domingo, 19 de diciembre de 2010

Los Mandamientos de la Iglesia (I)


En los ambientes en los que habitualmente me desenvuelvo, suelo oír comentarios, acaso con más frecuencia de la que debieran hacerse, en los que se cuestionan esa serie de normas que da la Iglesia conocidos como los Mandamientos de la Iglesia.

Cuando no es el primero, es el cuarto. O el quinto. O cualquiera de ellos. Parece que todo el mundo está legitimado para hacer de ellos lo que le venga en gana, con interpretaciones muy pintorescas en ocasiones, que a uno le hacer sonreír…por no llorar.

Analizando esta serie de cosas, llego a la conclusión de que hay una desinformación generalizada sobre lo que realmente son esos Mandamientos y por qué están ahí, pero, desde luego, no son un capricho ni una cabezonería.

JESÚS ENTREGA LAS LLAVES A PEDRO.-Pietro Perugino

Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». (Mt 16, 13-20).

‘El que a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y el que a mí me rechaza, rechaza al que me envió’. (Lucas 10:16).

‘Si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos.’ (Mt. 19, 17).

Realmente la raíz de los Mandamientos está ahí en estas frases y algunas más. Voy a intentar analizar y desmenuzar todos y cada uno de ellos.

Para empezar debo decir que tienen mucho que ver (realmente tienen TODO que ver) con la Ley Natural promulgada en el Sinaí , conocida como el Decálogo o Mandamientos de la Ley de Dios, que precisamente por tener el Autor que tienen, son de Derecho Divino y, por tanto, son inamovibles e intocables. Obligan a todas las personas sean de país que sean y tengan la Religión que tengan. Son como son y su contenido es inmutable. Por ejemplo, ‘Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar’, está en relación directa (lo veremos más adelante cuando tratemos del primer Mandamiento) con ‘Amarás a Dios sobre todas las cosas’.

Los Mandamientos de la Iglesia es ésta quien los ha promulgado para ayudarnos en nuestro camino hacia Dios y en nuestra relación con Él, por consiguiente será ella quien los modifique si lo cree necesario o conveniente. Obligan solamente a los cristianos que pertenecen a la Iglesia Católica.

Por ejemplo. Cuando yo tomé mi Primera Comunión, el ayuno eucarístico consistía en no tomar nada, ni siquiera agua, desde la medianoche anterior al día que debíamos comulgar. Luego la Iglesia modificó esta norma y no se podían tomar alimentos sólidos ni líquidos desde tres horas antes de la Comunión. Agua sí se podía beber pues se consideró que no rompía el ayuno eucarístico. En estos momentos, después de una nueva modificación que facilita recibir la Eucaristía, solamente se debe estar en ayunas una hora antes de comulgar. El agua está permitido tomarla en cualquier momento.

Ya ven. La Iglesia se preocupa de facilitar las cosas para ayudarnos a ir cubriendo etapas en el camino que Dios nos marca a cada uno. Iremos comentando paulatinamente, aunque no exhaustivamente, cada uno de los Mandamientos eclesiales.

Cualquier nación necesita tener unas normas de funcionamiento para que sus ciudadanos convivan, se eduquen y prosperen, entre otras cosas. Son sus Leyes. Ellas marcan los límites de lo permitido.

La Iglesia, como sociedad humana que también es, tiene sus normas y leyes, porque en función del cumplimiento del deseo de Jesús, tiene poder de enseñar, de santificar y de gobernar. El origen de este poder viene del mismo Jesucristo cuando les dijo en la región de Cesárea de Filipo , ‘lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’. (Mt. 16, 19).

El poder de enseñar consiste, no solamente en transmitir fielmente la doctrina del Maestro, sino también en la orientación a los fieles cuando hay leyes que pueden ser perversas aunque estén dictadas por el Gobierno de cualquier nación, por ejemplo, leyes que favorezcan el aborto o la eutanasia, ya que al ser de Derecho Divino el ‘No matarás’, no admite atenuación alguna. El aborto mata, no solamente a las criaturas que están en el vientre materno, sino también, aunque sea indirectamente, a la hipotética descendencia que esas criaturas hubiesen podido tener: hijos, nietos,…En este poder de enseñar entra también el Magisterio de la Iglesia.

Tiene el poder de santificar desde el momento que es ella la que administra los Sacramentos, fuente inagotable de la Gracia divina que es el mismo Cristo quien nos la da precisamente a través de la Obra fundada por Él en la persona de Pedro, como hemos visto en la cita mencionada arriba de Mateo 16.

