lunes, 30 de marzo de 2009

LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ (II)

Tenemos la Semana Santa muy cerca. El próximo domingo ya es Domingo de Ramos y no debo esperar más tiempor para continuar con esta entrada. Comencemos.

Cuarta Palabra. Es el momento de la soledad de Cristo. Se ve solo a pesar de la gente que le rodea contemplando su sufrimiento y que no entiende nada de lo que realmente está ocurriendo allí. ¿Cómo lo va a entender si desde el odio solamente alcanzaban a ver que se lo quitaban de en medio? A la hora nona Jesús siente que la muerte se acerca. Y de nuevo alza su voz desde lo hondo de su Humanidad, con la oscuridad cubriendo la tierra: ‘¡Elí! ¡Elí! ¿Lama sabaktani?’ Que quiere decir: ‘¡Dios mío! ‘¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?’ (Mc. 15, 34)

Le han puesto a la altura de los delincuentes comunes. Un discípulo le ha traicionado y otro, su amigo, le ha negado. A excepción de los que le permanecen fieles al pie de la Cruz, todos le han abandonado. Tal vez por miedo. Acaso por vergüenza. Tal vez por esos sentimientos que nosotros mismos sentimos cuando no le confesamos ante los que nos rodean.

Y esa soledad duele. Y Jesús, como Hombre, siente el sabor amargo de la soledad. Por eso clama a Dios como cualquiera de nosotros hacemos cuando ante uno de los problemas que la vida nos trae nos sentimos solos y abandonados. Impotentes en todo. Es el pequeño sabor de nuestra propia cruz. Es nuestra identificación y solidaridad con el Dios que sufre y redime en su Cruz para nuestra salvación. Es la adhesión del Universo que se une a su Creador como en una nueva cosmogonía.

El grito de Jesús es acaso el recuerdo del versículo 2 del Salmo 22 (21) con el que tal vez hubiese orado en alguna de sus muchas noches de oración comunicativa con el Padre, que ahora se vuelve más oración que nunca y más desgarradora que nunca. El grito de Jesús, como el del profeta Jeremías (Jer. 14, 10-18), manifiesta sentir que ha llegado al límite de su resistencia humana.

El grito de Jesús es… una invitación a la contemplación de esa escena haciendo causa común con ese Varón de Dolores, conocedor de todos los quebrantos, como dice el Profeta Isaías en el Poema al Siervo de Yavé. (Is. 53, 1-12). Y es una invitación a la oración.

Quinta Palabra.- Nos muestra el desbordamiento del dolor y el sufrimiento de Cristo. La sed física lo está torturando. Sabiendo que todo llegaba a su fin y con lo cual se cumplían las escrituras, clamó: ‘Tengo sed’. Y le dieron a beber vinagre en una esponja sujeta a una caña. (Jn. 19, 28-29)

Nuevamente otro Salmo: ‘En mi sed me dieron a beber vinagre’. (Sal. 69 (68), 22). La Escritura continúa cumpliéndose a través de ese soldado romano. Meditando este momento, me vino a la cabeza una de las Obras de Misericordia: ‘Dar de beber al sediento’, no porque el soldado le diera de beber a Cristo, sino por la importancia que tiene para cada uno de nosotros ofrecer agua en un momento oportuno o aceptarla cuando nos la ofrecen. El mismo Jesús en su predicación lo dejó muy claro: ‘Quien de un vaso de agua a uno de estos pequeños por ser discípulo mío, os aseguro que no se quedará sin recompensa’ (Mt. 10, 42).

Personalmente no puedo dejar de pensar en los sentimientos de María que, como Madre, sentiría ante los sufrimientos del Hijo. Y el tormento de la sed no podía dejarla indiferente. ¿Recordaría las veces que había traído agua en sus cántaros para que su Hijo bebiera en sus años de niñez? No me cabe ninguna duda que el mismo Espíritu que la fecundó, le dio la Fortaleza necesaria para superar este amargo trago.

En el cuadro que ilustra esta Palabra aparece le Virgen de pie, lo mismo que en muchísimas otras obras de Arte que representan esta escena (aunque no en todas, ya que en algunas aparece desvanecida). A mí me transmite un ejemplo a seguir ante los problemas que nos rodean. Sin desfallecer, como Ella. Sin abandonar, como Ella. Sin negar al que traspasaron. Como Ella.


