domingo, 17 de diciembre de 2017

MARÍA, MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS II

      En la entrada anterior vimos, si bien sucintamente, en qué consistía la mediación, su sentido y la misión que tiene, cómo Jesucristo es el mediador perfecto y primero entre Dios y nosotros por sus méritos en la Redención del género humano a través de su Pasión, su Muerte y su Resurrección, y cómo San Pablo hacía referencia a ésto (I Tim. 2, 5-6). Y también la Carta a los Hebreos le dedicaba una atención en el capítulo 8, versículo 6. Pero eso no significa que nosotros, criaturas suyas, no podamos interceder por nuestros semejantes, como dijo el mismo Jesús (Jn. 14, 13-14).
      En esta entrada voy a centrarme en la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, y ver cómo es mediadora entre Dios y nosotros.
     
      Tal vez el primer caso de mediación o intercesión que ha llegado a nosotros sea el conocidísimo episodio de las bodas de Caná, en Galilea, y que San Juan nos describe en el capítulo 2, versículos 1 al 11. No lo pongo, pero sí anoto el capítulo y los versículos para facilitar la búsqueda en caso de que alguien desee leerlo para mejor comprender el paisaje en cuestión. 
      La vida pública de Jesús hacía muy poco que había comenzado y el hecho de ester presente en esa boda hace suponer que su Madre estaba invitada así como su Hijo Jesús, que iba acompañado por algunos de sus discípulos.
      Por la circunstancia que fuere, el vino, elemento muy importante en este tipo de celebraciones, se había terminado antes de lo previsto y esto hubiera podido tener un descrédito para los esposos y tal vez también para las familias respectivas. María, que posiblemente había colaborado con ellas en el preparativo del evento, se dio cuenta de esa circunstancia pero no se asustó ni preocupó: buscó soluciones. Sin pensarlo dos veces se dirigió a su Hijo para ponerlo en antecedentes, pero si nos damos cuenta, no le dijo lo que tenía que hacer. Solamente hizo un comentario del hecho, como nos dice San Juan: 'No tienen vino'. Así de escueto.
Julius Schnorr von Carosfeld.-ROMANTICISMO  1819
      Cuando Jesús le contesta 'Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? No es llegada aún mi hora', pienso que no es, en absoluto, como yo creía al principio (y me extrañaba muchísimo), una expresión de indiferencia hacia su Madre o hacia el problema de la pareja que todavía desconocían. Por poco que pensemos en la línea de actuación de Jesucristo a lo largo de su vida pública, nos daremos cuenta que Él no solía actuar de esa manera. Y muchísimo menos, siendo su Madre la elegida por el Padre para llevar adelante su Plan Redentor de la humanidad, no podía hacerle lo que tenía la apariencia de ser un desaire. 
      No, amigos. Ahí debió haber otro fondo en la respuesta. Tal vez en el tono de voz, en la expresión de las palabras cuando las decía, en la forma de mirar a su Madre cuando le daba la respuesta o en la forma o el tono empleado al decirlas pudiera estar la clave de todo, porque acaso en el fondo pudiera haber una especia de íntima complicidad y confianza entre la Madre y el Hijo.
     
       Lo que me parece absolutamente cierto es que cuando María se dirige a los sirvientes y les dice 'Haced lo que Él os diga', es porque tenía una absoluta certeza en que Jesús iba a hacer lo que le había pedido, aunque no sabía cómo lo llevaría a cabo. Eso lo averiguó unos minutos más tarde. Luego ya se retiraría a continuar sirviendo y ayudando, además de guardarlo todo cuanto había presenciado en el fondo de su corazón.
      Ese, efectivamente primer milagro de Jesús en su vida pública, fue a raíz de la intercesión de su madre por aquella pareja de contrayentes para evitar la vergüenza o el bochorno ante sus invitados.
      Hay otro pasaje evangélico que es determinante en cuanto que la Madre de Jesús sea intercesora de todos ante la Santísima Trinidad. Veamos:
ENCUENTRO CAMINO DEL CALVARIO .-RAFAEL SANZIO.-RENACIMIENTO
      Cuando San Juan se da cuenta del cariz que toman los acontecimientos en el Sanedrín y ante Pilatos, no debió pensarlo dos veces y marchó rápido a comunicárselo a María. Inmediatamente debieron marchar para  acompañar al Hijo y Amigo respectivo de alguna manera, en ese momento trascendental y que no se sintiera solo. El mortal sufrimiento de la Madre es obvio y fácilmente comprensible. 
      Verlo pasar cargado con la cruz, presenciar la crucifixión y verlo morir ('Cerca de la cruz de Jesús estaba su Madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María Magdalena'- Jn. 19, 25), justifican sobradamente su dolor y sufrimiento.
      En este contexto se va desarrollando el drama. Jesús, en su horroroso sufrimiento, va pronunciando las palabras, pero en nuestro caso nos detenemos en la tercera de ellas: 'Jesús, al ver a su Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu Madre". Y desde aquel momento, el discípulo se la llevó a su casa'. (Jn. 19, 26-27).
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ.-EL GRECO.-MANIERISMO
      Juan debió quedarse sin capacidad de nada. Su Amigo le confiaba el cuidado de su Madre, que 'obedeciendo se hizo la causa de su propia salvación y de la de todo el género humano'. (SAN IRENEO. Tratado sobre las herejías, 3). En ese momento San Juan nos estaba representando a todas las personas, según dicen los Santos Padres de la Iglesia.
     