En cuanto al poder de gobernar, la Iglesia emite leyes eclesiásticas para que conozcamos nuestras funciones, tanto los sacerdotes y religiosos/as como los laicos, cada uno desde nuestro propio estado. Ahí tenemos el Código de Derecho Canónico, los Documentos de los distintos Concilios y de las Conferencias Episcopales, las Encíclicas de los Papas, las Cartas Pastorales de los Obispos, etc. Desde ellas, ¡a trabajar! Los sacerdotes, religiosos y laicos nos complementamos. Si fuéramos capaces de sacudir la galvana, la comodidad y la abulia que en ocasiones tenemos y nos impiden caminar, con lo cual estamos taponando la actuación de Dios a través de nosotros,…¡otro gallo nos cantaría a los cristianos! Seríamos capaces de transformar el mundo y sus estructuras para que el Reino de Dios fuese ya una realidad en la humanidad. La perfección vendría ya en la otra Vida.

¿Se imaginan el recibimiento que tendrán los que así trabajemos en este mundo, cuando Dios nos llame a su presencia y podamos presentarle los intereses que el Creador ha conseguido a través de los talentos que nos dio cuando nacimos?

Sí, amigos. Cuando la Iglesia promulga Leyes no pretende en absoluto establecer normas dictatoriales. No tendría sentido ni estaría en la línea del Señor. Solamente desea acercarnos cada vez más a Dios, canalizando nuestras aspiraciones de santidad con oración, los Sacramentos y la Liturgia, empujándonos a una participación mejor y más efectiva en la vida de la Iglesia de la que todos los bautizados somos hijos, a cumplir nuestros deberes con Jesucristo en justa correspondencia a su sacrificio por todos y a beneficiarnos de los dones de esa Salvación que nos llegó a través del Verbo Encarnado. Precisamente esa fue la razón de su nacimiento entre nosotros. Para eso vino. Para eso quiso quedarse entre nosotros real, verdadera y sustancialmente en la Eucaristía.

Pudo hacerlo de otra manera, pero eligió precisamente la que todos conocemos: la Cruz. Y después, la Resurrección. Son los designios divinos y ante ellos solamente cabe la oración, la contemplación y la adoración.

La Iglesia es depositaria de la continuidad de la misión de Jesús. ‘Como me envió mi Padre, así os envío yo’. (Jn. 20, 21). Y esto nos corresponde a laicos y sacerdotes. En equipo. Caminando en la misma dirección.

Pero para eso hemos de tener claridad de ideas y voluntad de humildad. Es la Jerarquía quien nos marca la ruta y el espíritu de la obediencia (no la confundamos con el aborregamiento) debemos tenerlo presente continuamente.

Si no lo hacemos así, corremos el riesgo de hacer nosotros de falsos legisladores y fabricarnos una iglesia a nuestra conveniencia que no será, en modo alguno, la fundada por Jesucristo.


De ahí que debamos tener claro en qué consisten los Mandamientos de la Iglesia para no caer en el error de cumplir algo ‘porque sí’, pero desconociendo su por qué, su raíz, su razón de ser. Podríamos caer en el ritualismo o formalismo de los fariseos que hablaban mucho, ensanchaban sus filacterias y alargaban los flecos de sus mantos, (Mt. 23, 5) pero su corazón estaba lejos de Dios.

La Iglesia es Madre y Maestra. Como tal, quiere, como cualquier madre, lo mejor para sus hijos. Ella nos marca lo que podríamos llamar una tabla de mínimos para cumplir en función de nuestra salvación a la que todos aspiramos, pero ¡por favor! No seamos rácanos ni miserables con Jesucristo. Él no merece una respuesta pobre por nuestra parte habiéndolo dado todo por nosotros, con nombre y apellidos.

Hemos de ser cristianos auténticos ante cuya reciedumbre y convicciones otras personas se sientan atraídos por Jesús. Pero ¡cuidado! A ver si vamos a tener tanto ‘celo’, a ver si vamos a ser tan ‘inteligentes’, que vayamos a pensar que los Mandamientos de la Iglesia son indicativos y no preceptivos. Podríamos caer en una ‘personalización’ tan sutil de estos Mandamientos, que en lugar de ser los de la Iglesia fueran los de Fulano de Tal o de Mengano de Cual. Y, lógicamente, eso no es así. Si tenemos alguna duda en su interpretación o práctica, antes de tomar decisiones erróneas que nos competen, consultemos con un sacerdote de nuestra confianza y cuando oigamos su opinión o consejo, actuemos en consecuencia.

No se es más auténtico ni más maduro en la fe cristianamente hablando, haciendo las cosas como creamos o como nos venga en gana aunque sea de buena fe. No apartemos de nuestra visión de las cosas que realmente es el mismo Dios quien nos transmite la doctrina PERO a través de su Iglesia.

Esto lleva consigo potenciar la virtud de la obediencia. ‘Cristo se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en el cielo, en la tierra y en los abismos’. (Fil. 2, 8-10). Y a nosotros nos toca obedecer aunque en ocasiones nos cueste, porque eso supone someter nuestra inteligencia y voluntad a lo que otro nos dice, aunque sea la Iglesia.

