domingo, 24 de abril de 2011

Ayudar a la Iglesia en sus necesidades (2ª parte de 3)


CRISTO DE LA BUENA MUERTE

Sí. Ya sé que no tiene nada que ver con el tema que tratamos, pero hoy es PASCUA DE RESURRECCIÓN. CRISTO HA RESUCITADO. Y deseo fervientemente compartir este momento con todos ustedes y felicitarles a todos por este motivo. Reciban todos cuantos lean estas líneas mi felicitación más calurosa, intensa y emocionada por la victoria de nuestro Salvador sobre el pecado y la muerte, porque también nos ha abierto a nosotros, por su sacrificio, las puertas del triunfo sobre el maligno.

Y ahora sí. Seguimos. Dentro de esta dinámica de la ayuda a la Iglesia en sus necesidades, acaso lo más conocido y popular, en lo que todos colaboramos, es en la colecta que se hace en cada Misa, lo que en España conocemos con la expresión popular ‘pasar la bandeja’ o ‘poner en la bandeja’. De ahí entre otros, va saliendo lo necesario para abonar los recibos de agua, luz, calefacción, material de oficina y de apostolado y otros gastos corrientes.

Hoy vivimos unos tiempos en los que la tecnología es básica e imprescindible para cualquier cosa. Así, los ordenadores, fotocopiadoras, scáneres o impresoras son absolutamente necesarios para desarrollar algunos trabajos de catequesis, programas informáticos de administración, correspondencia y cuanto actividades podamos pensar propias de una Parroquia o del Obispado. (Programas, horarios, carteles, posters sobre los distintos tiempos litúrgicos Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Resurrección y ese largo etcétera que, más o menos, todos conocemos). Ya ven que a poco que se participe en alguna Comunidad parroquial, se darán cuenta que todo esto supone unos gastos que hay que atender.

Además, hay ocasiones en las que surge alguna necesidad imprevista con la que no se contaba y, previo un estudio de la situación, se hace un cálculo de lo que se pueda necesitar, se comunica a la Asamblea y se hacen las colectas extraordinarias que sean necesarias, además de aceptar los donativos particulares para el caso, que se suelen hacer, generalmente, por personas anónimas.

De todo ello se da la información pertinente así como la presentación y justificación de cuentas para información general, de manera que exista una claridad y transparencia tal que pueda evitar malos entendidos y peores suspicacias.

Hoy, todos los que habitualmente frecuentamos la Parroquia, en mayor o menor grado, aceptamos y colaboramos según nuestras posibilidades. (Y me consta que se sigue dando ‘el óbolo de la viuda’ en nuestros días). Es algo que encontramos natural y casi lo sentimos como una obligación hacia algo que consideramos como muy ‘nuestro’.

Dentro de este tipo de colectas también nos encontramos con las necesidades concretas que puedan tener nuestras Diócesis respectivas. Me centro especialmente en esa macrocolecta que conocemos con el nombre general de
‘Día del Seminario’, por ejemplo.

‘La mies es mucha y los obreros pocos. Pedid al señor de la mies que envíe obreros a su mies’. (Lc.10, 2)

¿Cuántas veces habremos oído o leído esta cita? Montones. Muchísimas veces. Pero aunque pongamos todo nuestro empeño en pedir a Dios vocaciones sacerdotales que llenen nuestros Seminarios (¡ojalá!), y también religiosas, hemos de preocuparnos también de su sostenimiento. El edificio, en sí mismo, requiere una conservación mínima en sus diferentes dependencias. Y eso es cosa nuestra, también según nuestras posibilidades.

Hay personas (he conocido algunas) que han contribuido a abonar los gastos equivalentes a la formación de algún seminarista en concreto. Pero eso son casos puntuales. Los estudios, sean donde fueren, suelen ser caros y es necesaria la colaboración de todos los cristianos.

