sábado, 24 de diciembre de 2011

La gula (I)

BANQUETE NUPCIAL.-PIETER BRUHEGUEL.-RENACIMIENTO

‘Portémonos con dignidad, como quien vive en pleno día. Nada de comilonas y borracheras. Nada de lujuria y libertinaje. Nada de envidias y rivalidades. Por el contrario, revestíos del Señor Jesucristo y no fomentéis vuestros apetitos’. (Rom. 13, 13).

Puede inducir a confusión el hecho de leer este pasaje de San Pablo de manera frívola, ligeramente, de pasada, sin profundizar ni analizar el contexto. Incluso podría parecer para algunos que tanto el comer como el beber sea pecado o algo así. Y nada más lejos de la realidad.

Creo que estará suficientemente claro para todos, no solamente que no es pecado comer o beber DEBIDAMENTE, sino que es absolutamente necesario y vital. Nuestro organismo se encarga de recordárnoslo con ‘eso’ que solemos nombrar o llamar ‘hambre’ o ‘apetito’.

Volviendo al texto paulino que encabeza la entrada, el mismo Pablo nos indica la pauta: Vivir con dignidad. ‘Nada de comilonas y borracheras’. Por lo que se puede deducir, los destinatarios romanos de la Carta se extralimitaban y abusaban en lo referente al comer o beber.

GULA.-EL BOSCO.-GÓTICO


Casiano nos expone, según su criterio, los tipos de gula: ‘Hay tres géneros de gula. La primera trata de anticipar la hora regular establecida para la refección. La segunda solo atiende a satisfacer el apetito, importándole poco los manjares, con tal que pueda comer hasta la saciedad. La tercera gusta de los platos exquisitos y suculentos’. (Casiano. Instituciones, 4)

Está claro que la comida y la bebida son necesarios en tanto que nuestra salud corporal se beneficia de las sustancias nutritivas que componen los distintos alimentos. Incluso es muy agradable hacerlo cuando saboreamos una comida (especialmente si es de nuestras preferidas) o si paladeamos un buen vino o licor.

El mismo Dios, cuando creó a Adán y a Eva les dijo: ‘Dijo también Dios: Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la haz de la tierra toda y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce’ (Gen. 1, 29-30). Ya ven que casi es un mandato divino. Entonces, ¿dónde está el pecado de la gula?

En España (ignoro si también se conoce en otros países), hay un refrán o máxima que dice: ‘Hay que comer para vivir; pero no vivir para comer’. La primera parte hace referencia a lo positivo y necesario de la comida. La segunda apunta a lo negativo: concebir la vida hacia un disfrute desmesurado de la alimentación descuidando, incluso, otros aspectos importantes de nuestro quehacer diario, desembocando en abusos y excesos que pueden conducir a enfermedades o algo peor. Me parece claro que todas las cosas tienen una medida. La comida y la bebida, también.

En los límites normales de la alimentación de nuestro cuerpo, incluso podemos estar cumpliendo la voluntad de Dios que nos ha creado así, con lo cual lo estaremos glorificando. Ese puede ser uno de los sentidos que tiene la bendición de la mesa cuando nos sentamos la familia o los amigos alrededor de una mesa a pasar un buen rato mientras saboreamos una comida o cena.

Mateo, después de ser llamado por el Maestro a ir con Él, se despidió de sus amigos dando un banquete al que asistió quien lo había llamado. (Mt. 9, 9-17); (Mc. 2, 13-17); (Lc. 5, 27-32); El mismo Jesús quiso despedirse de sus amigos con una cena, celebrando la Pascua, antes de su cruenta Pasión y cruel crucifixión. (Mt. 26, 17-29); (Mc. 14, 17-25); (Lc. 22, 7-23); (Jn. 13, 1-20 y siguientes)

ÚLTIMA CENA.-JUAN DE JUANES.-RENACIMIENTO

Bueno, pero ¿y la gula?, me preguntarán ustedes. Pues sí. La gula surge cuando perdemos el norte en los límites de la comida. Cuando no se distingue lo justo para alimentarnos de lo que comemos de más, por el buen sabor que pueda tener, por ejemplo, aunque ya no tengamos apetito, el hambre esté saciada y nos sintamos ‘llenos’.