De ellos, y desde que vivieron han pasado muchos siglos, podemos aprender muchas cosas sobre lo que fueron descubriendo a impulsos del Espíritu Santo, sobre la excelsa Madre de Cristo. San Bernardo (1090-1153), dijo: 'Cese de ensalzar tu misericordia, oh bienaventurada Virgen María, quien quiera que, habiéndote invocado en sus necesidades, se acuerde de que no lo hayas socorrido'. (Sermón sobre la Asunción de la Virgen).
      Aunque en la próxima entrada seguiré tratando el tema de los Padres de la iglesia respecto a la Virgen, he preferido poner ya este par de citas, pero no son los únicos. Ya en nuestros días, cando San Juan Pablo II fue elegido Papa, eligió este lema para su Pontificado: 'TOTUS TUUS'. Se puso bajo su protección y con ello nos marcó una pauta a seguir en nuestra vida a cada cristiano, a la vez que, tal vez sin pretenderlo, nos diera su primera Catequesis de lo que supone la Virgen María para la vida personal de cada uno.
      El 27 de enero de 1979 dijo: 'A ti, María, el Hijo de Dios y a la vez Hijo tuyo, desde lo alto de la cruz indicó a un hombre y dijo: "He ahí a tu hijo" (Jn. 19, 26). Y en aquel hombre te ha confiado cada hombre. Te ha confiado a todos. Y tú, que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra", (Lc. 1, 38), has concentrado todo el programa de tu vida, abrazas a todos, te acercas a todos, buscas maternalmente a todos. De esta manera se cumple lo que el último Concilio ha declarado acerca de tu presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, tu Hijo Unigénito, porque estés siempre dondequiera que están los hombres sus hermanos dondequiera que está la Iglesia'. (Homilía en Guadalupe, México, el 27 de enero de 1979).
JUAN PABLO II EN GUADALUPE, MÉXICO
      Para cerrar esta entrada, no me resisto a poner (les aseguro que me ha impresionado muchísimo cuando he leído la historia de este himno -siglo III, cercano al año 250 después de Cristo-, puesto que forma parte de una oración que desde niño he rezado con mucha frecuencia y que continuo haciendo) una oración a la Virgen, tal vez la más antigua que se conoce, un tropario, descubierta en un papiro encontrado en la ciudad egipcia de Oxirrinco:

lunes, 13 de noviembre de 2017

MARÍA,MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

      Bueno. El título, aunque indica con claridad la temática de las siguientes entradas, lo realmente importante es el significado que tiene para nosotros.Pero para llegar a ese punto, me parece necesario pasar por unos aspectos que aunque parezca que no tienen relación con el tema, sí que lo tienen. Y mucho, como se irá viendo.
       Es conveniente que el concepto 'mediador/mediadora' lo tengamos claro y para ello me remito a lo más básico: su significado. ¿Cómo define el diccionario este concepto? Veámoslo.
   
      MEDIADOR/A.- 1) Que media o interviene en un asunto, discusión o problema, tratando de solucionarlo. 2) Que media o intercede a favor de una persona. 3) Gestión de una tercera persona con el fin de reconciliar o unir a dos personas enemistadas entre sí, para llegar a una solución amistosa en el problema surgido entre los dos.
    Cualquiera de las tres definiciones, prácticamente iguales, son muy asequibles al entendimiento de cualquier persona. Y como ejemplo no me resisto a poner uno conocidísimo, pero que refleja a fondo un caso de mediación.
       'Y el Señor dijo: El clamor de Sodoma y Gomorra ciertamente es grande, y su pecado es sumamente grave. Descenderá ahora y veré si han hecho en todo conforme a su clamor, el cual ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré.
     
      Y se apartaron de allí los hombres y fueron hacia Sodoma, mientras Abraham estaba todavía de pie delante del Señor. Y Abraham se acercó, y dijo: ¿En verdad destruirás al justo junto con el impío? Tal vez haya cincuenta justos dentro de la ciudad; ¿en verdad destruirás y no perdonará el lugar por amor a los cincuenta justos que hay en ella? Lejos de ti hacer tal cosa: matar al justo con el impío, de modo que el justo y el impío sean tratados de la misma manera. ¡Lejos de ti! El Juez de toda la tierra, ¿no hará justicia? Entonces el Señor dijo: Si hallo en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo el lugar por consideración a ellos'. (Gén. 18, 20-26).
      No es necesario escribir toda la perícopa. Se puede ver la intención de Dios de destruir la ciudad por sus maldades y pecados y se lo comunica a su amigo Abraham, el cual, movido a misericordia por los habitantes de la ciudad, INTERCEDE por ellos a Dios para que no descargue su justa cólera contra justos e injustos. Pero no pudo ser. A excepción de Lot y su familia no había más justos. Es éste uno de los episodios más hermosos de la Biblia y nos podemos dar cuenta en qué consiste la intercesión o mediación. 
     