Existe otra muy conocida también:
el DOMUND, Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, o Día de las Misiones. ¿Es necesario decir las necesidades que tienen los misioneros o misioneras, tanto religiosos como laicos, no solamente para predicar la Palabra, sino también para formar escuelas, enseñar a cultivar la tierra, potabilizar el agua, y un largo etc., en territorios muchas veces difíciles e inhóspitos y con una carencia de medios materiales y humanos de todo tipo?

De eso sabe mucho la Organización
MANOS UNIDAS, que con sus planes anuales de actuaciones diversas va implicando a muchas personas y a través de distintas actividades en sus lugares respectivos, van recaudando el dinero necesario para ir cubriendo esas necesidades existentes o proyectos que anualmente se van programando.

Concretamente conozco un caso en el participamos mi esposa y yo. En la localidad donde vivo, El Campello, el grupo de
Manos Unidas, entre quien tengo muchas y buenas amistades, colaboraron el año 2008 en un proyecto localizado en el Estado de Orissa, situado en la costa este de la India, en la Bahía de Bengala, en Asia. Consistía en la construcción de un edificio de 298 m2 para rehabilitar un orfanato que recoge a chicos huérfanos entre 5 y 15 años de edad, así como la perforación de un pozo de agua potable al que se dotaría de una bomba extractora del agua. Eran necesarios 49.696 euros para que saliera adelante. Y allá se lanzó este grupo de cristianos.

Toda nuestra comunidad parroquial se volcó y se hicieron gestiones ante diversos organismos locales, implicando al Comercio local y a particulares, se organizó una comida de hermandad y se efectuaron algunas intervenciones más. El resultado fue la recaudación total de 14.042 euros que se entregaron a la Delegación de Manos Unidas en Alicante, la capital de nuestra provincia.

En definitiva,
Manos Unidas, a través de sus proyectos, así como otras Organizaciones eclesiales (Cáritas, Roperos, Comedores asistenciales, etc.) están cumpliendo lo que decía Santiago: ‘Si un hermano o una hermana están desnudos y faltos del alimento cotidiano y uno de vosotros les dice ‘Id en paz. Calentaos y saciaos’, pero no les da lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? (Sant. 2, 15-16). Y esa es una de las necesidades de la Iglesia y ahí debemos estar arrimando el hombro y lo que sea necesario.

Es incuestionable, salvo para los ‘ciegos’ y ‘miopes’ que se empeñan en no ‘ver’ lo que es evidente, la presencia de la Iglesia en medio del sufrimiento. Y esto no es de ahora. El fundador de los
Hermanos de San Juan de Dios, Juan Ciudad, ya dedicó su vida a los enfermos y hoy, esta Orden Hospitalaria sigue estando presente en todas las partes del mundo, básicamente en hospitales y atendiendo a personas disminuidas física o psíquicamente.

Personalmente guardo un magnífico y entrañable recuerdo de las comunidades de Zaragoza y de Palencia, especialmente con la primera, con las que tuve ocasión de compartir rezos, Eucaristías, así como momentos de diálogo y de ocio. Visité algunos enfermos que había departiendo con ellos y compartiendo su dolor e inquietudes.

Realmente es una labor asombrosa la que tanto los Hermanos como el personal sanitario o administrativo están haciendo con una alegría y optimismo realmente envidiables. Necesariamente se contagian esos valores a quienes por una razón u otra, allí están, aunque sea, como en mi caso, una visita de pocos días.

Y si de enseñanza hablamos, también es justo nombrar la gran cantidad de colegios y otros Centros de enseñanza que tiene la Iglesia, a cargo de distintas Órdenes religiosas
(Salesianos, Franciscanos, Compañía de Jesús, etc.) y de Asociaciones, como la de Propagandistas, en uno de cuyos Centros, el CEU ‘San Pablo’, de Alicante, están estudiando mis cuatro nietas.

No puedo olvidar que mi clara vocación a la docencia me vino del
Colegio ‘San Antonio’, de los PP Franciscanos, de Alicante, mi ciudad natal. La forma de llevar las clases del Padre fray Buenaventura Yagüe (ya ven que no lo he olvidado), fue determinante en el enfoque de mi vida. Todo, gracias a la labor permanente de la Iglesia, presente en el mundo de hoy y de siempre.

