (Hch.12, 1-17). En esta cita se puede ver todo el pasaje. Otros cautiverios conocidos fueron el de Juan Bautista (Lc. 3, 18-19) y la de Pablo y Silas (Hech. 16, 16-34). Dios esta con su Nuevo Pueblo, la Iglesia.

La altiva Roma tampoco se anduvo con tonterías, como nos dice la Historia, a poco que la sigamos: Nerón, Marco Aurelio, Decio,…siendo la peor la de Diocleciano. No fue solamente prisión. Los Mártires son testigos de ello. El Coliseo romano, también. Dios se hizo presente para dar la fuerza de su Espíritu a aquellos nuevos héroes surgidos del testimonio de su fe en el Salvador y en su Mensaje.

Me da la impresión que la esclavitud es tan antigua como la misma Humanidad. El ansia de algunas personas de dominar sobre otras hasta el extremo de humillarlas y someterlas a su voluntad se ha hecho patente a lo largo de toda la Historia. Y ante eso la Iglesia siempre ha dado una respuesta.

En la Edad Media había frecuentes guerras cuyos prisioneros pasaban a ser esclavos. Surge dentro de la Iglesia la Orden Trinitaria fundada por el francés San Juan de Mata junto con San Félix de Valois. Pocos años después surge la Orden de la Merced fundada por San Pedro Nolasco con el objetivo de redimir cautivos en poder de los musulmanes. Ambas hicieron un trabajo ímprobo que en no pocas ocasiones costó la vida a sus miembros, como en el caso de san Serapio que fue hecho prisionero, lo torturaron y luego fue asesinado. A través de estas Órdenes y de otras Instituciones, Dios seguía estando presente.

Y a medida que los años y siglos transcurrían aparecían distintas formas de cautiverios. Y llegamos al siglo XXI. ¡Oiga! ¡Pero ahora ya no es como antes! ¿Esclavitud y cautiverio hoy?... Pues sí. Es lamentable decirlo, pero sí. Hoy existen otras formas nuevas de cautiverio que anotaremos de forma breve (si bien no son las únicas ue hay) porque, desgraciadamente, hay mucho que decir y muchas personas a las que redimir.

Existen Gobiernos que favorecen el sexo indiscriminado y promulgan leyes que inducen al aborto en muchachas con 16 años sin que tengan que contárselo a sus padres, aun siendo menores de edad. Y en cualquier mujer, tenga la edad que tenga. No importa la edad del feto. Pero tampoco les informan de las consecuencias psicológicas para su vida posterior. Frente a eso, surgen nuevas Asociaciones que luchan por la liberación de esas mujeres y de esos niños que potencialmente no nacerán: HazteOír, Derecho a Vivir, con las que suelo colaborar, la misma Confederación Católica de Padres de Alumnos,…se mojan con todas las consecuencias. Y Dios continúa actuando a través de ellas y de otras personas o Instituciones.

Pero cuando se cuenta con Gobiernos inicuos que buscan sus propios intereses antes que los de la Nación, y se valen de la mentira y el engaño, ¿qué se puede esperar? ¿Qué se puede decir de la Ministra que promueve la Ley que favorece el aborto cuando dice que ‘un feto no es un ser humano’?

La prensa o algunas revistas han emitido noticias o reportajes sobre esos niños, generalmente vendidos por sus padres, que desde edades tempranas son explotados trabajando muchas horas diarias, los siete días de la semana, en habitaciones reducidas, por míseras cantidades de dinero que no puede compensar su trabajo y a los que se les niega un mínimo de cultura, educación y otras cosas fundamentales. ¿Es o no es esto una esclavitud?

¿Nos referimos a la prostitución? Me refiero a esas muchachas, procedentes de ambientes pobres o humildes, que son engañadas con falsas promesas de trabajo en otros países distintos del suyo y cuando llegan a su destino se les quita la documentación, se les obliga a prostituirse y suelen ser amenazadas incluso con hacer daño a sus familias si no hacen cuanto se les dice. Dios también se hace presente a través de Instituciones, algunas de la Iglesia, que luchan por liberarlas y ayudarlas. ¿Y qué decir de la prostitución infantil? ¿Y de los pederastas, sean quienes fueren, que tanto daño hacen a los niños? Terrible, ¿verdad? Solamente la idea de pensar en esto produce náuseas a cualquier persona decente.