Sexta Palabra.- Después de haber probado el vinagre que le dieron con ánimo de calmar su sed, aun dentro de su tormento fue consciente de que su misión había llegado a su fin. Familia, apóstoles, amigos, … todo quedaba atrás. Como en un lamento hacia su propio interior, sabiendo que la voluntad de su Padre la había cumplido, exclamó: ‘Todo está cumplido’ (Jn. 19, 30).

Es el momento de la plenitud del cumplimiento de las Escrituras. Años atrás, al principio de su vida pública como nos cuenta San Lucas 4, 16-30, en la sinagoga de Nazaret leyó y explicó el sentido de las escrituras, concretamente de Isaías 61, versículo 1. Primero se maravillaron de su sabiduría, pero cuando empezó a hablar claro ya les sentó muy mal. Pero entonces, como en este terrible momento en la Cruz, ‘El Espíritu de Yavé descansaba en Él’.

Fue consecuente hasta el último hálito de vida que pudo tener. Y fiel a la gran Misión que el Padre le encomendó. Por eso ‘Dios le exaltó y le otorgó un nombre sobre todos nombre, para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos’, como dice San Pablo. (Fil. 2, 8-11).

Y para nosotros, es el espejo que nos guía en este desierto de la vida que vivimos. ¡Ojalá nos ayude a que el Espíritu también esté sobre nosotros!

Séptima Palabra.- Es el fin, pero es el principio de todo. Es el momento en que la Historia de la Salvación alcanza su punto álgido. Ya no hay palabras para este momento. Sabe que aun dentro de las apariencias, el Padre está con Él. Y dando una gran voz, dijo: ‘¡Padre!. En tus manos encomiendo mi espíritu’. (Lc. 23, 46).

Estas palabras parece que tienen un antecedente y una situación distinta. Aún en el cenáculo, recién instituida la Eucaristía, Jesús ora al Padre diciéndole: ‘Ahora, Padre, glorifícame con aquella gloria que ya compartía contigo antes de que el mundo existiera’. (Jn. 17, 5). ¿No les parece?

Aquí Jesús ya no dice ‘Dios mío’, sino ‘Padre’. Es la intimidad divina del Hijo con Quien le ha enviado a plenificar la espera de tantos siglos y de tanta Historia. La Humanidad está redimida y la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro. El Espíritu que se cernía sobre las aguas en la Creación, comienza a darse a conocer y a actuar más visiblemente. La frase va seguida del versículo 6 del Salmo 31 (30).

Entiendo que para nosotros es una invitación a no temer nuestra propia muerte.

Si Jesucristo se encomienda al Padre y a nosotros nos ha enseñado a llamarlo así, algo impensable para los israelitas contemporáneos suyos, ¿qué miedo podemos tener? La muerte es para mirarla de frente. No en vano San Francisco de Asís la llama ‘hermana muerte’. Se trata de vivir una vida coherente con nuestro bautismo y según el Evangelio, a pesar de los fallos o pecados que podamos tener. El perdón del Padre siempre estará junto a nosotros como hijos pródigos del siglo XXI. (Jesucristo ya instituyó el Sacramento de la Reconciliación para que obtuviésemos el perdón de Dios confiadamente por medio de un sacerdote)

Tanto Santa Teresa de Jesús como San Juan de la Cruz, nos dicen en un poema : escrito por ellos con leves diferencias: ‘Vivo sin vivir en mí. Y tan alta dicha espero, que muero porque no muero’. Tal vez vieron claro que el auténtico futuro está en el Reino que Dimas pidió a Jesús.

Amigos. Estas Siete Palabras son Evangelio puro y duro. Son Buena Nueva encaminada al triunfo del Crucificado: la Resurrección. Esa es nuestra propia razón de ser como cristianos, porque si no, como dice San Pablo,: '…y si Cristo no ha resucitado, tanto mi anuncio como vuestra fe carecen de sentido’. (I Cor. 15, 14).

