miércoles, 11 de mayo de 2011

Ayudar a la Iglesia en sus necesidades (y 3)

RESURRECCIÓN DE CRISTO.-RUBENS.-BARROCO.-

Y dentro de la temática que nos ocupa, hay un tema candente que siempre ha existido, existe y existirá siempre, si bien, cuando se tiene un mínimo de sentido común (que en ocasiones es el menos común de los sentidos), se puede entender fácilmente.
MUSEOS VATICANOS

Me estoy refiriendo a lo que suele nombrarse con la expresión ‘los tesoros de la Iglesia’, que para algunos, que lo miran desde un prisma exclusivamente material, acaso aderezado con una pizca de hostilidad, con ignorancia y falta de respeto a la Iglesia, dicen que les causa ‘escándalo’ porque, dicen, se podría solucionar el hambre del mundo, lo cual es absolutamente irreal según veremos.

Sin entrar en un tratamiento exhaustivo del tema o solucionar esas necesidades materiales de la Iglesia, pienso que existen diversos aspectos.

Es cierto que la Iglesia Católica debe ser fiel al mensaje de Cristo y éste dedicó una atención especial a los pobres, enfermos y menesterosos. Los Apóstoles eran gente del pueblo sin acaudalamiento alguno. ‘No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy. En nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda. Y tomándole de la diestra , le levantó, y al punto, sus pies y sus talones se consolidaron, de un brinco se puso en pie y comenzando a andar, entró con ellos al templo saltando y alabando a Dios’ (Act. 3, 2-8). Ya ven. Los Hechos de los Apóstoles recogen la carencia de dinero que tenían.

Pero también es cierto que Jesús no desdeñó a ricos o adinerados. Cuando el joven rico se le acercó entabló un diálogo con él y viendo su forma de ser, ‘lo miró con amor y le dijo: Una sola cosa te falta. Vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo’ (Mc. 10, 17-27). Al muchacho le faltó generosidad y le sobró miedo a la incertidumbre de su vida sin sus caudales. Le faltó el salto al vacío de la fe en el Maestro.

EL JOVEN RICO.-HAROLD COPPING.-S.XIX

Jesús también atendió a Nicodemo y a Zaqueo. También a José de Arimatea. Luego fueron sus discípulos. Este último ofreció su propio sepulcro para colocar allí el cuerpo de Jesús cuando lo bajaron de la cruz. ‘Llegada la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, de nombre José, discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces ordenó que le fuese entregado. Él, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro, del todo nuevo, que había sudo excavado en la peña, y corriendo una piedra grande a la puerta del sepulcro, se fue.’ (Mt. 27, 57-60).

En definitiva, TODOS somos sus hijos, sus hermanos, sus amigos. Y a todos nos quiere. Y a todos le gustaría tenerlos con Él. Pero como todos tenemos nuestra propia libertad personal, hacemos nuestras propias opciones. Y, desgraciadamente, algunos ponen a Cristo y a su Iglesia en el último peldaño de su escala de valores. Y cuando sale algún tema sobre ellos, lo atacan sin pararse a pensar en la razón de ser del tema que se trate y del por qué. Si se presenta desacreditar o ridiculizar a la Iglesia, lo hacen sin escrúpulo alguno. Posiblemente se les llenará la boca con palabras altisonantes sobre la igualdad y el respeto mutuo, pero no en lo referente a cuanto pueda tener un sabor cristiano.

No obstante, lo cierto es que la Iglesia vive, materialmente hablando, de las aportaciones, estipendios, limosnas o donativos de sus propios hijos.

Dando un paso más, entramos en el epicentro del tema. Yo no sé si ustedes lo habrán oído alguna vez, pero personalmente yo sí lo oí en numerosas ocasiones y he rebatido el siguiente planteamiento: ‘Si la Iglesia, que debe ser pobre, vendiera sus tesoros, se acabaría el hambre en el mundo’. ¿Les suena?