¡Caramba! Casi sin darme cuenta les estoy contando mi vida, pero es que todo eso me ha ido dando consciencia de las necesidades de la Iglesia a través de mi experiencia personal y ahora, ya en el atardecer de mi vida, la analizo desde la óptica de los años vividos, la experiencia adquirida y la presencia de Dios en toda ella arrimando el hombro y la Cruz para ayudarme y fortalecerme.

Y hasta que Él quiera. Después, contando con su ayuda y misericordia infinitas…¡a disfrutar eternamente de Su presencia y de la de su Madre, que también es la nuestra, con la adoración a Dios, ya perfecta, con Amor sin límites! ¿No creen que habrá valido la pena cuanto hemos hecho en este mundo según Sus planes, para que el Padre Eterno nos conceda esa Bienaventuranza sin fin?

Por favor. Discúlpenme estas pequeñas confidencias. Ahora volvemos con el tema que nos ocupa: las necesidades de la Iglesia.

Un fenómeno muy de moda en la actualidad, al menos en España, es el desprestigio de la Iglesia. Incluso se ha llegado a intentar quemar una Parroquia de un pueblo de Madrid y se ha podido evitar por la actuación del Cuerpo de Bomberos, si bien la puerta principal sí que fue ‘acariciada’ por las llamas. Incluso la profanación de una capilla católica en una determinada Universidad, en la que luego se realizó el correspondiente acto de desagravio, como puede verse en esta fotografía publicada por la prensa.

A tal extremo ha llegado el cuestionamiento de la labor social de la Iglesia que alguien, que ignoro quién es y lo siento, porque me gustaría felicitarlo por este exhaustivo trabajo realizado, ha hecho un análisis de lo que la Iglesia ahorró al Estado durante el año 2005. Vean algunas de estas cifras:

1.- 5.141 Centros de enseñanza (Ahorran al Estado 3 millones de euros por centro al año): 990.774 alumnos.
2.- 107 hospitales (Ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital al año).
3.- 1.004 centros; entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA. (Ahorran al Estado 4 millones de euros por centro al año) 51.312 camas.
4.- Gasto de Cáritas al año: 155 millones de euros (salidos del bolsillo de los cristianos españoles.)
5.- Gasto de Manos Unidas: 43 millones de euros (salidos del mismo bolsillo)
6.- Gasto de las Obras Misionales Pontificias (Domund): 21 millones de euros (¿Imaginan de dónde sale?)
7.- 365 Centros de reeducación social para personas marginadas tales como ex-prostitutas, ex-presidiarios y ex-toxicómanos ( 53.140 personas. Ahorran al Estado, medio millón de euros por centro)
8.- 937 orfanatos (10.835 niños abandonados, Ahorran al Estado 100.000 euros por centro)
9.- El 80 % del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico-artístico eclesiástico.

A todos estos datos, tenemos que sumar que casi la totalidad de personas que trabajan o colaboran con Manos Unidas, Cáritas, etc… son voluntarios 'sin sueldo' que incluso suelen poner ‘algo’ de su propio salario (los cristianos somos así para ayudar a la Iglesia, aunque haya alguien que no se lo crea) realizando esta labor de ayuda a los demás sin pedir nada a cambio. ¿En cuánto podríamos evaluar las horas que dedican si les aplicamos el salario mínimo interprofesional ? Realmente todos estos voluntarios si que tienen un salario. Miren y vean:
“Atesorad tesoros en el cielo donde no hay polilla ni las cosas se oxidan o se estropean, donde nadie te las puede robar”. (Mt 6, 19-21) Y ese “salario” nadie nos lo puede quitar ni nadie nos lo puede ofrecer fuera del “Señor de la mies”.

Por esa razón el Estado sigue dando algunas ayudas a la Iglesia Católica aunque no le haga gracia, pero es que le resulta baratísimo.

