sábado, 28 de enero de 2012

LA IRA (I)

MARTIRIO DE SAN ESTEBAN.-REMBRANT HARMENSZ VAN RIJN.-BARROCO

Me parece que si yo les preguntase si en alguna ocasión se han enfadado o irritado contra algo o con alguien, me encontraría con un elevado índice de probabilidades de que me respondieran afirmativamente. Es más. Hasta es posible que alguno de ustedes (si no todos), me aseverasen que eso es algo que nos ocurre a TODOS.

Y realmente es así. Incluso entre los niños pequeños hemos presenciado sus rabietas infantiles cuando sus padres les han contrariado (por su bien, aunque ellos no lo entiendan) en alguna petición o capricho. Esto parece propio de la naturaleza humana.

Incluso es posible que a más de uno podría ocurrirle que ante una situación injusta, ante la que se encuentra totalmente impotente, haya sacado ese genio que todos tenemos y haya pronunciado alguna que otra palabra altisonante (en España lo llamamos ‘tacos’) con las cuales parece que se libera y acaso encuentra un alivio o válvula de escape ante la impotencia que siente.

LA IRA.-PATRICK VARACHEZ.-CONTEMPORÁNEO

Conozco muy directamente personas que ante la Ley que legaliza esa lacra asesina del aborto han dicho, fuera de sí, las mayores barbaridades. Incluso cuando se leían las declaraciones de un determinado personaje político diciendo que un feto de trece semanas es
"Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica", esos amigos míos (discúlpenme: yo, también) se exaltaban hasta llegar a rozar el insulto al ver su sectarismo y su carencia de los conocimientos más elementales de la ciencia que en cualquier escuelita, por pequeña que sea, se enseña como uno de los conocimientos básicos elementales.

Y es que resulta muy difícil contener el justo furor que produce el asesinato de seres indefensos o la incultura de semejantes entes que en lugar de ocupar un puesto en la política de una nación, acaso debieran volver a la escuela elemental primaria para no demostrar el bochornoso ridículo que hacen.

NIÑO ABORTADO, HACIA EL CIELO

Esta especie de preámbulo parece muy rebuscado, pero en realidad no es así. He partido de situaciones que he presenciado y de alguna manera he vivido y participado también en la indignación provocada por los hechos comentados. De alguna manera dan pie para introducirnos en el tema de ese otro pecado capital que es la ira.

¿Quiero decir entonces que los hechos comentados anteriormente son pecado? Pues no. No es eso precisamente lo que quiero decir. En principio, para que una acción sea pecado grave, deben darse tres condiciones: que la materia sea grave, que haya advertencia de esa gravedad por nuestra parte y que, siendo conscientes de esto, consintamos en hacerlo. Y la ira, como pecado, debe cumplir estas tres condiciones.

Entonces no confundamos la justa indignación que nos puede producir algo que esté en contra de la razón, con que ese sentimiento de indignación nos conduzca a un deseo desordenado de venganza, o de desearle el mal a quien nos produce la indignación, cosa totalmente en contra de la razón y del mandamiento divino del Amor.

¿Podremos decir, entonces, que existe un tipo de ‘ira’ bueno, que se mantiene dentro de los límites de la moderación que podría presidir cualquier conducta? Pienso que sí, y por lo que dice San Pablo, parece que así nos lo da a entender: ‘Si os enojáis, no pequéis, ni se ponga el sol sobre vuestro enojo. No deis entrada al diablo’. (Ef. 4, 26-27).

RUINAS DE ÉFESO

Distingue entre el enojo, que puede producir cualquier situación, y el pecado en que puede desembocar esa hipotética situación. Acaso el mismo sentido que tenemos de la justicia, de la rectitud, del bien, nos pueda impulsar en determinados momentos a perder el equilibrio emocional y conducirnos a la exageración de nuestros juicios y criterios.