      Cualquiera de nosotros, ante una situación o problema familiar, profesional o de la causa que fuere, que nos supera y ante el cual nos encontramos incapaces de darle una solución (por ejemplo, ante la grave enfermedad de alguna persona a la que queremos muchísimo y la Medicina nada puede hacer), nos damos cuenta de que la solución solamente puede llegar del santo o santa a quien tenemos devoción y, en último término, a Dios.
       La Fe se pone en funcionamiento y busca la intercesión del santo/a de su devoción para que a través de él/ella llegue la curación que pedimos, aunque se tenga claro que quien ciertamente lo puede curar es Dios a través de su intercesor.
      Realmente es Jesucristo el mediador perfecto entre Dios y nosotros. No en vano vivió entre nosotros 33 años y nos redimió del pecado. Él es verdadero Dios y verdadero hombre y nos conoce a fondo y nos quiere. San Pablo nos lo dice: 'Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo-Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos'. (1Tim. 2, 5-6).
      También en la Carta a los Hebreos leemos: 'Por eso nuestro Pontífice (refiriéndose a Cristo) ha recibido en suerte un ministerio tanto mejor cuanto Él es mediador de una más excelente alianza, concertada sobre mejores promesas'. (Heb. 8, 6).
       Esta mediación o intercesión ha estado siempre presente en la Iglesia. San Agustín así lo expresó: 'Entre la Trinidad y la debilidad del hombre y su iniquidad fue hecho mediador un hombre, no pecador, sino débil, para que por la parte que no era pecador te uniera a Dios y por la parte que era débil se acercara a ti; y así, para ser mediador entre el hombre y Dios, el Verbo se hizo carne, es decir, el Verbo fue hecho hombre'.
     
      La mediación de Cristo entre Dios y nosotros la ha tenido clara el Magisterio de la Iglesia. En el Concilio de Florencia (s. XV) así se expresó: 'Firmemente cree (se refiere a la Iglesia) profesa y enseña que nadie concebido de hombre y de mujer fue jamás liberado del dominio del diablo sino por merecimiento del que es mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo nuestro Señor. (D. 711).
      Más arriba, en la cita de San Pablo a Timoteo, cuando leemos que uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo-Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos, podría parecer que nadie más puede interceder por nosotros. Acaso a algunos de nosotros nos habrá ocurrido que cuando tenemos algún problema que nos tiene muy preocupados, solemos acudir a personas de nuestra confianza o a miembros de nuestra familia para pedirles que recen por ese problema, por nuestras intenciones e incluso por otras personas que, sin ser de nuestra familia sabemos que están en un grave aprieto. Y lo hacemos. En nuestra intimidad, a través de la oración nos dirigimos a Dios para rogar por ese problema o esa persona. Y no dudamos en interceder por él a nuestro Señor poniéndolo en sus manos.
     
      Obviamente esa intercesión nuestra no es tan perfecta como la de Jesucristo, pero es agradable a Dios: 'Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré'. (Jn. 14, 13-14).
      En la próxima entrada continuaremos con este tema y ya nos centraremos en una persona, máxima intercesora después de su Hijo: la Virgen.
      Que Nuestra Madre Santa María de la Pampa y su Hijo nos bendigan e intercedan por todos nosotros.


lunes, 2 de octubre de 2017

Dolor..., enfermedad...., ¿por qué? (y VIII)

JESÚS CURA UN CIEGO.-SEBASTIANO RICCI.-S. XVII - XVIII
   A lo largo de estas entradas en las que se han expuesto diversos casos de sufrimiento corporal por enfermedad, pienso que además de la experiencia que cada uno pueda tener de casos propios o cercanos sobre el sufrimiento, también hemos podido adquirir unas informaciones sobre la enfermedad y el dolor ajenos. Pero el interrogante del título de las distintas entradas (Dolor..., enfermedad...., ¿por qué?), aunque posiblemente ya se haya vislumbrado con las citas de los Evangelios y con los comentarios u opiniones de diversos personajes, no podemos dejar de profundizar un poco más. 
     
      En este sentido, no me resisto a poner una opinión de San Agustín: 'Muchos son mártires en cama. Yace el cristiano en el lecho, le atormentan los dolores, reza, no se le escucha , o quizá se le escucha, pero se le prueba, se le ejercita, se le flagela para que sea recibido como hijo. Se hace mártir en la cama  y le corona el que por él estuvo pendiente en la cruz'. (San Agustín. Sermón 286).
      Cuesta de entender. Tal vez cuesta de admitir. Pero estoy convencido que es absolutamente cierto desde el momento que la Redención de todos nosotros costó muchos dolores y sufrimientos físicos a Jesucristo y también a su Madre, la Virgen, viendo su estado después de la flagelación, verlo con la cruz a cuestas y contemplando la barbaridad de la crucifixión (y además perdonando a quienes lo estaban crucificando), las horas que pasó colgando del madero, así como la lanzada en el costado después de muerto. María sabe lo que pasó y cómo lo pasó.
 Jacob Jordaens-Crucifixion-Barroco
      'La Virgen Santísima, que en el Calvario, estando de pie valerosamente junto a la cruz del Hijo (cfr. Jn. 19, 25), participó en primera persona de su Pasión, sabe convencer siempre a nuevas almas para unir sus propios sufrimientos al sacrificio de Cristo, en un 'ofertorio' que, sobrepasando el tiempo y el espacio, abraza a toda la humanidad y la salva'. (San Juan Pablo II. Homilía del 11 de noviembre de 1980).
      Lo cierto es que TODOS los humanos estamos redimidos por ese cruento sacrificio de Jesús. 'Para quien cree en Cristo, las penas y los dolores de la vida presente son signos de gracia y no de desgracia, son pruebas de la infinita benevolencia de Dios, que desarrolla aquel designio de amor, según el cual, como dice Jesús, el sarmiento que dé fruto, el Padre lo podará, para que dé más fruto. (Jn. 15, 2) (Pablo VI. Homilía del 5 de octubre de 1975).
     
