CRISTO EN LA GLORIA.-MATTIA PRETI.-BARROCO |
Cerrábamos la
entrada anterior nombrando las cuatro notas que caracterizan la Iglesia
Católica. Las nombramos cada vez que rezamos el Credo, pero me parece que no
todos los que proclaman este conjunto de creencias conocen el significado de
los conceptos que encierra cada una de esas notas eclesiales.
Pero antes de
adentrarnos en el comentario de estas notas o características, me parece
conveniente clarificar un poco qué son, a qué se refieren. Veamos. Cada tipo de
sociedad (civil, religiosa, militar, docente, etc.) en la se desenvuelve quien
a ella pertenece por razón de su profesión, creencia o por la causa que fuere,
tiene unas características que la definen a la vez que la diferencian de las
otras. La Iglesia que fundó Jesucristo sobre la roca de Pedro también tiene
unas características que la definen y singularizan, ya que en su conjunto
solamente las tiene la Iglesia Católica. Son las que cuando rezamos el Credo
manifestamos que creemos en ellas y las asumimos como un motivo más de las
razones de nuestra fe.
Esas notas tienen la característica de que pueden verse por
sus manifestaciones porque están a la ‘vista’ de todos.
MISA JUEVES SANTO
No se esconden en un
oscurantismo absurdo y estéril, sino que todos pueden comprobar su realidad, no
solamente ahora, sino que desde su fundación por Jesucristo se han hecho
patentes a lo largo de la Historia. Es cierto que Él no las llamó por su nombre
directamente, pero, por poner un ejemplo, cuando dijo ‘Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura. El que
crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará’ (Mc. 16,
15-20), estaba marcando la universalidad de la Iglesia, o sea, su Catolicidad, porque
sus destinatarios son las personas de todo el mundo, como veremos en su
momento. Esto también puede comprobarse.
Por otra parte, las notas o
características de alguna cosa deben ser propias de ella. Deben ser esenciales en
ella porque están incluidas en su origen. Fíjense lo que dice Tertuliano, Padre
de la Iglesia del siglo II:
TERTULIANO
‘Es norma general que toda cosa debe ser referida a
su origen. Y, por esto, toda la multitud de comunidades son con aquella primera
Iglesia fundada sobre los Apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este
sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas
forman una sola. De esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinen
entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no
tiene otra razón de ser que su unidad en
una misma tradición apostólica’. (TERTULIANO. Sobre la prescripción de los
herejes, 20)
A poco que echemos un vistazo a la Historia de la Iglesia, veremos que
desde siempre, ha mantenido, continuando también con un ejemplo, una unidad en
su doctrina, surgida de la Palabra. Puede comprobarse que desde los albores de
su nacimiento hasta hoy mismo, la Iglesia Católica haya sido y continúa siendo,
una, santa, católica y apostólica.
San Juan nos dice una cosa muy interesante que puede ayudarnos a ver
claro: ‘Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí,
como el padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las
ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este aprisco y es preciso que yo las
traiga. Y oirán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor’. (Jn. 10,
14-16).
Pienso que esta frase de Jesús es el punto de partida del significado
de que la Iglesia es una y pasamos a ir comentando algo de esta nota o
característica. Continuando con las citas evangélicas que puedan referirse a la
unidad, vemos, siguiendo a San Juan, que cuando ya ha resucitado le hace a
Pedro una triple pregunta que requería una triple respuesta o confesión:
‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le dijo: Sí, Señor. Tú sabes
que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le dijo: Simón,
hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor. Tú sabes que te amo.
Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de
Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase ¿Me
amas? Y le dijo: Señor, Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Jesús le dijo:
Apacienta mis ovejas’. (Jn 21, 15-17).
Jesús, anteriormente, ya se había
presentado como ‘el Buen Pastor’ que da la vida por sus ovejas. (Jn. 10, 1-16).