Vamos a ver. Partiendo de la base de que hay muchísimo que tratar y opinar sobre el tema, sí que voy a dar unas razones que me parecen lógicas y así las he expuesto cuando he tenido que hablar de este tema con alguien.

TEMPLO DE TIKAL.-GUATEMALA




Quien tenga un mínimo de sensibilidad por el Arte esto lo considerará una aberración. ‘La Piedad’, o ‘la Capilla Sixtina’, de Miguel Ángel Buonarotti; la Gioconda’, de Leonardo da Vinci; los templos egipcios de los Faraones o las tumbas del Valle de los Reyes; las pirámides mayas, aztecas o cualquier obra o monumento que son iconos de sus pueblos respectivos, orgullo de sus naciones al ser muestra viva de su Historia,…¿Cómo les sentaría a los descendientes de quienes hicieron semejantes monumentos o de obras de arte de sus respectivos países, que se vendieran (suponiendo que hubiese dinero para comprarlo) a otros países, con lo cual perderían parte de sus raíces históricas?

¿Por qué no se venden los Museos del Louvre, en París; el del Prado, en Madrid; el Hermitage, en San Petersburgo; el Museo Británico, en Londres, con todo su contenido? Sería también una gran solución, ¿no? Y he mencionado solamente cuatro, aunque hay otros muchos con magníficas obras que podrían entrar en este rol de museos mundiales. ‘Eso es distinto, porque eso es patrimonio de una nación’, dirían esas personas. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿La Iglesia, sí y las naciones, no? Algunas naciones emplean su dinero en otras cosas (armamento, gastos vacíos de contenido, subvenciones absurdas para contentar unos pocos, cuando la mayoría pasa necesidad, etc.)

CAPILLA SIXTINA.-M.A.BUONAROTTI.-
RENACIMIENTO

Entonces, seamos coherentes. La Iglesia, es cierto que es depositaria de muchísimas obras de arte, algunas donadas por diferentes países. Otras son encargos que en su día hicieron algunos Papas a determinados pintores, escultores o arquitectos, por ejemplo el Papa Julio II, que ocupó el Primado de la Iglesia desde 1503 a 1513, encargó Miguel Ángel Buonarotti pintar el techo de la Capilla Sextina, obra maestra del Arte admirada durante los siglos transcurridos desde su finalización hasta nuestros días, Incluso algunos cardenales ejercieron un mecenazgo sobre algunos artistas concretos, algo común, especialmente en el Renacimiento, que luego quedaron propiedad de la Iglesia en algunos casos. Incluso había frailes que pintaban según su propia visión del Arte en algunos temas religiosos, como el caso de fra Angélico, fray Juan Bautista Maino, Fra Filippo Lippi y otros.


Y eso, si lo queremos analizar, hemos de zambullirnos en la época a la que pertenecen las obras a las que nos queramos referir.

CATEDRAL DE AQUISGRÁN
En la Edad Media comenzaron a construirse las catedrales góticas. Nombremos algunas: Saint Denis o Nôtre Dame, en Francia; León o Toledo, en España; Aquisgran, Colonia o Munich, en Alemania; Canterbury, Gloucester o Durham, en Gran Bretaña; Bolonia, Florencia o Milán, en Italia. ¿Es necesario nombrar más? ¿Les preguntamos a los habitantes de esos países qué pasaría si se vendiesen? Ahí están, sucediendo al Románico, que también tiene ‘algo’ que decir, en lo que al Arte se refiere, ya que sus iglesias, pinturas o esculturas hablan por sí mismas.



Y díganme. ¿Quién conservó la cultura clásica en la Edad Media, continuamente en guerra? Nadie puede negar que los monjes de las distintas Órdenes, con su concienzudo trabajo de copistas y manejo del dibujo y el color en Misales, Biblias, Libros de las Horas,…que hacían para determinados Reyes o damas de la nobleza, algunos de los cuales aún se conservan hoy, son testigos magníficos de su labor lenta y callada.




