martes, 1 de mayo de 2012

El Credo (I)

SANTÍSIMA TRINIDAD.-ALBERTO DURERO.-RENACIMIENTO


Bueno. Tengo que cambiar el chip. Los pecados capitales, llamados también mortales, como vimos, ya han sido tratados. Los siete. Y también las virtudes que se oponen o con las que se combate cada uno de ellos. Ahora hay que buscar otro tema. Me he puesto a reflexionar para elegir uno de los varios que veía. Al final me he decidido por este del título de la entrada: El Credo.

Pero antes debo decirles algo. El sistema de publicación de las entradas al blog ha cambiado y todavía no estoy familiarizado con el mismo. Esto se consigue, básicamente, con la práctica. Les ruego que si hay algún fallo me disculpen. Otra vez saldrá mejor. Muchas gracias.

Volviendo al tema que nos ocupa. ¿Por qué precisamente éste y no otro? Pues miren ustedes…Basta con otear el panorama que se ofrece  a nuestros ojos sobre las actitudes de muchos cristianos, demasiados y quizá excesivos, que no tienen clara su relación con Dios y con la Iglesia. Al menos con la profundidad, responsabilidad y compromiso que se debe tener según la edad y madurez religiosa que tenga cada uno, ya que, como tantísimas veces he oído comentar, incluso a sacerdotes, hay cristianos que continúan con una fe de la Primera Comunión y no se han preocupado en profundizar más en ella.

Algunas veces, al finalizar la Eucaristía dominical, suelo ir a saludar a algunos conocidos o amigos que me encuentro en el templo, a interesarme por ellos, por su familia,…Pero en una de esas ocasiones me ocurrió una anécdota que no me resisto a contársela. Tras las preguntas sobre las familias respectivas, se me ocurrió preguntarles, ya que no vivían en la localidad donde resido: ‘¿Cómo es que hoy os veo en esta iglesia?’  Y uno de ellos me respondió: ‘Pues ya lo ves. Hemos venido a cumplir con la Parroquia’.

Sinceramente. Hay ocasiones en las que una frase puede dar pie a una reflexión. Y personalmente les puedo asegurar que estuve rumiando aquella frase extrapolándola a otros cristianos en general. Pensé: ¿Solamente se ha ‘cumplido’ con la Parroquia? El hecho del ‘cumplimiento’, ¿puede hacer referencia al ‘cumplo y miento’?

Vino luego una especie de reacción contra mí mismo.: No seas retorcido. ¿Por qué tienes que pensar así? ¿Dónde tienes archivado el capítulo 13 de tu amigo Pablo, el que escribió por primera vez a los fieles de Corinto dándoles unas pautas de la caridad tan hermosas?¿No tendrías que pensar en aplicártela?’ Y es cierto. En ocasiones nos pasamos un poco en nuestras apreciaciones, pero inmediatamente vino otra cuestión: ‘¿Cómo es que cumple con Parroquia? ¿Es que tras cualquier Parroquia no hay Nadie con Quien realmente hay que cumplir y, además, a tope?

Y si a estas personas, o a cualquier cristiano en general que suele asistir los domingos a nuestros templos, les preguntásemos: ‘Oiga, ¿por qué asiste usted a la Misa? ¿Cuáles son sus motivos de credibilidad, su razón de creer, como cristiano?’ ¿Qué nos contestaría? Eso en caso de que nos contestase algo, porque entra dentro de lo posible que nos pusiera cara de tablero de ajedrez y pensara en su interior: ‘Pero ¿qué me está diciendo este hombre’?

Pues sí, amigos. Esta es la razón por la que he elegido hablar del Credo. Qué osadía, ¿verdad? Pienso que mi atrevimiento es grande, pero confío ciegamente en el Espíritu Divino que alienta la vida de la Iglesia y que, como parte de ella que soy y somos todos en virtud de nuestro Bautismo, nos ayuda en nuestra tarea de extender el Reino de Dios en este planeta que nos ha tocado vivir.

Habría que partir de la base de que si esa supuesta persona que antes he mencionado, a la que le preguntábamos por sus motivos de credibilidad, ha crecido en la fe a la par que en edad y en madurez humanas, al hacerle la pregunta citada nos hubiera respondido con aplomo y seguridad: ‘Rece usted el Credo y conocerá por qué estoy aquí en este momento y cuáles son mis motivos de credibilidad por los que me preguntaba’. ¡Caramba! ¿Cómo nos hubiésemos quedado nosotros? Cabe también en lo posible que los que se quedasen con cara de tablero ajedrezado fuésemos nosotros, porque hay pocos cristianos que hablen gallardamente de su cristianismo. Si habíamos ido por lana al hacerle la pregunta, probablemente saldríamos trasquilados al oír esa respuesta.

