sábado, 24 de diciembre de 2011

La gula (I)

BANQUETE NUPCIAL.-PIETER BRUHEGUEL.-RENACIMIENTO

‘Portémonos con dignidad, como quien vive en pleno día. Nada de comilonas y borracheras. Nada de lujuria y libertinaje. Nada de envidias y rivalidades. Por el contrario, revestíos del Señor Jesucristo y no fomentéis vuestros apetitos’. (Rom. 13, 13).

Puede inducir a confusión el hecho de leer este pasaje de San Pablo de manera frívola, ligeramente, de pasada, sin profundizar ni analizar el contexto. Incluso podría parecer para algunos que tanto el comer como el beber sea pecado o algo así. Y nada más lejos de la realidad.

Creo que estará suficientemente claro para todos, no solamente que no es pecado comer o beber DEBIDAMENTE, sino que es absolutamente necesario y vital. Nuestro organismo se encarga de recordárnoslo con ‘eso’ que solemos nombrar o llamar ‘hambre’ o ‘apetito’.

Volviendo al texto paulino que encabeza la entrada, el mismo Pablo nos indica la pauta: Vivir con dignidad. ‘Nada de comilonas y borracheras’. Por lo que se puede deducir, los destinatarios romanos de la Carta se extralimitaban y abusaban en lo referente al comer o beber.

GULA.-EL BOSCO.-GÓTICO


Casiano nos expone, según su criterio, los tipos de gula: ‘Hay tres géneros de gula. La primera trata de anticipar la hora regular establecida para la refección. La segunda solo atiende a satisfacer el apetito, importándole poco los manjares, con tal que pueda comer hasta la saciedad. La tercera gusta de los platos exquisitos y suculentos’. (Casiano. Instituciones, 4)

Está claro que la comida y la bebida son necesarios en tanto que nuestra salud corporal se beneficia de las sustancias nutritivas que componen los distintos alimentos. Incluso es muy agradable hacerlo cuando saboreamos una comida (especialmente si es de nuestras preferidas) o si paladeamos un buen vino o licor.

El mismo Dios, cuando creó a Adán y a Eva les dijo: ‘Dijo también Dios: Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la haz de la tierra toda y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce’ (Gen. 1, 29-30). Ya ven que casi es un mandato divino. Entonces, ¿dónde está el pecado de la gula?

En España (ignoro si también se conoce en otros países), hay un refrán o máxima que dice: ‘Hay que comer para vivir; pero no vivir para comer’. La primera parte hace referencia a lo positivo y necesario de la comida. La segunda apunta a lo negativo: concebir la vida hacia un disfrute desmesurado de la alimentación descuidando, incluso, otros aspectos importantes de nuestro quehacer diario, desembocando en abusos y excesos que pueden conducir a enfermedades o algo peor. Me parece claro que todas las cosas tienen una medida. La comida y la bebida, también.

En los límites normales de la alimentación de nuestro cuerpo, incluso podemos estar cumpliendo la voluntad de Dios que nos ha creado así, con lo cual lo estaremos glorificando. Ese puede ser uno de los sentidos que tiene la bendición de la mesa cuando nos sentamos la familia o los amigos alrededor de una mesa a pasar un buen rato mientras saboreamos una comida o cena.

Mateo, después de ser llamado por el Maestro a ir con Él, se despidió de sus amigos dando un banquete al que asistió quien lo había llamado. (Mt. 9, 9-17); (Mc. 2, 13-17); (Lc. 5, 27-32); El mismo Jesús quiso despedirse de sus amigos con una cena, celebrando la Pascua, antes de su cruenta Pasión y cruel crucifixión. (Mt. 26, 17-29); (Mc. 14, 17-25); (Lc. 22, 7-23); (Jn. 13, 1-20 y siguientes)

ÚLTIMA CENA.-JUAN DE JUANES.-RENACIMIENTO

Bueno, pero ¿y la gula?, me preguntarán ustedes. Pues sí. La gula surge cuando perdemos el norte en los límites de la comida. Cuando no se distingue lo justo para alimentarnos de lo que comemos de más, por el buen sabor que pueda tener, por ejemplo, aunque ya no tengamos apetito, el hambre esté saciada y nos sintamos ‘llenos’.

O cuando se empieza saboreando un vino, cerveza o licor y se acaba bebiendo más de lo que podemos o debemos, con lo cual se puede acabar en un coma etílico o borrachera descomunal, perjudicando nuestro organismo o cayendo, con el tiempo, en esa lacra que es el alcoholismo.

Con eso, además de caer en la gula como pecado, también se peca contra el quinto Mandamiento del Decálogo Divino, que en su parte positiva ordena cuidar la salud de nuestro cuerpo, que, dicho sea de paso, es templo de la Santísima Trinidad.

PECADO DE GULA.-TAPIZ.-VAN ORLEY.-RENACIMIENTO

El Cardenal Newman lo manifestó así: ‘La glotonería es un pecado más sutil que la embriaguez, porque no se nota tanto’ (Cardenal J. H. Newman. Sermón en el Domingo I de Cuaresma. Entrega a Dios). Y Santo Tomás de Aquino también nos indica algunas consecuencias de este pecado: ‘La gula es un vicio capital, cuyas cinco hijas son: la alegría necia, la bufonería, la impureza, las palabras necias y el embotamiento de la mente’. (Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica.)

Para no caer en la gula es necesario tener la mesura suficiente en el comer y en el beber evitando cualquier insaciabilidad y desenfreno que nos haga caer en ese pozo sin fondo. Eso puede conseguirse partiendo de nuestra objetividad en la observación de cada situación, dándonos cuenta de la medida justa que pueda corresponder a nuestro apetito y no traspasarlo. Es tener la fuerza de voluntad suficiente para saber cortar en el momento preciso. Estaremos demostrando que sabemos ser señores de nosotros mismos.

Y ese señorío se consigue con la constancia y la templanza, teniendo en cuenta que esta última es una de las cuatro Virtudes Cardinales. Debemos autoeducarnos continuamente siendo conscientes que ese proceso, como el de formación y perfeccionamiento cristianos, siempre es inacabado. Nunca se sabe todo ni se consigue todo.

LA TEMPLANZA

Para los cristianos es fundamental la oración y el contacto con el Logos, con la Palabra, para aplicarla a nuestra vida. Por ejemplo. Fijémonos en las recomendaciones que hacen en el Antiguo Testamento, totalmente vigentes hoy para nosotros, salvando la redacción y la forma de expresión del pueblo israelita de aquella época:

‘Dirán a los ancianos de la ciudad: Este hijo nuestro es indócil y rebelde y no obedece nuestra voz; es un desenfrenado y un borracho’. (Dt. 21, 20). Pasamos ahora a los Proverbios. ‘Cuando te sientes la mesa de un señor, mira bien a quién tienes delante. Y pon un cuchillo a tu garganta si sientes mucho apetito. No codicies sus manjares delicados, porque es pan engañoso’. (Prov. 23, 1-3). Y también: ‘El que guarda la Ley es hijo prudente, el que se acompaña de glotones es vergüenza de su padre’, (Prov. 28, 7).