Ahora…se pueden decir muchas cosas más.
Ahora…se pueden interiorizar o exteriorizar muchas cosas más.
Ahora…se pueden llevar a la vida muchas cosas más.
Ahora…la iniciativa es de todos y cada uno de ustedes y mía propia.

Cada cristiano siempre debe tener una capacidad de riesgo y de liderazgo.

Pero el sacrificio de Jesucristo no nos puede dejar indiferentes. Arriesguémonos por Él, con Él y en Él. Que Él nos bendiga a todos.

miércoles, 25 de marzo de 2009

LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ (I)


Ha sido una semana muy especial, no por lo que esperaba ni por lo que tenía previsto, sino por las vivencias.

Es cierto que tengo una entrada de Euterpe, a quien agradezco su acertada intervención, y a quien contestaré próximamente porque el tema que aborda es muy interesante. Pero ahora deseo, por lo reciente e impactante para mí, tocar el tema del título de esta entrada.

Me pongo delante del ordenador para comenzar a escribir y les aseguro que no sé cómo hacerlo. Pero lo voy a intentar. Otra cosa es que consiga transmitirles lo que he vivido. De lo que sí estoy seguro es que ustedes me entenderán.

Veamos. Que a estas alturas yo tenga que estudiarme unas partituras porque la coral en la que canto va a ofrecer un concierto sacro, es absolutamente normal. Personalmente ya lo conocía porque ese concierto iba incardinado en la proclamación del Pregón de la Semana Santa de mi ciudad. Lo que no conocía, entre otras cosas, es que el Director, cuando empezamos el primer ensayo me iba a decir: ‘Tú te vas a encargar de cantar el papel de Jesucristo’. Es decir, que las Siete Palabras las tenía que cantar.

Para mi era un reto difícil, porque yo entiendo que de la misma manera que cuando hago una lectura en la Eucaristía dominical procuro NO LEERLA, sino meterme dentro de ella y PROCLAMAR LA PALABRA DE DIOS, aquí no se resumía el tema en cantar mejor o peor: debía intentar hacer llegar al auditorio el sufrimiento de Jesucristo. Hacerlo creíble. Que participasen de ese momento del Calvario.

Y ahí veía una muralla prácticamente infranqueable. Pero tomé una decisión que me parece que es la única viable: me puse a orar y a pedir al Espíritu que me ayudase. Incluso en mi apuro llegué a pedir a Jesucristo (¡qué inconsciencia la mía dentro del mar de nervios que tenía!): “Jesús. Canta Tú por mí. Ayúdame”.

Y poco a poco fui desgranando todas las palabras. Más o menos, esto que les pongo a continuación es lo que fui descubriendo en la oración y me ayudó muchísimo. Por eso deseo compartirlo con todos ustedes. A fin de cuentas, nuestra Semana Grande se acerca y hemos de prepararnos para la celebración del Triduo Pascual como merece el LOGOS, nuestro Salvador, nuestro Kyrios.

La Primera Palabra nos presenta a Cristo, crucificado en el Calvario, que clama a Dios diciéndole: ‘¡Padre! Perdónalos porque no saben lo que hacen’. (Lc. 23, 34)

Antes he dicho que es nuestro Kyrios, nuestro Señor. Y así lo entiendo, porque en ese momento de la Cruz lanzando esa súplica al Padre, pienso que es porque dentro de la vivencia de ese momento Dios es perdón y Cristo ha venido para salvar a los pecadores, a todo el género humano. Esa es su preocupación y en ella encierra su ruego.

No es solamente el perdón para los que le crucifican. También para los que viven desde el odio, desde las locuras de los asesinatos de niños inocentes en el vientre materno y de los que proclaman insensatamente la eutanasia, por que el Señor de la vida es solamente Dios que ha creado todo. Y para ellos también pide el perdón del Padre que, en virtud del sacrificio del Hijo, repara lo que por nosotros mismos sería irreparable.