O cuando se empieza saboreando un vino, cerveza o licor y se acaba bebiendo más de lo que podemos o debemos, con lo cual se puede acabar en un coma etílico o borrachera descomunal, perjudicando nuestro organismo o cayendo, con el tiempo, en esa lacra que es el alcoholismo.

Con eso, además de caer en la gula como pecado, también se peca contra el quinto Mandamiento del Decálogo Divino, que en su parte positiva ordena cuidar la salud de nuestro cuerpo, que, dicho sea de paso, es templo de la Santísima Trinidad.

PECADO DE GULA.-TAPIZ.-VAN ORLEY.-RENACIMIENTO

El Cardenal Newman lo manifestó así: ‘La glotonería es un pecado más sutil que la embriaguez, porque no se nota tanto’ (Cardenal J. H. Newman. Sermón en el Domingo I de Cuaresma. Entrega a Dios). Y Santo Tomás de Aquino también nos indica algunas consecuencias de este pecado: ‘La gula es un vicio capital, cuyas cinco hijas son: la alegría necia, la bufonería, la impureza, las palabras necias y el embotamiento de la mente’. (Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica.)

Para no caer en la gula es necesario tener la mesura suficiente en el comer y en el beber evitando cualquier insaciabilidad y desenfreno que nos haga caer en ese pozo sin fondo. Eso puede conseguirse partiendo de nuestra objetividad en la observación de cada situación, dándonos cuenta de la medida justa que pueda corresponder a nuestro apetito y no traspasarlo. Es tener la fuerza de voluntad suficiente para saber cortar en el momento preciso. Estaremos demostrando que sabemos ser señores de nosotros mismos.

Y ese señorío se consigue con la constancia y la templanza, teniendo en cuenta que esta última es una de las cuatro Virtudes Cardinales. Debemos autoeducarnos continuamente siendo conscientes que ese proceso, como el de formación y perfeccionamiento cristianos, siempre es inacabado. Nunca se sabe todo ni se consigue todo.

LA TEMPLANZA

Para los cristianos es fundamental la oración y el contacto con el Logos, con la Palabra, para aplicarla a nuestra vida. Por ejemplo. Fijémonos en las recomendaciones que hacen en el Antiguo Testamento, totalmente vigentes hoy para nosotros, salvando la redacción y la forma de expresión del pueblo israelita de aquella época:

‘Dirán a los ancianos de la ciudad: Este hijo nuestro es indócil y rebelde y no obedece nuestra voz; es un desenfrenado y un borracho’. (Dt. 21, 20). Pasamos ahora a los Proverbios. ‘Cuando te sientes la mesa de un señor, mira bien a quién tienes delante. Y pon un cuchillo a tu garganta si sientes mucho apetito. No codicies sus manjares delicados, porque es pan engañoso’. (Prov. 23, 1-3). Y también: ‘El que guarda la Ley es hijo prudente, el que se acompaña de glotones es vergüenza de su padre’, (Prov. 28, 7).

El tema no se acaba. En el Nuevo Testamento continúan prodigándose las citas sobre el tema que tratamos, de las cuales entresacamos éstas: ‘¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque tendréis aflicción y llanto’. (Lc. 6, 25). Jesús precavía a sus Apóstoles diciéndoles: ‘Velad sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, porque ese día caerá de improviso sobre vosotros’. (Lc. 21, 34).

San Pablo no pierde la ocasión de insistir en este tema precaviendo a las distintas Comunidades que ha visitado: ‘Su paradero es la perdición: su dios, el vientre; se enorgullecen de lo que debería avergonzarlos y solo piensan en las cosas de la tierra’. Fil. 3, 19). Y a los de Colosas les dice: ‘Bien manifiestas son las obras de la carne…embriaguez, glotonería y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo,, como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios’. (Col. 5, 19-21).