También podríamos nombrar a los esclavos del alcohol o de las drogas. ¡Cuántas familias rotas! ¡Cuántos matrimonios deshechos! ¡Cuántos esfuerzos de personas e Instituciones de la iglesia a través de Parroquias y de otros estamentos para sacar estas personas de su situación, a costa de su descanso y sacrificio…! Es una de las grandes tareas que tenemos los cristianos, laicos o no. Seguimos contando con el Dios del Amor que, permítanme que emplee términos humanos, sigue sufriendo en ellos.

Redimir a las personas cautivas de su propia ignorancia al no conocer la peligrosidad de los caminos que transitan, actuando en ellos de forma efectiva y colegiada, es una manera de liberarlos, no solamente del cautiverio corporal sino también del espiritual, porque la ignorancia, es una manera de tenerlos esclavizados.

Y también tenemos otros cautivos. Existe una cautividad más peligrosa, menos notoria, pero no por eso inexistente: los cautivos del mal, del pecado, del Maligno. Estamos viendo cómo el Mal se está enseñoreando del mundo. Existen sectas, organizaciones concretas, con el único objetivo de servir al señor de las tinieblas y extender su poderío, infinitamente inferior al de Dios, en el mundo. Para liberar de ese tipo de esclavitud a quienes han caído en ella, tenemos un arma, un poder, radicalmente eficaz: la oración. Y tenemos una Aliada, un apoyo, de eficacia incuestionable: la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, que en sus múltiples mensajes a la Humanidad recomienda el rezo del Santo Rosario y la Comunión con su Hijo Jesucristo.

En ese terreno tenemos todas las de ganar, porque ¿quién como Dios? Además, el mismo Apocalipsis ya nos dice que Apareció en el cielo una señal grande: una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.’ (Ap. 12, 1). Y eso es un canto a la esperanza y a nuestra Madre que nos ayudará en todo.



Que el Cordero y Nuestra Señora de la Merced nos bendigan y ayuden

domingo, 11 de julio de 2010

Obras de Misericordia (V).-Dar buen consejo al que lo necesita.

Nuestra Señora del Buen Consejo

‘Has querido ir de listo por la vida y nunca has hecho caso de lo que te han dicho o aconsejado tus padres. Ahora tienes lo que has ido labrándote a lo largo de tu vida y no tienes nada’.

Estas o palabras parecidas podrían oírse en la boca de muchos padres a lo largo y ancho de este mundo que el Padre nos regaló para disfrutarlo, para vivirlo, para que estuviese a nuestro servicio,… pero que existen casos en los que algunas personas acaban al servicio del mundo. Tienen una notoria escasez de proyección personal y los proyectos que una sociedad laica y sin valores trascendentes les ofrece acaban por envolverlos.

Esto es un motivo para hacernos pensar que dentro de las Obras de misericordia, ésta que hace referencia a ‘dar buen consejo al que lo necesita’ nos atañe a todos cuantos queremos hacer de nuestra existencia una proyección de la vida de Jesús de Nazaret. ‘Guardaos de toda avaricia porque aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda’ (Lc. 12, 15). Esto es un consejo y lo
dio precisamente quien lo podía dar: el Maestro. En realidad, ¿no nos está marcando el camino a seguir?
Avaricia.-Autor: El Bosco

Pienso que es bueno que no perdamos la ocasión, cuando se nos presente, de dar un buen consejo a quien creamos en conciencia que lo puede necesitar, pero ¡cuidado! Debemos hacerlo sin paternalismos y con mucha sencillez y naturalidad, honradamente, después de analizar adecuadamente si realmente necesita ese ‘alguien’ el consejo y teniendo en cuenta que nosotros somos los primeros que debemos estar preparados para recibirlo de quien menos lo esperemos, porque no somos doctores en nada y tenemos también nuestras propias carencias. Seamos receptivos a cualquier cosa que nos haga mejorar.

