martes, 3 de enero de 2017

El ¿fin del mundo? (II)

      La Palabra de Dios es un pozo sin fondo. Cuanto más nos adentramos en ella mayores descubrimientos hacemos. Esto lo saben muy bien aquellas personas que ante los diferentes planteamientos sobre algún tema concreto de la Biblia hubo discusiones y al final el Espíritu Santo dio la luz suficiente para que se llegara a una conclusión veraz.
      Lo cierto es que el ser humano, aunque quiera buscar mil y una justificaciones; aunque se haga los planteamientos más disparatados; aunque lea, estudie o investigue en los libros que considere convenientes o visite los lugares más inverosímiles, jamás se queda totalmente satisfecho con las conclusiones a las que llega sobre el fin del mundo. En el fondo de su fuero interno sabe que jamás llegará al conocimiento del día, lugar y año que ocurrirá semejante acontecimiento.
      Hay personas de determinadas confesiones religiosas, no católicas, que vaticinaron el día, mes y año del fin del mundo y se prepararon para vivir este acontecimiento. Como era de esperar no ocurrió nada de lo que esperaban y todavía lo siguen esperando.                                         A los Apóstoles también les rondaba esta idea por la cabeza y no perdían la ocasión de comentarlo con el Maestro, y así 'estaba sentado en el monte de los Olivos, cuando se le acercaron los discípulos en privado y le dijeron: -Dinos cuándo ocurrirá esto, y cuál será la señal de tu venida y el fin de este mundo. Jesús les respondió: -Cuidad de que nadie os engañe. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo 'yo soy el Mesías', y engañarán a muchos. Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerra. No os alarméis. Todo esto tiene que ocurrir, pero aún no habrá llegado el fin'. (Mt. 24, 3-14).

      Jesucristo conocía muy bien las preocupaciones humanas sobre este tema y a lo largo de su vida pública fue dando bastantes detalles. Como había mucha claridad en cuanto decía, Mateo y Marcos recogieron uno de estos momentos y lo escribieron prácticamente igual en sus respectivos Evangelios:
     
      'En cuanto el día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre'. (Mt.24, 36 y Mc. 13, 32). Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora'. (Mt, 25, 13). Esto es irrefutable. Nada hay que decir porque nada se puede decir. ¿Quién como Dios?                           Decía al principio de la entrada anterior que la expresión 'fin del mundo' no me parecía adecuada- ¿Por qué? Bueno. Realmente es una opinión personal, pero tiene un fundamento: la Biblia. Verán ustedes. Ciertamente no he leído (y menos aún estudiado) toda la Biblia. Libros como el Levítico, por nombrar alguno, apenas lo he leído superficialmente. Pero sí he leído muchos del A.T. y todos los del N.T. La expresión 'fin del mundo' no aparece muchas veces ni tampoco es la única que se emplea para referirse a este acontecimiento, pues hay otras ('el día de Yavéh', 'el fin de los tiempos, etc.).

      Las últimas palabras que aparecen en el Evangelio de Mateo son pronunciadas por el mismo Jesús y dice así: 'Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta EL FINAL DE ESTE MUNDO'. (Mt. 28, 19-20).
     
¿Qué significado encierra esta expresión? ¿La desaparición absoluta del planeta Tierra en el cual habitamos? Ni lo sé personalmente ni creo que el sentido que Jesucristo quiso darle a esta expresión sea conocida por alguien. Me atrevo a pensar que quizá pudiera referirse al final de la vida de este mundo, puesto que todos moriremos algún día, pero para nacer a otra vida que, según hayamos vivido ahora y según el caso que hayamos hecho a los planes de Dios y a lo que nos ha mandado hacer según el contenido de su Palabra en la Biblia y en las orientaciones de la Iglesia, tendremos otra vida infinitamente mejor como recompensa por haberlo tenido presente en nuestra vida (o sea, una vida eterna), o bien será una condenación, también eterna, por no haberlo tenido presente en nuestra vida actual. Ciertamente Dios es absolutamente misericordioso, pero también es infinitamente justo.
      Jesucristo en sus predicaciones nos lo fue exponiendo poco a poco (parábolas de los talentos, del rico epulón y Lázaro el mendigo y un largo etcétera) y además, iba explicando su significado a sus apóstoles y a quienes lo escuchaban. Ellos lo recogieron en sus escritos y nos lo transmitieron a nosotros y a cuantos han vivido antes que nosotros. Y también a los que vivirán después de nosotros.

      San Pablo, en su primera carta a los de Tesalónica lo expresa de esta manera: 'Sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche'. (I Tes. 5, 2). Y Jesucristo lo expuso de modo similar: 'Lo mismo vosotros estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre'. (Mt. 24, 44).
      Estoy firmemente convencido que todos estamos llamados a esta preparación a la que hace referencia, porque ninguno de nosotros conoce, como es obvio, el día, ni la hora, ni el lugar, ni las circunstancias, como decía al principio de esta entrada. De cuándo nos encontraremos en la presencia de Nuestro Señor dándole cuenta de cuanto hayamos hecho por Él cuando aún estábamos paseando por este hermoso planeta donde nos plantó para que germinásemos y nos fuéramos transformando en un hermoso ser de la Humanidad por Él creada que le presentemos, en ese preciso instante, los talentos con los que nos adornó cuando nos creó así como los intereses conseguidos para Él. 
      Que nuestro Padre Creador y Nuestra Señora de la Asunción nos bendigan a nosotros y a nuestras familias. 
 ASUNCIÓN DE LA VIRGEN.-Tilman Riemenschneider.-GÓTICO TARDÍO-RENACIMIENTO

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