Abundando en esto, San Agustín tiene algo que decir: ‘Quien se enfurece con causa no es culpable; porque si la ira no existiese, ni aprovecharía la doctrina ni los tribunales estarían constituidos, ni los crímenes se castigarían. Así, quien no se enfurece cuando hay causa para ello, peca: la paciencia imprudente fomenta los vicios, aumenta la negligencia e invita a obrar el mal, no solo a los malos sino también a los buenos’. (SAN AGUSTÍN. Sobre la Ciudad de Dios).

Pero no perdamos de vista lo que piensa Santo Tomás: ‘Si uno se encoleriza cuando debe, en la medida que debe, por lo que debe encolerizarse, etc., es entonces la ira un acto de virtud’. (SANTO TOMÁS. Sobre los Mandamientos).

SANTO TOMÁS DE AQUINO.-FRANCISCO HERRERA, EL JOVEN.-BARROCO

Ya ven. En principio podríamos decir que la ira no es mala y eso acaso nos condujese a pensar que todo está bien. Esto hay que matizarlo. La ira, en el sentido de enfado, de simple enojo, de irritación ante situaciones injustas o el furor que pueda producirnos, no es malo, SIEMPRE QUE no nos lleve a desear mal a nadie. No olvidemos que no somos quienes para juzgar a NADIE. Faltaríamos a la caridad. El Juez solamente es Uno y Trino. Para nosotros queda juzgar situaciones, problemas, cosas en general.

Hecha esta salvedad, aquí nos vamos a referir a la ira como pecado. Esa ira que nos impide ser nosotros mismos y caer en deseos de venganza, de desear mal a los demás, que nos impulsa al odio y al rencor. En una palabra: ser irracionales. Perder nuestra característica de personas ‘razonables’ capaces del autocontrol, del diálogo, del reconocimiento de nuestras propias limitaciones,…

La ira, así entendida, la ha perseguido la Sagrada Escritura desde siempre. El Génesis ya nos cuenta cómo vino el primer homicidio de la Historia. Caín y Abel hacen ofrendas a Dios. Los sacrificios de Abel eran gratos a Dios. Los de Caín, no.

CAÍN Y ABEL.-PEDRO PABLO RUBENS.-BARROCO

‘Se ENFURECIÓ Caín y andaba cabizbajo…’ (Gen. 4, 1-16). Dios le avisó que esa conducta no era correcta, pero al final se impuso la irracionalidad, el rencor, la envidia que roía el corazón del hermano de Abel. Y lo mató. A eso puede conducir el pecado de la ira.

Cuando el rey David ordenó matar a Urías para casarse con Betsabé, hizo brotar la cólera de Dios, porque se indignó contra David al ver tamaña injusticia, como hubiéramos hecho, posiblemente, nosotros. Natán fue el encargado de hacérselo ver con un ejemplo que se puede leer en 2Sam., cap. 11 completo y 12, 1-15. El mismo rey se indignó y lanzó la frase justa: ‘¡Vive Yavéh que el que tal hizo es digno de muerte! (2Sam., 12, 5).

NATÁN REPRENDE A DAVID SU PECADO

Y la respuesta de Dios le llegó a través del profeta: ‘Tú eres ese hombre’. Este ejemplo está referido a la indignación de Dios con David por su orden de matar a Urías. Es lo que anteriormente he nombrado como ‘ira buena’, en sentido de indignación.

En este sentido tenemos también la justa indignación de Jesús con los mercaderes del Templo. (Jn. 2, 13-18). Hace tiempo leí una frase que seleccioné por lo que encierra de positivo y que me ayudó mucho a entender esto del ‘genio’ que tenemos las personas. Aunque no recuerde de dónde ni de quién es, ya que es la frase en sí lo medité en su día, la transcribo: ‘Bíblicamente, la ira es una energía dada por Dios con la intención de ayudarnos a resolver problemas’. Si se dan cuenta, en su significado está contenido que en sí misma no es mala. Son nuestras actitudes la que transforman su contenido.

