Hay ocasiones en las que a uno le da por pensar en otras cosas distintas a las que debiera pensar en un momento concreto. Algo parecido me ocurrió a mí en determinado momento de los Ejercicio Espirituales que hice en Zaragoza hace poco.
Estaba totalmente centrado en la meditación sobre uno de los puntos que se nos ofrecían y súbitamente me vino a la cabeza una idea distinta aunque relacionada con lo que meditaba. Yo estaba allí intentando profundizar en el comportamiento del LOGOS en su vida pública y me pregunté: ¿Cuántas personas habrá en el mundo que están buscando a Dios sin saberlo? ¿Cuántas personas hay que no se atreven a decir que les gustaría conocer más a Dios y los respetos humanos se lo impiden?
No lo sé. Ni lo sabré nunca. Pero los hay. Conozco el caso de una persona que cuando se anunció en la Parroquia que había charlas formativas para adultos a partir de la Biblia comenzó a asistir, tal vez impulsada por esa búsqueda innata que todos tenemos de conocer algo nuevo. Debió parecerle interesante, porque atendía muchísimo y se leía con avidez las hojas-resumen de las charlas que se les entregaba al finalizar. Lo que se sugería que podrían hacer en casa para ir manejando las lecturas bíblicas, lo hacía. Y no sólo eso. En ocasiones consultaba dudas que se le habían presentado.
Resultó una gran novedad, para esa persona y para todas las demás, comenzar a hacer oración con los Salmos. (De esto ya hablé en otra ocasión en este blog, el 25 de mayo y el 26 de junio). De ahí ha surgido un grupo de personas que se reúnen para orar con los Salmos. Y para la persona a la que me refiero, al cabo del segundo año de charlas, nos comentaba que leía la Biblia a diario e incluso hacía oración con ella.
En este caso y en el de otras personas asistentes a las charlas formativas, la búsqueda resultó útil, pero ¿y esas otras personas que la vergüenza, los respetos humanos, el qué dirán, les impide dar el paso decisivo?
Evidentemente ese don divino de la libertad con el que Dios nos ha adornado a todas las personas, tiene mucho que ver en las reacciones que se puedan tener para dar el paso decisivo. Haciendo uso de esa libertad, hubo una mujer, llamada María, acaso de unos dieciséis años, que, aun sabiendo que se exponía a morir apedreada, cuando el Ángel le comunicó que iba a ser la Madre del LOGOS, del Hijo de Dios, pronunció su “SÍ” incondicional. Pero se fió absolutamente de Yavéh. (Lc.1, 26-38).
Hay más casos. Leví estaba sentado en su mesa de recaudación de impuestos. Era publicano, sus paisanos lo despreciaban por colaborar con los romanos, pero cuando Jesucristo pasó por allí y le dijo “SÍGUEME”, no lo dudó ni un instante. ¿Qué vio en la mirada de Jesús, en su voz, en su personalidad, que lo dejó todo para seguirlo? Era rico, vivía muy bien, pero solamente dio un banquete más para despedirse de sus amigos, publicanos y pecadores como él, al que asistió el mismo Jesucristo, y a partir de ahí vivió solamente para su Maestro. (Mt. 9, 9-13)
Y otro caso. El último que pongo para no extenderme mucho, pero también muy gráfico. Junto al lago de Galilea estaban Simón y su hermano Andrés pescando. Jesús pasó por allí y les dijo: “Veníos detrás de mí y os haré pescadores de hombres”. Me da la impresión que ninguno de los dos hermanos tenía mucha idea de lo que iba a ser eso de ‘ser pescadores de hombres’, pero ellos “dejaron al instante las redes y lo siguieron”.(Mt,4, 18-22)
Es muy significativo eso de dejar las redes. ¿Por qué? Era su sustento, vivían de la pesca, pero abandonaron todo. Y lo más significativo: AL INSTANTE. A poco que cualquiera piense en lo que encierra el significado de todas esas expresiones, tiene que plantearse que Jesucristo tiene algo especial que hace que haya tanta gente en el mundo que le siga, independientemente de su profesión, estado de vida o lo que sea.
Nosotros también tenemos nuestras redes: la forma de vivir no acorde con lo que debiera ser, el dinero cuando no se sabe administrar y rompe vidas y familias, los dioses falsos que configuran nuestra vida y la pueden hacer estallar en pedazos, salpicando las familias respectivas: juego, droga, pornografía, alcohol y ese largo etcétera que nos impide ser auténticamente libres.
Sí. Todo eso me vino a la cabeza, pero nadie puede hacer nada por nadie si quien debe dar el paso adelante no se decide a hacerlo. Jesucristo sigue llamando hoy a la puerta de todos a través de múltiples circunstancias en las que Él se sugiere. Igual que con Leví, con Pedro y con Andrés. Y si ellos fueron capaces de dejar sus redes, todos tenemos esa capacidad de hacer lo mismo con las nuestras. Cada uno sabe cuáles son las suyas. Desde nuestra libertad. Desde nuestra generosidad con el LOGOS. Y sin olvidar que a Él, nadie le va a ganar en generosidad, en cariño, en amistad, en ayuda ni en nada.
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Ciertamente he tardado un poco en escribir la continuación de la
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