sábado, 30 de agosto de 2008

La Santísima Trinidad (I)


Rezando el Credo en la celebración de la Eucaristía me ha vuelto a venir a la cabeza un observación que me hice yo solo: Creemos en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Luego, creo en Jesucristo y a continuación una breve exposición desde que nació hasta que resucitó. Pero ¿qué decimos del Espíritu Santo? Apenas ‘Creo en el Espíritu Santo’. (Sólo lo nombramos pero no decimos nada de Él) Luego ya continuamos con la Santa Iglesia Católica y lo que resta del Credo.

Esto me hace pensar que la Tercera Persona de la Santísima Trinidad es el Gran Desconocido, aunque realmente es el Motor de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Y esto hace que me atreva a exponer algo de Él. Pero no obstante, pienso que previamente debo exponer brevemente unas nociones sobre la Santísima Trinidad.

Antes de entrar en el tema deseo hacer una aclaración. No existen en todo el Universo ningún idioma capaz de tener un vocabulario que pueda explicar quién es Dios o cómo es. Y el nuestro no es ninguna excepción.

No existen palabras capaces o apropiadas porque siempre se quedan cortas y pequeñas al hablar de la Eternidad, de la Infinitud, de Dios en definitiva, porque al Ser eterno e infinito no lo podemos abarcar, entender o explicar porque somos limitados y además, finitos.

Solamente a través de las manifestaciones de Dios en la Biblia y de la revelación de Jesucristo podemos atisbar un poquito sobre su esencia, sobre su forma de ser, sus proyectos y planes en los que todos estamos metidos y a partir de ahí exponer nuestra propia experiencia y lo que nos han ido enseñando los años y, en algunos casos, el estudio.

Una de las cosas que con más frecuencia solemos hacer es santiguarnos: al salir a la calle, al bendecir la mesa, al comenzar a orar,... Nombramos la Trinidad cuando rezamos el Gloria o el Credo en la Eucaristía,...

Y nombramos más o menos conscientemente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pero ¿somos conscientes de lo que estamos diciendo? ¿Tenemos claro qué es y lo que representa esa invocación que hacemos? ¿Conocemos el sentido y significado de lo que decimos? ¿Los conocemos?

Aún me atrevo a más:
¿Tenemos una relación de amistad y confianza con esa Trinidad?
¿Qué podríamos decir de Ella si alguien nos pregunta por el significado de esas Personas a las que adoramos y a las que tal vez conozcamos aunque sea de una forma rudimentaria, básica y elemental?

Yo, desde mi propia experiencia os comunico con toda la sinceridad de la que puedo ser capaz que apenas sé algo de Ella por la sencilla razón de que soy una persona normal como cualquiera, con muchísimas limitaciones intelectuales. Pero tengo una fe inmensa, enorme en la Trinidad. Y a Dios hay que descubrirlo desde ella.

En cambio esa Trinidad es el Absoluto, es el Misterio en cuanto a su conocimiento y que a pesar de no tener límites por ser infinita, sin embargo nos da a conocer algo de su Esencia y de su actuación.

Desde ese punto de vista voy a intentar exponeros algo de ella sin pretender llegar al campo de la Teología. Pero unas nociones a través de las cuales podamos llegar, con Su Ayuda, a compenetrarnos más y mejor con Ella, sí.

Debo empezar diciendo que la Santísima Trinidad es un Misterio Infinito, que solamente llegaremos a comprender, a asumir, a adorar en plenitud y total conocimiento de causa cuando, después de haber tenido una vida de plena dedicación a Ella en este mundo a través de nuestras obras, intentando extender su Reino a nuestro alrededor y en nuestros ambientes, sea Él quien nos llame a su presencia y nuestro cuerpo sea conducido al cementerio.

