domingo, 17 de diciembre de 2017

MARÍA, MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS II

      En la entrada anterior vimos, si bien sucintamente, en qué consistía la mediación, su sentido y la misión que tiene, cómo Jesucristo es el mediador perfecto y primero entre Dios y nosotros por sus méritos en la Redención del género humano a través de su Pasión, su Muerte y su Resurrección, y cómo San Pablo hacía referencia a ésto (I Tim. 2, 5-6). Y también la Carta a los Hebreos le dedicaba una atención en el capítulo 8, versículo 6. Pero eso no significa que nosotros, criaturas suyas, no podamos interceder por nuestros semejantes, como dijo el mismo Jesús (Jn. 14, 13-14).
      En esta entrada voy a centrarme en la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, y ver cómo es mediadora entre Dios y nosotros.
     
      Tal vez el primer caso de mediación o intercesión que ha llegado a nosotros sea el conocidísimo episodio de las bodas de Caná, en Galilea, y que San Juan nos describe en el capítulo 2, versículos 1 al 11. No lo pongo, pero sí anoto el capítulo y los versículos para facilitar la búsqueda en caso de que alguien desee leerlo para mejor comprender el paisaje en cuestión. 
      La vida pública de Jesús hacía muy poco que había comenzado y el hecho de ester presente en esa boda hace suponer que su Madre estaba invitada así como su Hijo Jesús, que iba acompañado por algunos de sus discípulos.
      Por la circunstancia que fuere, el vino, elemento muy importante en este tipo de celebraciones, se había terminado antes de lo previsto y esto hubiera podido tener un descrédito para los esposos y tal vez también para las familias respectivas. María, que posiblemente había colaborado con ellas en el preparativo del evento, se dio cuenta de esa circunstancia pero no se asustó ni preocupó: buscó soluciones. Sin pensarlo dos veces se dirigió a su Hijo para ponerlo en antecedentes, pero si nos damos cuenta, no le dijo lo que tenía que hacer. Solamente hizo un comentario del hecho, como nos dice San Juan: 'No tienen vino'. Así de escueto.
Julius Schnorr von Carosfeld.-ROMANTICISMO  1819
      Cuando Jesús le contesta 'Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? No es llegada aún mi hora', pienso que no es, en absoluto, como yo creía al principio (y me extrañaba muchísimo), una expresión de indiferencia hacia su Madre o hacia el problema de la pareja que todavía desconocían. Por poco que pensemos en la línea de actuación de Jesucristo a lo largo de su vida pública, nos daremos cuenta que Él no solía actuar de esa manera. Y muchísimo menos, siendo su Madre la elegida por el Padre para llevar adelante su Plan Redentor de la humanidad, no podía hacerle lo que tenía la apariencia de ser un desaire. 
      No, amigos. Ahí debió haber otro fondo en la respuesta. Tal vez en el tono de voz, en la expresión de las palabras cuando las decía, en la forma de mirar a su Madre cuando le daba la respuesta o en la forma o el tono empleado al decirlas pudiera estar la clave de todo, porque acaso en el fondo pudiera haber una especia de íntima complicidad y confianza entre la Madre y el Hijo.
     
