EL PENSADOR.-AUGUSTE RODIN
Cuando cada día nos levantamos es normal que dediquemos unos momentos a pensar o repasar las cosas que debemos hacer, lo mismo para nuestra actividad profesional y familiar que para las de ocio y distracción. De ahí surge una elección de cuanto pueda haber de preferencia o importancia entre las que tengamos. A ella dedicaremos el primer lugar y ordenaremos el resto de manera que cuando finalice nuestra jornada todas estén realizadas o, al menos, la mayor parte de ellas.
También ocupa un lugar en ese análisis el grado de satisfacción que tengamos de lo mejor que hayamos podido hacer y de aquello que no nos haya parecido totalmente satisfactorio, tanto en el proceso seguido como en los resultados obtenidos.
Posiblemente revisemos también el grado de dedicación empleado en algún tema en especial y desde qué ángulo de nuestras capacidades humanas y experiencia personal hemos puesto en ello.
Para llegar a este punto han tenido que intervenir una serie de factores o elementos que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, desde la etapa infantil, a través de la educación recibida en los ámbitos familiar, social, educativo y personal. Incluso en el ámbito religioso.
Indudablemente los padres y los abuelos fundamentalmente han tenido mucho que ver, pero también tienen su importancia lo que hayamos recibido de otros miembros de la familia y de nuestros amigos o maestros, no solamente con sus consejos, sino también, y acaso ésto sea lo más importante, en la formación de nuestra personalidad con el ejemplo que nos hayan dado a través de sus comportamientos y las decisiones tomadas en diversas actuaciones, de manera que nos hayamos sentido atraídos por su actuación o en otros casos los hayamos rechazado en nuestro fuero interno por no adaptarse a nuestra forma de ser y actuar.
Lo mismo cabe decir de cuanto vamos observando en nuestro aprendizaje en la escuela primaria, secundaria o universitaria, así como en los estudios de nuestra formación y preparación para nuestra actividad laboral, tanto en los libros de las distintas materias como en la actuación docente y personal del profesorado que se encarga de transmitir sus conocimientos de cara a nuestra preparación en oficio que hayamos elegido.
Todo aquello que hemos adquirido va formando nuestra personalidad poco a poco, así como nuestros criterios de actuación en los distintos ambientes en los que iremos desenvolviendo nuestra existencia. Ellos irán guiando y condicionando nuestros comportamientos y decisiones en los distintos aspectos de nuestra existencia, porque permanecerán profundamente arraigados en nuestra personalidad y forma de ser. Ellos son nuestros valores personales.
Si hemos estado abiertos a unos comportamientos que priman la consecución del bien común, del trabajo bien hecho, de una actuación correcta en el trato con los demás, nuestros valores aparecerán encarados a la honradez profesional, familiar, social y un largo etcétera que contribuirá a que cuantos deban tener un trato con nosotros del tipo que fuere, lo hagan tranquilos porque sabrán que no se les va a engañar en ningún sentido. Con ello conseguiremos un prestigio y acaso también una admiración por las virtudes y valores que se reflejarán en nosotros.
En la próxima entrada se dará un nuevo paso en el tema de los valores.
Que Nuestra Señora de Akita nos acoja y bendiga a todos.
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