La Segunda Palabra nos introduce en el momento en que de los dos ladrones que estaban crucificados, uno, reconoce que Jesús es inocente y cree en Él. Se inicia lo que podríamos llamar un diálogo de misericordia entre Jesucristo y Dimas, el cual le pide que se acuerde de él cuando esté en su Reino: ‘Señor. Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino’ Y la respuesta de Jesús no admite dudas: ‘Te aseguro que HOY estarás conmigo en el Paraíso’. (Lc. 23, 39-43). ¿Se imaginan el momento? Debió muy duro. Atroz. Mientras uno de los ladrones le increpaba, el otro, Dimas, daba la cara por Jesús. ¿Sería la dignidad de Cristo ante la injusticia que cometían con Él lo que motivó su actitud? Un moribundo pide a otro moribundo la vida. Y Cristo le anuncia que ESE DÍA tendrá la VIDA.

Acaso fue un momento de total lucidez en el Buen Ladrón. La que no había tenido, quizá, en el transcurso de su vida, la tuvo en ese preciso momento, colgado en una cruz. Pienso en la paradoja de ver cruces de insultos e improperios y cruces de Paraíso. No pude evitar pensar en la disyuntiva que se nos presenta cada día en el transcurso de nuestra existencia: ¿A dónde nos conduce nuestra cruz? ¿Es de ignorancia de Dios al que arrinconamos o es una cruz que nos lleva al Paraíso con Él, a través de todas nuestras propias vicisitudes y problemas?

La misma misericordia vertida sobre Dimas en ese momento es la que se puede derramar sobre cada unos de nosotros cuando nos damos cuenta de nuestros fallos con respecto al Sumo Hacedor y volvemos a Él nuestro rostro reconociendo las culpas.

Tercera Palabra. La ternura se hace presente en este drama. Un muchacho y un grupo de mujeres están junto a la cruz. Entre ellas, Jesús ve a su Madre y distingue al muchacho, de nombre Juan, que están junto a él en estos momentos.

Su ternura y preocupación se hacen presentes y, haciendo un esfuerzo se dirige a Ella diciéndole: ‘Mujer. Ahí tienes a tu hijo’.
Luego, dirigiéndose a Juan, le encomienda lo que más quería e n este mundo: ‘Ahí tienes a tu madre’. (Jn. 19, 25-27)

¿Qué quieren que les diga? En el mes de julio pasado ya hice una entrada con este mismo texto del Evangelio, pero desde otro enfoque. Ahora era el momento de pensar en ese instante crucial y tierno para Jesús. Ella quedaba sola. Nazaret, José, los días felices tal vez se agolparan en el pensamiento de Jesús. Y el amor a la madre tuvo que aflorar y surgió como potente manantial: era su Testamento. Al entregar su Madre al discípulo predilecto y éste acogerla, suponía que nosotros y las personas de todos los tiempos éramos Juan en ese momento. Y María, la Madre perfecta que nos legó. La llena de Gracia.

Personalmente, ese momento es especialmente duro para mí. Al morir mi madre cuando tenía ocho años no llegué a disfrutar de sus caricias o de sus reproches en la vida. Pero quedaba Ella. Estaba ahí, en mi dolor inconsciente de niño. Es como si en ese momento el mismo Jesús me hubiese dicho. ‘Ahí tienes a tu Madre. Ella te ayudará y te dará su amparo’. Y en el transcurso de los años he visto que, sin saber cómo, siempre la he tenido junto a mí. Y eso transforma mi vida en un perenne agradecimiento a Jesucristo y a Ella misma. Por eso la elegí ‘como Madre mía y defensora’ y a ella ofrecí a mi hijo y a mi hija cuando les bautizamos.

Y la Pasión en el Calvario continúa.

domingo, 15 de marzo de 2009

Un poco más de Cuaresma. Sólo un poquito más.

No se crean que es algo patológico poner otra entrada sobre Cuaresma. Se lo digo sinceramente: Estamos viviendo la Cuaresma y aunque cada uno estemos ayunando en lo que creamos que más podemos agradar al LOGOS, eso no quita que tengamos nuestro sentido del humor, que tengamos una sana diversión o que cantemos una ranchera, un tango, una isa (no me he equivocado; se llama así un canto de las islas Canarias) o una romanza de zarzuela, porque lo cortés, no quita lo valiente.