JOSÉ PERDONA A SUS HERMANOS
José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos, no entendía el por qué de la actitud de éstos. Sufrió mucho, pero con el paso de los años, cuando reveló al faraón el significado de sus sueños y éste lo nombró Virrey de Egipto, [('Tú serás quien gobierne mi casa y todo el pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú. Te pongo sobre toda la tierra de Egipto'. (Gén. 41, 40-42)], tal vez no se dio cuenta en seguida, pero sí más tarde.
      Acaso pudo ser en el momento de encontrarse con sus hermanos en el viaje que hicieron a Egipto para comprar trigo a su padre y a sus familias, cuando conoció la mano de Dios en sus anteriores infortunios y sufrimientos: 'Yo soy José. ¿Vive todavía mi padre? [...] Pero no os aflijáis y no os pese haberme vendido para aquí, pues para vuestra vida me ha traído Dios aquí antes de vosotros...No sois, pues vosotros  los que me habéis traído; es Dios quien me trajo y me ha hecho padre del Faraón y señor de toda su casa...' (Gén. 45, 1-15). Fueron muchos sus sufrimientos, pero en un  momento clave descubrió  el por qué la mano de Dios le había protegido aun dentro de sus penalidades.
       
PADRE ETERNO
Nosotros, aunque nos cueste admitirlo, tenemos una cabida en los planes de Dios que pueda manifestarse de una manera concreta, como en los casos de Santa Faustina Kowalska y de la Beata Ana Catalina Emmerick. 'Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos -oráculo del Señor- Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros padres'. (Is. 55, 8-9). Así es Dios. Solamente debemos confiar en Él. Con nuestros dolores, enfermedades y limitaciones ofrecidos, nos estamos convirtiendo en colaboradores de sus planes, en instrumentos de su voluntad,...Pero realmente no es fácil.
       La Iglesia es la primera que lo sabe porque con una experiencia de más de dos mil años de existencia ya conoce el fondo de muchas cuestiones. En este sentido dice: 'La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede hacer también a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que es. Con mucha frecuencia la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él'. (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 1501).
     
SAN IGNACIO DE LOYOLA
A Íñigo López de Recalde le sucedió algo así. Continuando la tradición familiar siguió la carrera militar en el reinado del Emperador Carlos I de España. En la defensa de Pamplona contra los franceses en 1521 resultó herido de gravedad. Me da la impresión que su convalecencia no resultaría muy fácil para él a causa de la inactividad y los dolores que le producirían las heridas que pudiera tener, pero empezó a leer libros piadosos y el resultado de sus meditaciones fue dejar la milicia y consagrarse a la religión. Ahí nació Ignacio de Loyola, posteriormente San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. Los caminos de Dios con él se manifestaron de esa forma: a través de la enfermedad y del dolor.
       No significa esto que Dios nos llame siempre a través de los sufrimientos y de las enfermedades. Tiene sus propios métodos con cada persona, hombre o mujer, a quienes conoce mejor que nadie puesto que nos ha creado a cada uno a través de nuestros padres respectivos, y cuando nacemos nos da unos valores, unas cualidades, para que las pongamos en funcionamiento por nuestro bien y el de nuestros semejantes. Lo podemos comprobar en la parábola de los talentos que Jesucristo expuso en su predicación y que San Mateo recoge en su Evangelio, en el capítulo 25, versículos 14 al 30).
       Sí, amigos. Estoy plenamente convencido de esto y puedo asegurar que cuando el dolor me amarga la existencia y me dirijo a Dios diciéndole 'Señor, te ofrezco este momento unido a los tuyos en la cruz. Apúntamelo', parece que aguanto mejor y que me encuentro más realizado como cristiano. Más...¿importante? Bueno. No exactamente, pero me identifico mucho con lo que San Juan Pablo II dijo en cierta ocasión y con esto cierro la entrada:
      'Vosotros tenéis un puesto importante en la Iglesia, si sabéis interpretar vuestra situación difícil a la luz de la fe, y si bajo esa luz, sabéis vivir vuestra enfermedad con corazón generoso y fuerte, cada uno de vosotros puede entonces afirmar con San Pablo: Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, a favor de su Cuerpo que es la Iglesia'. (Col. 1, 24) (San Juan Pablo II. Sobre la fortaleza. Audiencia general  del 15 de noviembre de 1978).

      Que Nuestra Señora de la Merced nos acoja en su Sagrado Corazón e interceda sobre todos nosotros. 

miércoles, 30 de agosto de 2017

Dolor...,enfermedad...,¿por qué? (VI)

JESÚS CURA UN CIEGO.-ANDREA MANTEGNA.-RENACIMIENTO
      Decía en la entrada anterior: 'Hubo una persona que dentro de ese contexto quiso aportar un sentido muy diferente de la enfermedad y el dolor  derribando aquellos conceptos y dando unos aires nuevos al sentido de la enfermedad y del dolor: los curaba y, por si fuera poco, a los mismos enfermos les perdonaba sus pecados'. Y también vimos que era Jesús de Nazaret quien así obraba con los enfermos. y no olvidemos que los Evangelios no nos cuentan todos los casos que iba curando, aunque en algunos casos sí que citan, aunque no en número, que 'curó a muchos'. Por ejemplo, San Marcos nos dice:
     
EL ENDEMONIADO DE GERASA.
WILLIAM HOLE
'Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían'. (Mc. 1, 32-34).
      Analizando las curaciones de Jesús estoy convencido que se puede deducir con facilidad una cosa que, al menos para mí, es evidente: A Él no le gusta la enfermedad ni el sufrimiento que en muchísimas ocasiones conlleva. A partir de ahí no es nada complicado inferir que el dolor y las enfermedades no es Dios quien las envía como muchas personas dicen ni tampoco son castigos que envía el Señor, como creían los antiguos israelitas, y aun hoy así lo creen algunas personas.
      No estará de más que recordemos que la noche del prendimiento en Getsemaní, Jesús lo pasó muy mal. Sabía que el momento para el que había nacido y los profetas habían anunciado, ya había llegado, pero como hombre auténtico que era sufrió lo que no podemos imaginar. Lucas nos lo transmite así: '...y puesto de rodillas oraba diciendo: -Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que lo confortaba. Lleno de angustia oraba más intensamente y sudó como gruesas gotas de sangre que corrían hasta el suelo'. (Lc. 22, 42-44).

