lunes, 15 de agosto de 2011

La humildad de María de Nazaret (I)

ANUNCIACIÓN.-PAOLO VERONÉS.-MANIERISMO

Hoy, día de la Asunción de la Virgen a los cielos, me parece el mejor día para poner esta entrada. Viene a ser como un humilde homenaje a nuestra Madre común. Son tantas las limitaciones que tenemos para demostrarle nuestro afecto y cariño que cualquier esfuerzo, por pequeño que sea, Ella sabrá acogerlo.
¡Felicidades, Madre!

Me parece un propósito desmesurado para mí escribir sobre este tema, porque si para los católicos hay alguien tan conocido además de Jesús de Nazaret, es su Madre, la Virgen. Pero como lo prometido es deuda, y como ya lo dije en la entrada anterior al hablar de la humildad, tenía que tratar de esta Virtud en la persona de María de Nazaret. Ella y su Hijo son su máximo y más perfecto exponente de toda la Humanidad.

¿Cómo crecería María junto a Joaquín y Ana, sus padres? ¿Qué educación recibiría? Pienso que sencilla, preparándose para la vida en la sociedad a la que pertenecía y centrada en el conocimiento de la Ley. Acaso con mucho mayor aprovechamiento que otras personas debido a su estado espiritual de
‘Llena de Gracia’, según el saludo del Ángel en la Anunciación, unos años más tarde.

EDUCACIÓN DE LA VIRGEN.-DANTE GABRIEL ROSETTI.-PRERRAFAELISMO

Nadie podía suponer, ni siquiera sus padres (ni ella misma tampoco), la Misión para la que iba destinada, pero a la que iba llegando poco a poco, cubriendo etapas educativas, físicas en la edad y espirituales en su alma, hasta llegar el momento en que Yavéh consideró que ya era
‘mayor de edad’ para asumir los planes que tenía para ella.

Posiblemente en esa misma educación iría forjando su humildad. Ella se vería y sabría hija del pueblo elegido, heredero de las promesas mesiánicas. Conocía muy bien que su pueblo esperaba la llegada de un salvador, de un libertador, y que cualquier mujer hebrea en el tiempo de la Historia, sería el medio necesario para hacerlo realidad.

Pero a pesar de saber eso todas las mujeres, aunque pensasen que cualquiera podría ser, ninguna creía que le podía tocar ese honor. Y María sería, casi con toda seguridad, una de ellas.

El momento, inevitablemente, llegó. Dios pensó que se había llegado a la plenitud de los tiempos y encargó a Gabriel la misión de dar la noticia a la mujer elegida. Veamos qué dice el Evangelio de Lucas.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

‘En el mes sexto fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Entrando a ella le dijo: Dios te salve, llana de gracia, el Señor es contigo.

Ella se turbó al oír esas palabras y discurría qué podría significar aquella salutación. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado Gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre, Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin.

Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón? El ángel le contestó y dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y por eso el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios. E Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de la que era estéril, porque nada hay imposible para Dios.

ANUNCIACIÓN.-JAMES SEWARD.-S.XX

Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y se fue de ella el ángel’. (Lc. 1, 26-38).

A partir de ese texto lucano, vamos a ir analizando unas cosa que nos muestran la talla de esta Mujer, desde el prisma de su humildad.

En lo que se refiere a la Anunciación, se pueden ver algunos detalles que nos permiten ver su humildad. ¿Qué estaría haciendo en
ESE momento María? ¿Oraba? Algunos autores piensan que sí, y personalmente me inclino a pensar lo mismo, pero podría haber estado haciendo alguna otra cosa o actividad hogareña. Lo cierto es que ‘se turbó’. Se debió quedar descolocada, confusa, porque una aparición semejante ni sucede todos los días ni es habitual para nadie. Son permisiones divinas y ante ellas es el silencio, el desconcierto y de alguna manera, un temor reverente.

El cómo sería (¿una luminosidad potentísima, sin cegar?, ¿una presencia en forma humana?) poco importa. Lo realmente importante es el contexto del mensaje y la actitud de la Virgen. Su turbación fue acompañada del pensamiento sobre el significado de aquello, ‘precisamente’ a ella.

ANUNCIACIÓN.-TINTORETTO.-
MANIERISMO


El
‘no temas, María’ la tranquilizaría, pero ‘has hallado gracia ante Dios’, tal vez fue demasiado para su sencillez. Y ahí ya hay un primer rasgo de su humildad. Ella, mujer llana de su pueblo, sin más pretensiones que ser buena hebrea y cumplir sus deberes con Yavéh, quedaría atónita precisamente porque el mismo Yavéh la saludaba a través del mensajero y la encontraba ‘llena de gracia’.

Pero con todo ello, no se ofusca con las palabras que le dirigen ni con su significado. Está ya en situación de
‘escucha’, porque lo que le han dicho no está finalizado. Debía haber algo más. Y lo hubo.

