domingo, 27 de noviembre de 2011

La lujuria (I)


LA LUJURIA.-EL JARDÍN DE LAS DELICIAS.-EL BOSCO.-GÓTICO


Me parece conveniente que, antes de empezar a adentrarme en el tema actual, les presente mis disculpas por las imágenes que he puesto. En mi búsqueda de imágenes en Internet que pudieran enriquecer esta entrada he encontrado imágenes que me provocan asco, náuseas y ganas de vomitar, porque he tropezado con esa bazofia pútrida llamada pornografía que invade el espacio internauta, que hiere a tope la sensibilidad de cualquier persona normal que quiera vivir con arreglo a los planes de Dios.


He intentado refugiarme en el Arte y ahí he encontrado algún cuadro y alguna escultura (de El Bosco, de Canova y de otros, por ejemplo) que han salvado algo la situación, ya que los artistas no suelen buscar porquerías zafias sino su visión artística de alguna situación o tema.

EROS Y PSIQUE.-ANTONIO CANOVA.-NEOCLASICISMO.

Está claro que en el tema que ahora nos ocupa las imágenes son como son y, dentro de lo que cabe, he procurado la suavidad de las imágenes. Hay algunas que si bien no pertenecen al Arte propiamente dicho, he pensado que sí pueden verse porque guardan un mínimo de decencia.

A una edad como la mía, en la que parece que uno ya está curado de cualquier espanto, siempre aparece algo que obliga a preguntarse: ¿Es posible esto? ¿Ya no hay dignidad, sensibilidad, ni pudor en el género humano? Pues así parece ser que es. Es como si Satán se hubiese modernizado y empleara estos medios de comunicación social para ir ganando adeptos, bien por revistas, fotografías o videos pornográficos que favorecen la lascivia; bien por películas en las que se nos presentan situaciones o escenas totalmente escabrosas absolutamente apartadas de lo que es la vida normal, pero que nos las presentan como normales; bien por esos anuncios que aparecen en distintos medios de comunicación ofreciendo citas u ofertas de tipo sexualoide con fotos (nada decorosas por cierto) incluidas.

Se nos presenta la sexualidad como un hedonismo, como un falso derecho inherente a la persona humana de poder disponer de su cuerpo como le venga en gana sin que deba rendir cuentas a nadie. Para ese tipo de personas la genitalidad solamente sirve para su satisfacción personal. Nada más. No existe proyección hacia un más allá que plenifique la persona. Es la personificación del ‘todo vale’.

La Sagrada Escritura nos dice: ‘Vino y mujeres trastornan a los cuerdos, quien anda con prostitutas se hace temerario’ (Eclo. 19, 2). Este no es un tema baladí.

Cuando la Iglesia, fiel a su misión de Madre y Maestra, levanta su voz advirtiendo del peligro que tiene todo esto para la vida espiritual y trascendente del ser humano, es tachada de retrógrada y anticuada. El mismo Santo Padre es atacado verbalmente o abucheado en algunas Universidades a las que ha ido por los comparsas de turno previamente aleccionados por quienes los manejan como marionetas.

Se favorece la sexualidad y el aborto entre la juventud con la excusa del progresismo, favoreciendo y alentando a las muchachas a tomar la píldora del ‘día de después’ sin informarlas de las gravísimas consecuencias que pueden tener y de las secuelas que pueden producir. Y Gobiernos inicuos promulgan Leyes no menos inicuas de las que se sigue una pérdida de la dignidad humana y de los valores éticos, sociales y, por añadidura, también de los cristianos.

Fíjense: ‘La lujuria origina la ceguera de espíritu, la inconsideración, la precipitación, la inconstancia, el egoísmo, el odio a Dios, el apagamiento a este mundo, el disgusto hacia el mundo futuro’. (San Gregorio Magno.-‘Moralia’). Ya ven el pensamiento de este Padre de la Iglesia.



JESÚS DA A PEDRO LAS LLAVES DE LA IGLESIA.-NICOLÁS POUSSIN.-BARROCO

Es un intento vano para destruir las raíces del cristianismo en las personas y en las naciones procurando la instauración del anticristo, pero será en vano, porque ‘Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’.(Mt. 16, 18-19).

