lunes, 4 de junio de 2012

El Credo III: Creo en Nuestro Señor Jesucristo

CRISTO REY.-ICONO
Pues todo eso que decíamos finalizando la entrada anterior, y bastantes cosas más, es lo que manifestamos al pronunciar esas doce palabras iniciales del Credo. La segunda parte se dedica a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el ‘Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho…’ Así dice el Credo que suele rezarse en las Eucaristías dominicales.

   San Juan nos hace una preciosa presentación del Hijo de Dios al principio de su Evangelio: ‘Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron’. (Jn. 1, 1-5).
 
Señores. Hay que descubrirse ante San Juan, caramba. ¡Qué finura en la presentación de Jesús, Dios y Hombre verdadero! Es para una calificación de ‘sobresaliente summa cum laude’ .Claro que…el Espíritu lo inspiró, lo cual no resta mérito alguno al apóstol, que hizo lo que le correspondía. ¡Y de qué manera!

Todo cuanto dice es parte de lo que proclamamos en el Credo. Lo que ya no tengo tan claro es que todos cuantos rezamos esta oración, empezando por mí mismo, seamos conscientes de lo que estamos diciendo, porque en ocasiones lo decimos de forma automática, ya que como estamos tan seguros de nosotros mismos y como ya ‘nos lo sabemos de memoria…’.

Esta presentación nos descubre que Jesús es el Cristo. El Ungido como Sacerdote, Profeta y Rey. Es la Palabra con la cual fue hecha la Creación. Es el Logos. Confesar que creemos en Jesucristo es confesar y asumir que lo aceptamos como Redentor y Salvador de la Humanidad del pecado y, por tanto, de cada uno de nosotros. Y también es aceptar que la Obra fundada por Él, la Iglesia, es  continuadora de su misión. Y, por extensión, aceptamos también que su Vicario y representante es el Papa, sucesor directo de Pedro, por lo que su autoridad le viene dada por el mismo Jesucristo.

DA LAS LLAVES A PEDRO.-PERUGINO.-RENACIMIENTO
La fundamentación evangélica de esta afirmación la encontramos en Mateo: ‘Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.  Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo’. (Mt. 16, 13-20). 

Está tan claro que no admite duda ni discusión alguna. ¡Cuántas personas poderosas (emperadores, reyes, políticos, etc.) han pretendido perseguir, acosar y hacer desaparecer la Iglesia! Han conseguido lo contrario. Desde el imperio romano con sus terribles persecuciones. Esos emperadores, con todo su poder, han desaparecido así como sus imperios. La Iglesia, con su Cabeza al frente, Jesús de Nazaret, sigue viva y actual.  Los centenares de mártires de hoy y miles de ellos en la Historia de la Iglesia en todos los continentes son testigos de ello.

   Intentar cuestionar, combatir o rebatir la autoridad del Papa o al Papa mismo como representante de Jesucristo en la tierra, como muchos están intentando hacer, es intentar cuestionar, combatir o rebatir  al  mismo Jesucristo. Y eso es inútil. 

 PABLO ANTE AGRIPA

Para estas personas es aplicable lo que el mismo Jesús dijo a Saulo, según él mismo refiere cuando el Rey Agripa le invita a defenderse de las acusaciones de los judíos: ‘Iba hacia Damasco con plenos poderes y comisión de los sumos sacerdotes; y al medio día, yendo de camino vi, oh rey, una luz venida del cielo, más resplandeciente que el sol, que me envolvió a mí y a mis compañeros en su resplandor. Caímos todos a tierra y yo oí una voz que me decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijón. Yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo el Señor: Yo soy Jesús a quien tú persigues’. (Act. 26, 13-15).

 Esta expresión de dar coces contra el aguijón todos conocemos que se aplica a casos contra los que no se puede luchar porque se lleva todas las de perder. ¿Quién puede luchar contra Dios? Según he estudiado, solamente hubo uno, Luzbel, liderando unos ángeles rebeldes. El resultado lo conocemos de sobra. El infierno fue creado para él y sus seguidores para toda la eternidad. El Arcángel San Miguel fue testigo y protagonista directísimo de ello. (Ver Apocalipsis 12, 7-9)

APOCALIPSIS 12, 7-9.-GUERRA EN EL CIELO
Existen dos testimonios fundamentales sobre Jesucristo como Hijo Único de Dios. Y los dos corresponden al Padre Eterno. El primero de ellos lo situamos en el río Jordán. Juan bautizaba y animaba a la conversión. De repente se encuentra allí a su primo Jesús para que lo bautice. La sorpresa me imagino que sería mayúscula, pero es lo que convenía hacer, según le  comunicó. Es al finalizar cuando se produce el testimonio que Dios Padre da: ‘Bautizado Jesús, salió del agua. Y he aquí que vio abrírsele los cielos y al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre Él, mientras una voz del cielo decía: -Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias’. (Mt. 3, 16-17). Los tres sinópticos coinciden en lo fundamental de este mensaje, incluso casi con las mismas palabras.

