PENTECOSTÉS .-Everard Crijnsz. van der Maes.-S. XVI - XVII |
El Año de la Fe termina. El comentario del Credo, símbolo de nuestra Fe, también, aunque puede
ser que se alargue algo más que el Año vivido. En las dos entradas anteriores
hemos visto dos de las notas características de la Iglesia Católica: la unidad
y la catolicidad. En esta entrada veremos otra: la santidad. ¿Qué significado
tiene que digamos al rezar el Credo ‘creo que la Iglesia es santa’?
Realmente existen varias razones, incluso muchas, para
demostrarlo, pero todas ellas desembocan en una sola: en su fundador. Muchas
veces he escrito por diversos motivos que Jesucristo nació, sufrió, murió y
resucitó con la única finalidad de rescatar al género humano del pecado. Pagó
por nosotros lo que en el principio se perdió por la desobediencia de nuestros
primeros padres. Y como conocía la forma de ser de los humanos (¡nos creó Él,
que es la Palabra, el Verbo Divino, el Logos!) no quiso que su sacrificio
redentor pudiera perderse en la nada.
Todo estaba perfectamente planificado, una programación a largo plazo elaborada desde la Eternidad.
FUNCIONARIOS DEL SUMO SACERDOTE.- Canon Farrar
Y también su puesta en funcionamiento desde el comienzo de su vida pública: edad adecuada, elección de amigos y sucesores en quienes depositar su confianza, una exposición de objetivos presentada en sus predicaciones, tanto públicas en las calles, el templo, el monte, …como privadas a sus compañeros y amigos. Y lo exponía con una claridad tal, que los doctores de la Ley y los fariseos lo entendieron perfectamente, pero en negativo. Veían que su doctrina era peligrosa para ellos y no evitaban ocasión alguna para intentar contradecirlo y ponerlo en ridículo ante su auditorio. Pero ocurría al revés. Siempre terminaban ellos en ridículo al no tener argumentos válidos para responder a lo que Jesús contestaba a cuanto le preguntaban.
AGONÍA DE JESÚS EN GETSEMANÍ
Y al final decidieron
que tenían que quitárselo de en medio: ‘Caifás, que era el Sumo Sacerdote
de aquel año, les dijo: -Vosotros no sabéis nada, ¿no comprendéis que conviene
que muera un hombre solo por el pueblo y no que perezca
todo el pueblo?’. (Jn. 11, 49-50).
A partir de ese instante comenzó la ‘programación’ del
Sanedrín para conseguir ese objetivo. Después de la cena de despedida con sus
amigos e instituir la Eucaristía, se puso en oración en Getsemaní. Allí su
naturaleza humana le hizo ‘sentir pavor y angustia’ (Mc.14, 33) y sudar sangre
del miedo, tan humano, que sentía: ‘Preso de la angustia oraba más
intensamente, y le entró un sudor que chorreaba hasta el suelo, como si fueras
gotas de sangre’ (Lc. 22, 44). Pero la fuerza de su oración, en constante
comunicación con el Padre, le permitió reaccionar: ‘Padre mío, si es posible,
que pase de mí esta copa de amargura;
pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú’. (Mt. 26, 39).
Lo que siguió después lo conocemos. Lo decíamos ya en los
comentarios al Credo que hemos ido haciendo. Lo cierto es que quiso que todos
cuantos le siguiéramos con el paso de los siglos, estuviéramos unidos a Él en
‘un solo rebaño con un solo pastor’. (Jn. 10, 16).
EL BUEN PASTOR EN LA ICONOGRAFÍA ORIENTAL
Esa unión se haría en la Iglesia, siendo Jesús el eje alrededor del cual estaríamos todos y Él con todos y cada uno de nosotros con su presencia real en la Eucaristía. Con su entrega en la cruz no solamente la santificó sino que la hizo santificante al hacerla depositaria de los Sacramentos.
Sí. El fundador de la Iglesia es más que santo: es el
Santísimo a quien se le rinde culto de Latría como Dios verdadero, lo mismo que
al Espíritu Santo que la asiste e inspira con sus dones y sus frutos. Con un
fundador así, la Iglesia
es Santa también, pero lo comentaré después porque quiero matizarlo. Un fundador
que cuando se le conoce, aunque sea un atisbo de su realidad, se le sigue
apasionadamente llegando, en ocasiones, a morir por Él incluso en el siglo XXI,
como hemos visto el domingo 13 de octubre del año en curso, en España, donde en
la provincia de Tarragona se han beatificado 522 mártires entre sacerdotes,
religiosos y religiosas y también laicos, asesinados sencillamente por ser
católicos en 1936 en la cruel guerra civil.
BEATIFICACIÓN 522 MÁRTIRES ESPAÑOLES
'Dichosa la Iglesia nuestra, a la que Dios se digna honrar con
semejante esplendor, ilustre en nuestro tiempo por la sangre gloriosa de los
mártires. Antes era blanca por las obras de los hermanos; ahora se ha vuelto
roja por la sangre de los mártires. Entre sus flores no faltan ni los lirios ni
las rosas’. (SAN CIPRIANO. Carta 10, 2-3).
