viernes, 6 de septiembre de 2013

Creo en la Santa Iglesia Católica (II)

PENTECOSTÉS.-ALVISE DAL FRISO.-MANIERISMO
Continúo la entrada anterior con  una cita apoyando lo último expuesto. Fíjense:
 ‘Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los Apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos de la mar (cfr. Mt.16, 18). 
SAN AMBROSIO.-MATTHIAS STOM.-BARROCO 
Está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación’. (San Ambrosio. Carta 2, 1-2). No olvidemos que este santo vivió en el siglo IV. ¿Se dan cuenta que a lo largo de los siglos podemos ver una línea constante de verse combatida, perseguida, precisamente por proclamar las Bienaventuranzas, la justicia, la solidaridad, el Mandamiento Nuevo que nos dio Jesús y tantas y tantas cosas y valores que ayudan a ser mejores en los aspectos material y espiritual de la persona? El Espíritu Santo de Pentecostés es el mismo de hoy.
Una de las cosas que me ayudó mucho, como digo más abajo, fue el descubrimiento de que no podíamos separar Pentecostés de la Pascua de Resurrección y de la Ascensión.
ASCENSIÓN DE XTO.-DELLA ROBBIA.-RENACIMIENTO 
Forman un todo en el nacimiento de aquella primitiva Iglesia y de la nuestra de hoy de la que somos continuadores a golpes de Espíritu Santo que nos empuja a ello cuando nos entregamos a Él y le abrimos la puerta del corazón. Y no nos dejará mientras no lo dejemos nosotros, porque siempre está infatigablemente a nuestro lado renovándonos interior y exteriormente para seguir siendo sus testigos en los ambientes en los que nos desenvolvemos.
¡Cómo nos va a dejar! De la misma manera que animó la joven comunidad que comenzaba a formarse anima las distintas comunidades actuales.  ¿Cómo podemos ver si no, las distintas JMJ desde la última en Brasil hasta la primera iniciada por Pablo VI y que impulsó, si no recuerdo mal, el beato Juan Pablo II? París, Roma, Toronto, Colonia, SídneyMadrid y últimamente en Río de Janeiro, en la que vimos disfrutar y vibrar al Papa Francisco con los jóvenes de todo el mundo, es una clara demostración de la presencia del Espíritu impulsando la Iglesia.
En el fondo de todo está Él, inspirando a quien quiere y cuando quiere, porque la Iglesia fundada por Jesucristo es también su Iglesia. Y la del Padre. 
EL PAPA FRANCISCO EN LA JMJ DE RÍO
Es la Iglesia de un solo Dios en esencia y Trino en Personas. Es una de las cosas fenomenales de nuestra Iglesia: “Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia, y el Espíritu es la verdad; alejarse de la Iglesia significa rechazar al Espíritu” (SAN IRENEO.-Tratado contra las herejías, 3,24,).

