domingo, 25 de septiembre de 2016

¿Cielo? ¿Reino? ¿Universo? (III)

SAN AGUSTÍN PREDICANDO ANTE EL OBISPO VALERIO
      'Ya no habrá enemigo y no perecerá ningún amigo. Allí Dios será alabado. Aquí Dios también es alabado, pero aquí lo es por hombres sumergidos en preocupaciones. Allí por hombres que viven en paz; aquí por mortales. Allí por seres definitivamente vivos; aquí en esperanza. Allí en realidad; aquí de camino, allí en la patria'. (San Agustín, sermón 256).
      He querido comenzar la entrada con esta forma de explicación del cielo que tuvo San Agustín. ¿Lo expondría, aproximadamente como lo interpretó el autor de este cuadro? De cualquier manera la imaginación es libre y nosotros podemos hacernos también una composición de lugar personal.
      Según el fragmento expuesto compara la forma tan distinta de vivir nuestra relación con Dios en el aquí y ahora del tiempo y el lugar donde nos ha tocado vivir y la forma tan diferente de desarrollar nuestra existencia junto a Él, viéndole cara a cara, contemplándole tal cual es.
      Para llegar  esta conclusión  y dar semejante opinión, San Agustín debió pasar muchos momentos de oración y de meditación. Doy por supuesto que la Gracia de Dios estuvo ayudándole porque el Espíritu del Todopoderoso se derrama, ayer y hoy, (y siempre) sobre quienes lo buscan con verdadera entrega y devoción.
BAUTISMO DE SAN AGUSTÍN.-Louis de Boullogne, Le jeune.-1654 - 1733
      El mismo Espíritu que iluminó a San Agustín de Hipona iluminó a los Patriarcas, a los Profetas y a cuantas personas manifestaron sus pensamientos en las Escrituras. 'Así dice el Señor al pueblo de Israel: Buscadme y viviréis'. (Am. 5, 4). Así de simple...y de costoso. Buscar al Señor para hacer su voluntad, colaborar en sus planes y permanecer en constante escucha a su voz, como el jovencísimo Samuel. Durante la noche oyó que lo llamaban y marchó junto a Elí pensando que era él quien lo necesitaba. Tras varios de estos momentos y no siendo él quien llamaba al muchacho, llegó a la conclusión que era Dios quien llamaba a Samuel, y así se lo dijo al muchacho. Cuando la volvió a oír, la respuesta fue muy clara: 'Habla, Señor, que tu siervo escucha'. (1 Sam. 3, 10). Esa es otra de las tareas que nos corresponden a los cristianos: permanecer a la escucha de Dios. Buscarlo, siempre, pero sabiendo escuchar y discernir lo que desea de nosotros.
      Ganar el cielo es tarea de toda una vida y a lo largo de ella incorporar a nuestra personalidad, a nuestro carácter, cuanto vayamos descubriendo, de tal manera que quien nos vea a nosotros sea capaz de acordarse de Dios. Incluso de 'verlo' a través de nosotros.
      En entradas anteriores hemos visto que existen citas del Antiguo Testamento que aunque no hablen expresamente del cielo o del Reino de Dios (de eso se encargará posteriormente Jesucristo), sí que hace referencia a unos aspectos que lo nombran indirectamente o de otra manera. En el Libro de la Sabiduría podemos ver que en el fondo de algunas citas sí que hace referencia a lo que espera el ser humano después de esta vida. 
        'Pero las almas de los justos están en manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará. Los insensatos piensan que están muertos, su tránsito les parece una desgracia, y su salida de entre nosotros, un desastre, pero ellos están en paz. Aunque a juicio de los hombres han sufrido un castigo, su esperanza estaba llena de inmortalidad y por una leve corrección recibirán grandes bienes. Porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de Él.' (Sab. 3, 1-5).
      No cita en absoluto el cielo, pero sí la recompensa que el Creador les concederá después de esta vida.  En el mismo capítulo podemos leer como un resumen a lo dicho anteriormente: 'Los que ponen en Él su confianza comprenderán  la verdad, y los fieles permanecerán junto a Él en el amor, pues la gracia y la misericordia son para sus elegidos'. (Sab. 3, 9). Realmente este Libro no tiene ningún desperdicio. Se pueden encontrar en él muchas normas y pautas de vida que nos conduzcan al premio eterno que Dios tiene preparado a quienes hacen la opción de su vida por Él, con Él y en Él. Y teniendo en cuenta que a Dios nadie le gana en generosidad y que desea ardientemente tenernos junto a Él, no se detendrá en darnos solamente el ciento por uno, sino más. Muchísimo más. Siendo Dios infinito, el ciento por uno queda minimizado ante su misericordia y su amor.
      Esto queda resumido en este fragmento: 'Pero los justos que viven para siempre, el Señor les recompensará y el Altísimo cuidará de ellos'. (Sab. 5, 15). Todo consiste en dejarnos llevar por él, como veremos en diversos puntos del Nuevo Testamento. Jesús viene, vive entre nosotros y se encarga de darnos la gran esperanza en la vida eterna, en el Reino de su Padre, puesto que está destinado también para todos nosotros.