BUEN PASTOR.-PHILIPPE DE CHAMPAIGNE.-BARROCO
Leyendo esta perícopa vemos que ya hace una comparación de los que van a ser
con posterioridad sus ‘ovejas’, refiriéndose a todos los que le sigan en el
‘redil’ de la Iglesia que funda. Y a Pedro le encarga, tres veces, que continúe
la labor comenzada por su Maestro de Buen Pastor. Y, lógicamente, con el apoyo
de sus compañeros el resto de discípulos que, con el tiempo se iría ampliando
con nuevas incorporaciones jerárquicas y del pueblo llano que también, día tras
día, iba abrazando esta doctrina nueva en la que descubrían la presencia del
Espíritu que les impulsaba en su labor diaria y en la relación con Dios: ‘Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día
se les unieron unas 3.000 almas. Acudían asiduamente a la enseñanza de los
apóstoles, y en la unión, en la fracción del pan y en la oración’. (Hch.2,
41-42).
Posteriormente les ordenó
proclamar la Buena Nueva por todo el mundo, y así lo hicieron: Judas Tadeo llevó el evangelio desde Edesa (la actual Urfa en
Turquía oriental) a Arabia, a Mesopotamia y a Persia. Felipe: Quizás predicó el evangelio en Frigia
y Hierápolis (hoy en Turquía), en la cual muere a edad avanzada. Santiago El
Menor quedó a cargo de la Iglesia de Jerusalén cuando la dispersión
de los apóstoles por el mundo y fue su primer obispo. Santiago el
Mayor en Jerusalén y Judea. También estuvo en España.
Andrés: Marchó a Escitia, a los
pueblos de Etiopía y fue
crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya,
en Grecia. Lo amarraron a una cruz
en forma de X y que allí estuvo padeciendo durante tres días.
MARTIRIO DE SAN ANDRÉS.-MATTIA PRETI.-BARROCO
Mateo: Este Apóstol predicó durante quince
años en Judea y después marchó a Etiopía. Bartolomé
y Tomas viajaron hasta la India. Pedro, además de Jerusalén, predicó también en Lidia, Sarón, Jopé, El Ponto,
Galacia, Capadocia, Asia, Bitinia y Roma. No se quedaron quietos, no. El mandato de
Jesús lo cumplieron con creces, algunos con martirio incluido. Teniendo en
cuenta las comunicaciones de la época todavía tienen más mérito. Sin lugar a
dudas pienso que el Espíritu Santo les ayudó muchísimo. ¿No creen?
Ahora vamos a centrarnos más en la primera de las notas. En primer lugar, decimos que la Iglesia
es UNA. ¿Qué quiere decir esto? Una cita
para comenzar muy interesante: ‘Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el
Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que nuestro
Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara
(cfr. Jn. 21, 17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y
gobierno (cfr. Mt. 28, 18 ss), y la erigió perpetuamente como “columna y fundamento de la verdad”
(cfr.I Tim. 3, 15)’. (CONCILIO VATICANO II. Constitución Lumen Gentium, 8).
Como decía en el penúltimo párrafo de la primera entrada
sobre la Iglesia, en el primer Pentecostés de la Historia de la Iglesia estaban
todos juntos, pero la fuerza del Espíritu les impulsó a salir y anunciar a
Jesucristo resucitado.
PEDRO HABLA AL PUEBLO EL DÍA DE PENTECOSTÉS
Y lo hicieron todos juntos, pero ‘se levantó Pedro con
los once y, alzando la voz, les habló: -Judíos y todos los habitantes de
Jerusalén, oíd y prestad atención a mis palabras…’. (Hch. 2, 14). Todos unidos
como se hace en equipo para trabajar bien y eficazmente. A partir de ese
instante la vida de esa jovencísima comunidad se iría forjando en una unidad de
la fe que profesaban, unidos a la recién estrenada jerarquía de Pedro, unidos
con la misma esperanza y el mismo amor que Jesús les había recomendado, o
mejor, mandado, como signo distintivo de todos los cristianos. Y también, con
el paso del tiempo, unidos en la celebración de los mismos Sacramentos,
instituidos todos ellos por el Maestro.
‘Esta unidad de
la Iglesia está prefigurada en la persona de Cristo por el Espíritu Santo en el
Cantar de los Cantares cuando dice: mi hermosa es única de su madre, la elegida de
ella (Cant. 6, 8). Quien no guarda esta unidad de la Iglesia, ¿va a creer
que guarda la unidad de la fe? Quien resiste obstinadamente a la Iglesia, quien
abandona la cátedra de Pedro, sobre la que está cimentada la Iglesia, ¿puede
confiar que está en la Iglesia? (SAN CIPRIANO. Sobre la unidad de la Iglesia, 5).