Esto no supone, en modo alguno, rebajar nuestra autoestima. En todo caso podría suponer ejercitar la inteligencia. A largo plazo tendremos la satisfacción del deber cumplido. Seamos, pues, leales y fieles con la Iglesia, que es la depositaria de la voluntad de Jesucristo.
De no ser así, podría ocurrir que a pesar de nuestra buena voluntad, perdamos el Reino que el Maestro nos prometió, por cabezotas y autosuficientes. ‘Si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos’. (Mt. 18, 3)


Reciban mi más sincera y cordial felicitación por esta nueva Navidad que celebramos junto a Jesús Niño que nos ha nacido y a Nuestra Señora de Cocharcas. Que ellos nos bendigan con abundancia.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El belén y la Navidad


Discúlpenme, pero no he podido evitarlo. Siento debilidad y afecto entrañable por este belén que un amigo, natural de ese país, me regaló con una gran ilusión. Me gustó tanto que todos los años es el único belén que pongo en mi hogar. Y deseo compartir con todos ustedes esta pequeña (o gran) satisfacción. Por eso he puesto su fotografía en el encabezamiento. ¿Por qué? Por dos razones. Una, porque es el símbolo de una gran y verdadera amistad que todavía perdura, aunque ya no vivamos en la misma localidad. Otra, porque simboliza, al menos para mí, la universalidad del nacimiento del Niño-Dios, que se hace hombre como nosotros y participar en todo lo concerniente a un ser humano, excepto en el pecado.

¿Por qué hablar del belén? Pues por la innegable relación que tiene con la Navidad. Si no, que se lo digan a estos vecinos míos que viven todo el año pensando en el montaje de su belén, en el que participa toda su familia, tanto en el montaje como en la confección de las piezas. Ya lo ven en la fotografía.

Es cierto que durante esas fechas se piensa en regalos, vacaciones, reuniones con la familia,…Pero básicamente es para conmemorar el nacimiento de Jesús de Nazaret. Él debe ser el gran invitado y protagonista en todos los hogares cristianos y en la sociedad (¿qué sentido tendrían, si no, las iluminaciones de las calles con alumbrados especiales y motivos navideños?), pero en muchos casos, y por desgracia, es el gran ausente.

Cuando en 1223 San Francisco de Asís reunió a los vecinos de Greccio para celebrar la Misa de la medianoche alrededor de unas figuras de barro representando personajes del nacimiento de Jesús, hechas tal vez por él mismo, (fue el primer belén de la Historia) no se podía imaginar el sentido tan dispar que iba a tener la Navidad en el transcurso de los siglos.

Leyenda de San Francisco en Greccio.-Giotto

Fue en el siglo IV cuando el Papa Julio I concertó que esta fiesta comenzara el 25 de diciembre y culminara el 6 de enero, pero es en el siglo VIII cuando ya empezó a celebrarse con solemnidad litúrgica.

Esto, que podríamos llamar datos históricos, nos dan pie para adentrarnos en algunos de los personajes y elementos que intervienen en el belén, precisamente porque fueron de alguna manera protagonistas secundarios o terciarios en este acontecimiento de una u otra manera.

Es habitual que el Niño aparezca acostado en un pesebre. San Francisco lo incorporó a modo de cuna, simbolizando la pobreza y humildad del establo en el que nació el Rey de Reyes.

San Mateo es el único que cita la estrella de Belén que guió a los Magos hasta el Niño. ‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a dorarle’. (Mt. 2, 2). De ella se han elaborado varias hipótesis: podría ser la luz brillante del planeta Venus, el cometa Halley, una supernova,…Sea lo que fuere, poco importa el fenómeno físico. Lo importante es lo que realmente supuso para esos personajes, que dejándolo todo fueron a buscarle.

Los reyes Magos ante Herodes y Adoración de los Magos. Salterio de Ingeburga de Dinamarca. S. XII

En cuanto a los Magos debemos entender que con esa palabra se hacía referencia a ‘sabios’ en la cultura de aquella época. Por lo que dice San Mateo podríamos deducir que serían lo que hoy llamaríamos astrónomos, astrólogos, pero no teniendo nada que ver con el concepto de ‘magia’ que tenemos hoy.

La Biblia no hace referencia a su número pero sí refiere que hicieron a Jesús tres presentes: oro, incienso y mirra. Acaso por eso se pueda suponer que eran tres, pero la realidad, al menos yo, se desconoce. En la catedral de Colonia, en Alemania, se conserva un relicario con sus hipotéticos restos.