El tema no se acaba. En el Nuevo Testamento continúan prodigándose las citas sobre el tema que tratamos, de las cuales entresacamos éstas: ‘¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque tendréis aflicción y llanto’. (Lc. 6, 25). Jesús precavía a sus Apóstoles diciéndoles: ‘Velad sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, porque ese día caerá de improviso sobre vosotros’. (Lc. 21, 34).

San Pablo no pierde la ocasión de insistir en este tema precaviendo a las distintas Comunidades que ha visitado: ‘Su paradero es la perdición: su dios, el vientre; se enorgullecen de lo que debería avergonzarlos y solo piensan en las cosas de la tierra’. Fil. 3, 19). Y a los de Colosas les dice: ‘Bien manifiestas son las obras de la carne…embriaguez, glotonería y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo,, como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios’. (Col. 5, 19-21).

Personalmente sí les comento, aunque brevemente, mi propia experiencia vivida en los años de docencia. Los alumnos traían para almorzar golosinas y dulces en abundancia suficiente como para que, con el tiempo, se impusieran a sus padres en la elección de almuerzos y posteriormente de otras comidas poco sanas por el exceso de azúcares y de la comida-basura. Llegaron a presentarse más casos de obesidad de los que nos podíamos imaginar. Después, los lamentos de las madres especialmente los recibíamos en las tutorías. ‘¡Qué quiere que haga! ¿Si no puedo con él!’

De ahí se deduce la importancia que tiene el control paterno en todos los buenos hábitos, y en el caso que nos ocupa acostumbrarlos a comer con sobriedad y tomar alimentos saludables desde muy pequeños con autoridad y firmeza, porque los pequeños van a intentar ‘tomarnos las medidas’ para ver cómo pueden conseguir sus caprichos.

Para estas cosas y para otras muchas son necesarios formación y educación personal en hábitos que fomenten buenas costumbres y valores personales. La personalidad de cada uno pasa por conocerse a sí mismo, conocer cada cual sus propios límites y valorar cosa por cosa, situación por situación, en esa escala inmaterial que cada uno debemos tener. Me refiero a la escala de valores, porque a la hora de hacer una elección, y en la vida hemos de hacer muchas, debemos tenerla en cuenta.

En el caso concreto del que tratamos hay que saber valorar la gula por defecto o por exceso. En el primer caso me da la impresión que tiene cabida esa especia de enfermedad que es la anorexia. Bajo la excusa de tener un ‘buen tipo’ hay personas, especialmente jóvenes, que dejan de comer incluso lo necesario. Su adelgazamiento no es natural, pero en su afán por querer imitar los/las modelos de las pasarelas, les puede hacer perder el norte en lo que a su alimentación se refiere. Por desgracia, hoy se está dando un excesivo culto material al cuerpo físico. Además del sufrimiento y preocupaciones que ocasionan a sus familias respectivas (padres, abuelos,…), cuando se dan cuenta de lo que hacen ya puede ser tarde. Su curación costará más.

En el segundo caso, tenemos lo contrario: la bulimia, que es comer con exceso. Otro modo de llamarla es la glotonería. No haced falta vivir en el antiguo Imperio Romano participando en alguno de los banquetes que los poderosos daban. Se comía y cuando ya no podían más se producían el vómito voluntario para continuar comiendo. Quien lo ha presenciado, dice que hoy, en el siglo XXI, también se dan esos casos en determinados banquetes de bodas u otros semejantes.

En estos casos de comer en demasía para luego tirar (así, literalmente hablando) los alimentos que sobran, pienso que puede existir un pecado, no sé si de escándalo o de qué clase, pero habiendo familias que carecen del mínimo alimento cotidiano por lo que están pasando hambre y necesidad absoluta, es como darles un bofetón a su tremendo problema con su falta de sensibilidad y solidaridad ante sus problemas.


Si a esto añadimos los problemas de hambre que existen en bastantes partes de nuestro planeta, donde diariamente mueren muchísimas personas por falta de alimento, ropa y otras cosas, es para que quien derrocha comida en caprichos o lujos excesivos, se planteara un ajuste en su alimentación o cosas superfluas y si, como puede parecer, le sobra dinero para derrocharlo, colaborase de alguna manera a través de lo que considerase más oportuno, ayudando a quienes lo están pasando mal.

Pero aún queda algo más que tratar de este tema que veremos en la próxima entrada.


Que nuestro Salvador, nacido hoy en Belén de Judá, y su Madre, Nuestra Señora, bajo la advocación de Santa María la Antigua, que lo dio a luz en la pobreza y humildad más absoluta dándonos ejemplo de fe y esperanza en el Padre Celestial, nos bendigan y nos tengan presentes en su intercesión. ¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La lujuria (y II)

JOSÉ HUYE DE LA MUJER DE PUTIFAR.-MURILLO.-BARROCO

En la entrada anterior estuvimos viendo un poco el pecado capital de la lujuria. Ante esta lacra, desgraciadamente de plena actualidad en nuestra sociedad, la Iglesia nos ha propuesto desde siempre la virtud contraria que ayuda a vencerla. Continuamos el tema iniciado en la entrada anterior y terminamos con la virtud de la castidad, que aunque se pretenda obviarla alegando que hoy es imposible vivirla, lo cierto que es que continúa viva y actual. Veamos.

Nada le daría más satisfacción a Satanás que en momento supremo de la muerte poder acusarla de haber caído en la lujuria o en cualquier otro pecado, porque el Apocalipsis ya lo llama ‘el acusador’: ‘Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que les acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche’. (Ap. 12, 10). No obstante lo intentó y lo seguirá intentando. San Pablo también insiste en este punto: ‘Embrazad en todo momento el escudo de la fe, con que podáis apagar los encendidos dardos del Maligno’. (Ef. 6, 16). Veamos los ejemplos de unos santos muy conocidos:

San Jerónimo (se retiró al desierto donde sufrió tentaciones, siendo la más habitual la aparición de hermosas mujeres que bailaban de manera lujuriosa a su alrededor). Santo Tomás de Aquino (Siendo todavía novicio supera la tentación de una ramera a la que hace huir con un leño encendido. En el cuadro podemos ver al santo sostenido por un ángel mientras otro tiene en sus manos una cinta blanca para ceñírsela, que simboliza la castidad). Son algunos de los montones de ejemplos que se pueden poner de personas que han hecho una opción en su vida y son fieles a ella hasta el heroísmo, como se ve en estos ejemplos.

TENTACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO.-DIEGO VELÁZQUEZ.-MANIERISMO

La manera de vencer las tentaciones lujuriosas, como las de cualquier pecado, es pedir ayuda a Dios, refugiarnos en la oración aunque nos parezca árida e insípida, hacer algún sacrificio que nos pueda ayudar a salir de la situación en la que nos podamos encontrar y ofrecerlo todo al Padre Misericordioso que todos tenemos, que nos ama con locura y no duda en ayudarnos prontamente. Pero, como dice el refrán, ‘A Dios rogando y con el mazo, dando’. Es decir, orar y confiar en el Creador, pero poniendo por nuestra parte cuantos medios podamos para autoayudarnos.

En un escrito anónimo del S. XIII se puede leer este mensaje totalmente válido hoy, ocho siglos después: ‘¿Y qué cosa más cercana al hombre que su corazón? Allá, en el interior, es donde me han descubierto todos los que me han encontrado. Porque lo exterior es lo propio de la vista. Mis obras son reales y, sin embargo, son frágiles y pasajeras; mientras que yo, su Creador, habito en lo más profundo de los corazones puros’ (Meditación sobre la Pasión y Resurrección de Cristo).

TOBÍAS Y SARA ORAN A DIOS.-JAN STEEN.-BARROCO HOLANDÉS

Uno de esos medios es potenciar la virtud que se opone frontalmente a ese vicio capital de la lujuria: la castidad. La pureza. Ya en el Antiguo Testamento se nos presentan algunos casos de castidad, como es el caso de Tobías y Sara.

Las palabras del anterior texto del S. XIII recogen un magnífico contenido ya que, incluso, nos hacen ver los mártires que han entregado su vida (realmente se la quitaron de mala manera) por defender su castidad, como es el caso de Santa Águeda, que fue torturada y le cortaron los senos por defender su virginidad.

SANTA ÁGUEDA.-ZURBARÁN.-BARROCO

Pero ¿en qué consiste esta virtud? En principio me da la impresión de que en los días y tiempos que estamos viviendo goza de mal cartel. No se valora ni tiene prestigio alguno. Que un muchacho o muchacha digan que son vírgenes es hacerse candidatos a burlas y bromas pesadas sin ninguna consideración, como si fueran bichos raros o procedieran de algún planeta a miles de años luz de nuestro sistema solar. Y sin embargo, los hay. Y saben mantener el tipo, por lo que en muchos casos la marginación se ceba en ellos. Realmente es cruel, ¿verdad?

Sin embargo es perfectamente compatible esta virtud con la vida del siglo XXI. Conozco chicas que con sus estudios universitarios terminados y la licenciatura en el bolsillo, han hecho la opción de entrar como novicias en un monasterio de Carmelitas Descalzas siguiendo el mismo tipo de vida que Santa Teresa de Jesús y posteriormente han hecho los votos solemnes. Así es. La castidad es perfectamente compatible con cualquier persona del mundo de hoy, laicos incluidos, que sepa lo que realmente es y se empeñe en conseguirlo.

‘Con toda razón se promete a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas’. (SAN LEÓN MAGNO. Sermón sobre las bienaventuranzas.)

Porque se puede hacer, ya ven lo que dice este Padre de la Iglesia, pero…es necesario poner lo mejor de nosotros mismos en el empeño y tener claro que requiere un aprendizaje fundamentado en el esfuerzo personal, en el sacrificio que supone renunciar a determinadas cosas, para conseguir un autodominio que nos lleve a controlar cualquier situación, cualquier tentación, desde nuestra propia libertad.

LA CASTIDAD.-CAPITEL ROMÁNICO

Miren ustedes. Para mí, como para cualquiera, sería muy fácil decir que ‘Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón’. Pero esta definición, como cualquier otra que pudiéramos encontrar, aun siendo cierto cuanto dice, pienso que hay que bucear en las entrañas de la definición e intentar analizarla y buscar a través de ella nuestro compromiso con Dios. Ver qué nos pide y cómo seguir el camino que nos lleve a la consecución del dominio de la lujuria, del dominio de la sexualidad irracional. Con la práctica de esta virtud, favorecemos nuestro carácter y nuestra voluntad y nos ayudará a ver las cosas que debemos vencer para erradicarlas de nuestra existencia y no ser esclavos de nuestras pasiones.

Podremos vencer la lujuria mientras mantengamos pura la mente evitando la lectura de revistas o imágenes pornográficas que nos puedan incitar a este vicio. Nuestras energías hemos de orientarlas al servicio de Jesucristo y de la Iglesia, no del pecado, por mucho que las tentaciones nos acosen. Cuando una persona se entrega en cuerpo y alma a servir al Redentor ofreciéndose como instrumento en sus manos, no le queda tiempo para otra cosa que no sea el servicio a los demás, como imagen de Dios que son, igual que nosotros.

COMBATE ENTRE EL AMOR Y LA CASTIDAD.-GHERARDO DI GIOVANNI.-RENACIMIENTO

Sé que no es fácil. Pero también sé que no es imposible. El esfuerzo que hay que hacer para conseguir el autodominio personal es permanente y en su consecución hay veces que se progresa más y otra menos, pero si tenemos en cuenta que la castidad forma parte de esa Virtud Cardinal llamada Templanza, llenaremos de racionalidad nuestros actos y poco a poco llegaremos a la meta final.

Yo me atrevería a decir que para los laicos responsables, la sexualidad, la castidad, debe ser vivida desde la perspectiva de la Cruz y de la Redención del Salvador. Los pensamientos que puedan impulsar el apetito sexual fuera de las normas contenidas en la Ley Natural deben ser controlados por cada uno según sus capacidades y con la ayuda de lo Alto. Solos, será casi imposible.

Nuestro cuerpo merece un respeto muy grande que muchos no le dan porque ignoran lo que dice San Pablo: ‘¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le aniquilará’. (1Cor.3, 16) Y más adelante nos aclara todavía más: ‘Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa un hombre, fuera de su cuerpo queda; pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis? Habéis sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios con vuestro cuerpo’. (1Cor. 6, 18-20)

No en vano rezamos en el Credo que ‘creemos en la resurrección de la carne y en la Vida Eterna’. Y por la Misericordia divina, estamos llamados a gozar y participar de la Gloria con nuestro propio cuerpo. ¿Habrá que mantenerlo puro y limpio de las vejaciones a que lo somete la lujuria? Y si estamos proyectados hacia el infinito y la eternidad, la consecución de este objetivo está muy por encima de torpes gozos pasajeros que denigran la persona humana.

