miércoles, 11 de enero de 2012

La gula (y II)

EL GUSTO.-JAN BRUEGHEL DE VELOURS.-BARROCO

Pues como les dije vamos a terminar este tema de la gula y sus posibles soluciones, si bien aquí no se trata de dar recetas ni tampoco de tratar exhaustivamente de todos los remedios posibles.

Muchas. Muchísimas veces hemos oído hablar del ayuno. A muchas personas les repele porque no les gusta el sacrificio. Me parece que bastantes religiones lo aconsejan y practican, pero me voy a referir concretamente a la religión Católica que es la que más conozco por ser la mía.

Parto de una pregunta. ¿Qué tendrá el ayuno que hasta el mismísimo Jesucristo lo practicó? Y no solamente lo practicó, sino que quiso prepararse para el comienzo de su vida pública en la que iba a transmitir la voluntad del Padre y desarrollar la misión para la que había nacido y asumido nuestra naturaleza humana. Después de su bautismo marchó al desierto, a la soledad, al silencio, posiblemente, ¡quién sabe!, a preparar un esquema para su futura evangelización, a cuarenta días de ayuno riguroso al final de los cuales (¡claro!) sintió hambre.

‘El ayuno fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a Dios; abate la concupiscencia, dando fuerzas para vencer y amortiguar sus pasiones, y dispone el corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todo’. (San Francisco de Sales. Sermón sobre el ayuno).

Me parece que estaremos de acuerdo que ayunar supone siempre, de entrada, un sacrificio que nuestra condición humana no está dispuesta a aceptar. Pero yo me atrevería a decir que el ayuno es útil, necesario y provechoso, porque con ese tipo de sacrificios se consolida la personalidad, podemos ser más objetivos para saber ver cómo somos realmente, podemos conocer mejor los inconvenientes, peligros y problemas que podemos tener en nuestro quehacer diario y desde ese prisma podemos ver con mayor imparcialidad y objetividad cómo es realmente nuestra actuación con respecto a la Palabra, con respecto a nuestro trato con Dios y con respecto al Mensaje del Maestro.

Sí, amigos. Jesús nos lo pone ahí y nos lo propone para enriquecer su seguimiento. Con el ayuno acaso podamos purificar más y mejor nuestras actitudes cristianas. El mismo Dios lo pide así a Israel como mandato: ‘Esta será para vosotros una ley perpetua. El día diez del séptimo mes ayunaréis y no haréis trabajo alguno, ni el nativo ni el emigrante que reside entre vosotros. Porque ese día se hará rito de expiación sobre vosotros para purificaros y seréis purificados de todos vuestros pecados delante del Señor’. (Lev. 16, 29-30).

‘Mas ahora –oráculo de Yavéh- volved a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con lamentos’. (Joel, 2, 12). Isaías expone más claro lo que Dios le comunica, y que a nosotros nos marca una pauta en nuestros ayunos, que además de lo referido al sacrificio en comidas o bebidas, manifiesta sus preferencias. Así habla Dios: ‘El ayuno que yo quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo, que proporciones vestido al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán en seguida, tu recto proceder caminará ante ti y te seguirá la gloria del Señor’. (Is. 58, 6-8). ¡Buff! ¡Casi nada! Menudo programa nos propone nuestro Padre Celestial, pero ¿es que no vale lo que dice al final? Cumpliendo todo esto, ‘TE SEGUIRÁ LA GLORIA DEL SEÑOR’. Es para meditarlo y revisar continuamente nuestra relación con Él, ¿no les parece?

La Iglesia Católica solamente pone dos días de ayuno en todo el año: El Miércoles de Ceniza, con el da comienzo la Cuaresma, y el Viernes Santo, en el que se conmemora el Sacrificio Redentor de Cristo en la Cruz por todo el género humano, sin distinción de razas o nacionalidades. Aparte, figura el Día del Ayuno Voluntario y los días que, voluntariamente y por la razón que fuere, cada cristiano ayuna por sí mismo sin que nadie se lo mande. El Beato Juan Pablo II, de feliz memoria, dice: ‘El ayuno significa un dominio sobre nosotros mismos; significa ser exigentes en las relaciones con nosotros mismos; estar prontos a renunciar a las cosas, y no solo a los manjares, sino también a goces y placeres diversos’. (Juan Pablo II. Homilía del 28 de noviembre de 1979).