A partir de ahí podríamos hacer un retrato robot de la persona iracunda. En principio son poco o nada dialogantes y la tolerancia no suele figurar entre su vocabulario habitual. Cuando se encuentran en medio de un diálogo y éste desemboca en algún aspecto que no concuerda con su concepto del mismo, los gritos y la furia es muy posible que hagan acto de presencia a través de ellos. Si alguien desea restablecer la calma y desde la concordia pretende suavizar el clima de tensión, lo más probable es que se estrelle ante la actitud ciega y torpe del que se deja llevar por su ira absurda.

En esos momentos parece que todas las venas de su rostro, normalmente rojo por su actitud, están dispuestas a estallar. Todas las palabras que brotan de su garganta surgen atropelladas e incoherentes en ocasiones y las que se suelen entender muy claras son las que hacen referencia a los insultos que dedica a cuantos cree que puedan estar en contra de sus criterios o puntos de vista. Tampoco sería extraño que alguna mesa recibiese el puñetazo de rigor con el rubricarían su ‘actuación’. Pero lo peor de todo es que no se dan cuenta de lo que realmente están haciendo. Fíjense:

‘Cómo el hombre encolerizado jamás tiene por injusto su enojo, alimenta su ira con muchos falsos juicios. De lo dicho se infiere que vale más aprender a no enfadarse que intentar enfadarse con moderación y prudencia; y por si por imperfección o flaqueza nos sorprende la ira, más vale rechazarla al instante que entrar con ella en capitulaciones, pues por poco lugar que se les dé, se apodera de la plaza y hace como la serpiente, que donde entra la cabeza fácilmente entra todo el cuerpo’. (SAN FRANCISCO DE SALES. Introducción a la vida devota).

SAN FRANCISCO DE SALES, DOCTOR DE LA IGLESIA

Siempre existen algunas citas que hacen referencia a este tipo de personas. Por ejemplo, esta otra: ‘Cuando somos zarandeados por la ira, estamos faltos de lucidez en el juicio, de la imparcialidad en el discernimiento, de la justa medida indispensable para dirimir las diferencias’ (CASIANO. Instituciones). Parece que este pensamiento hace una clara referencia a este tipo de personas, ¿no creen?

Es triste. Muy triste este tipo de actuaciones por las personas que obran así. Si la pasión que se siente llevase a tomar actitudes de venganza deseando para los demás castigos inmerecidos mayores de los que en justicia le corresponderían, en contra de la caridad y sin moderación alguna, se podría convertir en el pecado de la ira.

LA IRA.-EL BOSCO.-GÓTICO

Ya que como cristianos hemos de estar en continuo crecimiento en la perfección de nuestra conducta, creo que es conveniente y necesario eludir todo aquello que nos pueda producir enojo o alguna alteración mayor que nos lleve al pecado, ya que cuando nos serenamos y analizamos objetivamente nuestra actuación, sentiríamos esa justa vergüenza que nos produce las actitudes tomadas. Y ¿para qué pasarlo mal? Es cierto que en ocasiones, tal vez muchas, sea inevitable, pero al menos vayamos con cuidado continuamente.

Ante esto tengamos en cuenta que no estamos solos.’No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza’. (2 Tim. 1, 7). Apoyados en la Gracia de Dios podremos superar las dificultades y vencer, no solamente la ira, sino cualquier situación o pecado.
En la próxima entrada finalizaremos este tema. Que nuestro Redentor y Nuestra Señora de Roncesvalles nos colmen de bendiciones.

miércoles, 11 de enero de 2012

La gula (y II)

EL GUSTO.-JAN BRUEGHEL DE VELOURS.-BARROCO

Pues como les dije vamos a terminar este tema de la gula y sus posibles soluciones, si bien aquí no se trata de dar recetas ni tampoco de tratar exhaustivamente de todos los remedios posibles.

Muchas. Muchísimas veces hemos oído hablar del ayuno. A muchas personas les repele porque no les gusta el sacrificio. Me parece que bastantes religiones lo aconsejan y practican, pero me voy a referir concretamente a la religión Católica que es la que más conozco por ser la mía.