La Iglesia permanentemente está llamando la atención en lo referente al sexto y noveno Mandamientos de la Moral cristiana, que a pesar de que existe mucha gente que la pueda considerar represiva y retrógrada, impropia de los tiempos de hoy, lo que realmente hacen esas personas, es que los cristianos caminemos hacia la esclavitud del vicio y del pecado.

Como cristianos hemos de tener esto muy presente y tomarlo muy en serio. A pesar de las dificultades que tiene, porque las tiene y no pequeñas ni insignificantes, tampoco será tan difícil de lograr cuando el mismo Jesucristo nos dice a los que le seguimos que ‘mi yugo es suave y mi carga, ligera’. (Mt. 11, 30).

No quiero terminar esta entrada sin mencionar esas personas que libre y voluntariamente renuncian a la sexualidad matrimonial y dedican a Dios su virginidad perpetua mediante el celibato de su vida. ‘Hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor al reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda’. (Mt. 19, 12) Una vida que junto a su oración, sus sacrificios, su entrega, sus actividades, van conformando las columnas de la Iglesia. A ella ofrecen ‘todo’ en sus conventos o monasterios, en sus misiones por el mundo transmitiendo la Palabra, dedicándose a los demás, al prójimo, por el Amor al Salvador cuya llamada han aceptado, han acogido, han abrazado y han cumplido.

A modo de ejemplo les diré que no puedo olvidar la vivencia que tuve en mi visita a las Comunidades de los Hermanos de San Juan de Dios en las ciudades de Zaragoza y de Palencia. Increíble pero cierta la entrega y dedicación absolutas de los Hermanos y del personal de sus hospitales a los disminuidos físicos y psíquicos o a los enfermos terminales de SIDA.

Y lo mismo me ocurrió cuando visitamos mi esposa y yo, junto con unos amigos, el Cottolengo del Padre Alegre. Compartimos con las religiosas y personal de la Comunidad, así como con los enfermos allí acogidos una jornada de su vida. Oramos juntos, ayudamos a dar de comer a los impedidos, ayudamos a fregar y a limpiar,… Esto no se paga jamás con dinero aunque éste sea necesario para llevar adelante a los enfermos. Pero básicamente son las toneladas de dedicación y cariño que les dedican lo que más llama la atención.

Sí. Así como tenemos la desgracia de tener la lujuria ante nosotros compartiendo su existencia de quienes hacen de ella el eje y entro de sus vidas, también tenemos el honor de tener entre nosotros la castidad, la pureza, como la respuesta a aquel vicio. El Beato Juan Pablo II dijo: ‘La pureza es exigencia del amor. Es la dimensión de su verdad interior en el corazón del hombre’. (Audiencia general del 3 de diciembre de 1980).

EL BESO.-FRANCISCO HAYEZ.-ROMANTICISMO

Ésta nos acerca a Dios. Nos ayuda a mantener la sexualidad en sus justos límites. Nos hace controlar los instintos de nuestro cuerpo, contribuye a llevar a efecto el alejamiento de las relaciones prematrimoniales, no queridas por Dios, y ayuda a prepararnos conveniente y adecuadamente a la recepción del Sacramento del Matrimonio. Desde él podremos vivir santamente la sexualidad y Dios se hará presente de forma especial en ese hombre y en esa mujer, unidos indisolublemente por el matrimonio, camino ¿por qué no? hacia la santidad.

DESPOSORIOS DE LA VIRGEN.-PHILIPPE DE CHAMPAIGNE.-BARROCO

Termino con este pensamiento del Santo Cura de Ars: ‘Debemos profesar una ferviente devoción a la Santísima Virgen, si queremos conservar este hermosa virtud; de lo cual no nos ha de caber duda alguna, si consideramos que ella es la reina, el modelo y la patrona de las vírgenes. San Ambrosio llama a la Santísima Virgen señora de la castidad; San Epifanio la llama princesa de la castidad, y San Gregorio reina de la castidad. (Sermón sobre la pureza).

Realmente vale la pena sacrificarse un poco para ganar eternamente ‘lo que Dios tiene preparado para los que le aman’. (1Cor. 2, 9)

INMACULADA CONCEPCIÓN.-BASILIO SALAZAR.-S. XVII

Que el Creador y Nuestra Señora la Inmaculada Concepción nos bendigan.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La lujuria (I)


LA LUJURIA.-EL JARDÍN DE LAS DELICIAS.-EL BOSCO.-GÓTICO


Me parece conveniente que, antes de empezar a adentrarme en el tema actual, les presente mis disculpas por las imágenes que he puesto. En mi búsqueda de imágenes en Internet que pudieran enriquecer esta entrada he encontrado imágenes que me provocan asco, náuseas y ganas de vomitar, porque he tropezado con esa bazofia pútrida llamada pornografía que invade el espacio internauta, que hiere a tope la sensibilidad de cualquier persona normal que quiera vivir con arreglo a los planes de Dios.


He intentado refugiarme en el Arte y ahí he encontrado algún cuadro y alguna escultura (de El Bosco, de Canova y de otros, por ejemplo) que han salvado algo la situación, ya que los artistas no suelen buscar porquerías zafias sino su visión artística de alguna situación o tema.

EROS Y PSIQUE.-ANTONIO CANOVA.-NEOCLASICISMO.

Está claro que en el tema que ahora nos ocupa las imágenes son como son y, dentro de lo que cabe, he procurado la suavidad de las imágenes. Hay algunas que si bien no pertenecen al Arte propiamente dicho, he pensado que sí pueden verse porque guardan un mínimo de decencia.

A una edad como la mía, en la que parece que uno ya está curado de cualquier espanto, siempre aparece algo que obliga a preguntarse: ¿Es posible esto? ¿Ya no hay dignidad, sensibilidad, ni pudor en el género humano? Pues así parece ser que es. Es como si Satán se hubiese modernizado y empleara estos medios de comunicación social para ir ganando adeptos, bien por revistas, fotografías o videos pornográficos que favorecen la lascivia; bien por películas en las que se nos presentan situaciones o escenas totalmente escabrosas absolutamente apartadas de lo que es la vida normal, pero que nos las presentan como normales; bien por esos anuncios que aparecen en distintos medios de comunicación ofreciendo citas u ofertas de tipo sexualoide con fotos (nada decorosas por cierto) incluidas.

Se nos presenta la sexualidad como un hedonismo, como un falso derecho inherente a la persona humana de poder disponer de su cuerpo como le venga en gana sin que deba rendir cuentas a nadie. Para ese tipo de personas la genitalidad solamente sirve para su satisfacción personal. Nada más. No existe proyección hacia un más allá que plenifique la persona. Es la personificación del ‘todo vale’.

La Sagrada Escritura nos dice: ‘Vino y mujeres trastornan a los cuerdos, quien anda con prostitutas se hace temerario’ (Eclo. 19, 2). Este no es un tema baladí.

