martes, 21 de agosto de 2012

Credo (VII).-Padeció bajo el poder de Poncio Pilato (III)

JESÚS ANTE HERODES.-MIGUEL CABRERA.-BARROCO NOVOHISPANO, MÉXICO

 Ya de vuelta de los Ejercicios Espirituales hechos junto con mi esposa y un grupito de laicos y de religiosas en Valladolid, me incorporo a mis tareas cotidianas. Han sido unos Ejercicios densos, profundos y llevados de forma magistral por el sacerdote del Carmelo descalzo Fray Eduardo, sobre San Juan de la Cruz. Personalmente les puedo decir que he descubierto facetas de este santo inéditas para mí y totalmente útiles para cualquiera que desea el seguimiento del Salvador. En cuanto finalicemos las entradas que quedan del Credo, compartiré con ustedes algunas experiencias vividas. Mientras tanto, sigamos teniendo presentes estos aspectos del sufrimiento de Jesús cuando recemos este oración. Veamos:

El padecimiento no había concluido. Incluso podríamos decir que lo que había pasado hasta ahora era un ‘botón de muestra’, porque a partir de este momento venía el padecimiento, incluso cruento, de Nuestro Señor. Fue el padecimiento más vil y canalla que podía imaginarse…con un inocente. En la entrada anterior decía que era la hora de las tinieblas, pero debo decir que también empezaba la hora de la Luz. Pero ahí aún no hemos llegado.

Jerusalén, como ciudad del Imperio romano, tenía una guarnición de soldados de la ocupación militar y al frente de ella estaba el quinto procurador enviado por el César : Poncio Pilato. Los judíos estaban acostumbrados a ellos y dentro de lo que cabe estar a buenas con Roma les iba relativamente bien y tenían una cierta libertad, ya que les permitían seguir con sus leyes y el Sanedrín, órgano supremo judío, funcionaba bien a excepción de dictar penas de muerte, reservadas a Roma, especialmente si los delitos eran políticos.

En este punto nos encontramos en el inicuo proceso a Jesús. El Sanedrín no lo podía condenar a muerte. Tenía que llevarlo ante Pilato y conseguir, como fuera, su condena. 

ANTE PILATOS.-JAMES TISSOT.-S. XIX

 ‘Cuando se hizo de día, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de matar a Jesús. Lo llevaron atado y se lo entregaron a Pilato, el gobernador’. (Mt. 27, 1-2).

Entre el juicio religioso ante el Sanedrín y esta conducción medió un tiempo. ¿Dónde estaba Jesús? ¿Cómo lo tenían y cómo lo trataban? Jamás he encontrado a nadie que escriba sobre estos momentos silenciosos pero de sufrimiento psíquico, moral y, tal vez, también físico. Pero había una persona que, es fácil suponerlo o deducirlo, había seguido todo el proceso: quien había facilitado su detención y, por extensión, su juicio.

Cuando empezó a vislumbrar cómo se iban desarrollando los acontecimientos se daba cuenta que aquello no correspondía a un simple arresto, que tal vez pensó que sería eso. Una detención, un aviso serio, incluso con prisión y que lo soltarían. Pero no. Veía que el objetivo era la muerte de su maestro. El arrepentimiento comenzó a hacer mella en él.

 ‘Mientras tanto, Judas, el traidor, al ver que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y los ancianos diciendo: -He pecado entregando a un inocente. Ellos replicaron: -¿A nosotros qué? ¡Allá tú! Él arrojó en el templo las monedas, se marchó y se ahorcó’. (Mt. 27, 3-5).

  REMORDIMIENTO DE JUDAS.-REMBRANDT.-BARROCO

No se acordó en esos momentos de la misericordia que tantas y tantas veces vio en Jesús. Si a tantos extraños perdonó, ¿no lo hubiese perdonado también a él si el arrepentimiento que sentía le hubiera impulsado a pedírselo a gritos al Salvador? Teniendo en cuenta que Dios no quiere la muerte del pecador, sino su conversión, no dudo que se lo hubiera dado. Pero en esos momentos tan duros, el horror que sentía por su fallo no le permitió ser objetivo. Y tuvo el final que nos cuenta San Mateo.

Pero el proceso de Jesús seguía su curso. El trayecto desde la casa de Caifás, donde estaba reunido el Sanedrín, hasta su nuevo destino, no sería un paseo precisamente. 

 ANTE PILATOS.-JAMES TISSOT.-S. XIX

‘Después condujeron a Jesús desde la casa de Caifás hasta el palacio del gobernador. Era muy temprano. Los judíos no entraron en el palacio para no contraer impureza legal, y poder celebrar así la cena de pascua. Pilato por su parte, salió a donde estaban ellos y les preguntó: -¿De qué acusáis a este hombre? Ellos le contestaron: -Si no fuese un criminal no te lo habríamos entregado. Pilato les dijo: .Lleváoslo y juzgadlo según vuestra ley. Los judíos replicaron: -A nosotros no nos está permitido condenar a muerte a nadie. (Jn. 18, 28-31).