MONJE COPISTA

En muchos casos la Iglesia fue fundadora de diversas Universidades. El Cardenal D. Francisco Jiménez de Cisneros fundó una de las más prestigiosas de España: la de Alcalá de Henares, por ejemplo.

¿Por qué digo todo esto? Pues porque en cada etapa de la Historia se ha tenido una concepción distinta de las cosas y el Arte no ha sido ninguna excepción.

Lógicamente, a medida que avanzaba el tiempo y con él la cultura en sus distintas manifestaciones, se iba tomando más conciencia de la necesidad de una educación que comenzara con la formación de los niños, con su aprendizaje, hasta llegar al siglo XXI, en el que, es evidente, no se piensa igual ni se tiene el mismo concepto de las cosas, por ejemplo, que en siglo XII.


En épocas y siglos anteriores, ¿existía el hambre en los pueblos? ¡Claro que sí! Y las epidemias, y las pestes, y tantas otras cosas que causaban, en algunos casos, innumerables muertes. Y no se le ocurrió a nadie vender una escultura propia que representara a Jesucristo, a la Virgen o a algún santo. Al contrario. Defendían ese patrimonio porque pertenecía al pueblo. Y los clérigos y el mismo pueblo lo cuidaban y protegían.

Y cuando en alguna época ha surgido algún descerebrado gobernante que ha expulsado a los monjes de algún monasterio con las más burdas excusas o estúpidas razones, no ha sido para cuidar e Patrimonio artístico como lo hacían los monjes. Al contrario. Del abandono y desidia de estos personajes son mudos testigos las ruinas que hoy se pueden ver de algunos monasterios, que con el paso del tiempo han ido derrumbándose quedando hoy en el lamentable estado en que se encuentran.
PARÁMIDE DE LA LUNA.-TEOTIHUACAN.-MÉXICO

Volviendo al día de hoy. ¿Hay alguien que con el pretexto de paliar el hambre, incluso erradicarla, comprase, por ejemplo la Sainte Chapelle francesa? ¿O la catedral de Burgos, en España? ¿O los restos arqueológicos de Teotihuacan o alguno de los templos hindúes asiáticos? Son el símbolo de culturas milenarias. A poco que lo pensemos veremos que sería absurdo. Y cuando a causa de las guerras se han dañado alguno de esos u otros monumentos, tan significativos para los naturales de esos países, se han estudiado y habilitado procedimientos distintos para reconstruirlos o restaurarlos.

Y me planteo. Que la Iglesia tenga esas obras de Arte, ¿supone que posea una gran riqueza, como algunas personas creen? Personalmente pienso que no, porque aquí se debe distinguir entre tener una riqueza suntuosa, lujosa y que haga una ostentación pública de ello, mermando las ayudas y la atención a los realmente necesitados por una parte, y por otra, esa riqueza artística que he comentado con anterioridad, herencia de muchos siglos, con un cariz eminentemente cultural, artístico o histórico, que en ningún caso debe convertirse en dinero.



PIETÁ.-MIGUEL ÁNGEL BUONAROTTI.-RENACIMIENTO

El espíritu del Evangelio es el espíritu de la doctrina de Cristo. Ayer, hoy y siempre. Y la Iglesia es fiel a ese espíritu, en concordancia con los planes de Dios en el mundo.


En ese sentido no tienen razón de ser los bienes superfluos, no necesarios, que no tienen justificación alguna, si no es para ponerlos al servicio de los más necesitados.

Dicho de forma breve, sabemos que siglos atrás se tenía la concepción de que a Dios había que ofrecerle lo mejor y se pensó que si para las personas lo mejor era el oro y las joyas, por ejemplo, había que adornar imágenes u objetos litúrgicos con ese metal y con piedras preciosas. Y además lo hacían con rectitud de intención y con la mejor de las intenciones.