Cuando la Iglesia, fiel a su misión de Madre y Maestra, levanta su voz advirtiendo del peligro que tiene todo esto para la vida espiritual y trascendente del ser humano, es tachada de retrógrada y anticuada. El mismo Santo Padre es atacado verbalmente o abucheado en algunas Universidades a las que ha ido por los comparsas de turno previamente aleccionados por quienes los manejan como marionetas.

Se favorece la sexualidad y el aborto entre la juventud con la excusa del progresismo, favoreciendo y alentando a las muchachas a tomar la píldora del ‘día de después’ sin informarlas de las gravísimas consecuencias que pueden tener y de las secuelas que pueden producir. Y Gobiernos inicuos promulgan Leyes no menos inicuas de las que se sigue una pérdida de la dignidad humana y de los valores éticos, sociales y, por añadidura, también de los cristianos.

Fíjense: ‘La lujuria origina la ceguera de espíritu, la inconsideración, la precipitación, la inconstancia, el egoísmo, el odio a Dios, el apagamiento a este mundo, el disgusto hacia el mundo futuro’. (San Gregorio Magno.-‘Moralia’). Ya ven el pensamiento de este Padre de la Iglesia.



JESÚS DA A PEDRO LAS LLAVES DE LA IGLESIA.-NICOLÁS POUSSIN.-BARROCO

Es un intento vano para destruir las raíces del cristianismo en las personas y en las naciones procurando la instauración del anticristo, pero será en vano, porque ‘Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’.(Mt. 16, 18-19).

Parece como si Jesucristo ya hubiera previsto esto y nos animara a permanecer en esta lucha sin cuartel a favor del Evangelio sin desanimarnos. Y por si fuera poco, completó definitivamente sus frases de aliento para todas las personas de todos los tiempos: ‘El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán’ (Mt. 24, 35).

Desde lo que estamos presenciando que ocurre en nuestra sociedad, el Maligno no pierde ocasión alguna para hacerse adeptos y separarlos del Creador. Y se vale de infinidad de cosas, entre ellas de la lujuria. El primer Papa de la Iglesia nos lo dice: ‘Vivid con sobriedad y estad alerta. El diablo, vuestro enemigo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Enfrentaos a él con la firmeza de la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos sufrimientos’ (1Pe. 5, 8-9).


LA LUJURIA.-EL BOSCO.-GÓTICO

¿Es que la sexualidad es mala? Pues no. Ni muchísimo menos. Cuando Dios creó el género humano y los hizo hombre y mujer, fueron sustancialmente iguales en dignidad y distintos, complementarios y claramente diferenciados en su anatomía. Es más. Les dio una misión específica: ‘Hagamos a los hombres a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra. Y creó Dios a los hombres a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles: CRECED Y MULTIPLICAOS, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven en la tierra’. (Gén. 1, 26-28). A modo de conclusión dice el Génesis: ‘Vio entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno’ (Gén. 1, 31).


CREACIÓN DE ADÁN Y EVA.-LORENZO GHIBERTI.-RENACIMIENTO


Dios, al darles (y darnos) esa facultad de ‘multiplicarnos’, nos llama a ser, colaboradores con Él en la transmisión de la vida, en la continuidad de la Creación a través del nacimiento de un niño o de una niña, con el concurso del padre y de la madre (‘varón y hembra los creó’) dentro del matrimonio. La fecundidad es buena y es el fin propio del matrimonio además del amor y respeto entre los esposos. Dando la vida, los esposos participan de la paternidad de Dios. Queda claro, pues, que la sexualidad, en sí misma es buena en tanto cumple el mandato divino. Queda claro también que en la creación de la Humanidad el Creador ya dispuso la atracción mutua entre el hombre y la mujer.


Cuando la pareja natural vive aceptando el amor de Dios en sus vidas y desde sus corazones lo buscan para que presida su existencia matrimonial, están dentro de los planes divinos, por lo que el gozo de la unión sexual es bueno y querido por Dios. De ahí que tanto el hombre como la mujer deben tener como eje común de sus relaciones mutuas, el respeto mutuo de trato físico, verbal, moral y del tipo que fuere. Su amor, reflejo del Amor divino que reciben, se irá potenciando y desarrollando a lo largo de su vida, hasta que la muerte los separe.


¿Por qué digo esto? ¿Estoy dando un Cursillo Prematrimonial? Por supuesto que no, pero me ha parecido que sentar unas bases de lo que es o debe ser el matrimonio cristiano, es necesario para tratar posteriormente el tema de la lujuria que es el que nos ocupa en esta entrada, porque este pecado también se da, en determinados casos, dentro del matrimonio.

Otra cosa es que haya quien quiera separarse de la voluntad divina e idee cosas para satisfacer su sexualidad por procedimientos ilícitos e incluso antinaturales, a lo cual conduce la pornografía, la fornicación, el adulterio, las relaciones prematrimoniales,… Y todo esto nos aleja del Creador que es el Bien y la Felicidad supremos. Dice el profeta Ezequiel: ‘Esto dice el Señor: Puesto que me has olvidado y me has vuelto la espalda, carga ahora con el peso de tu libertinaje y tus prostituciones’. (Ez. 23, 35).


Desgraciadamente se dan casos en los que el hombre humilla a su esposa pretendiendo cosas que nada tienen que ver con la sexualidad querida por Dios. Aunque un hombre y una mujer estén unidos por el Sacramento del Matrimonio, NO VALE TODO lo que a uno se le ocurra, especialmente si humilla o maltrata al otro buscando una autosatisfacción personal convirtiendo al otro en un objeto de placer para su egoísmo.


MUJER MALTRATADA.-FRANCISCO DE GOYA.-NEOCLASICISMO


En estos casos no existe amor alguno. Sí existe egoísmo lujurioso. Es el amor de entrega mutua, de darse altruistamente al marido o a la esposa, totalmente desinteresado, el que debe marcar la pauta.

¿Qué podremos decir de la ‘aventuras’ extramatrimoniales tanto masculinas como femeninas? Quien así actúa, sin escrúpulo alguno, se está buscando a sí mismo y manifiesta un desprecio específico hacia su esposa o esposo. Dios no es eso lo que quiere porque al alejarse de su esposo o esposa con semejantes actitudes se coloca frontalmente en contra del Creador, ya que Él no desea estas actitudes. Es la fidelidad conyugal, el amor fiel e indisoluble, lo bueno y querido por el Ser Supremo.

