JUICIO FINAL.-FRANCISCO PACHECO.-MANIERISMO
Debemos partir de un hecho: Dios no desea condenar a nadie. Su mayor ilusión es acoger al pecador arrepentido de su vida pasada que acude al Sacramento de la Reconciliación. A partir de ese instante comienza una batalla sin cuartel para intentar vivir en él la vida de Dios. Eso Él lo valora y siempre lo tiene en cuenta. Anteriormente he comentado que en ese juicio ante Dios presenciaremos nuestra vida de tal manera que reconoceremos que aquello que veamos ha ocurrido tal como fue si error alguno. Si es para bien, no nos preocupemos porque estamos ante el Dios de la Misericordia.
Por eso precisamente, porque deseaba ardientemente dárnosla a conocer, eligió a una humilde monja, hoy santa, Santa Faustina Kowalska, de la Congregación de Nuestra Señora de la Misericordia, para que llegara a todos los rincones del mundo. A esta santa le dijo Jesucristo: 'Escribe que antes de venir como Juez, abriré de par en par la puerta de mi Misericordia. Quien no quiera pasar por esta puerta, tendrá que pasar por aquella de mi Justicia'.
Para que nos demos cuenta de cómo es Jesucristo con cada uno de nosotros, anoto otro mensaje dado a la santa: 'Los mayores pecadores, ellos antes que los demás,tienen derecho a la confianza en el abismo de mi Misericordia. La mayor consolación la recibo de aquellas almas que se confían en mi Misericordia. A ellas concedo gracia por encima de sus deseos. No puedo castigar a aquel que, aun siendo un gran pecador, y el peor de todos, se confía a mi bondad: lo justificaré en mi inescrutable e inmensa Misericordia'. Analizando estos textos nos daremos cuenta que podemos tener fácil nuestro juicio particular.
Nos manifiesta muy claro que desea la salvación de todos, empezando por los que sean más pecadores, si se vuelven a Él y se entregan con una inmensa fe a su infinita Misericordia.
JESÚS Y EL BUEN LADRÓN.-TIZIANO.-RENACIMIENTO
Es el mismo mensaje que transmitió cuando estuvo predicando los años de su vida pública: 'No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia'. (Lc. 5, 32). El mismo evangelista nos transmite otro momento en que Jesús vuelve a manifestar su llamada a los pecadores: 'Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que noventa y nueve justos que no necesiten de penitencia'. (Lc. 15, 7).
Uno de su discípulos experimentó en su propia carne lo que significaba la misericordia de Jesús. Mateo estaba sentado en su puesto de recaudador de impuestos. Era pecador a los ojos de todos, pero cuando el Maestro le comunicó que iría a su casa a cenar con él, hizo una gran fiesta e invitó a sus amigos, también pecadores. La gente murmuraba y hacía comentarios. Preguntaron a los apóstoles: 'Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: -¿Por qué vuestro Maestro come con publicanos y pecadores? Él, que los oyó, dijo: -No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos. Id y aprended lo que significa 'Prefiero la misericordia al sacrificio'. Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores'. (Mt. 9, 11-13).
Podríamos estar poniendo más citas en este sentido, pero creo que a estas alturas queda claro el mensaje de Jesús de cara a la salvación y a llevar una vida acorde con la voluntad divina. Pero si alguien aún no lo acaba de ver y de asimilar, hay que darse cuenta de algo meridianamente claro: Dios quiere nuestra salvación eterna, sí, pero pero no violenta la libertad de las personas. Dios nos hizo libres y esa misma libertad que nos entregó es la que debemos emplear para elegir entre el bien y el mal, la salvación o la condenación. Quien se equivoque (y equivocarse es tremendamente humano y pedir perdón por el error, también), se da cuenta del error cometido, siempre tiene la posibilidad de emprender una vida según los deseos de la Divinidad. Precisamente para eso instituyó el Sacramento de la Reconciliación o del Perdón. Pero siempre con nuestra libertad para elegir por delante.
Uno de los Padres de la Iglesia dice: 'Ved cuánto pesa todo lo que hacéis cada día: queráis o no, os aproximáis más al juicio; el tiempo no perdona. ¿Por qué, pues, se ama lo que se ha de abandonar? ¿Por qué no se hace caso del fin a donde se va va a llegar? (San Gregorio Magno. Homilía 15 sobre los Evangelios). No va muy descaminado, ¿no creen?
Pero no queda así. Ciertamente tendremos ese juicio particular, personal, y recibiremos el justo premio o castigo al que el buen o mal empleo de la libertad que nos dio el Creador nos ha hecho acreedores.
JUICIO FINAL.-WILLIAM BLAKE.-NEOCLASICISMO
Y la pregunta sigue siendo la misma: ¿Cómo será esto? Obviamente ni yo ni nadie lo sabe, ni siquiera Jesucristo sabía cuándo había de realizarse eso el día que termine la existencia del mundo: 'En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.Cuando venga el Hijo del hombre sucederá lo mismo que que en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que entró Noé en el arca; y no se dieron cuenta hasta que no vino el diluvio y los arrasó a todos. Pues así será también la venida del Hijo del hombre'. (Mt. 24, 36-38).
