sábado, 17 de enero de 2009

NOCHE DE SILENCIO

No es extraño que a estas horas de la madrugada me ponga a escribir, porque es el momento del silencio, de la interiorización, de la solitariedad,…

Inevitablemente mis ojos se dirigen a un pequeño crucifijo que tengo en mi despacho, frente a mí. Le falta un pedazo de la cruz, pero me da lo mismo. Su significado continúa totalmente completo : el sacrificio del LOGOS en la Cruz por nuestra redención.

Dicho así, relacionando a la humanidad entera con esa gesta salvífica de Jesucristo, se puede quedar muy bien porque parece que ‘eso’ no tiene nada que ver con nosotros. Cuando cada cual lo lee parece como si fuese extrañamente ajeno a ese hecho. Y eso me hace pensar…

Realmente ¿no tiene nada que ver conmigo? ¿Ni tampoco con quien lo esté leyendo? Inmediatamente vienen a mí recuerdos de estudiante: el insigne y genial poeta del Siglo de Oro español, Félix Lope de Vega y Carpio. Y uno de sus sonetos que viene a dar respuesta a mis interrogantes. Léanlo, por favor, y comprueben si tengo o no razón.


¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

Ustedes, no sé qué habrán pensado ni qué sentimientos se habrán despertado en su interior, pero yo, en principio me siento claramente interpelado por ese primer verso: ¿Qué tengo yo, qué tenemos todos nosotros, para que todo un Dios esté siempre pendiente de nosotros y pidiendo, casi mendigando, nuestra amistad?

Siempre permanece en las puertas de nuestra intimidad, de nuestro corazón, esperando nuestra llamada, nuestra atención, nuestra palabra dirigida a Él que es la Palabra, desde la hondura de nuestro propio ser, donde no podemos engañarnos ni engañarle. Es nuestra propia sinceridad que se abre ante Dios con deseos de Eternidad al sentir la necesidad de abrazarlo.

Sin embargo hay muchos casos, demasiados, en los que por comodidad, rutina o por la circunstancia que fuere, hacemos oídos sordos. ‘¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,pues no te abrí!’. Luego nos surgen centenares de motivos de arrepentimiento por no haberle hecho caso, pero al poco tiempo ‘¡Cuántas veces el ángel me decía: «Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía»!’. Y oímos claramente la voz del ángel por medio de nuestra propia conciencia.

Y nuestra respuesta, incluida la mía: ‘«Mañana le abriremos», respondía, para lo mismo responder mañana!’ .

Y vuelvo al principio. ¿Qué tengo, qué tenemos cada uno de los hombres y mujeres que poblamos este mundo, para que Cristo busque nuestra amistad? Ignoro si estaré equivocado (me parece que no), pero es que Dios es, ante todo, PADRE NUESTRO y su relación con nosotros la desea fluida, íntima, de esa amistad que trasciende sus propios límites para transformarse en una amistad divina por nuestra relación con la Divinidad.

El salmista nos resume esta cuestión: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, el sol y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para te acuerdes de él? ¿Quién soy yo para que te acuerdes de mí y me lleves en la palma de tus manos? Nos has hecho poco menores que Tú y nos has dado el señorío sobre las obras de tus manos. ¡Oh, Padre! ¡Qué magnífico es tu nombre en toda la tierra!”. Salmo número 8. No tiene desperdicio. Confieso que lo he personalizado para intentar transmitir mejor mis propios sentimientos ante la magnitud de esta realidad compartiéndolo con todos ustedes.

Y eso me lleva, antes de irme a dormir, a estar un poco de tiempo con mi Padre y el de todos ustedes. Tal vez los versículos 8 y 9 del Salmo 4 me ayuden en esta oración mía enmarcada en el silencio nocturno.

2 comentarios:

magdalena dijo...

Estimado tio Maset:

¿ Que es lo que somos para que el Señor se fije y llegue a habitar en nosotros?, pues algo tan simple y tan complejo como hijos suyos, pero para tomar conciencia de lo que esto representa, a mi entender, lo primero es que nosotros mismos lo creamos, y que confíemos en El ciegamente porque nunca nos va a abandonar, El nunca nos dejará en la estacada, porque nos ama, de modo tal que perdonó las ofensas cometidas por los hombres y envió a Su Hijo para establecer una nueva alianza con la humanidad, en nuestra mano está ahora el aprovechar el momento y no demorar el disfrute de Su compañía. Quizá hay ocasiones en somos cegados por la vida fácil y decimos "mañana", sin pararnos a pensar que mañana aunque el Señor continúe alli esperandonos, nos habremos perdido parte de la fiesta,vamos, como si estando invitados a una boda llegaramos a los postres. Por mi parte ahora soy consciente de que no le debemos hacer esperar porque cuando El nos requiere, el realizar regateos solo nos lleva a perder el tiempo y no a ganarlo.
Que El Padre le conceda muchas horas de descanso confiado en su amoroso regazo.

El tío Maset dijo...

Buenas tardes, Magdalena. Celebro su nueva entrada y que haya puesto el dedo en una de las llagas: es necesario que nos creamos que somos hijos de Dios, con todo lo que llo representa. Como cierto es también que Él jamás nos deja abandonados a nuestro destino. Pero respeta nuestra libertad. Hay quien hace mal uso de ella, y ...
De cualquier manera, siempre llamará a nuestra puerta esperando nuestra apertura. Aunque sea al final de algún errado camino de cualquier persona que lo descubra en sus postrimerías, sea conscientes de sus equivocaciones y su arrepentimiento sea sincero: allí estará el LOGOS con su perdón.
Saludos, Magadalena y hasta siempre.