Parece como si Jesucristo ya hubiera previsto esto y nos animara a permanecer en esta lucha sin cuartel a favor del Evangelio sin desanimarnos. Y por si fuera poco, completó definitivamente sus frases de aliento para todas las personas de todos los tiempos: ‘El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán’ (Mt. 24, 35).

Desde lo que estamos presenciando que ocurre en nuestra sociedad, el Maligno no pierde ocasión alguna para hacerse adeptos y separarlos del Creador. Y se vale de infinidad de cosas, entre ellas de la lujuria. El primer Papa de la Iglesia nos lo dice: ‘Vivid con sobriedad y estad alerta. El diablo, vuestro enemigo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Enfrentaos a él con la firmeza de la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos sufrimientos’ (1Pe. 5, 8-9).


LA LUJURIA.-EL BOSCO.-GÓTICO

¿Es que la sexualidad es mala? Pues no. Ni muchísimo menos. Cuando Dios creó el género humano y los hizo hombre y mujer, fueron sustancialmente iguales en dignidad y distintos, complementarios y claramente diferenciados en su anatomía. Es más. Les dio una misión específica: ‘Hagamos a los hombres a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra. Y creó Dios a los hombres a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles: CRECED Y MULTIPLICAOS, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven en la tierra’. (Gén. 1, 26-28). A modo de conclusión dice el Génesis: ‘Vio entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno’ (Gén. 1, 31).


CREACIÓN DE ADÁN Y EVA.-LORENZO GHIBERTI.-RENACIMIENTO


Dios, al darles (y darnos) esa facultad de ‘multiplicarnos’, nos llama a ser, colaboradores con Él en la transmisión de la vida, en la continuidad de la Creación a través del nacimiento de un niño o de una niña, con el concurso del padre y de la madre (‘varón y hembra los creó’) dentro del matrimonio. La fecundidad es buena y es el fin propio del matrimonio además del amor y respeto entre los esposos. Dando la vida, los esposos participan de la paternidad de Dios. Queda claro, pues, que la sexualidad, en sí misma es buena en tanto cumple el mandato divino. Queda claro también que en la creación de la Humanidad el Creador ya dispuso la atracción mutua entre el hombre y la mujer.


Cuando la pareja natural vive aceptando el amor de Dios en sus vidas y desde sus corazones lo buscan para que presida su existencia matrimonial, están dentro de los planes divinos, por lo que el gozo de la unión sexual es bueno y querido por Dios. De ahí que tanto el hombre como la mujer deben tener como eje común de sus relaciones mutuas, el respeto mutuo de trato físico, verbal, moral y del tipo que fuere. Su amor, reflejo del Amor divino que reciben, se irá potenciando y desarrollando a lo largo de su vida, hasta que la muerte los separe.


¿Por qué digo esto? ¿Estoy dando un Cursillo Prematrimonial? Por supuesto que no, pero me ha parecido que sentar unas bases de lo que es o debe ser el matrimonio cristiano, es necesario para tratar posteriormente el tema de la lujuria que es el que nos ocupa en esta entrada, porque este pecado también se da, en determinados casos, dentro del matrimonio.

Otra cosa es que haya quien quiera separarse de la voluntad divina e idee cosas para satisfacer su sexualidad por procedimientos ilícitos e incluso antinaturales, a lo cual conduce la pornografía, la fornicación, el adulterio, las relaciones prematrimoniales,… Y todo esto nos aleja del Creador que es el Bien y la Felicidad supremos. Dice el profeta Ezequiel: ‘Esto dice el Señor: Puesto que me has olvidado y me has vuelto la espalda, carga ahora con el peso de tu libertinaje y tus prostituciones’. (Ez. 23, 35).


Desgraciadamente se dan casos en los que el hombre humilla a su esposa pretendiendo cosas que nada tienen que ver con la sexualidad querida por Dios. Aunque un hombre y una mujer estén unidos por el Sacramento del Matrimonio, NO VALE TODO lo que a uno se le ocurra, especialmente si humilla o maltrata al otro buscando una autosatisfacción personal convirtiendo al otro en un objeto de placer para su egoísmo.


MUJER MALTRATADA.-FRANCISCO DE GOYA.-NEOCLASICISMO


En estos casos no existe amor alguno. Sí existe egoísmo lujurioso. Es el amor de entrega mutua, de darse altruistamente al marido o a la esposa, totalmente desinteresado, el que debe marcar la pauta.