No me resisto a exponer lo que dice la Sagrada Escritura en este sentido. ‘Bebe agua de tu propia cisterna, los raudales que salen de tu pozo. ¿Se derramarán por las calles tus fuentes, y tus arroyos por las plazas? Sean sólo para ti sin compartirlos con extraños; sean tu fuente bendita, goza con la esposa de tu juventud. Cierva encantadora, graciosa gacela, que sus pechos te embriaguen siempre y continuamente te deleite su amor. Hijo mío. No te deleites con una extraña, no abraces a una desconocida; pues el Señor ve los caminos del hombre, vigila todas sus veredas. Su propia iniquidad atrapa al malvado, queda preso en los lazos de su pecado. Morirá por no dejarse corregir, tanta insensatez le perderá’. (Prov. 5, 15-23).


Sinceramente, cautivador. Pero a la vez de hacer un canto al amor conyugal, también afirma el final nada halagüeño de quienes corren aventuras extramatrimoniales.

DESTRUCCIÓN DE SODOMA.-JOHN MARTIN.-SIGLO XIX


Lo mismo cabría decir de esas otras manifestaciones anormales de la sexualidad como la sodomía (‘El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande y su pecado tan horroroso, que voy a bajar a ver si realmente sus acciones corresponden al clamor que contra ellas llega hasta mí; lo voy a saber’. (Gen. 18, 20-21), la pedofilia, el bestialismo y otras manifestaciones que se apartan de una conducta sexual normal. No me cabe duda alguna que el diablo, con tal de arrebatar seguidores a Dios, inventa las mil y una artimañas que pone a nuestro albedrío para que, haciendo un pésimo uso de la libertad que cada uno tenemos, ir poblando su reino de tinieblas y muerte.

Así es. El diablo odia a muerte el matrimonio cristiano por ser obra de Dios porque ha unido un hombre y una mujer desde su amor, la fidelidad y el respeto mutuos. Y anda loco buscando cuantos medios sean necesarios para eliminar esa familia natural creada el sexto día de la Creación. Es una nueva forma de presentación a las personas actuales del árbol de la ciencia del bien y del mal, una nueva invitación a ‘ser como Dios’, en pleno siglo XXI.

De ahí que se invente la ‘unión’ entre dos hombres o dos mujeres, el divorcio, las parejas ‘de hecho’ y toda esa serie de medios ilícitos y frívolos a tope desde el punto de vista cristiano y desde la Ley Natural entregada en el Sinaí a Moisés, totalmente vigente hoy, porque están en contra de sus mandatos sexto y noveno. Y Satán no duda en servirse de personas que gobiernan una nación para ir destruyendo la familia natural y cristiana desde la promulgación de leyes que no tienen justificación ni base alguna.


En definitiva es la lujuria la que se hace presente en todas estas manifestaciones. De hecho, el diablo ha tentado (y tentará) a muchas personas. Incluidos los santos que tampoco se han librado de ello, precisamente por querer vivir su vida según los planes de Dios y la opción de vida elegida.


TENTACIONES DE SAN JERÓNIMO.-JUAN VALDÉS LEAL.-BARROCO


Conseguir que una persona entregada a Dios cometa un pecado, es un triunfo exquisito para él, porque sabe que esas personas no desean apartarse de Dios. Luego acudirán al Sacramento de la Reconciliación para volver a la Gracia habitual en la que han conformado su vida, pero cualquier caída, por mínima que sea, es un triunfo para Satán, que insistentemente volverá a la carga. Por eso debemos estar prevenidos y no debemos darle el más mínimo respiro y acudir a la oración y a la Eucaristía para fortalecer nuestras defensas de cara a los ataques del Maligno.

En la próxima entrada finalizaremos este tema.



Que el Creador y Nuestra Señora de Pellevoisin nos bendigan.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La envidia (y II)

LA CARIDAD.-LUCCA GIORDANO.-BARROCO

Ya vimos en la entrada anterior el daño que causa este pecado capital. Pero es que incluso dentro de la misma Iglesia se dan, por desgracia, situaciones en las que la envidia campa a sus anchas. Personalmente he presenciado situaciones tristes, por no calificarlas como grotescas, dentro de algunas Parroquias. Por ejemplo. El párroco (todos dignos de admiración por lo que son y representan), que ya de por sí tiene sus dificultades para llevar adelante su labor pastoral, encarga a una persona concreta que rece el Rosario antes del comienzo de la Eucaristía. Otra persona que pensaba tener más ‘méritos’ para hacer ese rezo, por pura envidia hacia la persona designada deja de acudir a la Parroquia. Un tiempo después volvió y se integró, gracias a Dios, a labor de la Comunidad.

Más todavía. Existen personas laicas que creen saber más que nadie y ostentan, según dicen, no sé qué especialidades eclesiales para hacerse notar por su ‘eficiencia’ y ‘sabiduría’. Y cuando encuentran alguien que destaca más que ellas desde su silencio, efectividad y buenas obras, no dudan en llegar, incluso, a la calumnia. Me consta que se ha intentado la corrección fraterna, pero no solamente siguen en sus trece, sino que redoblan con más refinamiento sus actitudes en contra de quienes pueden hacerles sombra.

Pero ¿qué pensamos? ¿Que podemos hacer lo que nos venga en gana? Vamos a ver. Que yo sepa, los sacerdotes tienen potestad y facultades para distribuir funciones entre los laicos según los carismas que tengan y entre todos levantar la Iglesia con nuestro trabajo y nuestro testimonio. Y eso no es fácil. También tienen sus problemas. Entonces pensemos que ahí no caben estúpidos personalismos que la puedan manchar con ese tipo de actitudes. Y la envidia nos puede conducir a esas actuaciones.

LA ENVIDIA.-GIOTTO DI BONDONE.-GÓTICO

Pensemos y analicemos. Si hoy, siglo XXI, volviese San Pablo a nuestras comunidades, volvería a decir esto?: ‘Tengo miedo de que cuando os visite no os hable como yo quisiera, ni vosotros me encontréis como sería vuestro deseo. Tengo miedo de que haya contiendas, envidias, iras, ambiciones, maledicencias, murmuraciones, engreimientos y alborotos. Tengo miedo de que, en mi próxima visita, me humille mi Dios por vuestra causa y tenga que llorar por los muchos que han pecado y no han hecho penitencia por la impureza, la lujuria y el desenfreno al que se entregaron’. (2Cor. 20-21). Tras leer esto es posible que cada uno de ustedes tenga su respuesta. Personalmente pienso que, por desgracia, nos lo volvería a decir.

