martes, 23 de septiembre de 2008

REZA UN PADRE NUESTRO POR MÍ

Sin pretender estar a la escucha de cuanto pueden decir otras personas, en ocasiones no se puede evitar oírlas. En cierta ocasión iba una señora bastante mayor a la Iglesia para asistir a la Eucaristía dominical, y cerca de la entrada se encontró con unos conocidos.

- ¿Ya te vas a Misa, Milagros?
- Sí. Voy a estar un rato con el Señor.
- ¡Hala! Pues reza un padrenuestro por mí. Hasta luego.


Pero después de semejante diálogo, sin ningún contenido aparente, viene la recapitulación y análisis del mismo. Yo me atrevería a decir que entra dentro de lo que son los diálogos ‘sociales’ de hablar para ‘quedar bien’ sin decir nada, pero se deduce que la señora Milagros suele asistir asiduamente a Misa y su interlocutor, con atuendo playero y sombrilla al hombro, no es que no suele ir probablemente (si no, tendría un conocimiento mayor de lo que significa ‘reza por mí un padrenuestro’), sino que el acento puesto en su frase tenía un cierto matiz de ironía rayando, casi, en la burla.

¿Sabría esa persona el valor que tiene el rezo del padrenuestro? ¿Por qué no lo reza mientras toma el baño o el sol? Cualquier lugar es bueno para orar si se hace con la suficiente honradez con Dios como para reconocerlo como Padre y desear estar con Él.

San Ignacio de Loyola tuvo que sufrir una herida de metralla en Pamplona para quedar inactivo como militar y tener un tiempo (forzoso) para meditar a través de las vidas de santos que iba leyendo. Hoy diríamos que estaba de vacaciones forzosas. Pero me parece que ahí empezó a morir Iñigo de Recalde y como contraste, empezó a nacer Ignacio de Loyola. Acaso conociese en ese período de tiempo el valor del padrenuestro y de algo más.

Y es que a Dios no lo podemos encasillar en nuestros parámetros humanos, pero eso sí: ¡Cuidado con Él porque nuestro Dios es un Dios de sorpresas! Ninguna mala para nosotros, desde luego, porque Él no desea ningún mal para nosotros, a pesar de que en ocasiones nos pueda desconcertar.

En cierta ocasión lo dijo a través del profeta Isaías: ‘Porque mis planes no son como vuestros planes. Ni vuestros caminos son como los míos. Cuanto dista el cielo de la tierra, así mis caminos de los vuestros, mis planes de vuestros planes’. (Is, 55, 8-9).

Y no hay más. Por mucho que queramos no podemos encasillarlo en conceptos humanos. De intentarlo estaríamos fabricando un dios a nuestra medida y, lógicamente, sería tan limitado, finito y pequeño como nosotros mismos. Sería una especie de becerro de oro que nos empeñamos en construir para satisfacer y justificar nuestra pseudoreligiosidad.

Diferente es que Dios tenga una paciencia infinita para esperar el cambio de actitud de nosotros hacia Él. En principio TODOS sin excepción estamos llamados por Él y la respuesta es personal. Hay quien la da desde muy joven, otros en la madurez, otros en el atardecer de sus vidas,… No le importa cuándo ni cómo podamos sentir Su llamada.

Lo que le importa es NUESTRA respuesta.

3 comentarios:

magdalena dijo...

Estimado Sr. Maset: hubo una noche en la que despues de un sueño muy extraño y tras preparar el desayuno a mi esposo, volvi a la cama, inesperadamente y tras haberme acostado sentí un frío azul a mi espalda, de tal modo, que solo pude comenzar a rezar con toda mi fe y llena de temor el Padre Nuestro. Recuerdo haberlo rezado hasta tres veces antes de dejar de percibir tan extraña sensación. Nunca antes había sido consciente de la fuerza de esta oración y de la inmediata respuesta que se puede obtener a traves de ella. Es una pena que las personas no sean capaces de descubrir el bienestar que se puede llegar a alcanzar con algo tan simple y a la vez tan complejo como es la intimidad de la oración.