¿Qué podremos decir de la ‘aventuras’ extramatrimoniales tanto masculinas como femeninas? Quien así actúa, sin escrúpulo alguno, se está buscando a sí mismo y manifiesta un desprecio específico hacia su esposa o esposo. Dios no es eso lo que quiere porque al alejarse de su esposo o esposa con semejantes actitudes se coloca frontalmente en contra del Creador, ya que Él no desea estas actitudes. Es la fidelidad conyugal, el amor fiel e indisoluble, lo bueno y querido por el Ser Supremo.

No me resisto a exponer lo que dice la Sagrada Escritura en este sentido. ‘Bebe agua de tu propia cisterna, los raudales que salen de tu pozo. ¿Se derramarán por las calles tus fuentes, y tus arroyos por las plazas? Sean sólo para ti sin compartirlos con extraños; sean tu fuente bendita, goza con la esposa de tu juventud. Cierva encantadora, graciosa gacela, que sus pechos te embriaguen siempre y continuamente te deleite su amor. Hijo mío. No te deleites con una extraña, no abraces a una desconocida; pues el Señor ve los caminos del hombre, vigila todas sus veredas. Su propia iniquidad atrapa al malvado, queda preso en los lazos de su pecado. Morirá por no dejarse corregir, tanta insensatez le perderá’. (Prov. 5, 15-23).


Sinceramente, cautivador. Pero a la vez de hacer un canto al amor conyugal, también afirma el final nada halagüeño de quienes corren aventuras extramatrimoniales.

DESTRUCCIÓN DE SODOMA.-JOHN MARTIN.-SIGLO XIX


Lo mismo cabría decir de esas otras manifestaciones anormales de la sexualidad como la sodomía (‘El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande y su pecado tan horroroso, que voy a bajar a ver si realmente sus acciones corresponden al clamor que contra ellas llega hasta mí; lo voy a saber’. (Gen. 18, 20-21), la pedofilia, el bestialismo y otras manifestaciones que se apartan de una conducta sexual normal. No me cabe duda alguna que el diablo, con tal de arrebatar seguidores a Dios, inventa las mil y una artimañas que pone a nuestro albedrío para que, haciendo un pésimo uso de la libertad que cada uno tenemos, ir poblando su reino de tinieblas y muerte.

Así es. El diablo odia a muerte el matrimonio cristiano por ser obra de Dios porque ha unido un hombre y una mujer desde su amor, la fidelidad y el respeto mutuos. Y anda loco buscando cuantos medios sean necesarios para eliminar esa familia natural creada el sexto día de la Creación. Es una nueva forma de presentación a las personas actuales del árbol de la ciencia del bien y del mal, una nueva invitación a ‘ser como Dios’, en pleno siglo XXI.

De ahí que se invente la ‘unión’ entre dos hombres o dos mujeres, el divorcio, las parejas ‘de hecho’ y toda esa serie de medios ilícitos y frívolos a tope desde el punto de vista cristiano y desde la Ley Natural entregada en el Sinaí a Moisés, totalmente vigente hoy, porque están en contra de sus mandatos sexto y noveno. Y Satán no duda en servirse de personas que gobiernan una nación para ir destruyendo la familia natural y cristiana desde la promulgación de leyes que no tienen justificación ni base alguna.


En definitiva es la lujuria la que se hace presente en todas estas manifestaciones. De hecho, el diablo ha tentado (y tentará) a muchas personas. Incluidos los santos que tampoco se han librado de ello, precisamente por querer vivir su vida según los planes de Dios y la opción de vida elegida.


TENTACIONES DE SAN JERÓNIMO.-JUAN VALDÉS LEAL.-BARROCO


Conseguir que una persona entregada a Dios cometa un pecado, es un triunfo exquisito para él, porque sabe que esas personas no desean apartarse de Dios. Luego acudirán al Sacramento de la Reconciliación para volver a la Gracia habitual en la que han conformado su vida, pero cualquier caída, por mínima que sea, es un triunfo para Satán, que insistentemente volverá a la carga. Por eso debemos estar prevenidos y no debemos darle el más mínimo respiro y acudir a la oración y a la Eucaristía para fortalecer nuestras defensas de cara a los ataques del Maligno.