      No. No lo debió pasar muy bien, ¿verdad? Incluso pienso, después de haber reflexionado este sufrimiento de Cristo, que su actitud encierra una enseñanza para toda la Humanidad: el sentido humano del dolor. Y para nosotros, cristianos, aún existe otra enseñanza más profunda: el sentido CRISTIANO del dolor y de la enfermedad.
      Me viene a la memoria sor María Faustina. Dicho así es posible que no sepan a quién me refiero. Pero su apellido era Kowalska. Y si añado que era una religiosa polaca pienso que la identificarán del todo. Estuvo muy enferma y murió de tuberculosis, pero su vida fue un constante sacrificio y ofrecimiento de su enfermedad y su dolor. Jesucristo la eligió para que conociéramos la devoción a su Divina Misericordia.
      Y mientras escribía lo de arriba, he recordado también a otra religiosa, la beata Ana Catalina Emmerick. Le aparecían estigmas en Navidad y Año Nuevo. En 1813 tuvo un accidente y quedó inválida. Desde ese año hasta su muerte en 1824 se alimentaba únicamente con la Sagrada Comunión y agua. Nos podemos imaginar lo que tuvo que padecer. San Juan Pablo II la beatificó en 2004.
     
      Pero además de estos dos casos, ¡cuántos más habrá en el mundo que anónimamente ofrecen a Dios sus sufrimientos físicos e incluso los psíquicos! Pero ¿por qué? ¿Qué sentido tiene? Un amigo mío que tuvo una temporada bastante amarga, me decía que cuando le daban fuerte los dolores, se acordaba del sufrimiento de Jesús en su Pasión y en el Calvario. Y él le ofrecía el suyo y lo ponía al pie de la Cruz. Eso le ayudaba muchísimo. ¿Recuerdan esta frase?: 'Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia'. (Col. 1, 24). En ella esté resumido el sentido que debe tener el sufrimiento para los cristianos: la unión con nuestro Redentor.
       
      No pueden echarse en saco roto las palabras de San Juan Pablo II que incide en el contenido del mensaje de San Pablo. Son extremadamente claras. Fíjense: 'Vosotros tenéis que desarrollar una tarea altísima, estáis llamados a completar en vuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia. Con vuestro dolor podéis afianzar a las almas vacilantes, volver a llamar al camino recto a las descarriadas, devolver serenidad y confianza a las dudosas y angustiadas, Vuestros sufrimientos, si son aceptados y ofrecidos generosamente en unión de los del Crucificado, pueden dar una aportación de primer orden en la lucha por la victoria del bien sobre las fuerzas del mal, que de tantos modos incidían a la humanidad contemporánea. En vosotros, Cristo prolonga su pasión redentora. ¡Con Él. si queréis, podéis salvar el mundo!' (S. Juan Pablo II.- Turín, 13 de abril de 1980).
      Incluso hablar a Dios de los sufrimientos o dolores que tenemos, tanto en la oración como en una conversación que podríamos tener con Él en un momento de intimidad espiritual. O hablar y gastar bromas a las personas que nos rodean, que nos cuidan o atienden para no hacérselo más pesado y que no sufran tanto al vernos más animados. Dirigirles una sonrisa a la vez que unas palabras amables suele ser muy bueno para todos y hacerlo todo más llevadero.
       El Libro de los Salmos no tiene desperdicio alguno. Siempre nos enseña algo cuando somos capaces de abrir nuestros sentidos al contenido de lo que el salmista se vuelca en lo que siente y lo escribe dejándose llevar de la mano del Espíritu. Han llegado hasta nuestros días igual que cualquier otro Libro del Antiguo o del Nuevo Testamento. Pero además de la parte literaria o histórica, los Salmos llevan pedazos de los sentimientos de quienes los han escrito. 

      No sé lo que movió al escritor del Salmo 103 a plasmar sus sentimientos por escrito, pero les puedo asegurar que me sentí aludido cuando comencé su lectura y uve que pasar de inmediato a la oración cuando llegué a este fragmento: '¡Bendice alma mía a Yavé y no olvides ninguno de sus favores! Él perdona tus pecados. Él sana tus enfermedades. Él rescata tu vida del sepulcro y derrama sobre tu cabeza gracia y misericordia. Él sacia tu boca de todo bien, y renueva tu juventud como la del águila'. (Salmo 103(102), 2-5).
      En la oración de ese día descubrí que también podía orar escribiéndole cartas a Dios. Mucho bien me hicieron y esta experiencia la transmití a las personas que asistían a la Catequesis de Adultos que impartíamos mi esposa y yo junto con el Vicario de nuestra parroquia. De las 50 personas que solían asistir a la catequesis por término medio, alrededor del un sesenta y cinco por ciento nos comentaron el bien que les había hecho esta forma de orar, aunque seguían practicando la que hasta ahora tenían. Es la riqueza de la oración. 