¿A dónde voy a parar? Así de sencillo, ya verán. Una amiga me ha enviado un correo electrónico adjuntándome el PowerPoint que les pongo, porque es una delicia auténtica ir leyéndolo. Cada diapositiva, independientemente de la belleza que tiene cada fotografía, hay unos pensamientos, unas frases, para hacernos pensar o incluso orar con ellas. ¿Por qué no? Incluso algunas son muy semejantes a lo que yo he ido escribiendo en las dos entradas anteriores, pero me ha parecido muy interesante y deseo compartirlo con todos ustedes.

Y ya les dejo con sus cantos populares nacionales (Perdónenme. Me hubiese gustado poner el nombre de algunos de ellos, pero salvo el corrido mexicano o el tango argentino que canté en mi época de estudiante, no conozco otros. Lo siento de verdad. Me hubiese gustado nombrar de otros países porque estoy seguro de su riqueza folklórica, pero ¡que le vamos a hacer...!) o los cantos modernos, pero que estén llenos de sana diversión y… también les dejo con el PowerPoint. Saboréenlo. Disfrútenlo. Descubran la voz del Padre que desde esas líneas les habla. Llénense de la Vida de Dios.

Personalmente ya lo hice. ¡Ah! Se me olvidaba. No me ha importado que sea del año 2008. Lo fundamental es el mensaje que nos llega. A fin de cuentas, la respuesta es nuestra. Y esta puede ser positiva desde nuestra receptividad al LOGOS. Ahí lo tienen.

El Ayuno Que Dios Quiere.cuarESMA

sábado, 7 de marzo de 2009

¿Cuaresma? ¡Sí, gracias! (II)

He recibido su entrada con mucha alegría, Magdalena, y observo, por lo que cuenta en su escrito, que también se priva de algo en esta cuaresma (no comer caramelitos ni chucherías).

Eso me da pie para que en el tema del ayuno nos planteemos brevemente otro tipo de ayunos. Digamos que los del siglo XXI.

Por ejemplo. Nos podríamos plantear el ayuno de juzgar a nuestros semejantes y descubrir al LOGOS que habita en ellos. O podríamos ayunar de los desalientos que a veces nos inundan y llenar nuestra vida de un sano optimismo fundamentado en Dios. ¿Qué tal si ayunamos de todo cuanto nos separe del Espíritu divino para ponernos en situación de que Él nos inunde con su Ser?

Y si hacemos referencia a una abstinencia actual, nos podríamos abstener del inútil y feroz consumismo que existe hoy que nos convierte en esclavos de nuestras propias carencias para transformarnos en señores de nosotros mismos, ejercitando la fuerza de voluntad. Nos podemos abstener también de fijarnos en las diferencias con los demás y hacer de nuestra vida una fiesta que nos una a la Vida que se nos ofrece. ¿Y si nos abstenemos de las tinieblas de la tristeza, del desánimo estéril y celebramos la Luz de quien es la Luz verdadera? Y así, podríamos seguir…

Oiga. Quedamos que tenía otras cosas que decir y está volviendo a lo mismo de la vez pasada. ¿Se le ha olvidado? Pues no. No se me olvidó, pero la entrada de Magdalena me ha dado pie para que complete alguna cosa más. ¿Qué le vamos a hacer? El tema de la Cuaresma da para mucho más, pero no vamos a ser exhaustivos y dejaremos algo para el año que viene, ¿no?. Sigamos pues.


Centrándonos en el tema que nos ocupa, el siguiente punto hace relación a la limosna. ¡Ya lo decía yo! ¡Qué raro que no tocase el tema de rascarnos el bolsillo! Pues le voy a dar un disgustillo, porque ahora no le voy a dar la razón. No me voy a referir a eso, que lo dejo para otros. Existen otros tipos de limosnas que pueden llenar nuestras vidas y ser tan necesarias, tal vez más en algunos casos, como la limosna económica.

Miren. El domingo pasado mi esposa, como Ministro Extraordinario de la Comunión y enviada por el sacerdote, tuvo que llevarla a una señora que conocemos, que cuando salió a la calle para comprar unas medicinas un día que hacía un viento huracanado realmente horrible, un tornado la arrebató por los aires y la estampó contra la pared. Independientemente de las fracturas que tuvo en los huesos de la cara y las magulladuras, perdió el ojo derecho. Es viuda y vive sola. Acompañé a mi esposa en esa hermosa misión de llevar la Eucaristía a los enfermos y pude comprobar cuánto agradecen estas visitas, independientemente de que en ellas reciben el Cuerpo de Jesús.