Si fuésemos conscientes de que un buen consejo, una palabra oportuna que nos aporte luz en alguna dificultad, nos podría llevar al ahorro de muchos disgustos y fracasos, tropezones y caídas en nuestro quehacer diario, antes de que podamos llegar a momentos de tensión y desesperación pensando en lo que hubiésemos podido evitar, ya que el tiempo pasado no tiene marcha atrás.

¿Tanto cuesta dejarnos guiar o aconsejar? En realidad, un acompañamiento o dirección espiritual suele ir en ese camino de perfección que todos, de una manera u otra andamos buscando para ir acercándonos cada vez más a los deseos del Salvador. ‘Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto’. (Mt. 5, 48). Es otro consejo que Jesús nos da. ¿Dejaremos de hacerle caso dentro de nuestras limitaciones y partiendo de nuestra nada en comparación con Él? Nos conoce de sobra y sabe nuestras intenciones y entrega en profundidad, así que su ayuda no nos va a faltar.

Excúsenme esta confidencialidad: Muchas de las cosas que mi abuelo me decía y otras que le oía decir, han servido para cimentar y acrisolar mi personalidad y convencimientos a lo largo de muchos años, porque estoy convencido que el proceso educativo de cada persona solamente finaliza cuando esa persona muere y no cuando mueren sus padre, abuelos, formadores, maestros o cualquiera que haya influido en su consolidación humana y cristiana.

En este momento estoy recordando una determinada boda celebrada en Caná, y que cuando una invitada observó que los casados se habían quedado sin vino no dudó en dirigirse a su Hijo para decirle ‘No tienen vino’. Adivinan el resto, ¿verdad? Pero no me resisto a poner la frase final de esta Señora: ‘Haced lo que Él os diga’. (Jn. 2, 1-11). ¿No les parece que es un consejo para todos los que le seguimos porque realmente estamos necesitados del Verbo del Hijo?

BODAS DE CANÁ.-Julius Schnorr von Carosfeld 1819


Pensemos que, dentro de nuestras limitaciones, podemos hacer llegar a alguna persona, joven o madura, la palabra exacta incluso sin pretenderlo. Porque si estamos abiertos a la acción del Espíritu, podremos ser los instrumentos a través de los cuales se manifieste a los demás.

Un ejemplo y, perdónenme, es personal. Un disgusto que me dieron este jueves supuso un amago de angina de pecho que, gracias a Dios, pude superar, si bien el pensamiento humano no cejaba de de emponzoñarme y caí en la cuenta de el diablo estaba intentando muchas cosas, porque todo cuanto pensaba en lugar de darme paz me soliviantaba.

No dudé en encomendarme a Dios y a la Virgen desesperadamente y en este ruego me dormí, si bien la noche fue inquieta. Al día siguiente, mientras me dirigía a Alicante puse Radio María y el sacerdote que hablaba trataba un tema que me venía al pelo. Y sí. Eso sí que me trajo paz y serenidad, así como un firme propósito de hablar con naturalidad con la persona que me dio el disgusto. El tema quedó zanjado. En este caso fui yo en persona quien necesitó del consejo que la Virgen (no me cabe ninguna duda) me envió por medio de Radio María y del sacerdote que hablaba.

Ya ven. Nunca nos abandona la Virgen ni su Hijo.



Que nuestro Maestro y Salvador y Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano nos bendigan y asistan en nuestra vida.

domingo, 4 de julio de 2010

Obras de Misericordia (IV).-Enseñar al que no sabe



Parece evidente que esta Obra de Misericordia está desfasada con los adelantos del siglo XXI que todos llevamos sobre nuestros hombros, pero a poco que nos detengamos a pensar en ello podemos ver que sigue teniendo una rabiosa actualidad, ya que si queremos que, además de los conocimientos clásicos que se imparten en las escuelas y Centros docentes, se promocionen unos valores y una ética mínimamente humanos y, por supuesto, cristianos, convendremos en que queda mucho por hacer. Y ahí todos tenemos algo (o mucho) que decir.


No se trata de ir dando lecciones de Matemáticas, Geografía o de la Lengua que cada uno tengamos. No. Me parece que no va por ahí la cosa, sino por algo mucho más trascendente.