A lo largo del tema iremos viendo otras ¿cosas? también fenomenales. No nos quedemos, pues con un Pentecostés como una festividad litúrgica aislada conmemorando solamente a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. En el transcurso de una homilía dominical auténticamente genial, descubrí la relación de esta festividad con la Pascua de Resurrección y la Ascensión de Jesucristo. Es un todo dentro de la riqueza de la Liturgia de la Iglesia Católica.
Tan bien hizo Jesús la fundación de la Iglesia, que aquella incipiente comunidad no quiso que se terminara. No la planificó solamente para este mundo, sino que la proyectó también para su continuidad en el Reino de su Padre. Nosotros somos aquí, lo mismo que Pedro y los primeros cristianos, la Iglesia Militante. Nos formamos, tenemos una relación con Dios a través de la oración y de los Sacramentos, damos la cara por el Maestro cuando hace falta, trabajamos por la Iglesia como obra de Jesucristo y por Él mismo, según los carismas y los talentos que nos ha dado a cada uno,…
Pero cuando morimos esto no se acaba. Si hemos cumplido con Dios como corresponde, Dios cumple con nosotros otorgándonos un puesto en la Iglesia Triunfante en el mismo Paraíso que Cristo prometió a Dimas, el buen ladrón, en el suplicio del Calvario: 'En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso'. (Lc.23, 43). 
JESÚS RECIBE EL ALMA DE UN JUSTO
Y también nos lo aseguró cuando dijo: ‘Venid, benditos de mi Padre…’ (Mt. 25, 31-46). Él quiere, desea fervientemente nuestra salvación y no dudó en encarnarse para lograr ese objetivo. Tanto es así, que a quienes han muerto pero tienen alguna imperfección que purificar, les permite hacerlo en el Purgatorio para luego ir con Él a la Gloria. Es lo que la Iglesia llama ‘la Iglesia Purgante’. Todos juntos formamos la Comunión de los Santos con nuestras oraciones, sacrificios e intercesiones ante Dios.
‘Sucede que algunos mueren sin haber podido satisfacer totalmente la penitencia debida por sus pecados, de los que ya se han arrepentido. No es congruente con la divina justicia que no satisfagan… Así pues, padecen esta pena después de la muerte, pero no en el infierno, en el cual padecen los hombres por sus pecados mortales, ya que sus pecados mortales han sido perdonados por la penitencia… Es necesario, pues, admitir que existen penas temporales y purgatorias después de esta vida y antes del juicio final’ (SANTO TOMÁS, De rationibus fidei). Así nos lo explica este Santo de la Iglesia.
En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en su punto 1030: ‘Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo’.
PURGATORIO.-LA VIRGEN INTERCEDE POR ESAS ALMAS.-AUTOR DESCONOCIDO
¿Cómo podemos tener la certeza de esto? ¡Hombre! En primer lugar porque el mismo Jesús nos lo dijo a lo largo de su predicación en sus tres años de vida pública como está recogido en los Evangelios. En el párrafo anterior ya he puesto una cita que por sí sola nos lo dice, pero hay otros muchos fragmentos que lo corroboran. Tanto es así, que San Pablo animaba a la Iglesia de Corinto de esta manera: ‘…está escrito: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman. A nosotros, en cambio, Dios nos lo reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, incluso las profundidades de Dios.’ (I Cor. 2, 6-10).  Y como hemos visto en la cita de Sto. Tomás y del Catecismo Católico, la Iglesia lo ratifica.
Siguiendo con la Iglesia, vemos que Jesucristo, al enviar por todo el mundo a predicar el Evangelio a toda criatura (Mc. 16, 15), hace ver que si bien es universal, como veremos más adelante, debe tener una estructura en cada parte dentro de la unidad y de la autoridad del Papa. San Pablo saluda a los cristianos de Corinto de esta manera: ‘Pablo, llamado por voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, y el hermano Sóstenes, a la Iglesia de Dios que está en Corinto’ (I Cor. 1, 1-3). 
Está manifestando una sola comunidad de creyentes, una sola Iglesia (la Iglesia de Dios) localizada en aquella parte del mundo, es decir, también hay unas comunidades locales, en este caso la que está en Corinto. ‘Las iglesias de las ciudades y de los pueblos, aun siendo muchas, son una única Iglesia. Porque Cristo, perfecto e indivisible, es único en todas ellas’. (ORÍGENES. Homilía para el tiempo pascual).
ORÍGENES.-ICONO MODERNO
