domingo, 21 de noviembre de 2010

El Papa en España (y II)


Desde Santiago de Compostela marchó a consagrar el templo de la Sagrada Familia en Barcelona. Aquí se deben hacer unas consideraciones previas, como una especie de preámbulo histórico, para poder entender mejor la dimensión de esta visita a la Ciudad Condal.

El templo de la Sagrada Familia comenzó a construirse en 1882 y fue el arquitecto Antoni Gaudí quien llevó a cabo esta tarea a partir de su genial idea de lo que quería que fuese este templo. Se ha costeado y se costea exclusivamente con las aportaciones de cuantas personas quieran hacer algún donativo, por insignificante que sea. Con el tiempo se ha ido consolidando como un emblema, quizá el más importante, de Barcelona. Su conclusión está prevista, aproximadamente, para dentro de unos treinta años.

En cuanto a Antoni Gaudí, ‘arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absolutas’, en palabras de S.S. el Papa, siento una especial admiración por él desde que visité Barcelona siendo estudiante. Visité su Paque Güell, distintos edificios hechos por este arquitecto y lo que entonces había construido de este templo de la Sagrada Familia. Por sus virtudes, devoción a la Eucaristía y vida profundamente cristiana, desde el año 2003 se encuentra en Roma la causa de su beatificación.



Conociendo estos datos tal vez se comprenda mejor en principio, que S. S. haya querido consagrar el templo personalmente. Al final de la ceremonia litúrgica se dio lectura a la Bula Papal promulgando la iglesia como Basílica Menor. A partir de este momento ya está abierta al culto católico.

Benedicto XVI dijo muchas cosas en su homilía que son para leer, releer y meditar. Fíjense: ‘Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo (I Cor. 3, 10-11), dice San Pablo en la segunda lectura. El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad’. Sigue diciendo: ‘La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe’.
En nuestro trabajo personal, ‘Yo planté, Apolo regó; pero quien dio crecimiento fue Dios. Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento. El que planta y el que riega son iguales; cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo. Porque nosotros somos cooperadores de Dios, y vosotros sois arada de Dios, edificación de Dios’. (I Cor. 3, 6-9). Esa es nuestra misión: ser cooperadores de Cristo en la evangelización. Sustentándonos en la roca que es Jesucristo, estamos sustentando la Iglesia con nuestra oración, nuestras actividades apostólicas, con nuestra vida en definitiva.

Nosotros pasaremos. Tal vez queden nuestras obras cuando Dios nos llame a su presencia , a la Vida que anhelamos, pero pasaremos el testigo a nuestros hijos, nietos, amigos y a cuantos deseen continuar la obra del Salvador en sucesivas generaciones posteriores hasta la Parusía final. Es el Maestro que nos sigue llamando a cada uno para que ‘vayamos a dar fruto y que éste permanezca’, porque sigue siendo Él quien nos elige y no nosotros a Él. (Jn. 15, 16).

Continúa diciendo el Papa: ‘En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado’. Y pone el dedo en la llaga, porque hoy nos olvidamos de Dios , de cuanto le debemos, como si fuese un invento de siglos pasados y hoy, siglo XXI, estuviésemos tan sobrados de todo que tanto los poderosos como los que no lo son se consideran autosuficientes para todo.

Se pretende ningunear la Creación y transformarla en un azar, en un ‘porque sí’, camino que lleva al fracaso de vidas y de obras como la misma Historia nos demuestra con cuantos han querido erigirse en líderes de totalitarismos, a espaldas de Dios, y han acabado en un rotundo fracaso.

A través de la genialidad de Gaudí, continúa diciendo: ‘Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Él mismo, abriendo así su espíritu a Dios, ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma’. Y continúa: ‘Así expresaba el arquitecto sus sentimientos: “Un templo es la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre”. Y pone el colofón con esta cita de San Pablo: ‘¿No sabéis que sois templo de Dios? El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros’. (I Cor. 3, 16-17).

Un laico podrá ser arquitecto, abogado médico, maestro, albañil, electricista o la profesión que pueda tener. Es obra de Dios. Es un ser trascendente y como tal, igual que Gaudí, estar abierto a la Verdad, a la Belleza, a través del Autor de todo. Solamente es necesario abrirse al Misterio Divino. Aceptarlo y adorarlo. Del resto, que no es poco, ya se encargará Dios.

Es posible que así lo hiciese Antoni Gaudí. Una de sus obras, un siglo después, ha sido consagrada por el Vicario de Cristo en la tierra, y en ese marco de técnica, luz, belleza y fe sobre todo, el mismo Cristo se hace presente en la Eucaristía igual que en el humilde altar de un misionero en la selva americana o africana. Es la grandeza y universalidad de Dios que a todos ama por igual y siempre está dispuesto al perdón y a la acogida del pecador arrepentido, sea quien sea y esté donde esté. Sirva como ejemplo el caso de Dimas, el Buen Ladrón, que pidió a Jesús misericordia. La respuesta fue inmediata: 'En verdad te digo: HOY estarás conmigo en el paraíso'. (Lc. 23, 43).

Precisamente por ese motivo el Papa no puede ni debe silenciar desviaciones y errores de la sociedad. Sigue diciendo: ‘Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el primer momento de la concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar’.

Aquí, ya lo ven, toca temas candentes en todas las partes del mundo: la dignificación de la mujer, que tanta importancia tiene en la sociedad, en la Iglesia, en la familia natural con su saber hacer y su saber estar, en su trabajo y profesión entre otras muchas cosas.

Aquí está defendiendo también la familia tradicional en el matrimonio formado por un hombre y una mujer, precisamente en esa Basílica dedicada a la Sagrada Familia, en cuyo espejo debiéramos mirarnos todas las familias.

Aquí está también el apoyo decidido, audaz, de la vida de esos niños y niñas a los que se les niega el derecho a nacer por la circunstancia que sea, pero que sea cual fuere, no tiene justificación alguna. Es el planteamiento para que nosotros seamos las voces de esos seres inocentes que jamás la tendrán al ser troceados en el vientre materno por quienes practican los abortos.

Y lo mismo cabe decir de ese pretendido progresismo de la eutanasia a través de la cual se le disputa absurdamente a Dios el derecho de disponer de las vidas de sus hijos.

Deseo cerrar esta entrada con esta intervención papal referida al genial arquitecto Gaudí: ‘Hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres’.

Personalmente, con esta entrada, deseo hacer mi pequeño homenaje a la visita de S. S. Benedicto XVI a España, al genial Antoni Gaudí y a su templo, hoy ya Basílica Menor, de la Sagrada Familia.


Que nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre la Moreneta de Montserrat , nos bendigan a todos.

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