   El segundo se produce ante tres testigos: Pedro, Santiago y su hermano Juan.

 TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS EN EL TABOR.-Giovanni Bellini.-RENACIMIENTO

 Los llevó a un monte, el Tabor, y allí el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén’. Pero lo fundamental vino después: ‘Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle’. (Lc. 9, 28-36). Nuevamente el Creador deja constancia de quién es Jesús de Nazaret, sólo que ahora añade una recomendación en imperativo: ‘Escuchadle’. Y eso hoy…hay poca gente que lo haga.

 Melitón de Sardes, obispo y santo , es uno de los Padres de la Iglesia del siglo II. Fue Obispo de la ciudad de Sardes cerca de Esmirna en Asia Menor. Fíjense en cómo enfocó la figura de Jesucristo: ‘Este es quien cargó sobre sí los dolores de todos. He aquí el que fue muerto en Abel, atado en Isaac, exiliado en Jacob, vendido en José. He aquí el que fue expuesto a las aguas en Moisés e inmolado en el cordero.  Este es el que se encarnó en el seno de la Virgen, el que fue clavado en la cruz y sepultado en la tierra, el que resucitó de entre los muertos y subió a lo alto de los cielos. Él es el cordero que no abre su boca, el cordero inmolado, el cordero que nació de María, cordera sin mancha. Él resucitó de entre los muertos y resucita al hombre de la profundidad del sepulcro’.

¿Puede hacerse una semblanza de la figura del Salvador con tanto contenido y en menos palabras? Personalmente no me atrevo, porque Él es el Señor. Es Nuestro Señor, como dice el Credo: ‘Creo en Jesucristo, su único Hijo, NUESTRO SEÑOR’, ‘ante cuyo nombre se doble toda rodilla’ (Fil. 2, 10), como cita San Pablo.

ADORACION DEL NOMBRE DE JESÚS.-EL GRECO.-MANIERISMO
Es ésta una expresión muy poco usada hoy, porque somos muy pocos los que lo aceptamos como tal. Pero como en tiempos de Jesús, también existen hoy en la Iglesia los anawin, los pobres de Dios que a pesar del desarrollo social y económico que existe (aunque no en todas partes, por desgracia), seguimos teniendo nuestra fe y esperanza en Él, como Señor y Creador de todo. Este es a quien ‘Dios ha constituido como Señor y Mesías’ (Hech. 2, 36)

Es ésta una expresión en la que manifestamos un espíritu comunitario al reconocerlo como Señor NUESTRO, que nos une y acoge en un solo Cuerpo. En ella nos sentimos unidos en el mismo Espíritu que engendró a Jesús en el vientre de la Virgen, que lo asistió en su vida pública, que nos impulsa a nosotros en el quehacer de cada día, como parte de la Iglesia que Él fundó, porque ‘en Él vivimos, nos movemos y existimos’ (Hech. 17, 28) y, por tanto, lo sentimos tan cercano a nosotros que podríamos decir con toda tranquilidad lo mismo que San Agustín: «Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse  en ti».
 
  Hay personas y entidades, más o menos notables o significativas, que esto se lo toman a risa, como algo superado. 

 TSUNAMI EN UNA ISLA DE SUMATRA

No estaría de más que observasen los signos de los tiempos. Desastres naturales, tragedias nucleares y un largo etcétera, son avisos algo serios para la Humanidad. Los mensajes que la Virgen ha ido dando parece que caen en tierra seca, baldía, pero Nuestro Señor, continúa estando pendiente de todos cuantos quieran volverse a Él para recibirlos con los brazos abiertos. No en vano es el Padre de la Misericordia y ‘su trono es trono para siempre’ (Heb. 1, 8).

Me parece que no está de más recordar lo que el mismo Cristo nos dijo en los Evangelios de sí mismo: ‘Todas las cosas las ha puesto el Padre en mis manos’ (Mt. 11, 27). Y en San Juan también podemos leer: ‘Mi Padre sigue obrando y yo con Él’ (Jn.5, 17).

  Por nuestra parte solamente podríamos dirigirnos a Él como indica el Apocalipsis: ‘Ven, Señor Jesús’ (Ap.22, 20).

Seguiremos profundizando. Que Nuestro Señor Jesucristo, Señor y Mesías, y Nuestra Señora la Virgen de la Pampa, nos bendigan.



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