Parto de una pregunta. ¿Qué tendrá el ayuno que hasta el mismísimo Jesucristo lo practicó? Y no solamente lo practicó, sino que quiso prepararse para el comienzo de su vida pública en la que iba a transmitir la voluntad del Padre y desarrollar la misión para la que había nacido y asumido nuestra naturaleza humana. Después de su bautismo marchó al desierto, a la soledad, al silencio, posiblemente, ¡quién sabe!, a preparar un esquema para su futura evangelización, a cuarenta días de ayuno riguroso al final de los cuales (¡claro!) sintió hambre.

‘El ayuno fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a Dios; abate la concupiscencia, dando fuerzas para vencer y amortiguar sus pasiones, y dispone el corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todo’. (San Francisco de Sales. Sermón sobre el ayuno).

Me parece que estaremos de acuerdo que ayunar supone siempre, de entrada, un sacrificio que nuestra condición humana no está dispuesta a aceptar. Pero yo me atrevería a decir que el ayuno es útil, necesario y provechoso, porque con ese tipo de sacrificios se consolida la personalidad, podemos ser más objetivos para saber ver cómo somos realmente, podemos conocer mejor los inconvenientes, peligros y problemas que podemos tener en nuestro quehacer diario y desde ese prisma podemos ver con mayor imparcialidad y objetividad cómo es realmente nuestra actuación con respecto a la Palabra, con respecto a nuestro trato con Dios y con respecto al Mensaje del Maestro.

Sí, amigos. Jesús nos lo pone ahí y nos lo propone para enriquecer su seguimiento. Con el ayuno acaso podamos purificar más y mejor nuestras actitudes cristianas. El mismo Dios lo pide así a Israel como mandato: ‘Esta será para vosotros una ley perpetua. El día diez del séptimo mes ayunaréis y no haréis trabajo alguno, ni el nativo ni el emigrante que reside entre vosotros. Porque ese día se hará rito de expiación sobre vosotros para purificaros y seréis purificados de todos vuestros pecados delante del Señor’. (Lev. 16, 29-30).

‘Mas ahora –oráculo de Yavéh- volved a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con lamentos’. (Joel, 2, 12). Isaías expone más claro lo que Dios le comunica, y que a nosotros nos marca una pauta en nuestros ayunos, que además de lo referido al sacrificio en comidas o bebidas, manifiesta sus preferencias. Así habla Dios: ‘El ayuno que yo quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo, que proporciones vestido al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán en seguida, tu recto proceder caminará ante ti y te seguirá la gloria del Señor’. (Is. 58, 6-8). ¡Buff! ¡Casi nada! Menudo programa nos propone nuestro Padre Celestial, pero ¿es que no vale lo que dice al final? Cumpliendo todo esto, ‘TE SEGUIRÁ LA GLORIA DEL SEÑOR’. Es para meditarlo y revisar continuamente nuestra relación con Él, ¿no les parece?

La Iglesia Católica solamente pone dos días de ayuno en todo el año: El Miércoles de Ceniza, con el da comienzo la Cuaresma, y el Viernes Santo, en el que se conmemora el Sacrificio Redentor de Cristo en la Cruz por todo el género humano, sin distinción de razas o nacionalidades. Aparte, figura el Día del Ayuno Voluntario y los días que, voluntariamente y por la razón que fuere, cada cristiano ayuna por sí mismo sin que nadie se lo mande. El Beato Juan Pablo II, de feliz memoria, dice: ‘El ayuno significa un dominio sobre nosotros mismos; significa ser exigentes en las relaciones con nosotros mismos; estar prontos a renunciar a las cosas, y no solo a los manjares, sino también a goces y placeres diversos’. (Juan Pablo II. Homilía del 28 de noviembre de 1979).

CRISTO DE LA CLEMENCIA.-JUAN MARTINEZ MONTAÑÉS.-RENACIMIENTO

No obstante, la Iglesia Católica propone, como hace con todos los pecados capitales, una virtud opuesta a la gula y marca unas sugerencias para poder seguirla en orden a nuestro bien, a nuestro perfeccionamiento en el servicio del Salvador. Se trata de una de las cuatro Virtudes Cardinales: la Templanza. Mientras preparaba este tema me planteaba: Como otras tantas cosas de nuestra Religión, ¿tendremos claro los cristianos en qué consiste esta Virtud? Me parece que no, al menos en la mayoría del pueblo llano que llena nuestras iglesia los domingos pero que no profundizan en su formación cristiana.