San Lucas hace referencia a unos pastores ‘que moraban en el campo y estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño’. (Lc.2, 8). Para la sociedad de la época eran considerados como transgresores de la Ley, ya que al estar permanentemente en el campo no podían asistir a los ritos del Templo. Además, también eran considerados como ladrones. Obviamente, eran pobres. Personalmente me atrevería a decir que eran paupérrimos.

Y es a ellos, precisamente a ellos, a los que Dios por medio de sus ángeles envía el mensaje de su nacimiento. ‘Os anuncio una gran alegría, que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.’ (Lc. 2, 10-12). Es el gran contraste con los Magos de oriente. Ahí ya empieza a verse que Dios ha nacido para todos los seres humanos sin distinción de raza, cultura ni nada que se le parezca. Tengan la condición social que fuere. ‘Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’. (Lc. 2, 13-14). Impresionante. ¿Cómo sería ese momento que presenciaron los pastores? ¿Cómo estarían ellos en ese preciso momento?

No sé si los pastores se dieron cuenta de lo que realmente esta pasando allí, pero lo cierto es que ‘se volvieron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído’. (Lc. 2, 20). Es una buena ocasión para intentar meternos en la piel de uno de ellos y meditar qué sentiríamos nosotros ante semejante mensaje que, entre otras cosas, también se nos dirá nuevamente a nosotros, como cada año en estas fechas. Este tipo de meditaciones siempre puede servir para una renovación personal. A estos personajes he dedicado mi última entrada en mi otro blog de Arte, que pueden ver abriendo el enlace del blog ‘El Logos en el arte Universal’.

A partir de estos hechos más o menos conocidos por nosotros, vamos a aterrizar en el año 2010 y analizar la Navidad de hoy, o al menos a intentarlo, partiendo del hecho de que esta festividad ha ido evolucionando a través de los siglos. Mientras la Iglesia ha mantenido su fidelidad a la esencia de esta fiesta, celebrando el acontecimiento universal del nacimiento del Emmanuel, la sociedad ha ido variando su significado paulatinamente hasta llegar a nuestros días en que a pesar de las luces de los escaparates, de la iluminación especial de las calles y de las músicas de los villancicos, el auténtico Protagonista no está presente en el ambiente.

Para el comercio, grande o pequeño, es una ocasión extraordinaria para multiplicar sus ventas. El auténtico protagonista es el consumo. Los anuncios publicitarios en escaparates o la TV van creando unas falsas necesidades para comprar y consumir. La comida, la bebida, los regalos son un reclamo para vender más.

¿Significa esto que es malo el comercio o que no se debe hacer compras? ¡No, por favor! Ni mucho menos, si nos atenemos a centrar nuestro análisis cotidiano sobre la base de nuestro cristianismo. Podemos dedicarle todo el tiempo necesario a comprar lo que necesitemos y hacer los regalos que creamos, siempre que no nos aparte de lo fundamental de nuestra religiosidad y del verdadero motivo de la Navidad que es el nacimiento del Salvador.

En este caso deberíamos plantearnos: Si celebramos el cumpleaños de Jesús, ¿qué le puedo regalar? Obviamente, nada material. Un regalo de esa envergadura supone una meditación en nosotros mismos a ver qué podemos modificar en nuestras conductas diarias para que la Navidad sea los trescientos sesenta y cinco días del año. Eso podría ser un buen regalo para Él, ¿no creen?

Se trata de no dejarnos arrastrar por el ambiente consumista y tener claro que mi ser, mi persona, mis criterios, están por encima de de los criterios ajenos. Es saber ser señor de mí mismo.

¿Qué decir de la Navidad en familia? Es la época que se reúnen los miembros de las familias. Los niños, alma de la fiesta, lo enredan todo. Los adultos, que en ocasiones no se veían desde mucho tiempo atrás se juntan alrededor de una mesa con menús algo extraordinarios. Sin querer, la nostalgia hacia los que un tiempo compartían la mesa y se marcharon ya con el Padre, hace acto de presencia.

Sí. El belén tiene una presencia especial. Los niños y los mayores aúnan esfuerzos para su montaje y la figura del Niño Dios, La Virgen y San José ocupan el protagonismo que les corresponde. El belén, que ya tiene gente que desea hacerlo desaparecer de escuelas y lugares públicos, en la familia tiene mucho que ver con la educación cristiana de los pequeños. Y nosotros somos quienes debemos educarlos en esos valores cristianos y sociales que tenemos y que siempre podemos mejorar.

Pero ante la multiplicidad de significados de la Navidad, según hemos visto, los cristianos debemos preguntarnos el sentido cristiano que tiene, incluso fuera de estas fechas tan señaladas. Su celebración exige una voluntad de vivirla a la luz de la fe en un clima de serenidad, de paz, de recogimiento, de cercanía, de desprendimiento, de amor,… que no supone en modo alguno eliminar la alegría, porque el mensaje de lo que celebramos es la Alegría misma.