       Lo que me parece absolutamente cierto es que cuando María se dirige a los sirvientes y les dice 'Haced lo que Él os diga', es porque tenía una absoluta certeza en que Jesús iba a hacer lo que le había pedido, aunque no sabía cómo lo llevaría a cabo. Eso lo averiguó unos minutos más tarde. Luego ya se retiraría a continuar sirviendo y ayudando, además de guardarlo todo cuanto había presenciado en el fondo de su corazón.
      Ese, efectivamente primer milagro de Jesús en su vida pública, fue a raíz de la intercesión de su madre por aquella pareja de contrayentes para evitar la vergüenza o el bochorno ante sus invitados.
      Hay otro pasaje evangélico que es determinante en cuanto que la Madre de Jesús sea intercesora de todos ante la Santísima Trinidad. Veamos:
ENCUENTRO CAMINO DEL CALVARIO .-RAFAEL SANZIO.-RENACIMIENTO
      Cuando San Juan se da cuenta del cariz que toman los acontecimientos en el Sanedrín y ante Pilatos, no debió pensarlo dos veces y marchó rápido a comunicárselo a María. Inmediatamente debieron marchar para  acompañar al Hijo y Amigo respectivo de alguna manera, en ese momento trascendental y que no se sintiera solo. El mortal sufrimiento de la Madre es obvio y fácilmente comprensible. 
      Verlo pasar cargado con la cruz, presenciar la crucifixión y verlo morir ('Cerca de la cruz de Jesús estaba su Madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María Magdalena'- Jn. 19, 25), justifican sobradamente su dolor y sufrimiento.
      En este contexto se va desarrollando el drama. Jesús, en su horroroso sufrimiento, va pronunciando las palabras, pero en nuestro caso nos detenemos en la tercera de ellas: 'Jesús, al ver a su Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu Madre". Y desde aquel momento, el discípulo se la llevó a su casa'. (Jn. 19, 26-27).
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ.-EL GRECO.-MANIERISMO
      Juan debió quedarse sin capacidad de nada. Su Amigo le confiaba el cuidado de su Madre, que 'obedeciendo se hizo la causa de su propia salvación y de la de todo el género humano'. (SAN IRENEO. Tratado sobre las herejías, 3). En ese momento San Juan nos estaba representando a todas las personas, según dicen los Santos Padres de la Iglesia.
     
De ellos, y desde que vivieron han pasado muchos siglos, podemos aprender muchas cosas sobre lo que fueron descubriendo a impulsos del Espíritu Santo, sobre la excelsa Madre de Cristo. San Bernardo (1090-1153), dijo: 'Cese de ensalzar tu misericordia, oh bienaventurada Virgen María, quien quiera que, habiéndote invocado en sus necesidades, se acuerde de que no lo hayas socorrido'. (Sermón sobre la Asunción de la Virgen).
      Aunque en la próxima entrada seguiré tratando el tema de los Padres de la iglesia respecto a la Virgen, he preferido poner ya este par de citas, pero no son los únicos. Ya en nuestros días, cando San Juan Pablo II fue elegido Papa, eligió este lema para su Pontificado: 'TOTUS TUUS'. Se puso bajo su protección y con ello nos marcó una pauta a seguir en nuestra vida a cada cristiano, a la vez que, tal vez sin pretenderlo, nos diera su primera Catequesis de lo que supone la Virgen María para la vida personal de cada uno.
      El 27 de enero de 1979 dijo: 'A ti, María, el Hijo de Dios y a la vez Hijo tuyo, desde lo alto de la cruz indicó a un hombre y dijo: "He ahí a tu hijo" (Jn. 19, 26). Y en aquel hombre te ha confiado cada hombre. Te ha confiado a todos. Y tú, que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra", (Lc. 1, 38), has concentrado todo el programa de tu vida, abrazas a todos, te acercas a todos, buscas maternalmente a todos. De esta manera se cumple lo que el último Concilio ha declarado acerca de tu presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, tu Hijo Unigénito, porque estés siempre dondequiera que están los hombres sus hermanos dondequiera que está la Iglesia'. (Homilía en Guadalupe, México, el 27 de enero de 1979).
JUAN PABLO II EN GUADALUPE, MÉXICO
      Para cerrar esta entrada, no me resisto a poner (les aseguro que me ha impresionado muchísimo cuando he leído la historia de este himno -siglo III, cercano al año 250 después de Cristo-, puesto que forma parte de una oración que desde niño he rezado con mucha frecuencia y que continuo haciendo) una oración a la Virgen, tal vez la más antigua que se conoce, un tropario, descubierta en un papiro encontrado en la ciudad egipcia de Oxirrinco:

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