Hablamos un buen rato con ella y ya en la calle, me contó mi esposa que muchas veces se desahogan con las personas que cubren este servicio eclesial. Es enorme la alegría que tienen cuando llega ese momento porque hay una comunicación diferente de la que tienen con sus familias respectivas. Y hay que escucharles y saber estar con ellos. Sin prisas. Cuando llega el momento de irse ya están deseando que vuelva a se domingo de nuevo.


Y es que independientemente de que existe una Obra de Misericordia (que yo sepa no se han derogado) que dice ‘visitar y cuidar a los enfermos’, aquí se está practicando la limosna del servicio a los demás. ¿Le suena a alguien eso de ‘estuve enfermo y me visitasteis?’ (Mt. 25, 39) .





¿Y si hablamos de esta otra Obra de Misericordia que dice ‘Dar de comer al hambriento’? Sirve la misma cita de antes, pero con el versículo 35. En la TV. Se dio la noticia de un grupo de mujeres que se habían juntado para cocinar por turnos todos los días para ayudar a las personas que están siendo azotadas por el hambre al no tener trabajo y haber agotado todos sus recursos, mientras los hombres repartían la comida a quienes se presentaban.

Sí. Es otra forma de dar limosna. Igual que los muchachos y muchachas que se van los sábados y domingos por la tarde a pasarlos con los ancianos jugando con ellos a las cartas, al ajedrez o simplemente a oírles contar, acaso por enésima vez, las batallitas de cuando eran jóvenes.

Y ya termino con este último punto. Todo esto no tendría sentido alguno si no lo hiciésemos con nuestros ojos puestos en Aquel que nos da una razón de ser a nuestra vida. En Aquel que nos hace sentir su proximidad a través de la oración, que en este tiempo cuaresmal adquiere un significado especial.


En una entrada anterior hablé de Radio María. Pues bien. Oyéndola un día en el coche me pareció entender algo así como que si del tiempo que se dedica a la TV , tomáramos un poquito para dedicarlo a la oración, las cosas podrían ir mejor. Sentí no haberlo escuchado bien y en su contexto, porque al estar conduciendo iba pendiente de la carretera, pero cuando empecé a meditar esto en mi casa mientras oraba, sentí que era cierto.

Tomamos cosas del mundo que en sí mismas pueden ser buenas, pero que nos pueden apartar de los primeros puestos de nuestra escala de valores y conducirnos a nosotros a actividades que nos aparten de nuestro verdadero enriquecimiento personal.

En el tiempo cuaresmal nuestra oración pienso que debe tener unos rasgos que la diferencien de la del resto del año. Acaso uno de ellos sea el del recogimiento de nuestro corazón para que se centre de forma especial en Quien vino a darlo TODO por todos nosotros. Sin excepción alguna.

Se trata de hacer el desierto en nuestro interior para encontrar el Oasis que contenga el manantial que nos haga saltar a la Vida Eterna. (Jn. 4, 14). ¡Pero si yo no tengo tiempo para eso! Además, ¿dónde voy a hacer la oración con todo lo que hay a mi alrededor? Le contesto. Hace más el que quiere que el que puede y querer, es poder. Acaso por las noches, en nuestra habitación…. Cada uno sabe dónde está ‘su’ desierto.

Lo cierto es que la oración en Cuaresma es imprescindible para unirnos más a ese Jesús que queremos seguir a pesar de nuestras limitaciones y nuestros pecados. Es el tiempo en el que podemos pedirle a Dios de forma especial su perdón, a través del Sacramento de la Reconciliación para encontrarnos con su Gracia. (Algún día hablaré de ella).

Y ya acabé. (Por ahora). En España ya está algo avanzada la madrugada ¿Les parece que es hora de que me vaya a dormir un poco? (Bueno. Antes haré un poquito de oración. Pero no se lo digan a nadie, ¿eh?)

domingo, 1 de marzo de 2009

¿Cuaresma? ¡Sí, gracias! (I)


Soy de los que piensan (y procuran) que todo el año sea una constante presencia de Dios, del LOGOS, en la vida cotidiana. Para mí, esto significa que la Cuaresma, como la Navidad y la Pascua, tienen su sentido propio dentro de un sistema de vida divinizado porque Jesucristo sea el centro y eje de nuestro quehacer diario.

