sábado, 4 de octubre de 2008

EL ESPÍRITU SANTO (II)


Ignoro si Vds. son observadores o no, pero ¿se han dado cuenta que al rezar el Credo, cuando nombramos al Espíritu Santo decimos ‘Creo en el Espíritu Santo’ y ya no decimos nada más de Él? A continuación pasamos a ‘Creo en la Santa Iglesia Católica, etc...’. Si nos damos cuenta, al principio de esa oración se nombra al Padre, Primera Persona de la Santísima Trinidad, diciendo algo de Él aunque sea un poco. Se nombra a Jesucristo, Segunda Persona de la Trinidad, que tomó nuestra carne mortal y recordamos muy brevemente esa gesta inmensa, infinita, de la Redención.

¿Por qué no se nombra al Espíritu Santo extendiéndose algo más en Él? En el nuevo Credo de la Misa sí se dicen cosas suyas: Señor y dador de Vida, que habló por los Profetas,... Pero se ha ahondado muy poco en esa Tercera Persona Trinitaria.

Tal vez sea ésa una de las causas por las que es el gran desconocido de los cristianos y de la Iglesia en general. Y ese es el motivo por el que le dedico un espacio en el blog, como ya anuncié anteriormente al hablar de la Santísima Trinidad.

Creo que vale la pena que se le conozca algo más, porque en definitiva, ¿quién está llevando la Iglesia adelante desde hace XXI siglos a pesar de los intentos de Satanás para imponer su reinado en el mundo? ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella’ (Mt. 16, 18-19).

¿Quién personaliza y actualiza la Palabra de Dios en nosotros cuando oímos o leemos algo de la Biblia que nos ‘dice’ algo para nuestra vida?

El Espíritu Santo es nada menos que la Memoria viva de la Iglesia, según dice San Juan: ‘El Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que Yo os he enseñado y os lo explicará todo’ (Jn. 14, 26)

¿Quién creen que me ayuda a mí a escribir estos artículos y a exponerlos, así como a todos a entenderlos y a abrir los oídos, las inteligencias y los corazones, como a los nuevos discípulos de Emaús, si no es Él? ¿Creen Vds. que nosotros solos podemos hacer esto? No. Si no fuera por el Espíritu no podríamos hacerlo.

Este es un escrito eminentemente vivencial porque desde el momento que me puse con él me vi encerrado en la más absoluta ignorancia. Y eso me llevó a una oración muy especial que en determinados momentos era correspondida como expondré.

Les puedo asegurar que para hacer las diapositivas referentes a los dones del Espíritu Santo (que expondré en la tercera parte) me vi en un apuro serio. No sabía qué diapositivas emplear ni qué texto poner.

En Internet me encontré varias, entre ellas algunas que me impactaron mucho. Una de ellas la de la Paloma que he puesto arriba. Otra, especialmente, que la verán en el próximo escrito. Pero ¿y el texto? ¿Qué escribía en ellas?

Y estuve como oyendo una sugerencia: ‘Lee en lo que has escrito’. Ahí me vino la lluvia de ideas. Menos en una. En la segunda que les he comentado. En ella no tuve valor para escribir nada. Hablaba ella sola. Ya la verán y comprenderán por qué la dejé como está. Sigo.

¿Quién creen Vds. que asiste desde el Papa hasta el último de los sacerdotes a exponer sus homilías en las Eucaristías, a explicar y aclarar la doctrina de la Iglesia, a entender las Escrituras, si no es Él?

¿Quién creen que maneja los hilos que necesita (personas, circunstancias, etc.) para hacer llegar su Gracia y llamar a quien desea? Pues de esa Persona Trinitaria es de la que voy a intentar hablar desde sus manifestaciones según nos cuentan las Escrituras, tanto en el A.T. como en el N.T.

Como principio les expongo una serie de circunstancias que se dan hoy entre la gente en las que no caemos en la cuenta hasta que alguien nos las enseña. Ésa es mi intención a través de esta diapositiva.


¿Se dan cuenta qué diferente es tener una visión de la vida desde el prisma del Espíritu a tenerlo solamente desde el punto de vista humano? Ahora vamos a ir desmenuzando esta Persona Trinitaria.