Litúrgicamente la Navidad pone el acento en las raíces del ‘Dios-con-nosotros’, cercano a los pastores y a los sabios, a los limpios de corazón pero alejado totalmente de los dominadores, de los prepotentes, de los altaneros,…porque así lo quieren ellos, porque ese Niño también nació para ellos.

Ese acontecimiento celebra el parto real, con dolor, de María, inmerso en su virginidad de la que no pierde un solo ápice, en medio de testigos pobres y de alabanzas celestiales.

La Navidad cristiana se centra en la encarnación del Salvador, Hijo de Dios y Dios por Sí mismo, en su compasión por esta Humanidad que camina a la deriva en tanto se aleja de Él, en identificación plena con los sencillos, en la plenitud de su amor por todos. Él es el centro de la Navidad. Él es el leit motiv de la Historia.

Para nosotros, la Navidad es cercanía y adoración del Niño, opción por los pobres, memoria de la solidaridad, apelación de fraternidad, liberación y paz interior, porque nos descubre quién es realmente el Niño nacido y la buena noticia que ha venido a traer al mundo, portavoz de Dios que luego nos transmitirá cuál es la voluntad del Padre y nos descubrirá Su deseo de que lo tengamos como Padre de todos.

De ahí que veamos los dos mensajes que este hecho lleva inherentes: el primero es la presentación de la humanidad de Jesús, el misterio de Dios que desea hacerse una persona como nosotros y participar de todo lo nuestro. Excepto en el pecado, claro está. El segundo mensaje que se deduce es la divinización de la persona humana en virtud de la fecundidad de la Virgen a ‘la sombra del Altísimo’, lo cual es un motivo para enorgullecernos por lo que eso supone.

Esta Nueva Alianza de Dios con nosotros no es ley ni contrato alguno, sino un compromiso gratuito y personal por su parte que se nos da desde su gratuidad y su Amor.


NIÑO JESÚS DE PRAGA

Este Hecho nos debe llevan a profundizar, además de con el Misterio, con la respuesta con la que debemos corresponder. A plantearnos unos interrogantes que nos conduzcan a un análisis personal, hondo, de nuestra raíz cristiana, cuya base se encuentra en este Nacimiento. Que nos lleve al planteamiento de lo que supone que participemos de la vida de Jesús como sacerdotes, profetas y reyes, por razón de nuestro Bautismo.

Porque si hay alguna cosa que la Navidad NO ES, pienso yo, es el almibaramiento, la beatería o la superficialidad e intrascendencia con que algunos cristianos la viven. No podemos ir a adorar al Niño con la cabeza torcida pensando en lo bonita que está la imagen que el sacerdote nos pone delante para que depositemos un beso en sus pies. Pienso que eso, que está bien en sí mismo por lo que significa, sería excesivamente infantil y superficial si nos quedamos solamente con lo de ese momento.

Si la sociedad en la que nos está tocando vivir se está descristianizando, acaso sea por nuestra tibieza, por nuestra comodidad, por nuestra falta de garra para presentar el Mensaje desde nuestra vida, por no saber leer los signos de estos tiempos o por no saber dar una respuesta con nuestro propio testimonio y convencimiento de lo que somos, sentimos y creemos, porque somos absolutamente responsables de los talentos que Dios ha depositado en nosotros para actuar Él a través de nosotros, eligiéndonos como sus instrumentos.

La Iglesia ha puesto este tiempo litúrgico como invitación a contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación de Dios a través de una Mujer Virgen. Y esto es lo que debe impulsar nuestro compromiso con el que luego dará su vida por todos, y que la propia Iglesia también pondrá un tiempo litúrgico para profundizar en ese sacrificio del que ahora va a nacer. Esta es la hora en que la santidad de Dios irrumpe en el mundo y en nuestra propia historia, con la que contribuimos a escribir algún párrafo o página de la Historia de la Iglesia.

Sólo hace falta que nos sintamos ‘anauin’, pobres de Yavé, los sencillos del nuevo pueblo de Dios, como los pastores de Belén. Y reanudar diariamente nuestro camino de búsqueda de este Niño a través de su mensaje, con muchos siglos de funcionamiento, pero siempre vivo y actual. Y no nos preocupemos porque Él siempre se deja encontrar por quien lo busca con honradez y rectitud de corazón, porque esta constante búsqueda es la necesidad más profunda del alma humana.

Nuestra fe y adoración exigen un compromiso y testimonio cristianos que se manifiesten en nuestros hechos cotidianos. De ahí que la Navidad no deba ser para nosotros solamente el 25 de diciembre, sino todos los días del año. Que este Nacimiento se realice a diario en nuestro lugar de trabajo, en la familia, en los momentos de ocio y diversión. Vivir con Él, por Él y para Él. Haciendo las cosas así es como tendrá sentido la Navidad del 25 de diciembre, como un brindis especial por ese Niño en un determinado momento del año rodeado de una alegría desbordante.