      Que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y su Hijo nos bendigan y ayuden.

jueves, 3 de agosto de 2017

Dolor...,enfermedad...,¿por qué? (V)

CURA ENFERMOS.-JAMES TISSOT.-S. XIX
      Hoy, como ayer, el tema sigue igual. Existen unos medios científicos, unas investigaciones que llevan al descubrimiento de nuevos remedios, surgen novedades farmacológicas que van llenando las farmacias, las cuales no cesan de poner carteles propagandísticos de determinados productos de su especialidad que nos conducen a su adquisición aunque no los necesitemos en ese preciso instante, pero se compran 'por si acaso' los necesitasen en otra ocasión posterior.
     
      Pero el dolor y la enfermedad continúan ahí en mayor o menor grado.
      Ciertamente enfermamos y normalmente curamos si acudimos a tiempo a la consulta del médico correspondiente y seguimos sus indicaciones, pero...no siempre lo hacemos, bien porque confiamos excesivamente en nosotros mismos, bien porque nos da miedo (en algunos casos es terror auténtico) acudir a visitar la consulta del galeno correspondiente.
      En la entrada anterior vimos sucintamente el concepto de la enfermedad que tenía el pueblo israelita. Pero hubo una persona que dentro de ese contexto quiso aportar un sentido muy diferente de la enfermedad y el dolor: los curaba y, por si fuera poco, a los mismos enfermos les perdonaba sus pecados. Obviamente esto causó no solamente extrañeza, sino también escándalo, especialmente entre los sacerdotes, los doctores de la Ley y los fariseos.
 CURA AL PARALÍTICO DESCENDIDO POR EL TECHO.-JAMES TISSOT.-S. XIX
      Un ejemplo de esto: 'Le trajeron un paralítico que llevaban entre cuatro, y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo un abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar los pecados, sino solo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados -dijo al paralítico- : A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa. Él se levantó y tomando la camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios diciendo: jamás hemos visto cosa tal'. (Mc. 2, 3-12).
   
        Realmente el texto tiene una gran riqueza en los comentarios que sobre él se pueden hacer, pero en este caso me voy a centrar en el tema de la enfermedad: es un paralítico, un hombre que no puede moverse ni valerse por sí mismo. 

Harold Copping.-S. XIX - XX
    La perícopa evangélica comenta que lo llevaban entre cuatro personas que podrían ser familiares, vecinos o amigos, pero que en cualquier caso tienen claro que Jesús de Nazaret puede curarlo. Tienen fe en Él. Podría ser muy primitiva, pero la tienen, quizá porque alguno podría haber presenciado cualquiera de sus milagros y convenció a los otros llevarlo y tal vez al mismo paralítico, para ver a ese joven rabí que había llegado a Cafarnaúm.
      No lo tienen fácil, pues al llegar se encuentran con un gentío enorme que impide que puedan acercarse, pero no se amilanan. Suben a la azotea, abren un boquete en el techo y descuelgan a su amigo poniéndolo ante de Jesús, el cual tuvo que darse cuenta de la maniobra y deducir su intención.
      Pero cuando ya lo tiene delante, vienen las sorpresas para todos porque no lo cura en el acto, sino que habla con él en un ambiente de confianza y cercanía, pues la primera palabra que le dirige es 'HIJO'. Es posible que esa introducción dejara perplejo a todos, pero al ver la fe del enfermo y de sus amigos, continúa diciéndole 'tus pecados te son perdonados', lo cual causa una enorme extrañeza en todos, especialmente en los escribas que estaban presentes, que como era natural en ellos, se escandalizan porque el perdón de los pecados es exclusivo de Dios y ellos no podían admitir que  Jesús lo fuera.
     
      Pero la catequesis de Jesús parece que va en ese sentido y el evangelista desea hacernos notar que la pedagogía de su Maestro va dirigida precisamente a eso: QUE REALMENTE ES DIOS, porque en otros muchos casos de curaciones primero perdona los pecados y luego cura las enfermedades. Así que se dirige a ellos poniéndolos ante sus propios pensamientos: '¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?'

            Los deja descolocados y no tienen respuesta, pero inmediatamente viene la reflexión que les dirige para que la vayan meditando: 'Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados  (o sea, les está diciendo muy claro que es Dios) -dijo al paralítico- : A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa.'
      Este instante debió ser impresionante. El paralítico enfermo sintió en su interior la fuerza que le impulsaba a levantarse de su postración y ponerse en pie, acaso el sueño que había acariciado toda su vida y que en ese momento se hacía realidad. 
ALEXANDER BIDA.-ROMANTICISMO
      Nada dice el Evangelio de su reacción al verse curado, libre de su postración. Es muy  escueto con la actitud del enfermo: 'Él se levantó y tomando la camilla, salió a la vista de todos', pero si analizamos un poco los sentimientos de esa persona y nos ponemos en su lugar, ¿qué hubiéramos hecho nosotros? Empezaba una nueva vida marcada por la vivencia de su curación, por el recuerdo de cuanto pudo sentir en su interior mientras sus órganos cobraban vida y le impulsaban a un a nueva existencia... ¿Sería muy descabellado pensar que antes de partir dirigiría a Jesús una mirada (¡y qué mirada!) de infinito agradecimiento y la mirada, acompañada de una suave sonrisa del Maestro que le acompañaría toda su vida?
      ¿Y los que presenciaron el milagro? A los escribas ya no los menciona, pero el hecho de haber presenciado este milagro, a todas luces obra de Dios, nos dice que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios diciendo: jamás hemos visto tosa tal'. Pues sí. No albergaban duda alguna que en Jesús había Alguien más que un simple rabí. Y se marcharon rápidamente de allí pensando contar a todo el entorno de cada testigo lo que había presenciado.