Está referido al final del mundo: igual que en el juicio particular y después de la resurrección de los muertos, vendrá el Juicio Universal. Nuestro espíritu se unirá nuestro propio cuerpo y delante de todos se renovará el premio o castigo que teníamos, pero ahora será todo el 'ser' de cada persona quien sufrirá eternamente o vivirá la bienaventuranza eterna. En este aspecto sí que nos advierte el mismo Jesucristo: 'Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria con todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Todas las naciones se reunirán delante de Él y Él separará unos de otros,como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a un lado y los cabritos a otro'. (Mt. 25, 31-33) A continuación el evangelista nos describe qué dirá a los componente de cada uno de los dos grupos (Mt. 25,34-45) para concluir en lo definitivo: 'E irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna'. (Mt. 25, 46).
El evangelio lucano nos ha transmitido en la perícopa de la puerta estrecha una expresión de Jesucristo aplicable a quienes en ese momento se vean condenados por haber prescindido de Cristo y de su Iglesia: 'Él os dirá : -¡No sé de dónde sois! ¡Apartaos de mí, malvados! Entonces lloraréis y os rechinarán los dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera'. (Lc. 13, 27-28). Es triste, pero es así.
El Papa Francisco, en la audiencia general del 24 de abril de 2013, decía: 'Con la Ascensión, el Hijo de Dios ha llevado al Padre nuestra humanidad que Él asumió y quiere atraernos a todos hacia sí mismo, llamar a todo el mundo para ser recibidos en los brazos abiertos de Dios, para que al final de la Historia, toda la realidad sea entregada al Padre. Hay, sin embargo, este 'tiempo intermedio' entre la primera venida de Cristo y la última, que es precisamente el momento que estamos viviendo. En este contexto se coloca la parábola de las diez vírgenes'. Y así es. Tal vez hayamos oído muchísimas veces la predicación de la Parusía, la segunda venida de Jesucristo a la tierra con toda su gloria y majestad. Y hay personas que se lo toman como un cuento infantil. Hasta el día que lo vivamos. Podemos creerlo o no, pero al menos los cristianos sabemos que es cierto y tenemos el deber de estar preparados porque 'no sabemos el día ni la hora'.
APOTEOSIS DEL CORDERO.-JUICIO FINAL.-TAPIZ
De cualquier modo pienso que, teniendo en cuenta lo que el mismo Jesucristo nos ha dicho en su vida pública y lo que le dijo a Santa Faustina Kowalska sobre su infinita Misericordia, debemos ser moderadamente optimistas e intentar cumplir lo que Dios espera de cada uno de nosotros. Además. ¿Nos hemos dado cuenta que Jesucristo es nuestro intercesor ante el Padre? ¿Somos conscientes que al asumir nuestra naturaleza humana es un Hombre, el Hombre por excelencia, y que siendo Dios como es, nos conoce hasta lo más íntimo de nuestro ser y esto le hace estar continuamente intercediendo por el género humano, por quien murió y resucitó?
Y pidió al Padre por todas las personas cuando sabía que se acercaba el momento de morir por nosotros: 'Yo te he dado a conocer a todos aquellos que tú me diste de entre el mundo. Eran tuyos, tú me los diste, y ellos han aceptado tu palabra. Ahora han llegado a comprender que todo lo que me diste viene de tí. Yo les he enseñado lo que aprendí de ti y ellos han aceptado mi enseñanza. Ahora saben con absoluta certeza, que yo he venido de ti y han creído que fuiste tú quien me envió. Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque te pertenecen'. (Jn. 17, 6-9).
JUICIO FINAL.-VÍCTOR VASNETSOV.-1904
¿Es difícil? Somos las personas quienes le interesamos. Todas. ¿Cómo no va a interceder por nosotros? Si vivimos intentando colaborar con Él y luchando contra todas las trampas puestas por el Maligno, que desea nuestra perdición, ¿qué vamos a temer de nuestro juicio personal que tendremos cuando nos llame a su presencia? Él y su Madre están siempre dispuestos para acogernos en la Casa del Padre. ¡Claro que sí!
Y si surge el cansancio en el camino, no olvidemos lo que Dios contestó a San Pablo en algún momento de desánimo o tentación fuerte, según contaba a su auditorio: 'Precisamente para que no me sobreestime, tengo un aguijón clavado en mi carne, un agente de Satanás encargado de abofetearme para que no me enorgullezca. He rogado tres veces al Señor para que apartase esto de mí y otras tantas me ha dicho: -Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad'. Gustosamente, pues, seguiré presumiendo de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo'. (2Cor. 12, 7-9).
JUICIO FINAL.-JOOS VAN CLEVE.-RENACIMIENTO
Seamos prudentes. Contemos con su Gracia, pero sin olvidar la Esperanza en Quien padeció, murió y resucitó por cada persona. Eso no lo perdamos jamás de vista. Y la confianza en su Misericordia, tampoco. De esta manera podremos comparecer ante Jesucristo recibiendo su abrazo de bienvenida en el Reino que nos prometió.
Que él y su Santísima Madre, Nuestra Señora de Chernigov, nos bendigan y fortalezcan las Virtudes Teologales.