VIRGEN DEL PARTO.-PIERO DELLA FRANCESCA.-RENACIMIENTO

¿Somos cristianos realmente comprometidos con Jesús y su mensaje o solamente somos unos cristianos pasados por el agua del Bautismo como un mero formulismo sin pena ni gloria? ‘Vino a los suyos y los suyos no le recibieron’ dice San Juan. (Jn. 1, 11). Pero lo realmente magnífico que nos debe impulsar a recibirlo con los brazos abiertos, con todas las consecuencias, es lo que sigue: ‘Pero a cuantos lo recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les dio poder para ser hijos de Dios’. (Jn. 1, 12).


Que el Niño Jesús nacido en Belén y Nuestra Señora de Guadalupe nos bendigan y nos den felicidad y Paz en Navidad y durante toda nuestra vida.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos


Piedad.-Grupo escultórico de Juan de Ávalos.-Valle de los Caídos


Siglo XXI. En un determinado país se mata a varios cristianos en un acto terrorista especialmente ‘dedicado’ a ellos. (La noticia fue esta: Ola de ataques contra cristianos: 7 muertos y 23 heridos. Estas ofensivas se producen diez días después de que al menos 58 personas, la mayoría mujeres y niños, murieran en la iglesia de Nuestra Señora del Socorro en un ataque armado contra este templo.) (Fuente: Internet)

Piedad.-Juan de Ávalos.-Destrozos en la espalda de la Virgen


En otro determinado país, de amplia mayoría católica, el Gobierno ordena cerrar al culto un monasterio benedictino y los monjes celebran la Eucaristía al aire libre, incluso lloviendo. En el mismo país y en el mismo monasterio, es destruida una ‘Piedad’(la que encabeza esta entrada) a martillazos ante la pasividad del mismo Gobierno.

Sí, amigos. Esto está pasando hoy, en pleno siglo XXI. Es una persecución religiosa, más o menos camuflada, contra la Iglesia católica.


Determinadas Asociaciones, además de protestar, se han personado, acompañados de otros fieles cristianos, en el citado monasterio para acompañar a los monjes benedictinos en las celebraciones litúrgicas. Al principio fueron unos cientos. Luego unos miles. Hoy, con la nieve rodeando el Monasterio y con frío, han vuelto a personarse algunos miles de cristianos a la celebración de la Eucaristía al aire libre.

Los cristianos algo tenemos que decir. Algo tenemos que hacer para protestar contra esto. Me consta que se han enviado cientos de correos electrónicos de protesta al Presidente del Gobierno, europeo él, bautizado él (supongo), consintiendo estos desmanes él, saltándose e incumpliendo la Constitución de ese determinado país él y protegiendo otras religiones él.

No es extraño que hace algo más de dos mil años, Alguien llamado Jesús de Nazaret lo advirtiese: ‘Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en el cielo vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes que vosotros’. (Mt. 5, 11-12).

Ya ven. Sigue existiendo eso de la persecución. Nos horrorizamos cuando leemos o mencionamos lo aprendido cuando estudiábamos Historia de la Iglesia, en lo referido a las persecuciones ordenadas por los Césares romanos a los cristianos en Roma o en provincias de su imperio. Pero el tema sigue en pie.

Parece como si esto entrase del ‘lote’ de ser cristiano. Como si las persecuciones físicas o psíquicas formaran parte de nuestra condición de seguidores de Jesucristo. ‘No es el discípulo más que su maestro, ni el siervo más que su señor’. (Mt. 10, 24), dijo Jesús.

¿De qué nos extrañamos entonces? Es una constante en la vida de la Iglesia. Y detrás de todo esto está Satanás, el Mal, en constante combate contra Dios. Pero nos queda un consuelo. Una esperanza. Dice San Pablo: ‘En mil maneras somos atribulados, pero no nos abatimos; en perplejidades no nos desconcertamos; perseguidos, pero no abandonados, abatidos, no nos anonadamos, llevando siempre en el cuerpo la mortificación de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo’. (II Cor. 4, 7-10).


Es decir. Que en esta constante lucha contra el mal tenemos la seguridad de estar en el bando de los vencedores, porque el Arcángel San Miguel, haciendo honor al significado de su nombre (Miguel en hebreo significa literalmente "¿Quién como Dios?"), conduce la batalla final como relata el Apocalipsis: ‘Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban contra el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra, y fue precipitado en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados. Oí una voz en el cielo que decía: Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche’. (Ap. 12, 7-10).