CRUCIFIXIÓN.-ANTHONY VAN DICK.-BARROCO

Y es una verdadera lástima, porque en el fondo, lo que realmente tendríamos que plantearnos TODOS es para QUIÉN trabajamos en la Iglesia. Solamente hay una respuesta y es muy restringida: para la Santísima Trinidad. Para la Virgen. Para la Iglesia Universal. Pero nunca para el sacerdote o sacerdotes que tengamos. Ellos, desde su Ministerio, deben velar y potenciar la Comunidad que les ha sido confiada por el Obispo diocesano y en esa labor busca apoyo y ayuda en los laicos de buena voluntad y como consagrados a Dios desde su Sacramento del Orden, también están trabajando por Jesucristo, fundador de la Iglesia a la que están representando. Y ahí debemos estar nosotros, los laicos de buena voluntad, arrimando el hombro a pesar de las zancadillas. Pero en modo alguno se debe trabajar POR el sacerdote, sino CON el sacerdote, porque ¿acaso son ellos los que han muerto en la cruz y resucitado después por nosotros? Precisamente por ESE que ha padecido cruenta pasión, muerte y resurrección es por quien debemos hacerlo TODO.

Pienso que éste es uno de los sentidos que Pablo da cuando escribe a los cristianos de Corinto: ‘Mientras haya entre vosotros envidias y discordias ¿no es señal de inmadurez y de que actuáis con criterios puramente humanos? Pues cuando uno dice “Yo soy de Pablo”, y otro “Yo de Apolo”, ¿no estáis procediendo demasiado a lo humano? Porque ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Simples servidores por medio de los cuales llegasteis a la fe; cada uno según el don que el Señor le concedió. Yo planté y Apolo regó, pero el que hizo crecer fue Dios. Ahora bien, el que planta y el que riega son nada; Dios, que hace crecer, es el que cuenta’. (1Cor. 3, 3-7).

JUICIO FINAL.-VAN ORLEY.-RENACIMIENTO

No sirven los bandos. Los celos humanos y las envidias no menos humanas, son las que conducen a esas situaciones absurdas y ridículas que impiden el desarrollo pleno de las Comunidades y la actitud del servicio mutuo que nos debe impulsar. Se trata de ponernos en manos del Padre y hacer nuestro trabajo lo mejor que podamos y sepamos, sin dejarnos llevar por falsos cantos de sirenas. Es cumplir nuestra misión de la que tendremos que rendir cuentas cuando también rindamos la vida actual al Creador. ¿Nos acogerá en un abrazo paterno…o nos apartará para siempre?

Esto es muy serio, especialmente ahora que todos nos lo debemos plantear desde nuestra propia honradez con nosotros mismos, empleándonos a fondo en estos tiempos tan difíciles en los que todos somos necesarios para trabajar codo a codo con Jesucristo dentro de su Iglesia, tan denostada y perseguida hoy. Esto es lo que hace que a toda costa apartemos de nosotros la envidia y cualquier otro pecado que obstaculice la Gracia. Lo que nosotros no hagamos tal vez lo pueda hacer otra u otras personas, pero para nosotros habrá quedado como una omisión.

ECCE HOMO.-ANTONIO CISERI.-S. XIX

No vayamos a pensar que hablar de la envidia se circunscribe a Proverbios, Sabiduría o San Pablo. Hay más casos a lo largo de distintos Libros de la Sagrada Escritura., por ejemplo, es el mismo Santiago quien nos dice también hoy a nosotros: ‘Porque donde hay envidia y ambición, allí reina el desorden y toda clase de maldad’. (Sant. 3, 16). El mismo Jesucristo sufrió también sus efectos. Estamos en plena Pasión. Es Poncio Pilato quien dice: ‘¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías? Pues se daba cuenta que lo habían entregado por envidia’. (Mt. 27, 17-18).

Ya vemos que es una preocupación constante por esos pecados que continuamente acosan a los cristianos, porque desde siempre han aparecido personas en todas las Comunidades, según se desprende de los textos bíblicos, que en vez de estar pendientes del servicio a otras personas, a la Comunidad en general, parece que están más pendientes de hacer cosas para sacar pecho o para dar a conocer lo ‘sabios’ o ‘santos’ que son.

Este tipo de personas suelen marcarse unos objetivos tan altos que, al ser imposibles de alcanzar, nunca consiguen lo que desean. Quieren sembrar, regar y recoger, y ¡claro!, jamás podrán llegar porque lo que corresponde a Dios es propio de Él y lo hace Él. Nosotros, tengámoslo claro, somos sus colaboradores, instrumentos de la Divinidad, ¡que ya es bastante honor!

De ahí que la envidia que sienten por no alcanzar logros que les satisfagan o ver que otras personas realizan mejor sus tareas y obtienen mejores resultados al realizar con mayor eficacia sus cometidos, les hace tener brotes de envidia en cantidad suficiente para ofrecer resistencia u oposición a los planes de Dios en ellos.

Pero no nos engañemos. Cualquiera de nosotros, sea quien fuere, tenga la ocupación que sea, incluso en el estado que libremente haya elegido, tenemos el germen de la envidia durmiendo. En cualquier momento y ante cualquier situación, podría despertar y soltar el veneno que contiene. Ahí es donde hemos de sacar el coraje necesario para acudir al Padre y clamarle la ayuda que urgentemente necesitamos.

No obstante no nos podemos quedar parados. Existe el antídoto para ese veneno de la envidia: caridad, amor, servicio, cariño, afecto, amistad,…son valores en alza que cuando los ponemos en circulación sentimos una plenificación, una satisfacción tan grandes que nos conducen a una realización personal enorme que nos impulsa a sentir altos niveles de agradecimiento a Dios por ese regalo que nos ha dado porque siempre está al quite para ayudarnos.

Es, ante los triunfos y éxitos ajenos, ante esas posesiones que quisiéramos tener y no podemos, en lugar de la envidia que nos pueda corroer y hacérnoslo pasar fatal, aceptar las cosas como son, ver si podemos sacar algo positivo que nos estimule a nuevas metas, nuevos proyectos, e incluso sentir alegría por el bien ajeno.

Entonces estaríamos dando un paso a un remedio directamente relacionado con la caridad: la admiración. Con ella podemos tomar como algo absolutamente normal que haya personas superiores a nosotros, si bien no en cuanto a la dignidad se refiere, ya que como hijos de Dios todos participamos de la misma dignidad, sino en cuanto a telentos, bienes u otras cosas. En cualquier caso, lo que tengamos nosotros nuestro es, y de todo ello deberemos ponerlo a trabajar a tope por el reino de Dios y por mejorar la sociedad en la que vivimos. Como fácilmente podremos ver, tomar esas actitudes admirativas no significa envidiarlos en modo alguno, sino saber valorarlos. De esa forma podremos hacer ver a los demás (y también a nosotros mismos) lo que somos capaces de hacer.