      Que Nuestra Señora del Coromoto y su Hijo nos bendigan y ayuden, especialmente a Venezuela.

domingo, 25 de junio de 2017

Dolor,...enfermedad,...¿por qué? (IV)

JOB CON SU ESPOSA Y SUS AMIGOS.-WILLIAM BLAKE.-NEOCLASICISMO
      No es muy difícil encontrar enfermos, especialmente si su enfermedad presenta tintes de alguna gravedad, que en su preocupación creen que no se les hace suficiente caso, que quienes lo atienden no presentan una preocupación constante con él y les parece  que están abandonados a sus suerte.
     
Esta preocupación del enfermo ha existido siempre en mayor o menos grado. El enfermo, cuando la mejora o curación no llega pronto, aun sabiendo que todo proceso curativo conlleva un tiempo prudencial, se encuentra desamparado, solo ante su dolor y su malestar, a pesar de que quien lo cuida está en permanente atención con él  dándole ánimos permanentemente.        Tenemos un Libro al que podemos acudir para encontrar la reacción y entereza de un enfermo ante los distintos tipos de males que se le presentan entre desgracias familiares, sociales y enfermedades  diversas. Como dije al final e la entrada anterior, voy a intentar echar un vistazo, necesariamente breve, al Antiguo Testamento de la Biblia y comentar casos a partir de sus citas. En ellos podremos ver conmovedoras angustias o íntimas rebeldías  ante lo que pueda creer que Dios los ha abandonado o que les ha enviado 'aquello' como castigo. Carecen de la necesaria imparcialidad para analizar su situación y darse cuenta de que Dios ni se lo ha enviado ni desea que lo tenga.
     
JOB Y  AMIGOS.-G. DORÉ.-REALISMO
Podemos encontrar algunos casos, pero el paradigma más claro es el Libro de Job. Sí. Ya sé que es un caso muy socorrido y conocido, pero es que aquí se pueden analizar  al detalle muchas formas  de respuesta ante la adversidad manifestada a través de sus desgracias familiares y de sus enfermedades.                                                
Pero no voy a entrar en ello. Solamente deseo mencionarlo superficialmente porque hay muchos escritos, desde libros hasta sucintos artículos que lo tratan con mucha más profundidad de lo que pueda hacerlo yo.                                                               No obstante y con la necesaria brevedad, sí deseo resaltar unos valores que aunque pueden estar muy claros, deseo destacarlos. Hoy ya no se habla de valores personales ni tampoco de la relación de las personas con su Creador, con su Dios. Y sin embargo en el caso de Job, que puede ser el de cualquiera de nosotros porque nadie estamos libres de sufrir algún contratiempo de salud, pienso que debe resaltarse  su respuesta ante la adversidad como consecuencia de la claridad de ideas que tiene Job sobre Dios y su actuación.
JOB.-Leon Joseph Florentin.-S. XIX - XX
      Cuando le comunican todas las desgracias y pérdidas de vidas humanas, entre ellas las de todos sus hijos e hijas, siervos y animales, dejándolo en la más triste miseria, fue esta su reacción: 'Job se levantó, rasgó sus vestiduras, rasuró su cabeza y echándose en tierra, adoró, diciendo: -Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a ella. Yavé me lo dio y Yavé me lo quitó. ¡Sea bendito el nombre de Yavé! En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios toda su insipiencia'. (Job,1, 20-22).
      En su entereza acepta lo que cree que es una prueba  de Dios y nos presenta una puerta cerrada a cal y canto a cualquier tipo de desesperación, dejando permanentemente abierta la puerta de su alma y su conciencia a la fe y la esperanza inquebrantables en su Dios.
   
 No finaliza todo ahí. Vienen las enfermedades manifestadas en hediondas úlceras: 'Mi carne está cubierta de gusanos y de escamas terrosas, mi piel se arruga y se deshace, mis días corrieron más rápidos que la lanzadera'. (Job, 7, 5-6).                                                                    SATANÁS LLENA DE ÚLCERAS A JOB.-WILLIAM BLAKE.-NEOCLASICISMO                       Debió tener picor (prurito) por todo el cuerpo: 'Salió Satán de la presencia de Yavé e hirió a Job con una ulceración maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. Se rascaba con un tejón y estaba sentado sobre ceniza'. (Job, 2, 7-8). Apenas notamos los efectos de la picadura de un mosquito, aparte de rascarnos con desesperación, andamos buscando con la mayor rapidez un antihistamínico que nos calme el picor cuanto antes.
      Alguna otra cosa debió notar en su piel cuando nos relata: 'Ennegrecida se va desprendiendo mi piel y mis huesos queman por el ardor'. (Job, 30, 30).
 JOB CON SU ESPOSA Y SUS AMIGOS .-Gerard Seghers  1591.-BARROCO
      A mi parecer, lo más importante de su comportamiento es la forma de sobrellevar todas sus enfermedades: Conservó su fidelidad a Dios y confió absolutamente en Él. Como cabía esperar, la respuesta de Yavé también se mostró propicia hacia su siervo: 'Yavé restableció a Job en su estado, después de haber rogado por sus amigos, y acrecentó Yavé hasta el duplo de cuanto poseyera. [...] Yavé bendijo las postrimerías de Job más que sus principios'. (Job, 42, 7-17).
 JOB CON SU ESPOSA Y SUS AMIGOS.-WILLIAM-BLAKE.-NEOCLASICISMO
      No es éste el único caso que podemos ver. Baruc, el profeta, también nos muestra el contenido de la oración ante la enfermedad del que la padece: 'Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra plegaria por amor de ti; líbranos y danos gracia en presencia de los que nos han traído al destierro para que toda la tierra conozca que tú eres el Señor, Dios nuestro; que tu  nombre es invocado sobre Israel y sobre su linaje. Señor, mira desde tu santa casa y piensa en nosotros; inclina, Señor, tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira que no proclaman la gloria y la justicia del Señor los muertos que están en el hades, cuyo espíritu abandonó sus entrañas. Sólo el alma entristecida por la grandeza de los males que padece, que camina encorvado y débil, apagados los ojos y el alma hambrienta, pueden, Señor, pregonar tu gloria y tu justicia'. (Baruc, 2, 14-18).
 LIBRO DE JOB.-ILUSTRACIÓN

