MARTIRIO DE SAN ESTEBAN.-REMBRANT HARMENSZ VAN RIJN.-BARROCO
Y realmente es así. Incluso entre los niños pequeños hemos presenciado sus rabietas infantiles cuando sus padres les han contrariado (por su bien, aunque ellos no lo entiendan) en alguna petición o capricho. Esto parece propio de la naturaleza humana.

LA IRA.-PATRICK VARACHEZ.-CONTEMPORÁNEO
Conozco muy directamente personas que ante la Ley que legaliza esa lacra asesina del aborto han dicho, fuera de sí, las mayores barbaridades. Incluso cuando se leían las declaraciones de un determinado personaje político diciendo que un feto de trece semanas es "Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica", esos amigos míos (discúlpenme: yo, también) se exaltaban hasta llegar a rozar el insulto al ver su sectarismo y su carencia de los conocimientos más elementales de la ciencia que en cualquier escuelita, por pequeña que sea, se enseña como uno de los conocimientos básicos elementales.

NIÑO ABORTADO, HACIA EL CIELO
Esta especie de preámbulo parece muy rebuscado, pero en realidad no es así. He partido de situaciones que he presenciado y de alguna manera he vivido y participado también en la indignación provocada por los hechos comentados. De alguna manera dan pie para introducirnos en el tema de ese otro pecado capital que es la ira.
¿Quiero decir entonces que los hechos comentados anteriormente son pecado? Pues no. No es eso precisamente lo que quiero decir. En principio, para que una acción sea pecado grave, deben darse tres condiciones: que la materia sea grave, que haya advertencia de esa gravedad por nuestra parte y que, siendo conscientes de esto, consintamos en hacerlo. Y la ira, como pecado, debe cumplir estas tres condiciones.
Entonces no confundamos la justa indignación que nos puede producir algo que esté en contra de la razón, con que ese sentimiento de indignación nos conduzca a un deseo desordenado de venganza, o de desearle el mal a quien nos produce la indignación, cosa totalmente en contra de la razón y del mandamiento divino del Amor.

RUINAS DE ÉFESO
Distingue entre el enojo, que puede producir cualquier situación, y el pecado en que puede desembocar esa hipotética situación. Acaso el mismo sentido que tenemos de la justicia, de la rectitud, del bien, nos pueda impulsar en determinados momentos a perder el equilibrio emocional y conducirnos a la exageración de nuestros juicios y criterios.
Abundando en esto, San Agustín tiene algo que decir: ‘Quien se enfurece con causa no es culpable; porque si la ira no existiese, ni aprovecharía la doctrina ni los tribunales estarían constituidos, ni los crímenes se castigarían. Así, quien no se enfurece cuando hay causa para ello, peca: la paciencia imprudente fomenta los vicios, aumenta la negligencia e invita a obrar el mal, no solo a los malos sino también a los buenos’. (SAN AGUSTÍN. Sobre la Ciudad de Dios).

SANTO TOMÁS DE AQUINO.-FRANCISCO HERRERA, EL JOVEN.-BARROCO
Ya ven. En principio podríamos decir que la ira no es mala y eso acaso nos condujese a pensar que todo está bien. Esto hay que matizarlo. La ira, en el sentido de enfado, de simple enojo, de irritación ante situaciones injustas o el furor que pueda producirnos, no es malo, SIEMPRE QUE no nos lleve a desear mal a nadie. No olvidemos que no somos quienes para juzgar a NADIE. Faltaríamos a la caridad. El Juez solamente es Uno y Trino. Para nosotros queda juzgar situaciones, problemas, cosas en general.
Hecha esta salvedad, aquí nos vamos a referir a la ira como pecado. Esa ira que nos impide ser nosotros mismos y caer en deseos de venganza, de desear mal a los demás, que nos impulsa al odio y al rencor. En una palabra: ser irracionales. Perder nuestra característica de personas ‘razonables’ capaces del autocontrol, del diálogo, del reconocimiento de nuestras propias limitaciones,…

CAÍN Y ABEL.-PEDRO PABLO RUBENS.-BARROCO
‘Se ENFURECIÓ Caín y andaba cabizbajo…’ (Gen. 4, 1-16). Dios le avisó que esa conducta no era correcta, pero al final se impuso la irracionalidad, el rencor, la envidia que roía el corazón del hermano de Abel. Y lo mató. A eso puede conducir el pecado de la ira.

NATÁN REPRENDE A DAVID SU PECADO
Y la respuesta de Dios le llegó a través del profeta: ‘Tú eres ese hombre’. Este ejemplo está referido a la indignación de Dios con David por su orden de matar a Urías. Es lo que anteriormente he nombrado como ‘ira buena’, en sentido de indignación.
En este sentido tenemos también la justa indignación de Jesús con los mercaderes del Templo. (Jn. 2, 13-18). Hace tiempo leí una frase que seleccioné por lo que encierra de positivo y que me ayudó mucho a entender esto del ‘genio’ que tenemos las personas. Aunque no recuerde de dónde ni de quién es, ya que es la frase en sí lo medité en su día, la transcribo: ‘Bíblicamente, la ira es una energía dada por Dios con la intención de ayudarnos a resolver problemas’. Si se dan cuenta, en su significado está contenido que en sí misma no es mala. Son nuestras actitudes la que transforman su contenido.

En esos momentos parece que todas las venas de su rostro, normalmente rojo por su actitud, están dispuestas a estallar. Todas las palabras que brotan de su garganta surgen atropelladas e incoherentes en ocasiones y las que se suelen entender muy claras son las que hacen referencia a los insultos que dedica a cuantos cree que puedan estar en contra de sus criterios o puntos de vista. Tampoco sería extraño que alguna mesa recibiese el puñetazo de rigor con el rubricarían su ‘actuación’. Pero lo peor de todo es que no se dan cuenta de lo que realmente están haciendo. Fíjense:

SAN FRANCISCO DE SALES, DOCTOR DE LA IGLESIA
Siempre existen algunas citas que hacen referencia a este tipo de personas. Por ejemplo, esta otra: ‘Cuando somos zarandeados por la ira, estamos faltos de lucidez en el juicio, de la imparcialidad en el discernimiento, de la justa medida indispensable para dirimir las diferencias’ (CASIANO. Instituciones). Parece que este pensamiento hace una clara referencia a este tipo de personas, ¿no creen?

LA IRA.-EL BOSCO.-GÓTICO
Ya que como cristianos hemos de estar en continuo crecimiento en la perfección de nuestra conducta, creo que es conveniente y necesario eludir todo aquello que nos pueda producir enojo o alguna alteración mayor que nos lleve al pecado, ya que cuando nos serenamos y analizamos objetivamente nuestra actuación, sentiríamos esa justa vergüenza que nos produce las actitudes tomadas. Y ¿para qué pasarlo mal? Es cierto que en ocasiones, tal vez muchas, sea inevitable, pero al menos vayamos con cuidado continuamente.
Ante esto tengamos en cuenta que no estamos solos.’No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza’. (2 Tim. 1, 7). Apoyados en la Gracia de Dios podremos superar las dificultades y vencer, no solamente la ira, sino cualquier situación o pecado.
