lunes, 15 de enero de 2018

María, mediadora de todas las Gracias (III)

      Hemos ido viendo y desarrollando la mediación de la Santísima Virgen con cuantos la aceptan en sus vidas, creen, esperan en ella y, de alguna manera, forma parte de sus vidas.
      No obstante, María va más allá. Siempre está pendiente de sus hijos y éstos somos los hombres y mujeres de todo el mundo y de todos los tiempos, sin distinción de raza  o color de la piel.
      En el momento crucial del Gólgota, como vimos en la entrada anterior (Jn. 19, 26-27), aun con el cuerpo y el alma destrozados, Jesús la ve y aún tiene fuerza para confiarnos, en la persona de San Juan, el cuidado de su Madre. Y ésta, con el alma partida por el sufrimiento y la impotencia, atravesada por la espada de dolor que Simeón le profetizó (Lc. 2, 34-35), desde su silencio acepta el cuidado de Juan y de todos nosotros  a través de nuestro afecto y solidaridad.
     
 'María avanza en la peregrinación de la fe y en esa peregrinación suya hasta los pies de la Cruz se ha realizado, al mismo tiempo, su cooperación materna en toda la misión del Salvador mediante sus acciones y sufrimientos. A través de esta colaboración en la obra del Hijo Redentor, la maternidad misma de María conocía una transformación singular, colmándose cada vez más de "ardiente caridad" hacia todos aquellos a quienes estaba dirigida la misión de Cristo. Por medio de esta "ardiente caridad", orientada a realizar en unión con Cristo la restauración de la "vida sobrenatural de las almas". (Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 62). María entraba de manera muy personal en la única mediación "entre Dios y los hombres", que es la mediación de Cristo-Jesús'. (Juan Pablo II.- Encíclica Redemptoris Mater', nº 39). 
       Desde muy antiguo la Iglasia ya admite que la Santísima Virgen tiene un papel destacadísimo en la Iglesia que su Hijo fundó, asistiendo e intercediendo por todos. En nuestros días también lo admitimos así y nos confiamos a Ella cuando tenemos algún problema serio de la índole que fuere, aunque no sepamos cómo lo trata con su Hijo, pero ¿qué más da? ¿Acaso  un niño pequeño no se acoge a su madre cuando alguien lo riñe o algo quiere? Sabe que puede confiar en ella porque lo es todo en absoluto para él. Y con la Virgen nos pasa lo mismo.
   
SAN BERNARDO Y LA VIRGEN.-B.E.MURILLO.-BARROCO
  San Bernardo de Claraval, en el siglo XI, ya decía: 'María es la mediadora universal de todas las Gracias. Toda gracia que Dios da a los hombres, pasa de Dios a Cristo, de Cristo pasa a María y por María se nos da a nosotros. La voluntad de Dios es que todo lo recibamos por medio de María'. (Homilía en la Natividad de María, 4-7).
      Jesucristo así lo dispuso desde la Cruz, como he comentado anteriormente, y hoy continúan dándose casos  de su presencia amorosa entre nosotros. Con el atentado que sufrió Juan Pablo II todos quedamos asombrados  y sorprendidos al enterarnos que la trayectoria de la bala fue irregular en su cuerpo evitando los órganos vitales, según los médicos que lo atendieron y así se publicó posteriormente. Se comentó que la devoción que desde siempre tuvo por la Virgen fue decisiva y que ella tuvo una intervención directa en salvarle la vida. Poco después circuló una fotografía, hecha en el mismo momento de recibir el impacto del proyectil, por un periodista (si no recuerdo mal), en la que se ve a la Virgen recogiendo al Papa entre sus brazos. Se pensó en un trucaje de la fotografía, pero el negativo fue analizado y se demostró que no hubo truco alguno.

       Jamás la Virgen deja nuestra protección. Más bien somos nosotros quienes la dejamos a Ella y no nos acordamos de su existencia hasta que no hemos tenido algún problema serio, pero Ella siempre estará ahí donde haga falta, aunque nosotros no alcancemos a comprender de qué manera lo hace, pero siempre será estando en perfecta sintonía con su Hijo Jesús.
   
        Conozco el caso de una familia que cuando nació su primer hijo, de común acuerdo decidieron ofrecérselo a la Virgen inmediatamente después de su bautizo. Y así lo hicieron. He visto la fotografía del sacerdote ante el altar que tenía una imagen de Nuestra Señora de los Desamparados (es la que hay junto a estas líneas) en actitud de dárselo a Ella. Los años pasaron, el muchacho era buen cristiano pero las malas amistades lo apartaron de la Iglesia, pero jamás de Ella. Siempre la tenía presente y la defendía ante quien fuese. Los padres siempre confiaron en que cuando un niño o niña es ofrecido/a a la Virgen, jamás se pierde ni Ella lo abandona.
      Llegó el momento en que un cáncer comenzó a hacer estragos en su organismo y cuando su hermana le sugirió la posibilidad de recibir la Unción de los enfermos, consintió en ello. Cuando el sacerdote le administró el Sacramento se le impuso a continuación el Escapulario de la Virgen del Carmen. Mientras su esposa le levantaba la cabeza, su padre le imponía el Escapulario tras ser bendecido por el sacerdote. Unas horas después fallecía con mucha paz. La Virgen, realmente su Madre,  no lo abandonó en esos momentos cruciales ni en ninguno de su vida.
      Los padres de ese muchacho decían: 'Confiábamos en que la Virgen iba a actuar, pero no sabíamos cómo ni cuándo. Ahora ya lo sabemos. Nuestro hijo no se ha perdido'. Y siempre están dando gracias al Hijo y a la Madre por la misericordia que han tenido.
       Casos semejantes a éste estoy convencido que habrá muchos en el mundo, pero esos no se publican. Lo cierto es que Jesucristo y su Madre siempre están preparados y dispuestos para ayudarnos y María, estoy convencido de ello, continuará intercediendo diariamente ante su Hijo en el nuevo Caná de cada día en Francia, España, Perú, Venezuela, México o en el país que la puedan necesitar.

      No en vano le dijo la Virgen de Guadalupe al indio san Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, ante unas dificultades que tenía, pues encontró a su tío enfermo grave y éste le pidió que fuera en busca de un sacerdote, pues pensaba que iba a morir: 'Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene, ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá de ella: está seguro de que ya sanó'. 
      Nada temamos, pues. Sabemos que siempre está pendiente de nuestras necesidades, problemas o circunstancias del tipo que fueren y atenta a nuestras peticiones de ayuda. Acudamos a Ella sin temor alguno. Y tengamos claro que lo que dijo a San Juan Diego también nos lo dice a nosotros: '¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene, ni te inquiete otra cosa '. 
      Pues no temamos nada y que nuestra fe sea capaz de mover montañas por altas que sean. Mirémosla junto a nosotros en nuestro caminar con los ojos de esa fe  que tenemos en Ella.
      Que Nuestra Señora, Medianera de todas las Gracias y su Hijo, nos bendigan, protejan e intercedan por todos y cada uno de nosotros.