San Pablo nos lo dice a nosotros explícitamente a través de los escritos que les dirigió a la comunidad cristiana de Tesalónica: ‘No durmamos como los demás, antes bien, estemos en vela y vivamos con templanza’ (I Tes. 5, 6). Su discípulo Timoteo, al que se supone encargado de la Comunidad cristiana de Éfeso, también le dice: ‘No nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza’ (2 Tim. 1, 7). Estos consejos siguen siendo vigentes hoy para nosotros.

Nuevamente el Beato Juan Pablo II dice haciendo alusión a la Templanza: ‘No se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte si no posee también la virtud de la Templanza. Se puede decir que esta virtud condiciona indirectamente todas las demás virtudes, pero se debe decir también que todas las demás son indispensables a fin de que el hombre pueda ser “moderado” o “sobrio”.’ (Juan Pablo II. Sobre la Templanza. Audiencia general del 22 de noviembre de 1978).

LA TEMPLANZA.-PIETER BRUEGHEL, EL VIEJO.-RENACIMIENTO

Hoy, en esta sociedad en la que se minusvalora el esfuerzo, el sacrificio personal y cualquier tipo de valores humanos, esta virtud, como cualquiera de las otras, está infravalorada, minusvalorada, cuando no ridiculizada. Pero lo cierto es que cuando surge en el ambiente social una persona que desarrolla una personalidad fuerte, que sabe controlar los hechos que le van surgiendo día a día siendo dueño de sí mismo y de sus actos, congruente con lo que piensa y con lo que dice y reconoce sus limitaciones y debilidades y a pesar de todo ello intenta ser cada vez mejor e incluso ser el mejor, levanta la admiración y la confianza de cuantos le rodean.

Cabe pensar que una persona así es una utopía, pero no es así. Conozco algunas de ellas y las tomo como referencia para escribir esto, aunque tengan también sus debilidades, contra las cuales me consta que luchan sin descanso.

PASTORES DE LA ARCADIA.-NICOLÁS POUSSIN.-BARROCO

Al decir esto estoy refiriéndome a la Templanza en cuanto se refiere a la gula, pero se puede aplicar lo mismo a cualquier otro vicio que nos pueda apartar de Dios y de nosotros mismos. Con la Templanza podemos moderar esa fuerte atracción que podemos sentir como seres humanos que somos, hacia esos caprichos que van apareciendo cada día al alcance de cualquiera. Y con la Templanza aseguramos el dominio de la voluntad sobre cualquiera de los instintos que podemos sentir.

En la Sagrada Escritura hay muchas referencias a esta Virtud. Así, podemos leer ‘Hijo, fíjate en lo que es bueno para tu salud, mira lo que te perjudica y prívate de ello. Porque no todo les conviene a todos, ni todo satisface a todos. No comas sin medida cualquier manjar, ni te abalances sobre la comida; porque la glotonería produce enfermedad, y la intemperancia provoca cólicos. Muchos han muerto por comer demasiado, pero el que se controla, prolonga su vida’. (Eclo. 37, 27-31). Sabios consejos, ¿no?

Lo curioso y real es que realmente somos y nos sentimos más libres y satisfechos de nosotros mismos cuando sabemos que podemos dominar esas pequeñas (o grandes) cosas que de alguna manera nos han tentado. Con el ejercicio de la templanza viene también el ejercicio de la sobriedad, de la humildad, de la moderación en cuanto tiene algo que ver con nosotros, a pesar de ese aluvión mediático de la sociedad, de la propaganda de cosas a través de anuncios, y un largo etcétera que para cada persona puede ser diferente en cuanto que no hay dos personas iguales.

Y eso requiere un entrenamiento, un ejercicio diario en aquello que cada uno sabe que debe resistir o apartar. Se debe buscar una reflexión serena y objetiva para conocer lo que nos conviene en cada situación y ‘saber estar’ y ‘saber ser’ como personas y como cristianos.