      El cielo,...¿cómo será? No lo sabemos, pero tenemos en nuestro interior una sed infinita de poseerlo, de vivirlo, de disfrutarlo,...porque allí está el mismo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo esperando que nos sumerjamos en la Gracia divina para conseguirlo. Pero lo cierto es que a poco que nos paremos a meditar cómo podremos estar, lo estaremos deseando. 
      He comenzado la entrada con un texto de San Agustín. Permítanme que les deje con otro texto, pero ahora de San Gregorio Magno: 'Allí está la sociedad de los ciudadanos de la patria celestial; allí es donde todo es fiesta; allí está el descanso verdadero y seguro; allí es donde reinan la paz y la tranquilidad perpetuas'. (San Gregorio Magno.Homilía 30. Sobre los Evangelios).

       Que Nuestra Señora la Virgen, Auxilio de los Cristianos nos bendiga y ayude.

martes, 6 de septiembre de 2016

¿Cielo? ¿Reino? ¿Universo? (II)

      Sí, señoras y señores. El tema del cielo es, realmente, apasionante y cuando se trata este tema en alguna reunión formativa es una auténtica gozada escuchar las diversas opiniones, los argumentos planteados, las evidencias más contundentes,... Y curiosamente todos suelen coincidir en una opinión generalizada que en la entrada anterior mencioné: no tenemos palabras apropiadas para abordarlo como se debiera.
      Pero no hay más alternativa que emplear los conceptos y el vocabulario que poseemos y en ellos nos tenemos que centrar. No obstante lo dicho, sí que podemos apoyarnos en algo tan real y rico en contenido como son las Sagradas Escrituras. La Biblia contiene citas que nos pueden aclarar cosas, pero ¡cuidado! Eso no significa en modo alguno que lo digan todo. Las citas apropiadas pueden aportarnos una luz según el fragmento que empleemos en cada tema o aspecto que tratemos.
      La Tradición y los Santos Padres son de enorme utilidad. Forman parte del camino que la Iglesia ha recorrido a lo largo de los siglos para conocer los misterios de Dios y cuál es su voluntad con respecto a la Humanidad.                            'Como dice la Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios ha preparado para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios'. (1Cor, 2, 9-10). No sé cuántas veces habrá podido leer este fragmento de la Carta primera a los corintios cuantos lean estas líneas, pero desde los dieciséis años que tenía yo cuando comencé a leer el Nuevo Testamento con un poquito de interés y mucha seriedad, búsqueda y afán de saber, esta lectura me impactaba. Y lo sigue haciendo. Más aún. Cuando comencé a plantearme cómo iba a ser el Más Allá cuando muriese, leía, meditaba y le daba muchas vueltas a este fragmento. Lo veía como una posible respuesta a mis interrogantes.-
      Si una vida debía ser trascendente y se vivía como una respuesta a Dios desde nuestra existencia intentando vivir según su voluntad, necesariamente Dios iba a dar una respuesta más tarde o más temprano. Pero NADIE. Nadie puede imaginar realmente lo que Dios nos va a preparar a quienes hagamos por Él la opción de la vida. Y eso me daba serenidad, pero también preocupación por los fallos que pudiera tener.
      Con el paso de los años fui haciendo nuevos descubrimientos en la actitud de misericordia, de perdón, de generosidad, de ternura que Dios tiene con cada uno de nosotros. Hoy, unos cuarenta y cinco años después de aquellos comienzos, con mucha más madurez que entonces y abandonado completamente en sus manos y en los brazos e intercesión de la Santísima Virgen, su Madre (y también nuestra Madre), estoy mucho más centrado en mi vida cristiana, pero eso sí, sin bajar la guardia lo más mínimo, porque 'el diablo,vuestro enemigo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar'. (IPe. 5, 8).