En la vida de cada día siempre nos tropezamos con personas de las que podemos aprender muchas cosas y nosotros, como cristianos debemos ponernos en actitud de imitar a quien es nuestro Maestro indiscutible: Jesús de Nazaret. Él tuvo una existencia plena de enseñanzas que hoy podemos descubrir en el Evangelio. Y desde Él, impregnar nuestras actuaciones de cara a que se vaya descubriendo ese tipo de vida que cambió el curso de la Historia y fundamentó naciones y a sus habitantes con personalidades que, a su vez y mediante la vida que llevaron, transmitieron ese mensaje: Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Rosa de Lima, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz y esa inmensa lista de santos que existe en la Historia de la Iglesia y de la que nosotros también formamos parte, si bien de una forma más modesta que esos personajes citados y otros como ellos.

El comienzo, la base, reside en los padres. A ellos corresponde inculcar los valores éticos, morales y religiosos que deben impregnar la vida de sus hijos con el fin de prepararlos para vivir en la sociedad como ciudadanos libres, con criterios propios y conceptos religiosos sólidos, dando una respuesta cristiana desde sus propias convicciones a la sociedad y a la Iglesia a la que pertenecen. Y esa labor dura toda la vida.

Santa Rosa de Lima.-Autor: Claudio Coello
Una educación integral en cualquier persona debe tener cubiertos tres aspectos básicos: el humano, el intelectual y el religioso. Si falta alguno de esos elementos quedará incompleta. Y para nosotros, cristianos, la fe y el sentido religioso y trascendente de la vida debe estar en continua evolución y perfeccionamiento.
Debemos ponernos en situación de apertura permanente para que incluso nuestro autoaprendizaje esté canalizado por los medios que en cada momento se nos presenten. Después, ya lo iremos transmitiendo. Básicamente desde nuestro propio comportamiento social y religioso, porque a fin de cuentas, enseñar al que no sabe es un servicio a quienes nos rodean y la vida, insisto en que esté fundamentada en nuestro Salvador, debe tener un marco de servicio al prójimo.Quien me ve a mí, ve al Padre’. (Jn 14,9).

Gratis lo recibisteis; dadlo gratis’ (Mateo 10, 8). Es lo mínimo que podemos hacer. Y, además, hacerlo con la suficiente humildad de no creernos maestros de nada ni de nadie y teniendo en cuenta que nosotros somos los primeros que podemos aprender de quien menos lo esperemos. Personalmente puedo decirles que de mis alumnos, de mis hijos y de los enfermos que he visitado, he aprendido muchas cosas. Y para eso es necesario que sepamos escuchar. Que abramos nuestros oídos y nuestro ser a todas aquellas cosas que nos permitan ser mejores personas, mejores cristianos, mejores ciudadanos,…

Acaso hoy sea más necesario que desarrollemos esta Obra de Misericordia, porque nos encontramos con un hedonismo social que impulsa a ‘tener’, más que el ‘ser’, se prima el derecho al aborto más que el deber sagrado de la vida asesinando esos niños indefensos en el vientre materno, se presenta el sexo como algo natural desde etapas tempranas en los niños y adolescentes dentro de las aberraciones más inauditas, la droga y el alcohol se presentan con unos parámetros de normalidad en la existencia realmente increíbles,… Y ante eso los cristianos no podemos cruzarnos de brazos. Siempre tendremos algo que decir aunque moleste, porque la omisión por nuestra parte no parece que sea lo más indicado.

Ante el hecho de la malformación de conciencias y de personalidades, como causa de bastantes problemas que tenemos a nuestro alrededor, debemos comportarnos intentando hacer lo que haría Jesús en cada momento y combatirse desde la fe y el compromiso. Y eso también es enseñar al que no sabe. Especialmente desde el ejemplo propio, nacido de una profunda comunicación con Dios a través de la oración. Porque para Él, ‘nada hay imposible’. (Lc.1, 37).

VIRGEN DE OCOTLÁN.-Joseph Mora .-1708-1725
Que la Santísima Trinidad y Nuestra Señora de de Ocotlán nos bendigan.