CRISTO DE LA CLEMENCIA.-JUAN MARTINEZ MONTAÑÉS.-RENACIMIENTO

No obstante, la Iglesia Católica propone, como hace con todos los pecados capitales, una virtud opuesta a la gula y marca unas sugerencias para poder seguirla en orden a nuestro bien, a nuestro perfeccionamiento en el servicio del Salvador. Se trata de una de las cuatro Virtudes Cardinales: la Templanza. Mientras preparaba este tema me planteaba: Como otras tantas cosas de nuestra Religión, ¿tendremos claro los cristianos en qué consiste esta Virtud? Me parece que no, al menos en la mayoría del pueblo llano que llena nuestras iglesia los domingos pero que no profundizan en su formación cristiana.

San Pablo nos lo dice a nosotros explícitamente a través de los escritos que les dirigió a la comunidad cristiana de Tesalónica: ‘No durmamos como los demás, antes bien, estemos en vela y vivamos con templanza’ (I Tes. 5, 6). Su discípulo Timoteo, al que se supone encargado de la Comunidad cristiana de Éfeso, también le dice: ‘No nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza’ (2 Tim. 1, 7). Estos consejos siguen siendo vigentes hoy para nosotros.

Nuevamente el Beato Juan Pablo II dice haciendo alusión a la Templanza: ‘No se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte si no posee también la virtud de la Templanza. Se puede decir que esta virtud condiciona indirectamente todas las demás virtudes, pero se debe decir también que todas las demás son indispensables a fin de que el hombre pueda ser “moderado” o “sobrio”.’ (Juan Pablo II. Sobre la Templanza. Audiencia general del 22 de noviembre de 1978).

LA TEMPLANZA.-PIETER BRUEGHEL, EL VIEJO.-RENACIMIENTO

Hoy, en esta sociedad en la que se minusvalora el esfuerzo, el sacrificio personal y cualquier tipo de valores humanos, esta virtud, como cualquiera de las otras, está infravalorada, minusvalorada, cuando no ridiculizada. Pero lo cierto es que cuando surge en el ambiente social una persona que desarrolla una personalidad fuerte, que sabe controlar los hechos que le van surgiendo día a día siendo dueño de sí mismo y de sus actos, congruente con lo que piensa y con lo que dice y reconoce sus limitaciones y debilidades y a pesar de todo ello intenta ser cada vez mejor e incluso ser el mejor, levanta la admiración y la confianza de cuantos le rodean.

Cabe pensar que una persona así es una utopía, pero no es así. Conozco algunas de ellas y las tomo como referencia para escribir esto, aunque tengan también sus debilidades, contra las cuales me consta que luchan sin descanso.

PASTORES DE LA ARCADIA.-NICOLÁS POUSSIN.-BARROCO

Al decir esto estoy refiriéndome a la Templanza en cuanto se refiere a la gula, pero se puede aplicar lo mismo a cualquier otro vicio que nos pueda apartar de Dios y de nosotros mismos. Con la Templanza podemos moderar esa fuerte atracción que podemos sentir como seres humanos que somos, hacia esos caprichos que van apareciendo cada día al alcance de cualquiera. Y con la Templanza aseguramos el dominio de la voluntad sobre cualquiera de los instintos que podemos sentir.

En la Sagrada Escritura hay muchas referencias a esta Virtud. Así, podemos leer ‘Hijo, fíjate en lo que es bueno para tu salud, mira lo que te perjudica y prívate de ello. Porque no todo les conviene a todos, ni todo satisface a todos. No comas sin medida cualquier manjar, ni te abalances sobre la comida; porque la glotonería produce enfermedad, y la intemperancia provoca cólicos. Muchos han muerto por comer demasiado, pero el que se controla, prolonga su vida’. (Eclo. 37, 27-31). Sabios consejos, ¿no?

Lo curioso y real es que realmente somos y nos sentimos más libres y satisfechos de nosotros mismos cuando sabemos que podemos dominar esas pequeñas (o grandes) cosas que de alguna manera nos han tentado. Con el ejercicio de la templanza viene también el ejercicio de la sobriedad, de la humildad, de la moderación en cuanto tiene algo que ver con nosotros, a pesar de ese aluvión mediático de la sociedad, de la propaganda de cosas a través de anuncios, y un largo etcétera que para cada persona puede ser diferente en cuanto que no hay dos personas iguales.

