Nuestra Señora del Buen Consejo
Pienso que es bueno que no perdamos la ocasión, cuando se nos presente, de dar un buen consejo a quien creamos en conciencia que lo puede necesitar, pero ¡cuidado! Debemos hacerlo sin paternalismos y con mucha sencillez y naturalidad, honradamente, después de analizar adecuadamente si realmente necesita ese ‘alguien’ el consejo y teniendo en cuenta que nosotros somos los primeros que debemos estar preparados para recibirlo de quien menos lo esperemos, porque no somos doctores en nada y tenemos también nuestras propias carencias. Seamos receptivos a cualquier cosa que nos haga mejorar.
Si fuésemos conscientes de que un buen consejo, una palabra oportuna que nos aporte luz en alguna dificultad, nos podría llevar al ahorro de muchos disgustos y fracasos, tropezones y caídas en nuestro quehacer diario, antes de que podamos llegar a momentos de tensión y desesperación pensando en lo que hubiésemos podido evitar, ya que el tiempo pasado no tiene marcha atrás.
¿Tanto cuesta dejarnos guiar o aconsejar? En realidad, un acompañamiento o dirección espiritual suele ir en ese camino de perfección que todos, de una manera u otra andamos buscando para ir acercándonos cada vez más a los deseos del Salvador. ‘Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto’. (Mt. 5, 48). Es otro consejo que Jesús nos da. ¿Dejaremos de hacerle caso dentro de nuestras limitaciones y partiendo de nuestra nada en comparación con Él? Nos conoce de sobra y sabe nuestras intenciones y entrega en profundidad, así que su ayuda no nos va a faltar.
Excúsenme esta confidencialidad: Muchas de las cosas que mi abuelo me decía y otras que le oía decir, han servido para cimentar y acrisolar mi personalidad y convencimientos a lo largo de muchos años, porque estoy convencido que el proceso educativo de cada persona solamente finaliza cuando esa persona muere y no cuando mueren sus padre, abuelos, formadores, maestros o cualquiera que haya influido en su consolidación humana y cristiana.
En este momento estoy recordando una determinada boda celebrada en Caná, y que cuando una invitada observó que los casados se habían quedado sin vino no dudó en dirigirse a su Hijo para decirle ‘No tienen vino’. Adivinan el resto, ¿verdad? Pero no me resisto a poner la frase final de esta Señora: ‘Haced lo que Él os diga’. (Jn. 2, 1-11). ¿No les parece que es un consejo para todos los que le seguimos porque realmente estamos necesitados del Verbo del Hijo?
BODAS DE CANÁ.-Julius Schnorr von Carosfeld 1819
‘Has querido ir de listo por la vida y nunca has hecho caso de lo que te han dicho o aconsejado tus padres. Ahora tienes lo que has ido labrándote a lo largo de tu vida y no tienes nada’.
Estas o palabras parecidas podrían oírse en la boca de muchos padres a lo largo y ancho de este mundo que el Padre nos regaló para disfrutarlo, para vivirlo, para que estuviese a nuestro servicio,… pero que existen casos en los que algunas personas acaban al servicio del mundo. Tienen una notoria escasez de proyección personal y los proyectos que una sociedad laica y sin valores trascendentes les ofrece acaban por envolverlos.
Esto es un motivo para hacernos pensar que dentro de las Obras de misericordia, ésta que hace referencia a ‘dar buen consejo al que lo necesita’ nos atañe a todos cuantos queremos hacer de nuestra existencia una proyección de la vida de Jesús de Nazaret. ‘Guardaos de toda avaricia porque aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda’ (Lc. 12, 15). Esto es un consejo y lo dio precisamente quien lo podía dar: el Maestro. En realidad, ¿no nos está marcando el camino a seguir?
Estas o palabras parecidas podrían oírse en la boca de muchos padres a lo largo y ancho de este mundo que el Padre nos regaló para disfrutarlo, para vivirlo, para que estuviese a nuestro servicio,… pero que existen casos en los que algunas personas acaban al servicio del mundo. Tienen una notoria escasez de proyección personal y los proyectos que una sociedad laica y sin valores trascendentes les ofrece acaban por envolverlos.