Y la presenta como una comunidad de creyentes con un solo cuerpo: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo.  Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo: judíos y griegos, esclavos y hombres libres, y todos hemos bebido de un mismo Espíritu’. (1 Cor 12, 12-13). Y como dijo Jesús a sus discípulos: ‘Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí como yo estoy unido a Él (al Padre), produce mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada’. (Jn. 15, 5). Jesucristo, fundador de la Iglesia, es su cabeza. Nosotros, miembros de su cuerpo. El Espíritu Santo, el impulso de Dios que nos anima a trabajar, codo con codo, con Dios.
En esta comunidad de creyentes, dentro de nuestra relación con la Trinidad Santísima, le damos el culto de adoración que merece, lo cual también nos convierte en una comunidad litúrgica. ‘En la Liturgia de la Iglesia, la bendición divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la fuente y el fin de todas las bendiciones de la Creación y de la Salvación; en su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros, nos colma de sus bendiciones y por él derrama en nuestros corazones el don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo’. (Catecismo de la Iglesia Católica. Segunda Parte. Primera sección. Núm. 1082).
Es el Espíritu Divino quien nos hace comprender el mensaje de la Palabra, que juntamente a la Eucaristía, son alimento de la Iglesia: La Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21).  En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).’ (Catecismo de la Iglesia Católica. Puntos 103 y 104).
Esto es lo que nos hace decir que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Siendo cada uno de nosotros unas individualidades con nuestras propias características, nos sentimos unidos a Él mediante la oración, pero especialmente mediante la Eucaristía. Y también Jesús se une  ahí con nosotros. Ese momento es uno de los que se hace realidad lo que dijo el Maestro: ‘Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él’. (Jn. 14, 23). No se puede evitar en la acción de gracias después de recibir el Cuerpo de Cristo, de agradecerle el gesto de morar en nosotros. De estar en nuestro interior. De morar en nosotros en ese abrazo de intimidad  mística con el Verbo de Dios.
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
No es cuestión de un momento pasajero. No. Jesús nos lo dijo: ‘Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él’. (Jn. 6, 56). Y esto es realidad cada vez que nos acercamos al altar a recibirle o cuando le recibimos en el lecho del dolor en las enfermedades. Permanecemos unidos a Él como Él lo está con nosotros. (Jn. 15, 4). Discúlpenme, pero permítanme que  les aporte un testimonio familiar en este sentido. En lo referente al dolor en el lecho de la enfermedad soy testigo directo en las dos operaciones de columna que he tenido y, últimamente, cuando mi esposa fue arrollada por un coche el año 2009. Estuvo gravísima. El equipo médico nos advirtió que no contásemos con ella. Entre otras graves lesiones en la cabeza y otras partes del cuerpo, tenía una hemorragia subdural en el cerebro que no tenía operación. O la absorbía por sí misma o se iba con el Padre.  Lo comuniqué a nuestros amigos sacerdotes, a cuantos habíamos compartido actividades en la Iglesia Diocesana y la encomendamos a la oración de la Iglesia Universal.
A pesar de estar inconsciente casi 24 horas, pedí la Unción  de Enfermos para ella. Cuarenta minutos después de recibirla comenzó a reconocernos y cuatro días después había pasado el peligro. Todos los días recibía la Comunión y la oración habitual familiar y de todos cuantos nos conocían era para ella. 
MI ESPOSA POCO DESPUÉS DEL ATROPELLO
Jesús respondió. ¡Vaya si respondió! Recibió mucho más que el ciento por uno. Hoy continúa en sus labores parroquiales dentro de sus limitaciones, pero ahí está y ahí estamos todos dando una respuesta agradecida a Dios y a la Virgen a quien nos encomendamos todos. Cuando llega uno de esos momentos fuertes en la vida, la fe nos hace confiarnos mucho más a Dios y nos permite unirnos más a la Cruz de Jesucristo. De ese episodio de nuestra vida hay muchas más cosas para contar en las que se vio clarísimamente la mano de Jesús. Tal vez lo relate en alguna otra ocasión.
Cuando rezamos el Credo, decimos: ‘Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica’. Pues bien. Esas son las cuatro notas dominantes de la Iglesia fundada por el Salvador que la caracterizan. De todas ellas vamos a tratar un poquito, una a una, pero antes terminamos aquí esta segunda entrada sobre la Iglesia y seguiremos con ellas en la próxima entrada.

Que Jesús de Nazaret, Fundador de la Iglesia  y su Madre  Nuestra Señora de Siluva nos bendigan y ayuden. 

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