Que el Espiritu Santo le conceda la capacidad de orar con humidad y meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo durante mucho tiempo.

Anónimo dijo...

Buenas noches Sr. Maset! Me encanta leerle y sentir la fuerza del Espíritu Santo guiándole en este blog ameno y fácil de leer pero a la vez profundo y directo a la raíz del hombre. Mientras se reflexionan los comentarios sientes que el corazón se va llenando de paz y alegría de escuchar palabras llenas de verdad.

Ciertamente rezar el Padrenuestro transforma el corazón del que lo recita con humildad porque es el instante en el que uno tiene la certeza absoluta de que somos hijos de Dios: luego tenemos un Padre al que podemos acercarnos en la oración. Cuando se hace oración estás hablando con una Persona que es nuestro Padre, exactamente el que nos ha creado.

Eso nos coloca en el punto de que no somos libre albedrío ni casualidades del universo sin más, sino que hemos sido creados por Alguien para algo. Luego tenemos un sentido, una función, unas cualidades heredadas de nuestros padres pero que debemos saber explotar.

Cuando creemos que somos hijos de Dios tenemos la certeza de que la vida no la damos o quitamos nosotros, nosotros no decidimos cuándo nacemos o cuándo morimos. Sólo Dios lo sabe. Tenemos infinidad de avances médicos para mejorar la calidad de vida de las personas, para paliar el sufrimiento de las personas que agonizan pero nunca sabremos cuándo nos vamos a morir a no ser que intervengamos nosotros. Eso es ponernos a la altura de nuestro creador. Y ese es el constante conflicto entre ciencia y fe. La fe no frena el avance, lo hace más humano y acorde a la naturaleza del ser humano, que no es física únicamente, sino también espiritual.

Tener la certeza de que somos hijos de Dios, así lo decimos en el Padrenuestro nos confirma también que Dios nos ha hecho libres, para acercarnos a Él o alejarnos. Tenemos la certeza de que siempre está esperándonos con los brazos abiertos. Cuando somos capaces de pedirle perdón por haberle fallado tantas veces.

Todo esto nos pone en otra tesitura ( esto se va poniendo cada vez más interesante). Si somos hijos de Dios y Dios es uno: sólo puede haber una Verdad. No la que el hombre determina por el relativismo sino la que Dios dispone. Y esto nos cuesta más aceptarlo porque sentimos que las cosas se nos escapan de las manos y nos gusta controlarlo todo.

Por medio de la fe tenemos la certeza de que Jesucristo es Dios. Lo radical del cristianismo y que no tienen otras religiones es que Dios se hace hombre para salvarnos del pecado.

¿Qué es el pecado? Odio, rencor, egoísmo, soberbia, mala fe, revancha... todo lo que hace daño al hombre, lo que lo entristece, lo que lo amarga, lo que lo hace sufrir sin necesidad... si nos damos cuenta Jesucristo pasó por este mundo amando. El mal que le hacían lo transformaba en bien, en amor. Podemos ver a un Jesucristo cabreado por la hipocresía y la maldad humana, pero nunca a un Jesucristo que no perdone cuando un hombre se arrepiente de corazón.

Puesto que a Dios no lo ha visto nadie, ni ha bajado nadie tampoco para contárnoslo. Dios se hace hombre en un momento de la historia y tenemos la certeza de que esto es así por la fe que Dios nos da cuando somos constantes en la petición. Jesucristo es el modelo del cristiano. No creemos en un Dios abstracto, etéreo, que está en las nubes, sino creemos en un Dios que se hizo hombre y habitó entre nosotros, que sufrió, que rió, que comió, que oró, que dio ejemplo al ser humano de amor sin límites.