Y eso requiere un entrenamiento, un ejercicio diario en aquello que cada uno sabe que debe resistir o apartar. Se debe buscar una reflexión serena y objetiva para conocer lo que nos conviene en cada situación y ‘saber estar’ y ‘saber ser’ como personas y como cristianos.

Dios nos ha adornado con uno de sus mejores regalos: la libertad. Pero lo que ocurre es que hay quien la puede confundir con el libertinaje que, obviamente no es lo mismo. El recto ejercicio de la libertad es uno de los medios que tenemos para la forja de nuestra personalidad, de sanos criterios de discernimiento, de humanizarnos más.

Pienso que es en este sentido como se pronuncia este Padre de la Iglesia: ‘Sé sobrio como un atleta de Dios: el premio ofrecido es la inmortalidad y la vida eterna, en la que tú crees también firmemente’. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a San Policarpo).

Parece ser que viene como anillo al dedo sobre esto último escrito lo que también dice el Eclesiástico: ‘No te dejes arrastrar por tus pasiones y refrena tus deseos. Si te concedes todos tus caprichos, serás el hazmerreír de tus enemigos. No te aficiones a una vida de placer, ni te dejes dominar por él. No te arruines banqueteando con dinero prestado, cuando no tienes nada en el bolsillo’. (Eclo. 18, 30-33). Esto no se consigue de hoy para mañana. Es necesario, con la ayuda de Dios, tener una constancia que nos vaya acercando progresivamente a la posesión, cada vez más perfecta, de esta Virtud.

Claro que… quizá alguien pudiera argumentar que ‘eso’ que dice el Eclesiástico pertenece al Antiguo Testamento, pero ese argumento caería por su propio peso, aunque solamente mirásemos los aspectos humano y educativo, ya que ese Libro, por muy A.T. que sea, continúa siendo actualmente válido para nosotros porque continúa siendo Palabra de Dios. ¿Qué padre no daría hoy esos consejos a sus hijos?

LA BURLA DEL BORRACHO.-FRANCISCO DE GOYA.-ROMANTICISMO

Pero de todos modos, San Pablo lo manifiesta muy claro cuando se dirige a Tito, a quien llama ‘mi verdadero hijo en nuestra fe común’ (Tito, 1, 4), dándole este consejo: ‘Se ha manifestado la Gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres. Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad, aguardando la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador, Jesucristo’. (Tito. 2, 11-13).

Posteriormente, a los cristianos de Tesalónica, también les dice: ‘No durmamos como los demás, antes bien estemos en vela y vivamos con templanza’. (1 Tes. 5, 6).

No alberga, pues, duda alguna el sentido de este mensaje, consejo, recomendación o como lo queramos llamar. En definitiva, todo va dirigido a la Parusía. ‘Velad sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería y embriaguez y os sobrecoja de repente aquel día’. (Lc. 21, 34)

JUICIO FINAL.-MARTEN DE VOS.-MANIERISMO

Y me reservaba el argumento definitivo para el final. Jesús está en la fase final de su ayuno voluntario en el desierto. Sintió hambre y Satanás no dudó en hacerle una ‘visita’. ‘Si eres Hijo de Dios, di a esa piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre. (Lc. 4, 3-4). Nadie puede rebatir este argumento del Maestro, porque es la mismísima Palabra quien lo dijo. Fue el Logos quien habló a ese enemigo visceral de todos que es el diablo.

Después, con el paso de los años y de los siglos, la Iglesia continuó y continúa señalando orientaciones y caminos a seguir en la búsqueda de esa perfección que nos aconsejó Jesucristo: ‘Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto’. (Mt. 5, 48). Así se nos dice: ‘La templanza en el comer, la abstinencia en el beber preservan del vicio, porque así como se libra de él quien de sus causas huye, así no es raro que caiga en sus redes, quien temerariamente con ellas juega’. (SAN AMBROSIO. Tratado sobre las vírgenes, 1).

Comer y alimentarnos es bueno, saludable y necesario, pero siempre con moderación y templanza. Ahora ya es cuestión de que sigamos las enseñanzas de nuestro Salvador y las llevemos a nuestra vida.

Que Él y su Madre, Nuestra Señora de Ostra Brama nos bendigan y acompañen siempre.

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