domingo, 23 de agosto de 2015

Perdón, ¿me disculpa? (y III)

      Hay un aspecto en el perdón que no conviene confundir: el olvido. Quizá muchos de ustedes hayan oído la expresión 'Perdono pero no olvido'. Y también que quien eso dice significa que que no ha perdonado de corazón la ofensa recibida. Personalmente discrepo. Y me explico. Depende de la intención con que se pronuncie esta frase. Si se pronuncia con el sentido peyorativo que realmente tiene, efectivamente está mal, porque ciertamente puede no haber perdonado. Podrá haber quedado bien ante los demás pero en su interior continuará guardando el rencor o resquemor contra esa persona.
      Pero si le damos la vuelta a esa frase y miramos lo que tiene de positivo, puede estar perfectamente justificada, es decir, que se perdona la ofensa pero no se olvida en el sentido de tener presente cuanto se pueda aprender, lo que conlleva de enseñanza para su propia vida. Pienso que eso es bueno y útil. Será uno de tantos aprendizajes de los que diariamente descubrimos a nuestro alrededor y con los que nuestro ser se enriquece y perfecciona. 
EL EMPERADOR MARCO AURELIO PERDONA A LOS BÁRBAROS.- MUSEOS CAPITOLINOS.    
       En el caso que les relaté en la entrada anterior, vimos el perdón del marido a la persona que atropelló a su esposa, pero este suceso no solamente no lo olvida sino que lo está recordando continuamente cada vez que conduce un automóvil y pasa por un paso de peatones, para que no le suceda a él y evite atropellar a cualquier peatón. Esto es, a todas luces, una actitud positiva.
      Incluso no debemos dejar de pedir justicia. ¿Qué quiero decir? Remitiéndome nuevamente al caso anterior, existen unas leyes, unas normas de circulación que todos debemos respetar. No hacerlo supone, además del daño físico que se pueda originar, el daño social ocasionado por circular a mayor velocidad de la permitida, no circular por el carril debido o por la circunstancia que fuere. Y de eso debe responder ante la sociedad. Luego viene el trabajo de los abogados respectivos para dilucidar el grado de culpabilidad así como las circunstancias atenuantes o agravantes que se puedan dar. En último extremo, quedará la sentencia judicial.
      En cualquier caso y en lo que pueda correspondernos a nosotros, siendo coherentes con nuestras propias creencias y formas de comportamiento, deberemos evitar por todos los medios la aparición en nuestro interior del rencor u odio hacia la persona o personas causantes del daño. El perdón podremos tenerlo presente, pero sin olvidar que forma parte del amor que debemos sentir hacia nuestros semejantes: 'Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En eso conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros'. (Jn. 13, 34-35). Pues sí. El perdón forma parte del amor, porque éste debe conformar cualquiera de nuestros actos.
AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS
      El hecho del perdón significa, no lo olvidemos, que estamos poniendo en el plano de la vida ordinaria, la presencia de Dios. Que lo estamos haciendo presente a través de nuestras actitudes así como su misericordia, tantas veces predicada por Jesús en esos tres preciosos años de convivencia con los hombres y mujeres de su tiempo, haciéndose humano como nosotros. Y eso no lo podemos tomar a broma o banalizarlo. Eso es una realidad, lo cual no significa que para llegar al perdón no tengamos momentos difíciles ni que no vayamos a tropezarnos con obstáculos que deberemos salvar para conseguir nuestro objetivo.
Él mismo nos dio el ejemplo más sublime de perdón: cuando lo estaban crucificando. El dolor que estaba soportando era atroz, desesperante porque clavarle tres enormes clavos en las muñecas y en los pies no era para estar sonriendo precisamente. Sin embargo pudo conseguir clamar a su Padre para otorgar el perdón a quienes lo crucificaban: 'Padre. Perdónalos, porque no saben lo que hacen'. (Lc. 23, 34). Su Grandeza la llevó consigo hasta el final. Imitar a Jesús y perdonar es algo que nos hará asemejarnos todavía más a Dios.
      Y no puedo cerrar el tema sin tocar, aunque sea de pasada, uno de los mayores gestos de Jesús: instituir el Sacramento del Perdón. Elevar el perdón a la categoría de Sacramento: 'La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo ésto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos'. (Jn. 20, 21-23). Realmente estuvo delegando en sus Apóstoles su poder de perdonar los pecados. Es Jesús, como Dios, quien perdona, pero quiere hacerlo a través de ellos.


      Este fragmento evangélico, a pesar de su brevedad presenta tres ideas claves: 1) El envío. El Padre envía a Jesús y éste a sus Apóstoles a continuar el trabajo que había empezado. 2) Les da el Espíritu Santo como primicia. En Pentecostés lo dará en plenitud. 3) El perdón. Les faculta para continuar su perdón, como hacía en su predicación (a la adúltera, a Zaqueo, a Mateo,...) pero a través de ellos. Esto es muy importante porque después de recibir la absolución tenemos la certeza que Dios nos ha perdonado. 'Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo  derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo'. (Catecismo de la Iglesia Católica. Punto 1449).
      Jesucristo todavía especifica: 'El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha, y el que me desecha a mí, desecha al que me envió'. (Lc. 10, 16). Lo que no se le podrá decir a Jesús, es que no hablaba claro. Y esto es así, tanto en el siglo I como en el XXI.
      En definitiva: Que saber perdonar y querer hacerlo es un lujo que nos pone a la altura de Dios. 'Nada nos asemeja más a Dios que el estar siempre dispuestos a perdonar'. (SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homilía sobre San Mateo, 61). 
      Que  el Dios misericordioso y eterno y la Virgen, Nuestra Señora de Ostra Brama, nos bendigan y protejan.