Cuando leemos los evangelios, nunca veremos a un Jesucristo relativo, escéptico, que dude, tibio... “ Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” dirá Él.
Querer imitarle supone un deseo de mejora constante, Él suple nuestra debilidad. Nadie es perfecto, todos nos equivocamos, todos fallamos, todos tenemos debilidades... el cristiano admite todo esto pero no se tira a la bartola, más bien, lo ve como una prueba, un estímulo para mejorar, para superarse. Sabemos que somos todo esto pero el cristiano tiene la certeza de que tiene un apoyo inestimable que sabe que nunca le va a fallar a pesar de que todas las circunstancias humanas sean desfavorables y plagadas de dolor y sufrimiento.

Sentirse hijo de Dios es vivir una alegría inmensa a pesar de las dificultades del día a día. No nos resignamos, luchamos por hacer felices a los demás en nuestra contradicción, aceptamos que Dios es quien nos ha creado, aceptamos que Dios nos quiere aquí, aceptamos que Dios nos ha creado libres y para amar y tratamos de hacer su voluntad. No hay mayor libertad que la libertad del espíritu, es más el cristiano tiene la certeza de que es la única libertad, ésa que nos libera de la esclavitud de la tristeza, la angustia, la apatía, la soberbia...

Sentirse hijos de Dios es tener la certeza de que Dios quiere que actuemos acordes a la naturaleza humana. No que todos hagamos lo mismo sino que con nuestras diferencias y con nuestros talentos seamos capaces de dar frutos y sembrar el cielo en la tierra.

Para ello Jesucristo nos da los instrumentos para tratar de llevarlo a cabo: oración, misa, confesión. Tres instrumentos que con fe tenemos la certeza de que pueden transformar al hombre que lo pide con humildad.

Madre mía! ¡¡¡Cuánto puede hacer un Padrenuestro!!!

Bueno, como hacía tiempo que no escribía nada he intentado de alguna forma asentir en todo lo que ha escrito y poner mi granito de arena en este blog tan especial. Un abrazo muy fuerte.

euterpe dijo...

Estimado Sr. Maset:
Hermosa oración, esta con la que Jesucristo nos enseñó a dirigirnos al Padre.
Tiene un encabezamiento y siete peticiones, el número de la plenitud en la Biblia.
Hace años, cuando estuve en Taizé, un hermano estuvo durante toda la semana explicándonos el significado de esta oración. Solamente analizaré el encabezamiento por problemas de espacio.
Lo primero que decimos al dirigirnos a Dios es “Padre”. Él es quien nos ha dado la vida y es el primero que nos ha amado. Cuando usamos esta palabra para comenzar a rezar comenzamos a sentirnos en confianza con Aquel que nos ama infinitamente. Si la vamos repitiendo, como si fuera un mantra, vamos empezando a sentir sosiego y paz interior y poco a poco van cayendo las máscaras que nos ponemos a diario, y sin las que no pensamos que podamos funcionar. Sugiero a quien lea esta aportación que lo haga: es asombroso.
Al llamar a Dios “Padre” nos descargamos la mochila de querer arreglar el mundo a nuestro gusto, puesto que el Padre ya se ocupa de nosotros: “Mirad a los cuervos: no siembran ni siegan, ni tienen despensas ni graneros, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que los pájaros!” (Lc. 12, 24)
“Nuestro”, no “mío”. En el Génesis Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo.” (Gen 2, 18) Nos dirigimos a Dios como parte de una familia, de una comunidad o de la Humanidad, si al orar nuestra intención es universal. Más adelante, Cristo no eligió un apóstol, sino doce. Y añadió: “El que quiera ser el primero entre vosotros sea vuestro servidor.”(Mt 21, 26). Es decir: nos quiere sin la pretensión de ser los únicos y los mejores; antes bien con humildad.
En fin, el Padrenuestro es una oración sencilla, completa y llena de mensajes para nosotros y para el Padre, a quien nos dirigimos.
Que Dios le bendiga, Sr. Maset.