En la próxima entrada finalizaremos este tema.



Que el Creador y Nuestra Señora de Pellevoisin nos bendigan.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La envidia (y II)

LA CARIDAD.-LUCCA GIORDANO.-BARROCO

Ya vimos en la entrada anterior el daño que causa este pecado capital. Pero es que incluso dentro de la misma Iglesia se dan, por desgracia, situaciones en las que la envidia campa a sus anchas. Personalmente he presenciado situaciones tristes, por no calificarlas como grotescas, dentro de algunas Parroquias. Por ejemplo. El párroco (todos dignos de admiración por lo que son y representan), que ya de por sí tiene sus dificultades para llevar adelante su labor pastoral, encarga a una persona concreta que rece el Rosario antes del comienzo de la Eucaristía. Otra persona que pensaba tener más ‘méritos’ para hacer ese rezo, por pura envidia hacia la persona designada deja de acudir a la Parroquia. Un tiempo después volvió y se integró, gracias a Dios, a labor de la Comunidad.

Más todavía. Existen personas laicas que creen saber más que nadie y ostentan, según dicen, no sé qué especialidades eclesiales para hacerse notar por su ‘eficiencia’ y ‘sabiduría’. Y cuando encuentran alguien que destaca más que ellas desde su silencio, efectividad y buenas obras, no dudan en llegar, incluso, a la calumnia. Me consta que se ha intentado la corrección fraterna, pero no solamente siguen en sus trece, sino que redoblan con más refinamiento sus actitudes en contra de quienes pueden hacerles sombra.

Pero ¿qué pensamos? ¿Que podemos hacer lo que nos venga en gana? Vamos a ver. Que yo sepa, los sacerdotes tienen potestad y facultades para distribuir funciones entre los laicos según los carismas que tengan y entre todos levantar la Iglesia con nuestro trabajo y nuestro testimonio. Y eso no es fácil. También tienen sus problemas. Entonces pensemos que ahí no caben estúpidos personalismos que la puedan manchar con ese tipo de actitudes. Y la envidia nos puede conducir a esas actuaciones.

LA ENVIDIA.-GIOTTO DI BONDONE.-GÓTICO

Pensemos y analicemos. Si hoy, siglo XXI, volviese San Pablo a nuestras comunidades, volvería a decir esto?: ‘Tengo miedo de que cuando os visite no os hable como yo quisiera, ni vosotros me encontréis como sería vuestro deseo. Tengo miedo de que haya contiendas, envidias, iras, ambiciones, maledicencias, murmuraciones, engreimientos y alborotos. Tengo miedo de que, en mi próxima visita, me humille mi Dios por vuestra causa y tenga que llorar por los muchos que han pecado y no han hecho penitencia por la impureza, la lujuria y el desenfreno al que se entregaron’. (2Cor. 20-21). Tras leer esto es posible que cada uno de ustedes tenga su respuesta. Personalmente pienso que, por desgracia, nos lo volvería a decir.

CRUCIFIXIÓN.-ANTHONY VAN DICK.-BARROCO

Y es una verdadera lástima, porque en el fondo, lo que realmente tendríamos que plantearnos TODOS es para QUIÉN trabajamos en la Iglesia. Solamente hay una respuesta y es muy restringida: para la Santísima Trinidad. Para la Virgen. Para la Iglesia Universal. Pero nunca para el sacerdote o sacerdotes que tengamos. Ellos, desde su Ministerio, deben velar y potenciar la Comunidad que les ha sido confiada por el Obispo diocesano y en esa labor busca apoyo y ayuda en los laicos de buena voluntad y como consagrados a Dios desde su Sacramento del Orden, también están trabajando por Jesucristo, fundador de la Iglesia a la que están representando. Y ahí debemos estar nosotros, los laicos de buena voluntad, arrimando el hombro a pesar de las zancadillas. Pero en modo alguno se debe trabajar POR el sacerdote, sino CON el sacerdote, porque ¿acaso son ellos los que han muerto en la cruz y resucitado después por nosotros? Precisamente por ESE que ha padecido cruenta pasión, muerte y resurrección es por quien debemos hacerlo TODO.