Hoy vemos y sabemos que no tienen razón de ser esos ofrecimientos a la Santísima Trinidad. La conversión a Dios, la penitencia, la oración, darnos al prójimo y cosas por el estilo, son bastante más agradables a Dios, y los Profetas, en el Antiguo Testamento, ya nos dicen bastante en este sentido cuando hablan, por ejmplo, de los acrificios agradables a Dios.


Una ayuda desinteresada y altruista a la Iglesia en alguna de sus necesidades, puede tener más valor a los ojos de Dios que unas riquezas materiales para su culto. Él no necesita lujo alguno. Y sería suficiente argumento ver dónde fue y en qué condiciones, su nacimiento en la persona de Jesús de Nazaret. Y su modo de vida. Y su predicación. Y por extensión, tampoco la Iglesia necesita nada de eso.


ADORACIÓN DE LOS PASTORES .-PINTURICCHIO.-RENACIMIENTO.-

Sin embargo la Iglesia sí que posee dos tesoros de incalculable valor, totalmente agradables a Dios y digno de ofrecérselos.

Uno de ellos es el ser humano en sí mismo. Tan gratos somos a Dios que no dudó en hacerse hombre, morir y resucitar para la salvación de la Humanidad entera, tras sufrir una dolorosísima y cruel Pasión. Fue el precio de su Amor. Y nosotros debemos ser objeto de ofrecimiento propio a ese Jesús Redentor, al Padre y al Espíritu Divino dándonos a la Iglesia fundada por Cristo, colaborando en la consecución de sus objetivos que son los mismos que los de su Fundador y ayudando a esas necesidades eclesiales con medios materiales y también personales, según los carismas que cada uno tengamos. En la entrada anterior ya vimos lo que, solamente en España durante un año, hacen personas y Entidades entregándose a Dios a través de la ayuda a los seres humanos que pasan necesidades del tipo que fuere. En el resto del mundo, igual.

El otro gran tesoro que tiene la Iglesia y que, pienso, que nunca alcanzaremos a conocer y valorar, es LA EUCARISTÍA.




El mismo Cristo que nos redimió quiso quedarse con nosotros ‘hasta el fin de los tiempos’ (Mt. 28, 20) e hizo el mayor de sus milagros: quedarse realmente bajo la apariencia de pan y de vino después de las palabras de la Consagración del sacerdote en cada una de las Eucaristías que se celebran en el mundo. Y eso lo quiso hacer por todas las personas de todos los tiempos, los que han vivido, los que estamos viviendo ahora y los que vivirán mientras exista la Humanidad.

Y lo hizo sabiendo que los que teníamos auténticas necesidades éramos nosotros. Y no dudó en darse a sí mismo para ayudarnos en todas las facetas de la vida de cada persona.

Y nosotros, sus discípulos, sus hijos, hemos de corresponderle de una u otra manera. Una de esas formas de ayudarle es ayudar a la Iglesia que fundó y a la cual pertenecemos, en cuantas necesidades podamos.

A partir de ahí, cada uno podremos tener nuestros propios criterios y sacar nuestras propias conclusiones, pero una cosa queda clara y es innegable. Estamos de paso. Nadie nos vamos a quedar aquí para ser indiferentes ante las necesidades ajenas. Y de ese tipo de talentos también seremos examinados, porque en definitiva, es el amor quien nos debe mover a actuar.

Quien quiera combatir, rebatir a la Iglesia, es su problema, porque se le podría decir también lo que Jesucristo dijo a Saulo: ‘Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Es inútil que des coces contra el aguijón’. (Act. 26, 14). Sí. Es inútil. Es tiempo perdido. Aunque no se quiera reconocer, ¿quién como Dios? Suya es la victoria final. Esta Semana Santa, como todas las que celebremos, hemos visto y seguiremos viendo que aunque aparentemente triunfe el mal, triunfe el pecado, triunfen las tinieblas del Maligno, la Resurrección de Cristo es un canto de Esperanza para todos, por encima de absurdas disquisiciones.





Que nuestro Maestro, desde la advocación de Cristo del Mar, y su Madre, Nuestra Señora de la Salud de Vailankanni, nos bendigan.

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