Y fijaros que estoy diciendo nuestro cuerpo, porque el YO que todos tenemos con nuestras potencias para conocer, amar, sentir y ese largo etcétera, (llamémoslo ‘alma’, pneuma, espíritu o como queramos y que es en lo que realmente nos parecemos a Dios), es el que se va a encontrar con ese Dios Único en esencia y Trino en Personas, misterio fundamental de nuestra fe y de nuestra vida cristiana, por el que hemos estado y estamos trabajando confesándolo en el momento y la circunstancia oportunos.

Es ése el momento en que cobrarán actualidad, presencia y realidad las palabras de Jesús, dirigidas especialmente a nosotros:

“Venid, benditos/as de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber...” (Mt. 25, 34-36)
El hecho que la Santísima Trinidad sea un Misterio no significa que no podamos conocerla, al menos, a través de sus manifestaciones expresadas en la Biblia, que es Su Palabra, y de los estudios de los teólogos que, a partir de esa Palabra y de las manifestaciones de Dios, elaboran unas conclusiones.

En cambio, ¿qué nos dice la Sagrada Escritura?


En el A. T., el Génesis, cap. 1, vers. 1-3 nos relata concretamente: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo, mientras el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Y dijo Dios: ‘Que exista la luz’.Y la luz existió”.

Analizando el pasaje, vemos que ahí, más o menos directamente, ya se manifiesta la Trinidad. ‘Creó Dios’ (aparición del Padre, Primera Persona) ; ‘el Espíritu de Dios aleteaba...’ (manifestación del Espíritu, Tercera Persona) ; ‘y dijo Dios’ (el Logos, la Palabra, la Segunda persona aparece haciendo realidad la ÚNICA voluntad de las Tres personas en una UNICIDAD REAL, TOTALITARIA Y ABSOLUTA EN SU UNIDAD).

Es decir que en esta Trinidad no hay nada anterior o posterior, ni nada mayor o menor: pues las tres personas son coeternas e iguales entre sí.

Es posible que este pasaje del Génesis sea la manifestación más clara de la Trinidad en el Antiguo Testamento.

Después ya no reveló esta verdad de modo explícito, pero la preparó, mostrando la Paternidad de Dios en la Alianza con el Pueblo, manifestando su acción en el mundo con la Sabiduría, la Palabra y el Espíritu (Cfr., p.e., Sab. 7, 22-30; 12, 1: Prov 8, 22-30; Sal 32, 4-6; 147, 15; Is , 11, 2; Sir 48, 12) .

Es en el Nuevo Testamento donde con más claridad se manifiesta la Sma. Trinidad, bien directamente en algunos pasajes (bautismo de Jesús, la Transfiguración,...) o bien porque el mismo Jesucristo nos lo hace ver con claridad, especialmente en la Última Cena cuando dijo que el Padre es Dios, que El es igual que el Padre (Jn 15,16) y que el Espíritu del Padre (Jn 15,26) es el Espíritu de la Verdad (Jn 16,13), es decir, del Hijo, porque él es la Verdad.

Además, esta verdad nos fue revelada ya desde el mismo momento en que el Verbo divino entró en la historia de los hombres, en la Encarnación, cuando san Gabriel dijo a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, (es la primera vez que la Biblia dice que el Espíritu desciende directamente sobre una mujer) y la virtud del Altísimo (el Padre) te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35).
Cristo sólo dio a conocer la verdad a los Doce paso a paso. Primero les enseñó a reconocer en Él al Eterno Hijo de Dios. Al final de su ministerio, les prometió que el Padre enviaría otra Persona Divina, el Espíritu Santo, en Su lugar.

Finalmente después de Su resurrección, les reveló la doctrina en términos explícitos, empujándolos a "ir y enseñar a todas las naciones, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt. 28, 18).

Los Apóstoles predicaron por todo el mundo el reino de los Cielos, que es el reino de la Trinidad: Dios, uno en Naturaleza y trino en Personas, es el principio y el fin de la fe. Y así lo han enseñado los Santos Padres a lo largo de los siglos: una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola divinidad y les corresponde igual gloria y majestad eterna.

Voy a hacer una comparación que nos ayude un poco en este Misterio.

Cada uno de nosotros somos un ser único e irrepetible.