Pienso que éste es uno de los sentidos que Pablo da cuando escribe a los cristianos de Corinto: ‘Mientras haya entre vosotros envidias y discordias ¿no es señal de inmadurez y de que actuáis con criterios puramente humanos? Pues cuando uno dice “Yo soy de Pablo”, y otro “Yo de Apolo”, ¿no estáis procediendo demasiado a lo humano? Porque ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Simples servidores por medio de los cuales llegasteis a la fe; cada uno según el don que el Señor le concedió. Yo planté y Apolo regó, pero el que hizo crecer fue Dios. Ahora bien, el que planta y el que riega son nada; Dios, que hace crecer, es el que cuenta’. (1Cor. 3, 3-7).

JUICIO FINAL.-VAN ORLEY.-RENACIMIENTO

No sirven los bandos. Los celos humanos y las envidias no menos humanas, son las que conducen a esas situaciones absurdas y ridículas que impiden el desarrollo pleno de las Comunidades y la actitud del servicio mutuo que nos debe impulsar. Se trata de ponernos en manos del Padre y hacer nuestro trabajo lo mejor que podamos y sepamos, sin dejarnos llevar por falsos cantos de sirenas. Es cumplir nuestra misión de la que tendremos que rendir cuentas cuando también rindamos la vida actual al Creador. ¿Nos acogerá en un abrazo paterno…o nos apartará para siempre?

Esto es muy serio, especialmente ahora que todos nos lo debemos plantear desde nuestra propia honradez con nosotros mismos, empleándonos a fondo en estos tiempos tan difíciles en los que todos somos necesarios para trabajar codo a codo con Jesucristo dentro de su Iglesia, tan denostada y perseguida hoy. Esto es lo que hace que a toda costa apartemos de nosotros la envidia y cualquier otro pecado que obstaculice la Gracia. Lo que nosotros no hagamos tal vez lo pueda hacer otra u otras personas, pero para nosotros habrá quedado como una omisión.

ECCE HOMO.-ANTONIO CISERI.-S. XIX

No vayamos a pensar que hablar de la envidia se circunscribe a Proverbios, Sabiduría o San Pablo. Hay más casos a lo largo de distintos Libros de la Sagrada Escritura., por ejemplo, es el mismo Santiago quien nos dice también hoy a nosotros: ‘Porque donde hay envidia y ambición, allí reina el desorden y toda clase de maldad’. (Sant. 3, 16). El mismo Jesucristo sufrió también sus efectos. Estamos en plena Pasión. Es Poncio Pilato quien dice: ‘¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías? Pues se daba cuenta que lo habían entregado por envidia’. (Mt. 27, 17-18).

Ya vemos que es una preocupación constante por esos pecados que continuamente acosan a los cristianos, porque desde siempre han aparecido personas en todas las Comunidades, según se desprende de los textos bíblicos, que en vez de estar pendientes del servicio a otras personas, a la Comunidad en general, parece que están más pendientes de hacer cosas para sacar pecho o para dar a conocer lo ‘sabios’ o ‘santos’ que son.

Este tipo de personas suelen marcarse unos objetivos tan altos que, al ser imposibles de alcanzar, nunca consiguen lo que desean. Quieren sembrar, regar y recoger, y ¡claro!, jamás podrán llegar porque lo que corresponde a Dios es propio de Él y lo hace Él. Nosotros, tengámoslo claro, somos sus colaboradores, instrumentos de la Divinidad, ¡que ya es bastante honor!

De ahí que la envidia que sienten por no alcanzar logros que les satisfagan o ver que otras personas realizan mejor sus tareas y obtienen mejores resultados al realizar con mayor eficacia sus cometidos, les hace tener brotes de envidia en cantidad suficiente para ofrecer resistencia u oposición a los planes de Dios en ellos.

Pero no nos engañemos. Cualquiera de nosotros, sea quien fuere, tenga la ocupación que sea, incluso en el estado que libremente haya elegido, tenemos el germen de la envidia durmiendo. En cualquier momento y ante cualquier situación, podría despertar y soltar el veneno que contiene. Ahí es donde hemos de sacar el coraje necesario para acudir al Padre y clamarle la ayuda que urgentemente necesitamos.