Pero aun así, no deja de ser chocante que el Evangelio, que debe ser y servir como nexo de unión entre las personas y de éstas con su creador, sea combatido, ridiculizado y ninguneado a pesar de los dos mil diez años transcurridos desde el nacimiento del Protagonista del evangelio. Y no pueden con Él. Han caído imperios, totalitarismos muy fuertes que se han sustentado sobre las armas o el terror. El Evangelio y Jesús continúan jóvenes, lozanos y fuertes.

Las tinieblas no pueden, ni podrán, contra quien es Luz, Camino, Verdad y Vida. No en vano nos dijo: ‘En el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: Yo he vencido al mundo’. (Jn. 16, 33).

El cristianismo que desea ser fiel a Cristo se debe enfrentar a muchos intereses creados, que en ocasiones pueden ir en contra de la verdad y de la justicia. El Papa es el primero que levanta su voz contra este tipo de cosas. Así lo ha hecho, por ejemplo, en su reciente visita a España hablando a favor de la familia natural y en contra del aborto, al hablar a favor de la vida, como ya vimos en entradas anteriores.

Con la excusa de un falso progresismo se habla de ‘trabajar por una muerte digna’, cuando en realidad se está favoreciendo la eutanasia. Y la Iglesia molesta cuando levanta su voz a favor de la vida.

No obstante la verdad sólo es una. Única. Y cuando se llega a conocer al Autor de la Verdad, y esto se asume en la vida personal de cada uno, no se retrocede ni se acobarda nadie ante semejantes atropellos. La Fe es oscuridad. Podremos no entender el por qué de estas tropelías, pero teniendo claro de Quien nos fiamos, nuestra Fe y Esperanza se mantienen en constante espera, como las vírgenes prudentes de la parábola.


Ciertamente es fácil que como humanos nos asalten dudas que podrían estar originadas por nuestra inclinación al pecado. Pero con la mirada puesta en Jesucristo y en María, podemos superarlo todo. Oremos sin cesar. Abandonémonos constantemente en sus manos pidiendo luz para nuestras dudas. No nos fallarán. Seguro.

INMACULADA CONCEPCIÓN.-FRANCISCO DE ZURBARÁN.-BARROCO

Es cierto que existen cristianos que han abandonado sus prácticas religiosas porque piensan, erróneamente, que todo eso está superado. Son criterios excesivamente humanos y materialistas. Eso es despreciar al mismo Jesús. Quien permanece fiel al Maestro y no cede a la tentación del abandono permaneciendo fuerte en sus creencias y leal a sus motivos de credibilidad, está repitiendo nuevamente como Pedro: ‘Señor. ¿A quién iríamos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que eres el Santo de Dios’. (Jn. 6, 66).

En el mismo Sermón del Monte nos dice que debemos orar por los que nos persiguen. ‘Amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos’. (Mt. 5, 44-45). Sí. Dios es así. No les cierra la puerta de la conversión. Siempre está dispuesto a acogerlos en su arrepentimiento con el abrazo del perdón. Y nosotros podemos ser esos instrumentos de los que se vale el Creador para atraerlos hacia sí y celebrar una gran fiesta en el cielo por el pecador arrepentido.

Nosotros somos los siervos del señor de la parábola a los que manda a los caminos para traer a los cojos, lisiados, ciegos,…al banquete de bodas mesiánico que va a dar, porque los oficialmente invitados se han excusado o no han querido ir. Y en este envío a calles, barrios, ambientes a los que nos envía, acaso suframos las burlas, incomprensiones, insultos,…pero Él siempre estará al quite para fortalecernos y después darnos el ciento por uno.

Tenemos el deber de corresponder al sacrificio de Jesús en la Cruz por cada uno de nosotros. Sí, nosotros, con nuestro nombre y apellidos. Pongamos cuanto esté en nuestras manos para ganar gente para Dios. No nos resignemos a lo que hay y veamos a nuestro alrededor. Eso sería deformar el mensaje de Jesús. Y una cobardía. ‘No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla. Temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno’. (Mt. 10, 28).


Y en los momentos difíciles, que los hemos tenido y los podemos tener nuevamente, no vacilemos en acudir al Salvador, como hicieron los Apóstoles en la tempestad: ‘Señor. Sálvanos que perecemos’. (Mt. 8, 25). ¿Se acuerdan de esta cita?¿Y también de la respuesta de Jesús?: ‘¿Por qué teméis, hombres de poca fe?’

Tempestad calmada.-Giorgio de Chirico.-Siglo XX

Les echa en cara su poca fe, que en ocasiones es lo que nos puede faltar a nosotros. En el Libro de Josué hay un fragmento muy bonito. Dice Dios: '¿No te mando yo? Esfuérzate, pues, y ten valor; nada te asuste, nada temas, porque Yavé, tu Dios, irá contigo a donde quiera que tú vayas’. (Jos. 1, 9). Precioso, ¿no? Toda una recomendación para los cristianos del siglo XXI y los venideros.