Ya lo ven. Aunque lo recibí a través de un correo electrónico, no ponía el autor. Personalmente me parece un estudio serio, concienzudo, real, verídico, imparcial y acertado, si bien las ‘pequeñas cosas’ no las recoge porque es una tarea imposible de baremar. Me estoy refiriendo a lo siguiente:

¿Cuántos cristianos echan mano de sus bolsillos particulares para cubrir gastos de fotocopias, tinta de impresora o papel para imprimir, cuando en las Parroquias ‘no se llega’? ¿Cuántos cristianos, cuando se ha cortado la luz del templo por impago han ido al banco a abonar el recibo porque no había fondos en la cuenta? ¿Cuántos cristianos hay que cuando ven el Misal u otros libros que se emplean en las Eucaristías u objetos del culto que hacen falta, los compran y hacen la donación al templo?

Todo esto ocurre y he puesto ejemplos de casos que he presenciado personalmente. Y cristianos de este tipo, conscientes de que la Iglesia tiene unas necesidades concretas y puntuales, no dudan en hacer este tipo de aportaciones para que la Parroquia, la Iglesia en definitiva, continúe con su labor de la mejor manera posible.

Pienso que de todo cuanto expongo tendrán más experiencia que yo muchos de ustedes y podrían matizar muchísimos puntos, por eso decía que lo ideal hubiese sido hacer una mesa redonda para exponer nuestras propias experiencias y enriquecernos mutuamente, pero hay que dejarlo así. ¡Qué le vamos a hacer! De momento les dejo y en una próxima entrada finalizaré este tema.


Que Nuestro Señor, bajo la advocación del Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Esperanza Macarena nos asistan y bendigan.

martes, 12 de abril de 2011

Ayudar a la Iglesia en sus necesidades (1ª de 3 partes)

SANTÍSIMO CRISTO DEL MAR

Sí, amigos. He estado pensando varios días en la forma de enfocar este tema, porque dentro de él hay muchos aspectos para comentar y, evidentemente, no todos podemos estar de acuerdo en todo.

Aunque tengo mi propio criterio y es inevitable que lo deje traslucir, he procurado ser objetivo. Verlo en toda la dimensión social, espiritual y religiosa que tiene. Incluso no sé si me extralimito, aunque creo que no, en su aspecto artístico. Raro, ¿verdad? Pues ya llegaremos.

Lo que lamento verdaderamente es no poder hablar directamente con todos ustedes, pero ¿qué le vamos a hacer? Es éste un tema realmente apasionante, como otros muchos quizá, pero con sus propias características. Vamos allá.

Es obvio que la Iglesia está asistida por personas que se dedican plenamente a ella a través de su servicio y disponibilidad, que tienen una dedicación pastoral distinta al resto de fieles. De la misma manera que un laico vive, se alimenta y viste por el salario que recibe del ejercicio de su profesión o por su trabajo, sea cual fuere, los sacerdotes y religiosos necesitan unos ingresos mínimos para lo mismo: vivir, alimentarse y vestir.

‘¿No sabéis que los que ejercen funciones sagradas viven del templo, y los que sirven al altar, del altar participan?’ (1 Cor.9:13). Esta cita de San Pablo corrobora lo dicho anteriormente.

Los propios templos, monasterios, conventos o el edificio religioso que sea, necesita un mantenimiento como cualquier otra edificación, e incluso mejoras, para potenciar las distintas actividades que se dan, de los tipos que sean. Y eso requiere una economía mínima que debe salir de algún sitio y la mayoría de las veces viene de los componentes de la Iglesia: los cristianos.

Esa es la razón de ser de este Mandamiento que tiene su propia historia, desde las limosnas (recordemos el óbolo de la viuda, en tiempos de Jesucristo y la observación que hace a sus discípulos. Ver Mc. 12, 41-44), hasta las donaciones, grandes o pequeñas, que en ocasiones se han transformado en Casas de Ejercicios Espirituales, lugares para retirarse a meditar y orar o en cosas semejantes, por poner un ejemplo, desde tiempos de Jesucristo hasta nuestros días, pasando por todas las edades de la Historia y con las costumbres existentes en cada una de ellas.