Personalmente sí les comento, aunque brevemente, mi propia experiencia vivida en los años de docencia. Los alumnos traían para almorzar golosinas y dulces en abundancia suficiente como para que, con el tiempo, se impusieran a sus padres en la elección de almuerzos y posteriormente de otras comidas poco sanas por el exceso de azúcares y de la comida-basura. Llegaron a presentarse más casos de obesidad de los que nos podíamos imaginar. Después, los lamentos de las madres especialmente los recibíamos en las tutorías. ‘¡Qué quiere que haga! ¿Si no puedo con él!’

De ahí se deduce la importancia que tiene el control paterno en todos los buenos hábitos, y en el caso que nos ocupa acostumbrarlos a comer con sobriedad y tomar alimentos saludables desde muy pequeños con autoridad y firmeza, porque los pequeños van a intentar ‘tomarnos las medidas’ para ver cómo pueden conseguir sus caprichos.

Para estas cosas y para otras muchas son necesarios formación y educación personal en hábitos que fomenten buenas costumbres y valores personales. La personalidad de cada uno pasa por conocerse a sí mismo, conocer cada cual sus propios límites y valorar cosa por cosa, situación por situación, en esa escala inmaterial que cada uno debemos tener. Me refiero a la escala de valores, porque a la hora de hacer una elección, y en la vida hemos de hacer muchas, debemos tenerla en cuenta.

En el caso concreto del que tratamos hay que saber valorar la gula por defecto o por exceso. En el primer caso me da la impresión que tiene cabida esa especia de enfermedad que es la anorexia. Bajo la excusa de tener un ‘buen tipo’ hay personas, especialmente jóvenes, que dejan de comer incluso lo necesario. Su adelgazamiento no es natural, pero en su afán por querer imitar los/las modelos de las pasarelas, les puede hacer perder el norte en lo que a su alimentación se refiere. Por desgracia, hoy se está dando un excesivo culto material al cuerpo físico. Además del sufrimiento y preocupaciones que ocasionan a sus familias respectivas (padres, abuelos,…), cuando se dan cuenta de lo que hacen ya puede ser tarde. Su curación costará más.

En el segundo caso, tenemos lo contrario: la bulimia, que es comer con exceso. Otro modo de llamarla es la glotonería. No haced falta vivir en el antiguo Imperio Romano participando en alguno de los banquetes que los poderosos daban. Se comía y cuando ya no podían más se producían el vómito voluntario para continuar comiendo. Quien lo ha presenciado, dice que hoy, en el siglo XXI, también se dan esos casos en determinados banquetes de bodas u otros semejantes.

En estos casos de comer en demasía para luego tirar (así, literalmente hablando) los alimentos que sobran, pienso que puede existir un pecado, no sé si de escándalo o de qué clase, pero habiendo familias que carecen del mínimo alimento cotidiano por lo que están pasando hambre y necesidad absoluta, es como darles un bofetón a su tremendo problema con su falta de sensibilidad y solidaridad ante sus problemas.


Si a esto añadimos los problemas de hambre que existen en bastantes partes de nuestro planeta, donde diariamente mueren muchísimas personas por falta de alimento, ropa y otras cosas, es para que quien derrocha comida en caprichos o lujos excesivos, se planteara un ajuste en su alimentación o cosas superfluas y si, como puede parecer, le sobra dinero para derrocharlo, colaborase de alguna manera a través de lo que considerase más oportuno, ayudando a quienes lo están pasando mal.

Pero aún queda algo más que tratar de este tema que veremos en la próxima entrada.


Que nuestro Salvador, nacido hoy en Belén de Judá, y su Madre, Nuestra Señora, bajo la advocación de Santa María la Antigua, que lo dio a luz en la pobreza y humildad más absoluta dándonos ejemplo de fe y esperanza en el Padre Celestial, nos bendigan y nos tengan presentes en su intercesión. ¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!

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