Recordemos, cuando nos haga falta, el reproche de Jesús a los Apóstoles y lancémonos a lo que Él espera de cada uno de nosotros, sin olvidar que el Maligno siempre estará esperando encontrar un hueco por donde atacarnos. No se lo permitamos. Acordémonos de la petición del ciego de Jericó: ‘Jesús, hijo de David, ten compasión de mí’. (Lc. 18, 38). Y confiemos en Él. Saldremos fortalecidos con su ayuda.

Si nuestro cristianismo nos impulsa a vivir el Evangelio vamos a sufrir persecuciones. Puedo decirles que personalmente las he tenido, así como mi esposa, en el ejercicio de nuestra profesión por parte de algunos compañeros de trabajo. Les garantizo que se pasa muy mal. Pero también es cierto que hemos tenido apoyo y aliento de otros compañeros que nos han animado y apoyado.

Y, desde luego, en la oración de ese tiempo, más cruda, oscura y árida que nunca, hemos salido fortalecidos en nuestro compromiso cristiano. Podría decir que fue una casualidad, pero yo no creo en las casualidades, y cuando uno de los días que oraba con auténtica angustia, leí al profeta Nahum que, entre otras cosas, decía: ‘Es bueno Yavé para los que en Él esperan, es seguro refugio el día de la angustia. Yavé conoce a los que a Él se acogen’. (Nahum 1, 7). ¿Qué quieren que les diga? Fue como un bálsamo. Y sí. Pudimos comprobar que ni Jesús ni la Madre nos fallaron. Y cuando todo pasó y brilló la verdad y la justicia, pudimos ver que fueron Ellos los que nos acompañaron en esa triste travesía. Pero hasta que llegó ese momento…Les aseguro que fue muy duro.

Parece ser que ese tipo de cosas es inherente al cristiano que desea vivir la fidelidad a Cristo. San Pablo también lo pasó mal. Peor que muchos, por lo que dice: ‘Cinco veces he recibido de los judíos los treinta y nueve golpes de rigor, tres veces he sido azotado con varas, una vez apedreado, tres veces he naufragado; he pasado un día y una noche a la deriva en alta mar.’ (II Cor.11, 24-25).

El profeta Isaías nos habla también del sufrimiento por la persecución en la figura del Siervo de Yavé. La lectura del capítulo 53 hace referencia al poema del Siervo. Los versículos 2 y 3 son especialmente significativos. Les invito a leerlo y reflexionar en el contenido del capítulo y en el momento de escribirlo, fuese por su propia mano o por un amanuense. Qué más da. El caso es que para decir cuanto expone tuvo que pasarle algo. ¿Visión? ¿Inspiración? Es lo de menos. Lo importante es el retrato que hace totalmente compatible con la Pasión de Jesús de Nazaret que, aun a pesar de haber sufrido, muerto y resucitado por toda la Humanidad, una parte de ésta le sigue combatiendo. ¡Qué lástima!

Pedro, el amigo de Jesús y primer Papa de la Historia, nos dice: ‘¿Y quién os hará mal si fueseis celosos promovedores del bien? Y si, con todo, padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis, antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre, respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo’. (I Pe. 3, 13-16). Interesante, ¿verdad?

Nos corresponde continuar la obra de Jesús. O acaso estaría mejor dicho que es Jesús quien continúa hoy, siglo XXI, su obra a través de nosotros. ‘Yo os he elegido a vosotros y os he destinado a que deis fruto y este sea abundante’.(Jn. 15,16). Él sigue ofreciendo sacrificios al Padre a través de nuestros sacrificios, penalidades, renuncias, etc. Y también a través de nuestra oración, de nuestra adoración a la Divinidad, de nuestro trabajo en la Iglesia. San Pablo lo resume así: ‘Estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí’. (Gal. 2, 19-20). Humanamente no lo podemos entender. No existen palabras del vocabulario humano capaces de explicar lo sobrenatural e infinito. Solamente cuando Él nos llame a su presencia veremos y entenderemos lo que ahora no podemos. ‘Pero según escrito está: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado a los que le aman’. (I Cor. 2, 9).

Entonces seremos saciados, llenos de Dios, porque adoraremos en plenitud y perfección porque, como dice San Juan, ‘seremos semejantes a Dios porque le veremos tal cual es’. (I Jn. 3,2). Y daremos por bien empleados los sufrimientos y persecuciones padecidas por Él.


INMACULADA CONCEPCIÓN.-ALONSO CANO.-BARROCO

Que Dios desde su Gloria y María Inmaculada, cuya festividad celebramos al principio del Adviento, nos bendigan y acompañen siempre.