      Que Nuestra Señora de la Esperanza, de Calasparra, nos bendiga a todos.

sábado, 20 de mayo de 2017

Dolor...,enfermedad..., ¿por qué? (III)

      En varias ocasiones he intentado analizar el tema que nos ocupa. A nadie nos gusta sufrir y el dolor, en su sentido amplio, es un sufrimiento muy molesto. Cuando llama a la puerta de nuestros sentidos y empezamos a notarlo nos falta tiempo para pensar qué medicamentos podemos tener que nos lo pueda quitar. Y si es algo mucho más serio nos planteamos la necesidad de marchar al servicio de urgencias del hospital que nos corresponda o, en todo caso, al más cercano, para que nos den un remedio que nos solucione cuanto antes el problema que nos acucia.
      Pero ¿qué pasa cuando ese dolor se manifiesta como consecuencia de una enfermedad que padecemos, más o menos importante, pero que al tener el dolor como una de sus manifestaciones en mayor o menor grado, nos ocasiona unas molestias tan desagradables que queremos evitarlas cuanto antes?
      Todo esto es muy humano, muy nuestro, y el sentido de autoprotección que todos tenemos nos impulsa a conservar el bienestar que teníamos. Y nos damos cuenta de ese otro aspecto que incide en esa lucha constante y sin cuartel contra el dolor, el sufrimiento o la enfermedad: acabamos dándonos cuenta que no podemos deshacernos del todo de esas molestias. Y a veces nos enfadamos o, peor aún, nos desesperamos y nos sentimos impotentes.
     
Es necesario un enfoque que , por lo menos, nos haga ver e intentar comprender, el aspecto positivo que pueda tener el sufrimiento que nos ocasiona  la enfermedad o el dolor.
      La Medicina ha luchado durante muchísimos siglos atrás buscando formas y remedios para curar, suavizar o aminorar el sufrimiento y el dolor. Y sigue haciéndolo sin descanso mediante la investigación. Poco a poco han ido lográndose avances en muchos casos (los calmantes para el dolor, la anestesia para la cirugía y muchas cosas más) pero no podemos estacionarnos en ese punto.
      Como enfermos pienso que también tenemos algo que decir, o mejor aún, ALGO QUE HACER. Si somos cristianos y nos sentimos parte integrante de la Iglesia hemos de ver qué  actitud nos corresponde a cada uno de nosotros.

      San Pablo nos ofrece una pista: 'Ahora me alegro de padecer por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo que es la Iglesia'. (Col. 1, 24). Tanta importancia da a los sufrimientos de nuestro cuerpo, que en la primera carta a los cristianos de Corinto les dice: '¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?' (1Cor. 6, 15). El sufrimiento y dolor de nuestros cuerpos lo eleva a los padecimientos sufridos por el mismo Jesús de Nazaret, verdadero Dios y verdadero hombre.
     
      Esto le puede plantear esta duda a cualquier persona: ¿Significa ésto que Jesucristo no nos acabó de redimir totalmente? El recordado Papa San Juan Pablo II nos lo explica en su Carta Apostólica 'Salvifici Doloris' de esta manera:
      '¿Esto quiere decir que la redención realizada por Cristo no es completa? No. Esto significa únicamente que redención obrada en virtud de amor satisfactorio permanece constantemente abierta a todo amor que se expresa en el sufrimiento humano. [...] Cristo ha obrado la redención completamente y hasta el final, pero al mismo tiempo no la ha cerrado. [...] Cristo se ha abierto desde el comienzo, y constantemente se abre, a cada sufrimiento humano. Sí, parece que forma parte de la esencia misma del  sufrimiento redentor de Cristo el hecho de que haya de ser completado sin cesar'. (San Juan Pablo II. Carta Apostólica 'Salvifici Doloris'. Capítulo V: Partícipes en los sufrimientos de Cristo, núm. 24).
     
Leída esta opinión del Papa la podemos encontrar lógica y realmente lo es, pero también resulta lógico que cualquier persona que está atravesando el principio de una enfermedad del tipo que fuere, pero que inevitablemente le va a producir dolor, fiebre o malestar generalizado, lo impulsa a tomar la decisión de acudir a un médico o a la farmacia más cercana para que le aconsejen y vendan el medicamento que combata o aminore sus sufrimientos cuanto antes, como comentaba al principio.
      En el Antiguo Testamento bíblico podemos encontrar ya este tipo de situaciones, pero mejor lo dejamos para la próxima entrada.

     Que Nuestra Señora la Virgen de Loreto interceda por nosotros, por nuestras familias y por la paz mundial.