Cuando Pablo llega a Éfeso encuentra algunos discípulos que habían abrazado la fe cristiana y les pregunta: ‘¿Habéis recibido el Espíritu Santo?’ Ellos le contestaron: ‘Ni siquiera hemos oído hablar de su existencia’. (Act. 19, 1-2). Si el Apóstol volviera ahora y nos hiciera la misma pregunta, acaso recibiera la misma respuesta en muchos casos, porque lo único que podríamos decirle es lo que recordamos por el catecismo, que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, si acaso que procede del Padre y del Hijo y poco más.

Y esta ignorancia puede tener su explicación porque no se ha manifestado ni explicado de una manera palpable a nuestros ojos.

Conocemos y amamos al Padre por la grandeza de la creación, la armonía del universo o la inmensidad del mar, porque eso nos habla de su sabiduría, de su poder,...
Conocemos y amamos a Jesucristo, el Hijo: su vida, su predicación, sus milagros, su Pasión, Muerte y Resurrección. Todo nos acerca a Él.

Pero el Espíritu es distinto. La santificación que obra en nosotros y la vida sobrenatural que difunde se escapan a nuestros sentidos. Se nos ha hablado muy poco de Él y de la doctrina sobre el Espíritu. Si acaso en la catequesis de Confirmación y poco más.

Tampoco se ha cultivado la devoción a este gran desconocido, ya que su misma fiesta, Pentecostés, casi pasa desapercibida para la mayoría de los cristianos que no alcanzan a distinguir la enorme importancia que tiene para la Iglesia y para cualquier persona.

Entonces. ¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

La fe nos dice que la Tercera Persona de la Santísima Trinidad procede del Padre y del Hijo por un acto de Amor entre estas dos divinas Personas. La Revelación nos enseña que pertenece a la infinita Esencia de un solo Dios que se manifiesta en tres Personas: la Trinidad.

Una sola Naturaleza y tres Personas que forman un solo y único Dios. Pero, ¿DESDE CUÁNDO SE MANIFIESTA EL ESPÍRITU?

En el Génesis se puede leer cómo el Espíritu se cernía sobre las aguas.(Gen. 1, 2).
El soplo de Dios en la creación del hombre es la infusión del Espíritu en el interior de la criatura creada y ahí está nuestra semejanza con Dios: ‘...sopló Dios en su nariz un hálito de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente’ (Gén. 2, 7). Esta frase ya nos dice que la misión del Espíritu es alentar, dar vida.

La fuerza de Sansón se llama fuerza del Espíritu de Dios, en cuanto que unió a su pueblo (Jue. 13, 25 y 15, 14-15).

Es el mismo Espíritu que inspiró a los profetas para anunciar los tiempos mesiánicos y que santificó a los justos de todos los tiempos.

El A.T. conoce la unción del Espíritu DESDE el seno materno, como en Sansón, (Jue. 13, 3-5) o Jeremías (Jer. 1, 4-5).

El mismo rey era el ungido por el Espíritu de Dios. (I Sam. 16, 13).

‘El Espíritu del Señor llena la tierra, y Él, que todo lo abarca, tiene la ciencia de todo’ (Sab. 1, 7)

El N.T. dice de Juan el Bautista que ‘estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre’. (Lc. 1,13-16)

En el N.T. vemos la manifestación del Espíritu en el pasaje de la Anunciación (Lc. 1, 26-38). Ahí vemos que la concepción de Jesús se debe al Espíritu Santo y así, María es el primer miembro de la futura comunidad eclesial portadora del Espíritu en sí misma.

El Espíritu también se manifiesta en el Bautismo de Jesús (Mt. 3, 13-17) ; cuando Jesús se retira al desierto lo hace impulsado por el Espíritu (Mt. 3, 1) ; cuando habla de su partida con los apóstoles les anuncia la venida del Paráclito (Jn. 14, 15-17 ; 15, 26 y 16, 7), que les santificará a ellos y a toda la Comunidad Eclesial.

Y antes de partir les comunica el Espíritu con el poder de perdonar los pecados en nombre de Dios: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les serán perdonados. A quienes se los retuviereis, les quedarán retenidos.’ (Jn. 20, 20-22)

Quien abre su vida a Dios, a pesar de las dificultades y problemas que la vida de hoy nos plantea, está dejando que el Espíritu actúe y se manifieste a través de él por medio de los frutos y los dones del Espíritu Santo, que trataré en la tercera parte.

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