lunes, 2 de octubre de 2017

Dolor..., enfermedad...., ¿por qué? (y VIII)

JESÚS CURA UN CIEGO.-SEBASTIANO RICCI.-S. XVII - XVIII
   A lo largo de estas entradas en las que se han expuesto diversos casos de sufrimiento corporal por enfermedad, pienso que además de la experiencia que cada uno pueda tener de casos propios o cercanos sobre el sufrimiento, también hemos podido adquirir unas informaciones sobre la enfermedad y el dolor ajenos. Pero el interrogante del título de las distintas entradas (Dolor..., enfermedad...., ¿por qué?), aunque posiblemente ya se haya vislumbrado con las citas de los Evangelios y con los comentarios u opiniones de diversos personajes, no podemos dejar de profundizar un poco más. 
     
      En este sentido, no me resisto a poner una opinión de San Agustín: 'Muchos son mártires en cama. Yace el cristiano en el lecho, le atormentan los dolores, reza, no se le escucha , o quizá se le escucha, pero se le prueba, se le ejercita, se le flagela para que sea recibido como hijo. Se hace mártir en la cama  y le corona el que por él estuvo pendiente en la cruz'. (San Agustín. Sermón 286).
      Cuesta de entender. Tal vez cuesta de admitir. Pero estoy convencido que es absolutamente cierto desde el momento que la Redención de todos nosotros costó muchos dolores y sufrimientos físicos a Jesucristo y también a su Madre, la Virgen, viendo su estado después de la flagelación, verlo con la cruz a cuestas y contemplando la barbaridad de la crucifixión (y además perdonando a quienes lo estaban crucificando), las horas que pasó colgando del madero, así como la lanzada en el costado después de muerto. María sabe lo que pasó y cómo lo pasó.
 Jacob Jordaens-Crucifixion-Barroco
      'La Virgen Santísima, que en el Calvario, estando de pie valerosamente junto a la cruz del Hijo (cfr. Jn. 19, 25), participó en primera persona de su Pasión, sabe convencer siempre a nuevas almas para unir sus propios sufrimientos al sacrificio de Cristo, en un 'ofertorio' que, sobrepasando el tiempo y el espacio, abraza a toda la humanidad y la salva'. (San Juan Pablo II. Homilía del 11 de noviembre de 1980).
      Lo cierto es que TODOS los humanos estamos redimidos por ese cruento sacrificio de Jesús. 'Para quien cree en Cristo, las penas y los dolores de la vida presente son signos de gracia y no de desgracia, son pruebas de la infinita benevolencia de Dios, que desarrolla aquel designio de amor, según el cual, como dice Jesús, el sarmiento que dé fruto, el Padre lo podará, para que dé más fruto. (Jn. 15, 2) (Pablo VI. Homilía del 5 de octubre de 1975).
     
JOSÉ PERDONA A SUS HERMANOS
José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos, no entendía el por qué de la actitud de éstos. Sufrió mucho, pero con el paso de los años, cuando reveló al faraón el significado de sus sueños y éste lo nombró Virrey de Egipto, [('Tú serás quien gobierne mi casa y todo el pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú. Te pongo sobre toda la tierra de Egipto'. (Gén. 41, 40-42)], tal vez no se dio cuenta en seguida, pero sí más tarde.
      Acaso pudo ser en el momento de encontrarse con sus hermanos en el viaje que hicieron a Egipto para comprar trigo a su padre y a sus familias, cuando conoció la mano de Dios en sus anteriores infortunios y sufrimientos: 'Yo soy José. ¿Vive todavía mi padre? [...] Pero no os aflijáis y no os pese haberme vendido para aquí, pues para vuestra vida me ha traído Dios aquí antes de vosotros...No sois, pues vosotros  los que me habéis traído; es Dios quien me trajo y me ha hecho padre del Faraón y señor de toda su casa...' (Gén. 45, 1-15). Fueron muchos sus sufrimientos, pero en un  momento clave descubrió  el por qué la mano de Dios le había protegido aun dentro de sus penalidades.
       
PADRE ETERNO
Nosotros, aunque nos cueste admitirlo, tenemos una cabida en los planes de Dios que pueda manifestarse de una manera concreta, como en los casos de Santa Faustina Kowalska y de la Beata Ana Catalina Emmerick. 'Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos -oráculo del Señor- Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros padres'. (Is. 55, 8-9). Así es Dios. Solamente debemos confiar en Él. Con nuestros dolores, enfermedades y limitaciones ofrecidos, nos estamos convirtiendo en colaboradores de sus planes, en instrumentos de su voluntad,...Pero realmente no es fácil.
       La Iglesia es la primera que lo sabe porque con una experiencia de más de dos mil años de existencia ya conoce el fondo de muchas cuestiones. En este sentido dice: 'La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede hacer también a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que es. Con mucha frecuencia la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él'. (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 1501).
     
SAN IGNACIO DE LOYOLA
A Íñigo López de Recalde le sucedió algo así. Continuando la tradición familiar siguió la carrera militar en el reinado del Emperador Carlos I de España. En la defensa de Pamplona contra los franceses en 1521 resultó herido de gravedad. Me da la impresión que su convalecencia no resultaría muy fácil para él a causa de la inactividad y los dolores que le producirían las heridas que pudiera tener, pero empezó a leer libros piadosos y el resultado de sus meditaciones fue dejar la milicia y consagrarse a la religión. Ahí nació Ignacio de Loyola, posteriormente San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. Los caminos de Dios con él se manifestaron de esa forma: a través de la enfermedad y del dolor.
       No significa esto que Dios nos llame siempre a través de los sufrimientos y de las enfermedades. Tiene sus propios métodos con cada persona, hombre o mujer, a quienes conoce mejor que nadie puesto que nos ha creado a cada uno a través de nuestros padres respectivos, y cuando nacemos nos da unos valores, unas cualidades, para que las pongamos en funcionamiento por nuestro bien y el de nuestros semejantes. Lo podemos comprobar en la parábola de los talentos que Jesucristo expuso en su predicación y que San Mateo recoge en su Evangelio, en el capítulo 25, versículos 14 al 30).
       Sí, amigos. Estoy plenamente convencido de esto y puedo asegurar que cuando el dolor me amarga la existencia y me dirijo a Dios diciéndole 'Señor, te ofrezco este momento unido a los tuyos en la cruz. Apúntamelo', parece que aguanto mejor y que me encuentro más realizado como cristiano. Más...¿importante? Bueno. No exactamente, pero me identifico mucho con lo que San Juan Pablo II dijo en cierta ocasión y con esto cierro la entrada:
      'Vosotros tenéis un puesto importante en la Iglesia, si sabéis interpretar vuestra situación difícil a la luz de la fe, y si bajo esa luz, sabéis vivir vuestra enfermedad con corazón generoso y fuerte, cada uno de vosotros puede entonces afirmar con San Pablo: Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, a favor de su Cuerpo que es la Iglesia'. (Col. 1, 24) (San Juan Pablo II. Sobre la fortaleza. Audiencia general  del 15 de noviembre de 1978).

      Que Nuestra Señora de la Merced nos acoja en su Sagrado Corazón e interceda sobre todos nosotros.