LA CARIDAD.-GIAN LORENZO BERNINI.-BARROCO

Es San Juan Bautista, cuando ve cercana ya su partida de este mundo, cuando le visitan algunos discípulos suyos para decirle que Jesús está bautizando y todos se van con Él. Su magistral respuesta nos marca a nosotros el camino a emprender con nuestras actitudes personales en la Iglesia: ‘Mi alegría se ha hecho plena. Él debe ser cada vez más importante; yo, en cambio, menos’. (Jn. 3, 29-30)

Si somos capaces de admirar al Creador a través de unas magníficas puestas de sol o amaneceres, ¿no vamos a ser capaces de admirar las cualidades de otras personas de forma absolutamente positiva? A fin de cuentas las cualidades que uno tiene son las propias y, además, nos han sido dadas, pues como dice San Pablo: ‘¿Qué poseéis que no hayáis recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?’ (1Cor. 4, 7).

Claro que para eso hay que tener una predisposición, especialmente las personas con tendencia a padecer de envidia, a poner los medios necesarios para evitar este pecado. ¿Cómo? Bueno. Recetas infalibles pienso que no existen. No obstante, a modo de ejemplo, podrían ser en principio a) encomendarnos a Dios y pedirle ayuda y discernimiento y b) intentar conocernos a nosotros mismos, saber cómo somos realmente, saber nuestras propias capacidades y analizar cuál es el ideal de nuestra vida, qué consideramos prioritario en ella. Y si hiciese falta para ello confeccionar nuestra propia escala de valores analizando cuáles son los que prevalecen sobre otros.

LA CARIDAD.-ADOLPHE BOUGUEREAU.-ACADEMICISMO

Muy importante es, pienso modestamente, tener sentido del humor, porque cuando aparezcan esos defectillos que todos tenemos, además de procurar limarlos hasta hacerlos desaparecer si es posible, saber reírnos de nosotros mismos. Además, también aparecerán cualidades y valores, especialmente los cristianos, que hemos de procurar potenciar a tope, porque nos pueden ayudar a reconocer las cualidades propias y ajenas de forma totalmente natural. Así podremos tener paz, sosiego, tranquilidad,…

Todo esto es fruto de la Caridad que, como Virtud Teologal que es, encierra la ayuda que necesitamos para vencer esa lacra de la envidia. ¿Por qué? Pues porque todo pecado tiene solución y absolución si, como cristianos, ponemos a Dios en el punto de mira de nuestras actitudes y luchas para salir de ella. No debemos olvidar que pertenecemos al Cuerpo Místico de Cristo. Él es la cabeza y nosotros sus miembros.

CUERPO MÍSTICO DE CRISTO

‘Vosotros formáis el cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro. Y Dios ha asignado a cada uno un puesto en la Iglesia’ (1Cor. 12, 27-28).

Como tales, estamos en comunión unos con otros. Es lo que llamamos la Comunión de los Santos y encomendarnos a la misericordia divina y a la oración de todos los miembros de la Iglesia militante y triunfante, tiene un poder descomunal, enorme, y Dios ayuda en todo cuanto nos propongamos hacer para bien propio de la Iglesia.

¿Qué aparecen signos que nos parecen propios de la envidia? Pues miren ustedes…A Satanás no hay que dejarle ningún resquicio. A orar y a adorar a la Santísima Trinidad. A encomendarnos al Salvador, que no en vano ha derramado su sangre por nosotros, por todos sin excepción alguna, y a la Mujer que aplasta la cabeza a la serpiente. Así que con su ayuda apartaremos esos sentimientos nocivos para nosotros y machaquémoslos sin miramiento alguno y apartémoslos cuanto antes de nuestros pensamientos. Y si nos atrevemos, probemos a dar la vuelta a ‘eso’ que nos turba hasta ver si tiene algún lado positivo del que nos podamos beneficiar.
LA GLORIA.-FRANCISCO DE GOYA.-ROMANTICISMO

Además, tengamos en cuenta que la Caridad es, de las tres Virtudes Teologales, la ÚNICA que perdurará. En el Reino de Dios no serán necesarias ya la Fe ni le Esperanza porque ya estaremos gozando de la presencia de la Santísima Trinidad. Ya tendremos esa visión, esa certeza, esa realidad a la que ahora aspiramos, pero ¿el AMOR? No solamente no se acabará, sino que se plenificará, se perfeccionará en grado infinito, se eternizará y nuestra adoración, desde ese AMOR PLENO, será perfecta y total.

¿Se acuerdan de San Juan? En su Evangelio nos transmite la voluntad del Maestro. ‘Como el Padre me ama, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor’. (Jn. 15, 9)’. Y continúa más adelante: ‘Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando’. (Jn 15, 12-14). Todo un mensaje en cuanto que aprendamos a confiar en Él en cuanto emprendamos y en las dificultades.

Es el Amor quien hizo encarnarse a Dios en la persona de Jesús de Nazaret para rescatarnos del mal y esto nos obliga, como cristianos, a responder con generosidad a su sacrificio. La lucha, la oración, los sacrificios que contribuyan a erradicar y exterminar la envidia y cualquier otro pecado, vicio o imperfección, forma parte de esa correspondencia nuestra al sacrificio de Jesucristo.

¿Qué problemas tiene la Caridad? Pues que las personas, con el tiempo, hemos devaluado el auténtico sentido que tiene y lo hemos reducido al concepto de limosna, de ayuda económica al necesitado. Eso estará muy bien en cuanto que es una parte de la Caridad puesto que ayudamos al prójimo desde nuestra solidaridad. ‘No se entiende el amor a Dios si no lleva consigo el amor al prójimo. Es “como si soñase que estaba caminando”, es sólo un sueño, no se camina. Quien no ama al prójimo, no ama a Dios’. (San Juan Clímaco. Escala del paraíso)

EL BUEN SAMARITANO.-LANCELOOT BLONDEEL.-SIGLO XVI

Pero la Caridad en su globalidad, es mucho más, infinitamente más que eso. Es participar de la naturaleza de Dios, que cuando nuestros padres nos engendraron, Dios nos besó a cada uno con ese beso que llamamos alma o espíritu y es ahí donde tenemos la imagen y semejanza divina. Es la que nos permite gozar de la amistad de Dios, que es Amor purísimo hacia cada uno de nosotros.

Es el Amor quien nos hace corresponder al cariño que el Creador tiene y siente hacia cada uno de nosotros, con nuestros nombres y apellidos. Es el Amor, la Caridad, la que nos permite amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra fuerza, con toda nuestra mente, y también al prójimo como imagen de Dios que es.

Como conclusión, pienso que vale la pena plantearse si se saca algún beneficio mayor que el de la Caridad. Si la persona envidiosa continúa pertinaz con su amargura, pesadumbre y aflicción ocasionadas por la envidia o por cualquier otro pecado allá ella, pero no nos dejemos arrastrar por esa lacra de la envidia. Sinceramente: ¿Envidia? ¡¡NO, GRACIAS!!


Que nuestro Maestro y Nuestra Señora de la Caridad nos asistan y bendigan.