No obstante no nos podemos quedar parados. Existe el antídoto para ese veneno de la envidia: caridad, amor, servicio, cariño, afecto, amistad,…son valores en alza que cuando los ponemos en circulación sentimos una plenificación, una satisfacción tan grandes que nos conducen a una realización personal enorme que nos impulsa a sentir altos niveles de agradecimiento a Dios por ese regalo que nos ha dado porque siempre está al quite para ayudarnos.

Es, ante los triunfos y éxitos ajenos, ante esas posesiones que quisiéramos tener y no podemos, en lugar de la envidia que nos pueda corroer y hacérnoslo pasar fatal, aceptar las cosas como son, ver si podemos sacar algo positivo que nos estimule a nuevas metas, nuevos proyectos, e incluso sentir alegría por el bien ajeno.

Entonces estaríamos dando un paso a un remedio directamente relacionado con la caridad: la admiración. Con ella podemos tomar como algo absolutamente normal que haya personas superiores a nosotros, si bien no en cuanto a la dignidad se refiere, ya que como hijos de Dios todos participamos de la misma dignidad, sino en cuanto a telentos, bienes u otras cosas. En cualquier caso, lo que tengamos nosotros nuestro es, y de todo ello deberemos ponerlo a trabajar a tope por el reino de Dios y por mejorar la sociedad en la que vivimos. Como fácilmente podremos ver, tomar esas actitudes admirativas no significa envidiarlos en modo alguno, sino saber valorarlos. De esa forma podremos hacer ver a los demás (y también a nosotros mismos) lo que somos capaces de hacer.

LA CARIDAD.-GIAN LORENZO BERNINI.-BARROCO

Es San Juan Bautista, cuando ve cercana ya su partida de este mundo, cuando le visitan algunos discípulos suyos para decirle que Jesús está bautizando y todos se van con Él. Su magistral respuesta nos marca a nosotros el camino a emprender con nuestras actitudes personales en la Iglesia: ‘Mi alegría se ha hecho plena. Él debe ser cada vez más importante; yo, en cambio, menos’. (Jn. 3, 29-30)

Si somos capaces de admirar al Creador a través de unas magníficas puestas de sol o amaneceres, ¿no vamos a ser capaces de admirar las cualidades de otras personas de forma absolutamente positiva? A fin de cuentas las cualidades que uno tiene son las propias y, además, nos han sido dadas, pues como dice San Pablo: ‘¿Qué poseéis que no hayáis recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?’ (1Cor. 4, 7).

Claro que para eso hay que tener una predisposición, especialmente las personas con tendencia a padecer de envidia, a poner los medios necesarios para evitar este pecado. ¿Cómo? Bueno. Recetas infalibles pienso que no existen. No obstante, a modo de ejemplo, podrían ser en principio a) encomendarnos a Dios y pedirle ayuda y discernimiento y b) intentar conocernos a nosotros mismos, saber cómo somos realmente, saber nuestras propias capacidades y analizar cuál es el ideal de nuestra vida, qué consideramos prioritario en ella. Y si hiciese falta para ello confeccionar nuestra propia escala de valores analizando cuáles son los que prevalecen sobre otros.

LA CARIDAD.-ADOLPHE BOUGUEREAU.-ACADEMICISMO

Muy importante es, pienso modestamente, tener sentido del humor, porque cuando aparezcan esos defectillos que todos tenemos, además de procurar limarlos hasta hacerlos desaparecer si es posible, saber reírnos de nosotros mismos. Además, también aparecerán cualidades y valores, especialmente los cristianos, que hemos de procurar potenciar a tope, porque nos pueden ayudar a reconocer las cualidades propias y ajenas de forma totalmente natural. Así podremos tener paz, sosiego, tranquilidad,…

Todo esto es fruto de la Caridad que, como Virtud Teologal que es, encierra la ayuda que necesitamos para vencer esa lacra de la envidia. ¿Por qué? Pues porque todo pecado tiene solución y absolución si, como cristianos, ponemos a Dios en el punto de mira de nuestras actitudes y luchas para salir de ella. No debemos olvidar que pertenecemos al Cuerpo Místico de Cristo. Él es la cabeza y nosotros sus miembros.

CUERPO MÍSTICO DE CRISTO

‘Vosotros formáis el cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro. Y Dios ha asignado a cada uno un puesto en la Iglesia’ (1Cor. 12, 27-28).