Pero pensemos un poco en estos interrogantes:
¿Existe alguien capaz de separar el hambre o el sueño de su propia persona y hacerlo independiente de ella?
¿Existe alguien capaz de separar su memoria histórica, sus recuerdos, de sí mismo? ¿Existe alguien capaz de separar de su propia persona el cariño que siente por sus hijos o nietos? ¿O por los padres o el cónyuge respectivo?

Creo que no. Todo eso CONFORMA NUESTRA PERSONA. Son inherentes en nosotros y forman parte de nosotros mismos. FORMAN NUESTRO ‘YO’. Esos elementos somos nosotros mismos y como nosotros nos hemos autoeducado. TODO ESO ES NUESTRA UNICIDAD. Forman una UNIDAD con nosotros.

Pero tal vez esto nos ayude a asomar tímidamente la cabeza por esa rendija de nuestra propia inteligencia para atisbar apenas un poquito lo que supone en la Trinidad que las Tres Personas sean independientes entre sí pero que formen una UNICIDAD EN CUANTO A LA DEIDAD, de la misma manera que para nosotros son independientes el amor, los recuerdos, el sueño y la inteligencia porque son nuestras potencias anímicas que nos hacen ser una sola persona, única e irrepetible: nuestro YO.

El saber que Dios es infinitamente grande, tan inmenso que no cabe en nuestra pequeña cabeza no debe llevarnos a pensar que de Dios no podemos saber nada. Ha de llevarnos, por el contrario, a asombrarnos de su grandeza y a agradecerle que nos haya revelado un poco de cómo es; porque si nos ha hablado de Sí mismo es para que le conozcamos y amemos más. «Se ha dicho, en forma bella y profunda, que nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia, que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo» (Juan Pablo II, Hom. en Puebla, 28-I-1979).

Por eso nos bautizamos en el nombre de cada una de las tres Personas divinas cumpliendo el mandato de Jesús. Desde ese momento, y mientras no se pierda la gracia, somos templos vivos de la Santísima Trinidad (cfr. 1 Co 3,16). Vivimos como metidos en Dios, divinizados. Como dice san Pablo, «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28).

Los dos grandes Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y de Constantinopla (381) marcaron la doctrina de este Misterio. El fruto del magisterio de estos Concilios es el 'Credo' niceno-constantinopolitano, con el que, desde aquellos tiempos, la Iglesia expresa su fe en el Dios uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

3 comentarios:

magdalena dijo...

Estimado Sr. Maset tiene usted la capacidad de asombrarme cada vez que añade algo nuevo a su obra, en esta ocasión la Santísima Trinidad, ahi es nada, y lo es todo es un concepto dificil de entender por si pero facilmente asimilable a un gran banquete donde El Padre sería la mesa que en la que tiene lugar, el Hijo el alimento y la bebida que alli se degusta y el Espíritu Santo es quien nos lo sirve, si falta alguna de estas tres cosas ya no sería un gran banquete, se que es un simil bastante sencillo pero a mi personalmente me ayudó a entender que donde no llega la razón esta la fé.
Gracias, gracias por hacernos para a pensar y recapacitar

El tío Maset dijo...

Estimada Magdalena. Gracias por su intervención. Por supuesto que el tema de la Santísima Trinidad es inabarcable porque, como Dios, es infinito y solamente por la fe, como Vd. dice muy bien en su comentario, podemos aceptarlo en su totalidad (aunque no entendamos nada)y, cuando el Espíritu quiere, nos deja entrever algo de su Esencia Divina.
De cualquir modo, como se habrá dado cuenta, esa es la primera parte. Habrá una segunda y tal vez una tercera.

magdalena dijo...

Sr. Maset: en unos días tomo mis vacaciones y en ellas he reservado tiempo para encontrarme a mi misma y por ende a ese pequeño hálito que el Señor puso en cada uno de nosotros, confío en que a mi vuelta haya novedades, porque espero con la ayuda del Padre regresar con muchas ganas. Saludos