Pilato se encontraba ante un caso aparentemente sencillo y le llevó por los cauces habituales a los que estaba acostumbrado. Al principio fue un interrogatorio rutinario: ‘Pilato volvió a entrar en su palacio. Llamó a Jesús y le interrogó: -¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: -¿Dices eso por ti mismo o te la han dicho otros de mí? Pilato replicó: ¿Acaso soy yo judío?...¿Qué es lo que has hecho? Jesús le explicó: -Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis seguidores hubieran luchado para impedir que yo cayese en manos de los judíos. Pero no. Mi reino no es de este mundo. Pilato insistió: - Entonces, ¿eres rey? Jesús le respondió: -Sí. Soy rey, como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que pertenece a la verdad, oye mi voz. Pilato preguntó: ¿Y qué es la verdad?...Salió de nuevo y dijo a los judíos: -No encuentro delito alguno en este hombre’. (Jn. 19, 33-38).

He omitido algunas cosas que pueden leerse en la cita anotada en aras de la brevedad, pero aparte de que este diálogo da mucho de sí, no es el momento de dedicarle todo el espacio que merece. Deseo ceñirme a lo necesario para el comentario del Credo. Sin embargo sí hay algunas cosas que merecen ser tenidas en cuenta.

A lo largo de este diálogo podemos ver (leyendo toda la perícopa aun más) que Pilato se va dando cuenta que ese caso no era tan sencillo como había pensado en un principio. Las respuestas del reo a sus preguntas no corresponden a un delincuente de la época. El hecho la pregunta del principio de si era rey así lo hace suponer. Pero la respuesta de Jesús a través de otro interrogante, lo debió descolocar, porque al responderle da la impresión de que no sabía qué contestarle.

 ¿QUÉ ES LA VERDAD?.-JAMES TISSOT.-S. XIX

No obstante, eso de ‘mi reino no es de este mundo’, para su formación política y militar significaba que ante él había un auténtico rey (en el sentido terrenal, tal como se entendía en la época) o un loco, lo cual parecía descartado por la sensatez de las respuestas del Salvador. Y ya, al decir que había nacido ‘para dar testimonio de la verdad’, podía haber creído que estaba ante algún filósofo de aquella tierra, como de los que tanto abundaban en Roma.

Por un momento pensó que el juicio había terminado y así lo dijo a los judíos, pero estos lo que querían era su condena por el sistema que fuese. Así que con fuerza le dijeron: ‘Va soliviantando al pueblo con su predicación por toda Judea desde Galilea, donde empezó, hasta aquí. Al oír esto, Pilato preguntó su Jesús era Galileo. Y al cerciorarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, aprovechando que también Herodes estaba en Jerusalén por aquellos días’. (Lc. 22, 5-7). ¡Qué descanso para el gobernador romano. Se lo enviaba al rey, sí, pero no se sacudía el problema de encima como todos sabemos.

 ‘Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, porque hacía bastante tiempo deseaba conocerlo…Le hizo muchas preguntas pero Jesús no le respondió absolutamente nada. 

 ANTE HERODES.-LUDOVICO CIGOLI.-MANIERISMO

Estaban también allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley acusándolo con vehemencia. Herodes, secundado por sus soldados, lo despreció, se rió de él, le puso un vestido de color llamativo y se lo devolvió a Pilato’. (Lc. 23, 8-11). Nuevo paseo de Jesús. Nuevas burlas de Jesús. Nuevas humillaciones para Jesús.

Pilato se vio nuevamente con el problema. No veía la forma de quitárselo de encima. Lo intentó de nuevo con los judíos a ver si esta vez, ofreciendo algo a cambio terminaba con aquel espinoso asunto. ‘Pilato convocó a los jefes de los sacerdotes, a los dirigentes y al pueblo, y les dijo: Me habéis traído a este hombre acusándolo de alborotar al pueblo; lo he interrogado delante de vosotros y no lo he encontrado culpable de ninguna de las acusaciones que le hacéis; y tampoco Herodes, pues ha vuelto a mandarlo aquí. Es evidente que no ha hecho nada que merezca la muerte. Por tanto, después de castigarlo, lo soltaré’. (Lc. 23, 13-17).

¿Castigarlo? ¿No decía que era inocente de lo que le acusaban? ¿No decía que Herodes tampoco lo encontraba culpable? ¿Lo castigaba porque No encuentro delito alguno en este hombre’? La presión que soportaba por los judíos era notoria. Sabía que era odio puro y duro lo que salía de la boca de sus acusadores. Tal vez eso le impidió ser objetivo y actuar con imparcialidad y autoridad, porque de haberlo querido, como gobernador y con el ejército a sus órdenes, lo hubiese podido liberar sin ningún escrúpulo. Entonces sí que hubiera sido justo.

 ‘Estaba aún en el tribunal cuando su mujer le mandó a decir: ‘No te metas con ese justo, porque esta noche he tenido pesadillas horribles por su causa’ (Mt. 27, 19).

 PILATOS Y SU MUJER.-JAMES TISSOT.-S. XIX

  ¡Lo que le faltaba! Su propia mujer, con la natural intuición femenina, le estaba avisando más allá de lo que ni ella ni él podían imaginar. Pero no lo supo ver. Pero lo intentó y hasta es posible que honradamente: ‘Por la fiesta, solía el gobernador conceder al pueblo la libertad de un preso, el que ellos quisieran. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Así que, viéndolos reunidos, les preguntó Pilato: -¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías?’ (Mt. 27, 15-17). ‘Y en medio de un gran clamor, gritaban: -¡No, a ese no! ¡Deja en libertad a Barrabás! (El tal Barrabás era un bandido)’ (Jn 18, 40).

La suerte estaba echada. Que Jesús, Siervo de Yavéh y su Madre Nuestra Señora de la Soledad de Oaxaca, nos bendigan a todos




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