La Iglesia del
siglo XXI continúa esa misma unidad en idéntica tarea, fomentando la unidad de
todos en lo básico y esencial, dando libertad en lo accidental, pero con el
amor y la caridad de Jesús prevaleciendo sobre todo, lo cual conlleva un
respeto al actual Pedro, hoy llamado Francisco, siguiendo sus directrices y las
de los Obispos como sucesores directos de los Apóstoles.
TUMBA DE SAN PEDRO |
En este punto
deseo matizar un pequeño detalle. No se debe confundir la unidad con la
uniformidad. Me explico con un ejemplo que ya sé que es tonto, pero puede valer:
Dos manzanas más dos manzanas, es igual a cuatro manzanas. Eso es igual en todo
el mundo. Pero ya no es lo mismo la forma
de decirlo o la forma de demostrarlo, porque según la nación donde se haga
esta suma se dirá de forma distinta según el idioma que hablen. Pero el fondo,
es el mismo. En la Iglesia existe una unidad en lo fundamental, por ejemplo en
la doctrina, que debe ser idéntica a la enseñada por los Apóstoles, pero esta
unidad de fe, según la nación donde tenga que aplicarse o la liturgia de algún
Sacramento, podrá variar, no solamente en la forma del lenguaje, sino también
teniendo en cuenta las costumbres y tradiciones de cada sociedad. ¿Podrá ser lo
mismo administrar el Bautismo en Europa, que en África o en Asia?
Razonablemente pienso que no. El Sacramento será el mismo. La fe será la misma.
La manera de llevarlo a cabo podrá ser diferente. Cristo seguirá haciéndose
presente en el Sacramento si la materia, la forma, el ministro y el sujeto del
mismo sigue la norma emanada de la autoridad de la Iglesia.
‘Por diversos
que sean los lugares, los miembros de la Iglesia profesan una misma y única fe,
la que fue transmitida por los Apóstoles a sus discípulos’. (SAN IRENEO. Tratado contra las herejías, 1, 10).
Desgraciadamente
tenemos casos tristísimos en la Historia de la Iglesia en que se ha roto la
unidad. Los casos más palpables o conocidos son los ocurridos con la Iglesia
Oriental el año 1054 (se produjo la mutua excomunión que separó al papa y a
la Iglesia de Occidente, de los cristianos de Oriente, especialmente del Patriarca de Constantinopla), tras muchos enfrentamientos y también la ruptura
ocasionada por la Reforma iniciada el siglo XVI en Alemania, que supuso un cisma de
la Iglesia
católica y dio lugar a la
aparición de varias iglesias y organizaciones agrupadas bajo la denominación de protestantismo. No es el momento ni el lugar de analizar estos
hechos tristísimos ni las causas que los motivaron, pero sí es cierto que en la
actualidad existe un clima de vuelta a los orígenes para buscar esa unidad. Es
lo que llamamos Ecumenismo, que busca hacer realidad lo que Jesús manifestó:
EL ESPÍRITU DE ASÍS
‘He manifestado tu Nombre a los
hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has
dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado
viene de ti; porque las palabras
que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han
reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el
mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo
y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos
sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que
me has dado, para que sean uno como nosotros’. (Jn. 17, 6-11).
Distintos Papas han continuado la
feliz iniciativa del hoy beato Juan Pablo II que convocó un encuentro de oración en Asís para
pedir por la paz. El 27 de octubre de 1986 tuvo lugar este encuentro en la basílica de Santa María de los
Ángeles, en Asís. Esta basílica encierra en su interior la Porciúncula, una pequeña iglesia del siglo IX, donde San Francisco
de Asís encontró su vocación,
renunció a los placeres del mundo para dedicarse a vivir en la pobreza.
Estuvieron presentes en esa oración ecuménica budistas, hindúes, jainistas,
musulmanes, sintoístas, sikh, de las religiones africanas tradicionales,
amerindia, zoroastrana, judíos y cristianos. Un proyecto al que no debe faltar la oración de
nadie, tenga la religión que tenga.
En definitiva, decimos que es una
sola Iglesia fundada por Cristo. Uno sólo es su fin, la salvación del
hombre y uno sólo su objetivo, dar gloria a Dios. Además la Iglesia esta llamada a la
unidad, a tener una sola Fe,
un solo culto y un solo gobierno según el deseo del Salvador. Continuaremos en
la próxima entrada.
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