miércoles, 12 de abril de 2017

Dolor…, enfermedad…, ¿por qué? (II)


UNCIÓN DE ENFERMOS.-ROGIER VAN DER WEYDEN.-GÓTICO
      La voz de los altavoces reclamando la presencia de los familiares de la señora atropellada lo sacaron de aquellos pensamientos y marchó, acompañado de su hija, hacia donde había un médico, que les dijo: '-Está muy grave. Hay que trasladarla al Hospital General porque allí está la Unidad de Neurocirugía. Ya les dirán lo que proceda cuando la reconozca el Equipo de neurocirujanos de guardia'.
      Cuando salieron a coger el coche se tropezaron con el hijo y su esposa que llegaban entonces de la ciudad  donde vivían y marcharon de inmediato al Hospital General.
      Allí, largos momentos de espera e incertidumbre. A su yerno, al ser médico, se le permitió entrar a verla y al salir transmitió a la familia la impresión de sus compañeros: 'Está gravísima. No contéis con ella'. El marido era un manojo de oraciones, en muchos casos deslavazadas. Por su cabeza pasaban escenas de muchos años atrás, cuando siendo estudiantes se hicieron novios, que fueron interrumpidas al oír que reclamaban su presencia por megafonía. Una joven doctora explicó que la iban a subir a planta. Iba sedada y seguía inconsciente.
      En la habitación, junto al control de enfermería, estaba únicamente ella como enferma. Alrededor de las ocho de la tarde su marido se dirigió a una de las enfermeras de guardia preguntando por el capellán del hospital y solicitó que en cuanto pudiera acudiese a la habitación para administrarle el Sacramento de la Unción de los Enfermos. En esos momentos consideró que era lo más importante y adecuado para ella. Si Jesucristo siempre había estado presente en su matrimonio en muchísimas circunstancias, también quería hacerlo presente en estos momentos de dolor e incertidumbre, porque también tenía algo que decir en esta ocasión como en tantas otras de su vida en común. Las enfermeras le indicaron que cualquier cosa que considerase importante, por mínima que fuese, debía comunicársela.
      El teléfono móvil del marido no tenía descanso, pues llamó a todos sus amigos sacerdotes comunicándoles lo ocurrido y pidiéndoles que rezasen e incluso que ofreciesen Misas por ella. También llamó a la familia y a los amigos más allegados pidiendo oración. Mucha oración.         A las ocho de la mañana del día siguiente, festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen, (dato muy significativo), se presentó en la habitación el capellán del hospital y le administró el Sacramento solicitado. El silencio, la oración, la tensa espera , continuaban allí, pero a las ocho horas y veinticinco minutos fue roto el silencio y la oración por una débil voz procedente del lecho de la habitación preguntando: '¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde estoy? Esto no es mi habitación. ¿Estoy en un hospital? ¡Ah! ¿Es por el accidente?'
      Tras darle una respuesta tranquilizadora, el marido marchó al control de enfermería. Había cuatro enfermeras preparando medicación para otros pacientes y otra señora esperando en el mostrador. No esperó a que preguntasen nada. Confuso como estaba les dijo: 'Mi mujer se ha despertado y ha preguntado  qué está haciendo aquí...' No pudo terminar de hablar. Tres enfermeras marcharon inmediatamente a la habitación con un semblante en sus caras de asombro e incredulidad. La encontraron hablando débilmente con su hija pero cuanto decía se podía considerar absolutamente coherente. Las tres hablaron con ella e incluso le gastaron alguna broma y mientras una de ellas se quedó en la habitación, las otras dos marcharon.
     
    Unos diez minutos después aparecieron tres doctores neurocirujanos que tras hacerle unas preguntas pidieron a los familiares que salieran de la habitación para quedarse solos con ella. Unos minutos más tarde salieron y uno de ellos se dirigió al marido para decirle que había experimentado una mejoría. Iban a modificarle el tratamiento y le harían nuevas pruebas radiológicas y analíticas. Le sonrió dándole en el hombro unas palmadas de ánimo y marchó.
      Tal vez el preámbulo de esta entrada haya sido algo extenso, pero es rigurosamente cierto. Lo he elegido para que sirva como punto de apoyo el tema que voy a tratar: el sentido de la enfermedad y el dolor. Es algo que está ahí a diario y difícilmente, de alguna u otra forma, todos los mortales estamos sujetos a él de una manera o de otra desde la más temprana edad.
RAMÓN Y CAJAL CON UN GRUPO DE MÉDICOS
      Nuestro organismo ha atravesado a lo largo de la Historia por circunstancias que muchísimas veces han llamado la atención y la curiosidad de personas que se han sentido atraídas por sus manifestaciones y que han dado lugar a numerosos descubrimientos que, con el paso del tiempo, han dado lugar a la ciencia médica.
      Por supuesto no voy a entrar en esta ciencia porque no soy médico, pero sí quisiera analizar y comentar las distintas actitudes humanas que se dan entre nosotros cuando nos encontramos inmersos en alguna enfermedad, tanto a nivel humano como a nivel cristiano.
      Ya lo iremos viendo poco a poco.

      Que Nuestra Señora la Virgen del Remedio y su Hijo nos bendigan y asistan a todos.