domingo, 7 de febrero de 2016

Maternidad de la Virgen (y II)

TRÍPTICO.-LAMBERT  LOMARD.-RENACIMIENTO
      En la entrada anterior vimos como un esbozo el planteamiento de la Maternidad de María como Madre del Salvador. Ciertamente se recorrió un camino de unos milenios de duración desde el pecado original hasta la culminación del proceso cuando se llegó a la Redención del género humano. María de Nazaret es la colaboradora necesaria para llevar a efecto esta Redención,como vimos al finalizar la entrada anterior.
      Pues bien. Continuando por el lugar que dejamos, vemos que además de la presencia física de la joven nazarena, habrá que tener en cuenta unas condiciones que podríamos llamar espirituales: la mujer elegida tendrá el privilegio divino de carecer de pecado y de sus consecuencias desde el primer momento de ser concebida. Es decir, será Inmaculada. Absolutamente lógico también si tenemos en cuenta que en sus entrañas debe albergar al mismo Dios. Y como vimos al hablar de la Inmaculada Concepción de María en la entrada correspondiente, como Dios quiso hacerlo, pudo hacerlo y lo consideró necesario, la dotó de una ausencia absoluta de pecado, incluso del pecado original.
      San Pablo asume esto y así lo expresa en su Carta a los gálatas: '...mas al llegar a la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley...' (Gál. 4, 4).
      Los Padres griegos aplicaban ya en el siglo III a la Virgen el nombre de Theotokos, palabra que en griego significa 'portadora de Dios'. San Ireneo dice: 'Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre, fue dado a luz por una virgen', refiriéndose quizá a la profecía de Isaías indicada en la entrada anterior.
      San Bernardo tuvo una intervención preciosa en una homilía: 'El único nacimiento de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por eso el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual Él sabía que había de serle conveniente y agradable'. (San Bernardo, Homilía sobre la Virgen Madre, 2).
      Pero no hay rosas sin espinas. Y en este caso, tampoco. Hay personas que están tan poseídos de sí mismos, de su 'sabiduría' (Nestorio, Patriarca de Constantinopla), que con tal de aparecer como que saben mucho más que otros (los demás Obispos), comenzó a predicar cosas que automáticamente llamaron la atención del pueblo cristiano como contrarias a lo que creían porque no era como lo había enseñado la Iglesia desde el primer momento. Y no dudó en movilizarse.
      Sus errores más destacados eran, entre otros, que María no era Madre de Dios, sino solamente de la persona humana, puesto que en Jesucristo había dos personas: la humana y la divina. Otro error de bulto es que Jesús nació de María como hombre solamente y más tarde asumió la Persona Divina. Además, negaba que las naturalezas de Jesús, la humana y la divina, no estaban unidas. 

NESTORIO 

      Hoy sabemos que todo esto es una tremenda barbaridad, pero entonces llegó a tener cuerpo y hasta el mismo Emperador lo seguía así como otros sacerdotes fiándose de ese Patriarca.
      Algunos Obispos salieron al paso de Nestorio intentando hacerle ver sus errores, pero al no ceder en nada, se fue extendiendo este mal y llagó a oídos del Patriarca de Alejandría, San Cirilo, el cual envió cartas al Patriarca de Constantinopla pidiendo explicaciones sobre ello, pero no cedió. San Cirilo recurrió a Roma enviando al Papa San Celestino I los textos de las homilías y sermones de Nestorio y un documento en el que exponía sus errores doctrinales.
      Inmediatamente el Papa convocó un sínodo en Roma el año 430 para que fuesen examinados los documentos por una comisión, que no tardó en apoyar a San Cirilo y a dictaminar que las teorías de Nestorio eran falsas. 
 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA
      El Papa le escribió ratificando las enseñanzas de San Cirilo a la vez que le invitaba a retractarse de sus doctrinas falsas, para lo cual le daba un breve plazo.
      Nestorio no se retractó y quiso llevar al propio Emperador a su terreno, pero a éste le pareció, con buen criterio, que era mejor convocar un Concilio ecuménico en Éfeso (lugar en el que la misma Virgen había vivido) para que de una vez por todas se estudiara y debatiera la doctrina de Nestorio. Al Papa le pareció buena la idea y envió sus legados. El 22 de junio de 431 se iniciaba la primera sesión y aunque no estaban todos se comenzaron a estudiar y debatir los distintos puntos.
      Así como la intervención y defensa del Patriarca de Alejandría se consideró ortodoxa y cierta, conforme al sínodo de Nicea, la de Nestorio fue reprobada y declarada contraria a Fe católica. Cuantos esfuerzos se hicieron para convencer al Patriarca de Constantinopla para disuadirlo de sus errores y que volviera a la Iglesia Católica fueron inútiles y éste fue separado de la Iglesia y desposeído de toda dignidad episcopal.
CASA DE LA VIRGEN EN ÉFESO
      Este Concilio, como colofón, definió el Dogma de la Maternidad divina de María en estos términos: 'Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema'.
CONCILIO DE ÉFESO
     Unos siglos más tarde, en el siglo XX, el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia 'Lumen Gentium' diría en el número 66: 'María, que por la gracia de Dios fue exaltada por sobre todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas. Especialmente desde el Sínodo de Éfeso, el culto del Pueblo de Dios hacia María creció admirablemente en la veneración y el amor, en la invocación e imitación, según las palabras proféticas de ella misma: "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque hizo en mí cosas grandes el que es poderoso", (Lc .1, 48)'.
      Creo que en verdad la Virgen es el auténtico orgullo de los cristianos tenerla como Madre y sentirnos sus hijos. Que su bendito Hijo y Ella, bajo la advocación de Nuestra Señora de Sufanie, nos bendigan a todos.
NUESTRA SEÑORA DE SUFANIE (SIRIA)

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