      Discúlpenme, por favor, esta pequeña confidencia personal nacida de lo más hondo de mi fe cristiana. Han sido muchos años de búsqueda, muchas veces encontrando algo con ayuda de un sacerdote amigo o sin ayuda, pero siempre a través de la meditación de la Palabra. Otras veces, las menos, no sacaba sino aridez y alguna pequeña confusión, pero seguía adelante porque sabía que aquello no era el final ni tampoco lo definitivo. El Verbo divino me ha ayudado no pocas veces con la ayuda de fragmentos del Antiguo y del Nuevo Testamento, que también intentaré compartir con ustedes. Pero la aventura continúa hasta que llegue el momento de estar cara a cara con Dios y conocerlo todo tal como me lo enseñe Él directamente: 'Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido'. (1Cor. 13, 12).
      Les puedo asegurar que mis comienzos sobre e Cielo eran los mismos que los de mucha gente: un lugar. El problema vino luego cuando me planteé dónde podría estar. Hoy sonrío de aquello, pero hubo que pasarlo, porque dando un paso más vino el siguiente interrogante: Siendo Dios inmutable, por pura lógica no podía cambiar. Dios es 'EL-QUE-ES' por propia definición y así se lo dice a Moisés cuando éste le pregunta por su nombre. La respuesta queda muy clara: 'Yo soy el que soy. Explícaselo así a los israelitas: YO SOY me envía a vosotros'. (Ex. 3, 14). 
      Era y es el mismo Dios de la Creación, el mismo Dios del hombre neandertal, de las personas del siglo XV o de las del siglo XXI, entonces, ¿dónde podía caber tanta gente que cuando fuera redimida irían al Cielo, además de los que todavía tenían que nacer hasta la consumación de los siglos?
      Esto me agotaba. Era imposible. La respuesta vino por sí misma aunque fuera simplista: el 'lugar' no podía ser material. Pregunté y leí mucho y al final llegó la luz: era un 'estado'. Una forma de ser y existir distinta, inmaterial, espiritual,... Isaías, empleando la forma coloquial que tenía, escribe: 'Así dice el Señor: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Cómo pretendéis construirme una casa o un lugar para que yo viva en él?' (Is. 66, 1). Este fragmento podría ser considerado como básico para intentar entender un poquito que la morada de Dios no puede ser algo material, aunque el Hacedor esté empleando expresiones del vocabulario humano para que lo entendamos.

      Cuando a Jesucristo le piden los discípulos que los enseñe a orar, va desgranando las frases del Padre Nuestro y lo comienza, como todos sabemos, con la expresión 'Padre nuestro, que estás en los cielos,...', pero lógicamente, pero no hace referencia un 'lugar' material tal como nosotros lo entendemos, sino a una forma o manera de 'estar', porque Dios puede estar donde le plazca, incluido el 'estar' dentro de nosotros mismos, en nuestro interior. ¿No lo tenemos en nuestro interior cuando lo recibimos en la Eucaristía? Así es y así lo creo por la fe, porque de otro modo no se podría entender que la Eternidad hiciese morada en nosotros.
      En la próxima entrada veremos algunos contenidos bíblicos que hacen referencia al Cielo.

       Que Nossa Senhora do Carmo Church nos proteja, bendiga e interceda por todos nosotros.