Esto es un motivo para hacernos pensar que dentro de las Obras de misericordia, ésta que hace referencia a ‘dar buen consejo al que lo necesita’ nos atañe a todos cuantos queremos hacer de nuestra existencia una proyección de la vida de Jesús de Nazaret. ‘Guardaos de toda avaricia porque aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda’ (Lc. 12, 15). Esto es un consejo y lo dio precisamente quien lo podía dar: el Maestro. En realidad, ¿no nos está marcando el camino a seguir?
Avaricia.-Autor: El Bosco
Pienso que es bueno que no perdamos la ocasión, cuando se nos presente, de dar un buen consejo a quien creamos en conciencia que lo puede necesitar, pero ¡cuidado! Debemos hacerlo sin paternalismos y con mucha sencillez y naturalidad, honradamente, después de analizar adecuadamente si realmente necesita ese ‘alguien’ el consejo y teniendo en cuenta que nosotros somos los primeros que debemos estar preparados para recibirlo de quien menos lo esperemos, porque no somos doctores en nada y tenemos también nuestras propias carencias. Seamos receptivos a cualquier cosa que nos haga mejorar.
Si fuésemos conscientes de que un buen consejo, una palabra oportuna que nos aporte luz en alguna dificultad, nos podría llevar al ahorro de muchos disgustos y fracasos, tropezones y caídas en nuestro quehacer diario, antes de que podamos llegar a momentos de tensión y desesperación pensando en lo que hubiésemos podido evitar, ya que el tiempo pasado no tiene marcha atrás.
¿Tanto cuesta dejarnos guiar o aconsejar? En realidad, un acompañamiento o dirección espiritual suele ir en ese camino de perfección que todos, de una manera u otra andamos buscando para ir acercándonos cada vez más a los deseos del Salvador. ‘Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto’. (Mt. 5, 48). Es otro consejo que Jesús nos da. ¿Dejaremos de hacerle caso dentro de nuestras limitaciones y partiendo de nuestra nada en comparación con Él? Nos conoce de sobra y sabe nuestras intenciones y entrega en profundidad, así que su ayuda no nos va a faltar.
Excúsenme esta confidencialidad: Muchas de las cosas que mi abuelo me decía y otras que le oía decir, han servido para cimentar y acrisolar mi personalidad y convencimientos a lo largo de muchos años, porque estoy convencido que el proceso educativo de cada persona solamente finaliza cuando esa persona muere y no cuando mueren sus padre, abuelos, formadores, maestros o cualquiera que haya influido en su consolidación humana y cristiana.
En este momento estoy recordando una determinada boda celebrada en Caná, y que cuando una invitada observó que los casados se habían quedado sin vino no dudó en dirigirse a su Hijo para decirle ‘No tienen vino’. Adivinan el resto, ¿verdad? Pero no me resisto a poner la frase final de esta Señora: ‘Haced lo que Él os diga’. (Jn. 2, 1-11). ¿No les parece que es un consejo para todos los que le seguimos porque realmente estamos necesitados del Verbo del Hijo?
Pensemos que, dentro de nuestras limitaciones, podemos hacer llegar a alguna persona, joven o madura, la palabra exacta incluso sin pretenderlo. Porque si estamos abiertos a la acción del Espíritu, podremos ser los instrumentos a través de los cuales se manifieste a los demás.
Un ejemplo y, perdónenme, es personal. Un disgusto que me dieron este jueves supuso un amago de angina de pecho que, gracias a Dios, pude superar, si bien el pensamiento humano no cejaba de de emponzoñarme y caí en la cuenta de el diablo estaba intentando muchas cosas, porque todo cuanto pensaba en lugar de darme paz me soliviantaba.
No dudé en encomendarme a Dios y a la Virgen desesperadamente y en este ruego me dormí, si bien la noche fue inquieta. Al día siguiente, mientras me dirigía a Alicante puse Radio María y el sacerdote que hablaba trataba un tema que me venía al pelo. Y sí. Eso sí que me trajo paz y serenidad, así como un firme propósito de hablar con naturalidad con la persona que me dio el disgusto. El tema quedó zanjado. En este caso fui yo en persona quien necesitó del consejo que la Virgen (no me cabe ninguna duda) me envió por medio de Radio María y del sacerdote que hablaba.
Ya ven. Nunca nos abandona la Virgen ni su Hijo.
Que nuestro Maestro y Salvador y Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano nos bendigan y asistan en nuestra vida.
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