viernes, 4 de noviembre de 2016

¿Cielo? ¿Reino? ¿Universo? (y V)

      No sé si a los Santos Padres de la Iglesia les ocurrió algo parecido, aunque obviamente fue en otro tiempo y en otras circunstancias, pero llegaron a conclusiones muy interesante. Fíjense:
      'Los hombres, pues, verán a Dios y vivirán, ya que esta visión los hará inmortales, al hacer que lleguen hasta la posesión de Dios. Esto, como dije antes, lo anunciaban ya los profetas de un modo velado, a saber, que verán a Dios los que son portadores de su Espíritu y esperan continuamente su venida. Como dice Moisés en el Deuteronomio, aquel día veremos que puede Dios  hablar a un hombre y seguir éste con vida'. (SAN IRENEO. Tratado sobre las herejías, 4, 20.)
      Y así es. El cielo es fundamentalmente ver y estar con Dios y hacer de nuestra adoración un acto perfecto de oración. Ciertamente que mientras permanezcamos aquí, tenemos la Santa Misa, el Sacrificio por excelencia, pero ¿sabemos realmente qué es y lo que allí se realiza? ¿Sabemos qué estamos haciendo cuando decimos 'Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo...'? Pienso que no, porque si se conociera, además de temblar de emoción y agradecimiento, no pasarían las persona a comulgar sin guardar el ayuno eucarístico que la Iglesia propone, por ejemplo, o pasar mucha parte de la Santa Misa hablando con el vecino o vecina del banco donde estamos sentados.
ADORACIÓN DEL NOMBRE DE DIOS.-GOYA.-NEOCLASICISMO
      Scott Hahn, profesor de Teología y Escritura en la Universidad Franciscana de Steubenville, en Ohío, EEUU, tiene lo que podríamos llamar una definición del cielo en el título de uno de sus libros: 'La cena del Cordero. La Misa, el Cielo en la tierra'. Un título acertadísimo desde mi punto de vista. A lo largo de su contenido va explicando la Santa Misa desde el Evangelio y desde el Apocalipsis, ambos de San Juan. Como les he comentado en diversas ocasiones, he leído, estudiado y orado en muchos libros, pero en éste sobre la Santa Misa, precisamente por su sencillez y profundidad, se han llenado muchas de las lagunas que tenía. 
      ¿Qué podríamos decir de este pensamiento? 'Debemos pensar y meditar que hemos renunciado al mundo y que, mientras vivimos en él, somos como extranjeros y peregrinos. Deseamos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al Paraíso y al Reino,...El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros nuestra patria es el paraíso. Allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra'. (SAN CIPRIANO. Tratado sobre la muerte).
SANTO, SANTO, SANTO
      San Juan Crisóstomo ahonda todavía más en un aspecto del cielo verdaderamente importante y trascendente. Fijémonos lo que dice: 'Y por encima de todo ello, el trato y goce sempiterno de Cristo, de los ángeles,...todos perpetuamente en un sentir común, sin temor a Satanás ni a las acechanzas del demonio ni a las amenazas del infierno o de la muerte'. (SAN JUAN CRISÓSTOMO. Epístola a Teodoro).
      Anteriormente he comentado que Jesús, a lo largo de su vida pública, hace varias menciones a la vida futura en su Reino, pero en el Apocalipsis se va manifestando a través de las visiones de Juan algo de lo que será el Reino y cómo estarán los que hayan permanecidos fieles a Dios. 'Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no existía ya. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo'. (Ap. 21, 1-2). Es impresionante. No sé cómo quedaría Juan al contemplar aquella visión, pero estoy convencido que la realidad de lo que nosotros contemplaremos si abrimos de par en par las puertas de nuestra vida y de nuestra alma a Jesucristo, será mucho mayor, porque 'ni ojo vio ni  oído oyó, lo que Dios tiene preparado a los que le aman'. (I Cor. 2, 9).

      En cuanto a nosotros pienso que no estaremos de brazos cruzados, porque solamente adorando a Dios y venerando a su Santísima Madre la Virgen, ya tendremos actividades, pero eso sí: nuestra adoración ya será perfecta. Infinitamente mayor que nuestra adoración a Dios en la actualidad. Y más cosas que dice Dios: 'Ya no tendrán hambre, ni tendrán ya más sed, ni caerá sobre ellos el sol ni ardor alguno, porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los guiará a las fuentes de agua de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos'. (Ap. 7, 16-17).
      Analizando los Evangelios, los mensajes de de Jesús, el Apocalipsis, entiendo las ganas de morir que tenía Santa Teresa de Jesús, según manifiesta en un poema: 'Vivo sin vivir en mí,y de tal manera espero, que muero porque no muero'.

      Pienso que vale la pena sufrir un poco en este mundo. A fin de cuentas el dolor es una manera de unirnos a los dolores de Cristo en la Pasión y en la Cruz. La recompensa lo merece. Jesucristo no nos dejará solos en ningún momento y la intercesión de nuestra Madre la Virgen ante Dios es muy poderosa.
      Finalizo con un párrafo del libro 'La cena del Cordero. La Misa, el cielo en la tierra', de Scott Hahn: 
      'Fuimos hechos como criaturas en la tierra, pero fuimos hechos para el cielo, nada menos. Fuimos hechos en el tiempo, como Adán y Eva, pero no para permanecer en un paraíso terrenal, sino para ser llevados a la vida eterna de Dios mismo. Ahora, el cielo ha sido desvelado para nosotros con la muerte y resurrección de Jesucristo. Ahora, se da la Comunión para la que Dios nos ha creado. Ahora, el cielo toca la tierra y te espera. Jesucristo mismo te dice: 'mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta , entraré a él  y comeré con él, y él conmigo'. (Ap. 3, 20).

      La puerta se abre ahora a la cena nupcial del Cordero'.
      Que Nuestra Señora de la Consolación y su divino Hijo nos bendigan y acompañen siempre.

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