El núcleo del mensaje aparece:
‘concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre, Jesús.’ Eso suponía romper todos los esquemas y una vida, según los parámetros que ella tenía previstos. Ahora eran otros: los de Dios, que estaba pidiéndole su colaboración como mujer y como israelita. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin. ¿Significaba eso que el Salvador esperado iba a ser albergado en su vientre? Parecía evidente, pero faltaba algo más. Dentro de su turbación acertó a plantear su duda: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?

INMACULADA CONCEPCIÓN.-ANÓNIMO.-
MUSEO DE HISTORIA REGIONAL DE CUZCO


Quedó ampliamente clara la forma:
El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y por eso el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios. Pero eso no resolvía totalmente el problema para ella. ¿Qué pensarían sus padres? ¿Cómo se lo contaría a José y cómo se lo tomaría? Si la denunciaba, la respuesta legal era la lapidación. Acaso un pensamiento cruzó como un relámpago por su interior. ¿No iba a fiarse de semejante mensajero y de quien lo enviaba?

‘Sólo quien ama en verdad a Dios no se acuerda de sí mismo’. (San Gregorio Magno.- Homilía sobre los Evangelios n. 38)

Sí. No podía negarse y asumió la responsabilidad de ese misterio sin entender nada o casi nada y se fió. Se sabe insignificante ante su Dios que la ha elegido y esa determinación solamente podía llegar desde la sencillez de su humildad, de pequeña criatura humana, que se ponía al servicio del infinito misterio que supone ser Madre del Creador, toda su persona.

Cuanto había que decir por parte del mensajero, estaba dicho. Quedaba la espera de la respuesta que, dentro del respeto a la libertad humana, el mismo Dios estaba esperando también.
‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.’ Una respuesta magistral que encierra en sí misma varios aspectos.

Pienso que uno de ellos es la especial asistencia del Espíritu Santo a María, no para forzar su respuesta, sino para iluminarla en lo que significaba el mensaje para Dios y para su pueblo y, por extensión, para la Humanidad.

La petición que se le hace a María la formula el ángel, pero quien le hace la petición es el mismo Dios. Sin embargo María se fía del mensajero. No le dice que se cumpla en ella la voluntad de Dios, sino hágase en mí según tu palabra .Fíjense. Según la palabra dicha por el ángel, es decir, que cree firmemente en la fidelidad de cuanto le ha dicho. María, recibiendo al mensajero, ha recibido al mismo Dios que la ha elegido.

Unos años más tarde, será su Hijo Jesús dirigiéndose a los Apóstoles, quien refleje la actitud de su Madre en este momento crucial de la Historia de la Salvación:
‘Quien a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado’ (Mt. 10, 40).

Además, hay otra cosa determinante que demuestra plenamente su humildad. Está en la respuesta de María:
‘He aquí la ESCLAVA del Señor'. El esclavo, no es que estaba en lo más bajo de la sociedad. Es que ‘no estaba’. Un esclavo no era ‘nadie’. Si acaso, era ‘nada’. No tenía ningún derecho. Y María se veía así ante la petición divina. ¿Quién era ella para asumir la misión que se le encomendaba? Pero la asume. Por su fe y por su humildad. Y, de ahora en adelante, también en silencio.

He aquí, dice, la esclava del Señor. ¿Qué humildad es ésta tan alta que no se deja vencer de las honras ni se engrandece en la Gloria? Es escogida por Madre de Dios y se da el nombre de esclava. No es cosa grande ser humilde en el abatimiento, pero es muy grande y muy rara ser humilde en el honor’. (San Bernardo.-Homilía sobre la Virgen Madre).

Esa muchacha jovencísima tuvo la madurez suficiente para calibrar el alcance de lo que había aceptado. A partir de ese instante, iría haciendo nuevos descubrimientos y a cada uno de ellos le daría una respuesta con el silencio y guardándolo todo en su corazón, aunque quedaban cosas sin resolver: sus padres, José, los vecinos de Nazaret,…Y desde su fe en Dios, todo se fue solucionando.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática ‘Lumen Gentium’, dice sobre la Virgen:
‘Pero el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada, para que de esa manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida’. (Cap. VIII).

Sí. Contribuyó a la Vida, porque en ese instante
‘El que no cabe en todo el mundo, se encerró en las entrañas de una Virgen’ (San Juan Crisóstomo.- Catena Aurea, volumen 1)

En resumen:
‘Esta hermosa virtud, dice San Bernardo, fue la causa de que el Padre Eterno mirase a la Santísima Virgen con complacencia; y si la virginidad atrajo las miradas divinas, su humildad fue la causa de que concibiese en su seno al Hijo de Dios. Si la Santísima Virgen es la Reina de las Vírgenes, es también la Reina de los humildes’. (Santo Cura de Ars.- Sermón sobre la humildad).


Que Nuestra Señora de la Buena Esperanza y su Hijo nos bendigan a todos.


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