Sí, señor. Así es. El Credo que rezamos no es otra cosa que una manifestación, una proclamación de las principales verdades de nuestra fe. Es aquello en lo que creemos en síntesis y lo manifestamos.

En él están contenidas  las verdades básicas de nuestra Religión católica en un resumen. Y precisamente porque creemos y manifestamos  lo que dice esta oración, es por lo que se ha venido en llamarla CREDO, ya que la primera palabra que empleamos al rezarla, es ésa: CREO.

Analizando pausadamente lo que decimos cuando lo rezamos, podemos ir cayendo en la cuenta la importancia que tiene Dios en nuestra vida, y a medida que pensamos en la segunda parte del Credo, la que hace referencia a Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, también caemos en la cuenta, además de la entrega voluntaria y del sacrificio Redentor, del enorme, del infinito Amor del Padre que para rescatarnos del pecado, de las garras de Satán, no dudó en enviarnos a su Hijo para cumplir esa misión, con tal de que su obra mimada y última de su Creación, no se perdiera.

Acabo de mencionar la ‘segunda parte del Credo’ y eso me da pie para anotar, aunque estoy seguro que ustedes ya lo saben, que esta oración tiene tres partes.

En la primera se hace mención de la Primera Persona de la Santísima Trinidad, el Padre, así como de su obra creadora.



En la segunda nos referimos a la Segunda Persona de la Trinidad y su labor redentora con el género humano, relatando brevísimamente su historia desde su Concepción hasta su Ascensión a los Cielos, mencionando, incluso dos personajes que intervinieron: su Madre y el procurador romano.

RESURRECCIÓN DE CRISTO.-ANNIBALE CARRACCI.-BARROCO
La última parte se dedica a la Tercera Persona de la Divinidad y a su labor santificadora.



La Santísima Trinidad es, pues, la gran protagonista del Credo, por eso su contenido es el mayor y más importante motivo de nuestra credibilidad como cristianos católicos.

Esa debe ser la diferenciación entre un cristiano sólido, cuya vida es consecuencia de un Credo visceralmente asumido y practicado desde la radicalidad de la Fe, la Esperanza y el Amor en el Dios Uno y Trino, y un cristiano ‘pasado por agua’, es decir, que ha recibido el Bautismo, de niño ha acudido a una catequesis infantil (lógico hasta aquí) pero que luego no solamente no ha evolucionado sino que la catequesis recibida la ha echado en el cajón del olvido y, ya adulto, comienza a fabricarse una religión a su medida y conveniencia, lo cual ya no es tan lógico.

Grotesco, ¿no? Pues desgraciadamente conozco muchos de esos casos. Y lo peor es que creen tener la razón.

Hemos de estar mentalizados de que cuando nos santiguamos ‘en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’, estamos alineándonos con la Santísima Trinidad y, en su Nombre, lo estamos haciendo TODO. Desde las cosas más insignificantes como es bendecir la mesa antes de cualquier comida que hagamos o al salir de nuestros respectivos hogares a la calle, hasta vivir el acontecimiento más importante, grandioso y trascendental como es empezar la liturgia de una celebración de la Eucaristía.

Santiguarnos es manifestar nuestra creencia y nuestra Fe en las Tres Personas a través de esa señal de la cruz que nos hacemos y entramos en comunión con nuestro Dios. Ese es el deber primario y básico que tenemos como creyentes católicos.

Y más aún.  Estoy convencido del deber de profundizar en su contenido y esa es una de las razones de esta entrada en el blog y de su continuación en entradas posteriores.

Hago una pequeña pausa en el contenido de esta entrada para hacerles una confidencia. Una de las razones que me condujeron a tener el otro blog, fue con el objetivo de presentar una especie de biografía del Salvador desde los tiempos inmediatamente anteriores a su concepción y posterior nacimiento en Belén, hasta su Ascensión, siguiendo de forma necesariamente breve, con los primeros tiempos de su obra: la Iglesia, presentando algunos episodios de su vida (desde el prisma del Arte, desde luego) y de su mensaje.

Fácilmente se ve con ello que se trata de desarrollar la segunda parte del Credo. Por eso a la izquierda de este blog, en el apartado ‘Mi lista de blogs’, puse el enlace con ‘El Logos en el Arte Universal’. No solamente eso, sino que si entran en mi blog de Arte citado, verán que a la izquierda coloqué un enlace con otro blog católico, francamente magnífico, titulado ‘Arte, Fe y Cultura’, que no tiene desperdicio alguno, cosa que podrán comprobar si entran en el mismo.

Todo son maneras de profundización y formación en nuestras razones y motivos de credibilidad, en nuestra oración, en nuestra vida cristiana en definitiva, con el Autor de la Belleza y del Arte.



Seguiremos profundizando en este tema con la ayuda del Espíritu Santo y Nuestra Señora de Barangay. Que ellos nos iluminen, asistan y bendigan.








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