Esta semana hemos empezado la Cuaresma. ‘¡Ah, sí! Es cuando nos toca eso del ayuno y no comer carne los viernes.’ Hombre. Dicho así… Eso es cierto, pero se debe matizar.
‘Eso’ no es porque sí.

Es un camino a recorrer. En el Antiguo Testamento ya nos encontramos con los cuarenta días con sus correspondientes noches que Moisés estuvo en el Sinaí (Ex. 24, 15-18). También está el profeta Elías que se dirige durante cuarenta días al monte Horeb donde Yavéh le habla (I Re. 19, 8-9). Ya en el Nuevo Testamento es el mismísimo Jesucristo quien, después de ser bautizado por Juan, se retira al desierto impulsado por el Espíritu, (esto es muy importante en mi opinión) para ser tentado por el diablo, ayunando durante cuarenta días y noches. (Mt. 4, 1-2).

Los cuarenta días que dura la Cuaresma, nosotros también nos preparamos para el acontecimiento cumbre de la vida cristiana, el Triduo Pascual, al final del cual viene la razón última de nuestra razón de ser como cristianos: LA RESURRECCIÓN DE CRISTO. Como dice San Pablo: ‘Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación’ (I Cor. 15, 14).

Pues de eso se trata. De prepararnos a conciencia para ese magno acontecimiento. ‘Oiga, sí, pero eso del ayuno y la abstinencia ¿qué sentido tienen en el siglo XXI? ¿No estarán ya desfasados?’ Pues… me parece que no. Por una parte el ayuno supone algo de sacrificio y nos une un poco más a la Pasión de Jesús, que en la Semana Santa conmemoraremos. Y en esta sociedad laicista, hedonista y carente de valores en su gran mayoría, se presenta este sacrificio como una tremenda actualización de los valores humanos y cristianos.

Además, solamente hay dos días de ayuno, el Miércoles de Ceniza (nos la imponen para recordarnos que aquí solo estamos de paso y en el constante camino de conversión al Evangelio) y el Viernes Santo. No se nos caerán los anillos por ayunar esos días, ¿verdad? Por otra parte conozco personalmente a alguien que va a ayunar los cuarenta días de la Cuaresma. Lo que ocurre es que el ayuno debe ir en silencio, en lo escondido, con la alegría retratada en nuestros rostros (¡ y con colonia que nos perfume, caramba, que ser cristiano no significa que no nos debamos perfumar, aunque sea alguna vez!) y con el sentido del humor puesto en nuestro talante. Un cristiano triste es un triste cristiano. (Esto no es mío. Lo oí a un sacerdote en un retiro y me gustó. Lo pongo para compartirlo con ustedes.)

¡Bien, pero ¿eso de no comer carne los viernes? ¡Pero si el marisco está más caro!’. Bueno. Es cierto. Pero aquí nos tenemos que plantear otra cosa. Si somos conscientes de ello lo podemos solucionar no comiendo tampoco marisco. Se pueden comer otras cosas y no pasaríamos hambre. Pero el planteamiento es otro. Si nosotros somos conscientes de que formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo y que eso es la mismísima Iglesia quien nos lo pone para ser cumplido, nuestro deber es tener espíritu de obediencia. La Iglesia, como Madre y Maestra, es la que marca la norma de que sea la carne lo que no se pueda comer. Lo nuestro, es el espíritu de obediencia a la Iglesia a la que pertenecemos.


Por mi parte les puedo decir que hay señoras que hacen ¡unas croquetas de bacalao…! Geniales. Y si repasamos las características culinarias de todas las señoras de cada parte del mundo, veremos que hay una riqueza alimentaria en cada país de cada continente, que puede cubrir nuestras necesidades en las comidas sin necesidad de tomar carne. ¿Verdad, señoras que me puedan leer? ¿Verdad, señores que hayan comprobado cuanto digo? Y no digamos los caballeros o las damas cocineros que saben de esto muchísimo más que yo.

Y lo que aun me queda por tratar lo dejo para otro momento. Así no les canso.