Como tales, estamos en comunión unos con otros. Es lo que llamamos la Comunión de los Santos y encomendarnos a la misericordia divina y a la oración de todos los miembros de la Iglesia militante y triunfante, tiene un poder descomunal, enorme, y Dios ayuda en todo cuanto nos propongamos hacer para bien propio de la Iglesia.

¿Qué aparecen signos que nos parecen propios de la envidia? Pues miren ustedes…A Satanás no hay que dejarle ningún resquicio. A orar y a adorar a la Santísima Trinidad. A encomendarnos al Salvador, que no en vano ha derramado su sangre por nosotros, por todos sin excepción alguna, y a la Mujer que aplasta la cabeza a la serpiente. Así que con su ayuda apartaremos esos sentimientos nocivos para nosotros y machaquémoslos sin miramiento alguno y apartémoslos cuanto antes de nuestros pensamientos. Y si nos atrevemos, probemos a dar la vuelta a ‘eso’ que nos turba hasta ver si tiene algún lado positivo del que nos podamos beneficiar.
LA GLORIA.-FRANCISCO DE GOYA.-ROMANTICISMO

Además, tengamos en cuenta que la Caridad es, de las tres Virtudes Teologales, la ÚNICA que perdurará. En el Reino de Dios no serán necesarias ya la Fe ni le Esperanza porque ya estaremos gozando de la presencia de la Santísima Trinidad. Ya tendremos esa visión, esa certeza, esa realidad a la que ahora aspiramos, pero ¿el AMOR? No solamente no se acabará, sino que se plenificará, se perfeccionará en grado infinito, se eternizará y nuestra adoración, desde ese AMOR PLENO, será perfecta y total.

¿Se acuerdan de San Juan? En su Evangelio nos transmite la voluntad del Maestro. ‘Como el Padre me ama, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor’. (Jn. 15, 9)’. Y continúa más adelante: ‘Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando’. (Jn 15, 12-14). Todo un mensaje en cuanto que aprendamos a confiar en Él en cuanto emprendamos y en las dificultades.

Es el Amor quien hizo encarnarse a Dios en la persona de Jesús de Nazaret para rescatarnos del mal y esto nos obliga, como cristianos, a responder con generosidad a su sacrificio. La lucha, la oración, los sacrificios que contribuyan a erradicar y exterminar la envidia y cualquier otro pecado, vicio o imperfección, forma parte de esa correspondencia nuestra al sacrificio de Jesucristo.

¿Qué problemas tiene la Caridad? Pues que las personas, con el tiempo, hemos devaluado el auténtico sentido que tiene y lo hemos reducido al concepto de limosna, de ayuda económica al necesitado. Eso estará muy bien en cuanto que es una parte de la Caridad puesto que ayudamos al prójimo desde nuestra solidaridad. ‘No se entiende el amor a Dios si no lleva consigo el amor al prójimo. Es “como si soñase que estaba caminando”, es sólo un sueño, no se camina. Quien no ama al prójimo, no ama a Dios’. (San Juan Clímaco. Escala del paraíso)

EL BUEN SAMARITANO.-LANCELOOT BLONDEEL.-SIGLO XVI

Pero la Caridad en su globalidad, es mucho más, infinitamente más que eso. Es participar de la naturaleza de Dios, que cuando nuestros padres nos engendraron, Dios nos besó a cada uno con ese beso que llamamos alma o espíritu y es ahí donde tenemos la imagen y semejanza divina. Es la que nos permite gozar de la amistad de Dios, que es Amor purísimo hacia cada uno de nosotros.

Es el Amor quien nos hace corresponder al cariño que el Creador tiene y siente hacia cada uno de nosotros, con nuestros nombres y apellidos. Es el Amor, la Caridad, la que nos permite amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra fuerza, con toda nuestra mente, y también al prójimo como imagen de Dios que es.

Como conclusión, pienso que vale la pena plantearse si se saca algún beneficio mayor que el de la Caridad. Si la persona envidiosa continúa pertinaz con su amargura, pesadumbre y aflicción ocasionadas por la envidia o por cualquier otro pecado allá ella, pero no nos dejemos arrastrar por esa lacra de la envidia. Sinceramente: ¿Envidia? ¡¡NO, GRACIAS!!


Que nuestro Maestro y Nuestra Señora de la Caridad nos asistan y bendigan.