Y la Iglesia siempre se ha amoldado a la etapa histórica que le ha tocado vivir en cada momento y sigue viviendo, desde hace dos mil y pico años, conservando su lozanía a pesar de las persecuciones, incomprensiones, trabas y tantas cosas que tuvo y sigue teniendo, que no han hecho otra cosa que fortalecerla y rejuvenecerla.

La Iglesia, atenta siempre a las necesidades de cada momento, siempre tiende la mano al más necesitado según el espíritu de la doctrina del Maestro, sin importar raza, color de la piel o religión. Es su Catolicidad, su universalidad, su atención a quien ha sido objeto de la Redención: el género humano.

De cualquier forma pienso que no estará de más recordar algo de historia. ¿Recuerdan la antigua forma que tenía la expresión de este Mandamiento? ‘Pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios’. Así lo aprendí en la catequesis de mi Primera Comunión.


Personalmente me parece mejor, más acertada, la redacción actual, pero aquello merece un comentario. En principio, el verbo ‘pagar’ no me parece el más adecuado, porque la Iglesia no ‘cobra’ por realizar su misión o por efectuar algún servicio (dar una Unción, celebrar una Eucaristía por algún difunto o por alguien que realmente necesita que se pida por él o ella, etc.).

Somos los cristianos los que ‘damos’ voluntariamente lo que en conciencia creemos que debemos aportar para contribuir al sostenimiento y mantenimiento de esta sociedad que, aunque divina por razón de su Fundador, Jesús, Hijo de Dios y Dios como el Padre y el Espíritu Santo, también es humana por razón de quienes la componemos a raíz de nuestro Bautismo, por el cual entramos a formar parte de la Iglesia.

Por qué, pues, lo del ‘diezmo’ y las ‘primicias’? El origen está en el Antiguo Testamento. En el Libro de los Números podemos leer: ‘Los levitas de veinticinco años arriba entrarán a ejercer su ministerio en el servicio del tabernáculo de reunión. Pero desde los cincuenta años cesarán de ejercer su ministerio, y nunca más lo ejercerán’. (Núm. 8, 24-25

Es decir, que Dios ya dispone que la tribu de Leví, de la que procedían los sacerdotes, debía dedicarse al servicio del tabernáculo. El resto de las tribus debían contribuir a su sustento con el diez por ciento de sus ingresos. De ahí viene la palabra ‘diezmo’.

Pero también es cierto que ese diezmo debía darse entregando los productos propios del pueblo: aceite, trigo, animales,… Los sacerdotes lo guardaban en una especie de almacén para ir tomando paulatinamente lo necesario para vivir.

No significa esto que no se empleara el dinero en aquella época, pues sabemos, por ejemplo, que Abraham compró la tumba de su esposa Sara en la cueva de Macpela, en Hebrón. Y también se sabe que a los trabajadores se les abonaba un denario por día trabajado. (Mt. 20, 1-16)


Personalmente les puedo decir que en ninguna de mis incursiones lectoras por la Biblia he encontrado pasaje alguno en el que el ‘diezmo’ se nombre fuera del pueblo de Israel. En las primeras comunidades cristianas de la Iglesia, no he leído en Hechos, Cartas ni en parte alguna, que se hable de ese término en sentido propio. Pero sí dice: ‘Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común’. (Act. 4, 32). Y esto es muy importante, para entonces y para hoy.

Es evidente que para los estudiosos de este tema y especialistas en el estudio de la Palabra habrá muchísima más materia para tratar, pero esta breve pincelada histórica me parece suficiente para introducirnos en el origen de las necesidades eclesiales.

NUESTRA SEÑORA DEL SILENCIO

Que nuestro Maestro, desde la advocación de Cristo del Mar, y su Madre, Nuestra Señora del Silencio, nos bendigan.