Dios nos ha adornado con uno de sus mejores regalos: la libertad. Pero lo que ocurre es que hay quien la puede confundir con el libertinaje que, obviamente no es lo mismo. El recto ejercicio de la libertad es uno de los medios que tenemos para la forja de nuestra personalidad, de sanos criterios de discernimiento, de humanizarnos más.

Pienso que es en este sentido como se pronuncia este Padre de la Iglesia: ‘Sé sobrio como un atleta de Dios: el premio ofrecido es la inmortalidad y la vida eterna, en la que tú crees también firmemente’. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a San Policarpo).

Parece ser que viene como anillo al dedo sobre esto último escrito lo que también dice el Eclesiástico: ‘No te dejes arrastrar por tus pasiones y refrena tus deseos. Si te concedes todos tus caprichos, serás el hazmerreír de tus enemigos. No te aficiones a una vida de placer, ni te dejes dominar por él. No te arruines banqueteando con dinero prestado, cuando no tienes nada en el bolsillo’. (Eclo. 18, 30-33). Esto no se consigue de hoy para mañana. Es necesario, con la ayuda de Dios, tener una constancia que nos vaya acercando progresivamente a la posesión, cada vez más perfecta, de esta Virtud.

Claro que… quizá alguien pudiera argumentar que ‘eso’ que dice el Eclesiástico pertenece al Antiguo Testamento, pero ese argumento caería por su propio peso, aunque solamente mirásemos los aspectos humano y educativo, ya que ese Libro, por muy A.T. que sea, continúa siendo actualmente válido para nosotros porque continúa siendo Palabra de Dios. ¿Qué padre no daría hoy esos consejos a sus hijos?

LA BURLA DEL BORRACHO.-FRANCISCO DE GOYA.-ROMANTICISMO

Pero de todos modos, San Pablo lo manifiesta muy claro cuando se dirige a Tito, a quien llama ‘mi verdadero hijo en nuestra fe común’ (Tito, 1, 4), dándole este consejo: ‘Se ha manifestado la Gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres. Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad, aguardando la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador, Jesucristo’. (Tito. 2, 11-13).

Posteriormente, a los cristianos de Tesalónica, también les dice: ‘No durmamos como los demás, antes bien estemos en vela y vivamos con templanza’. (1 Tes. 5, 6).

No alberga, pues, duda alguna el sentido de este mensaje, consejo, recomendación o como lo queramos llamar. En definitiva, todo va dirigido a la Parusía. ‘Velad sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería y embriaguez y os sobrecoja de repente aquel día’. (Lc. 21, 34)

JUICIO FINAL.-MARTEN DE VOS.-MANIERISMO

Y me reservaba el argumento definitivo para el final. Jesús está en la fase final de su ayuno voluntario en el desierto. Sintió hambre y Satanás no dudó en hacerle una ‘visita’. ‘Si eres Hijo de Dios, di a esa piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre. (Lc. 4, 3-4). Nadie puede rebatir este argumento del Maestro, porque es la mismísima Palabra quien lo dijo. Fue el Logos quien habló a ese enemigo visceral de todos que es el diablo.

Después, con el paso de los años y de los siglos, la Iglesia continuó y continúa señalando orientaciones y caminos a seguir en la búsqueda de esa perfección que nos aconsejó Jesucristo: ‘Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto’. (Mt. 5, 48). Así se nos dice: ‘La templanza en el comer, la abstinencia en el beber preservan del vicio, porque así como se libra de él quien de sus causas huye, así no es raro que caiga en sus redes, quien temerariamente con ellas juega’. (SAN AMBROSIO. Tratado sobre las vírgenes, 1).

Comer y alimentarnos es bueno, saludable y necesario, pero siempre con moderación y templanza. Ahora ya es cuestión de que sigamos las enseñanzas de nuestro Salvador y las llevemos a nuestra vida.

Que Él y su Madre, Nuestra Señora de Ostra Brama nos bendigan y acompañen siempre.