San Cipriano lo vio así y así lo manifestó. Y de
la misma manera que cada uno de nosotros tenemos una vocación en este mundo de
cara a la profesión que elijamos, para la cual nos preparamos adecuadamente
para su mejor desarrollo y posteriormente perfeccionamos con cursos postgrado,
nuestra vocación cristiana recibida en el Bautismo la vamos desarrollando y
perfeccionando a través de nuestra vida. Los cursos postgrado en este caso los vamos realizando durante toda nuestra vida de diversas maneras: Ejercicios espirituales, jornadas de convivencias
diocesanas con una temática determinada, Cursillos de Cristiandad y un largo
etcétera con que el Espíritu nos sugiere para que demos el mejor fruto posible.
Todos con un objetivo común: alcanzar el mayor grado de perfeccionamiento
espiritual (‘sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto’. Mt. 5,
48) y la santidad a la que debemos
aspirar al pertenecer a
CANTAR DE LOS CANTARES.-Julius Schnorr von Carolsfeld.-ROMANTICISMO
Ananías, cuando recibe el encargo de ir a ver a Saulo de Tarso, ya en Damasco, le repuso a Dios: ‘Señor. He oído a muchos de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén…’ (Act. 9, 13-14).
Si somos capaces de vencer las tentaciones, por supuesto con la ayuda del Altísimo (con oración y Sacramentos, fuentes de santidad, especialmente conla Reconciliación y la Eucaristía ) y con la
inestimable ayuda e intercesión de la
Virgen (especialmente con el rezo del Santo Rosario, poderosa
arma contra Satanás, como le dijo en 1208 a Santo Domingo de Guzmán), que no nos
quepa duda que podremos salir airosos de
las pruebas.
LA VIRGEN ENTREGA EL ROSARIO A STO. DOMINGO DE GUZMÁN
No en vano cuando el Maestro enseñó a rezar a los discípulos el Padre nuestro, indicó que pidiéramos al Padre que ‘no nos dejara caer en tentación’. Además, el mismo Jesús espera que le pidamos ayuda confiadamente como nos indicó: ‘Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer’. (Jn. 15, 5).
De esa manera contribuiremos a la santidad de la Iglesia, porque eso es tarea de todos los que pertenecemos a ella, tanto laicos como religiosos, religiosas y sacerdotes, cada uno desde su propia vocación y función, con nuestros errores y aciertos, pero centrados en el cumplimiento de la voluntad dela Santísima Trinidad
y procurando que se realicen en nosotros sus planes y pensamientos. (‘Porque no
son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros
caminos, dice Yavé. Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están
mis caminos por encima de los vuestros, y por encima de los vuestros, mis
pensamientos’. Is. 55, 8-9).
Configurar nuestra existencia conforme a los planes y a la voluntad de Dios, pienso que no es otra cosa que aspirar a la santidad. Y no me refiero a que nos pongan en una peana en los altares de los templos. No. Simplemente es intentar abrirnos a Dios, darle cabida en nosotros, dejarlo actuar en nosotros y a través de nosotros que actúe sobre los demás. Ser instrumentos del Salvador que, aunque no esté físicamente entre nosotros, sí que lo está real y verdaderamente en la Eucaristía.
EUCARISTÍA.-LA SANTA MISA
La santidad de la Iglesia la recoge su Catecismo en estos términos: ‘La fe
confiesa que la Iglesia no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo
de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama ‘el solo santo’,
amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la
unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo
para gloria de Dios. La Iglesia es, pues, el Pueblo santo de Dios y sus
miembros son llamados ‘santos’. (Catecismo de la Iglesia Católica, 823).
Ananías, cuando recibe el encargo de ir a ver a Saulo de Tarso, ya en Damasco, le repuso a Dios: ‘Señor. He oído a muchos de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén…’ (Act. 9, 13-14).
TENTACIÓN DE CRISTO 3.-SANDRO BOTTICELLI.-RENACIMIENTO
El siglo I ya se les llamaba y
consideraban así: santos. El mismo Pablo, tiempo después, también se refiere a
los cristianos en estos términos: ‘¿Y osa alguno de vosotros que tiene un
litigio con otro acudir en juicio ante los injustos y no ante los santos?’ (I
Cor. 6, 1).
Es ahora, antes de seguir adelante, cuando deseo matizar como he dicho más arriba, que si ‘el fundador de la Iglesia es Santísimo y se
le rinde culto de Latría como Dios verdadero, la Iglesia es Santa también’.
Eso es cierto, pero eso no
significa en absoluto que todos los bautizados seamos santos. De hecho, nuestra
naturaleza nos inclina al pecado y el príncipe de las tinieblas ya se encarga
de presentarnos las cosas como buenas y aceptables cuando en realidad puedan no
serlo. El episodio de Adán y Eva se actualiza cada día en cada momento o
circunstancia que él pueda tener para tentarnos. Es algo que no nos debe
sorprender, porque con Jesús también lo intentó cuando tuvo su retiro en el
desierto antes de empezar su vida pública (Mt. 4, 1-11). Y perdió. Conocía
perfectamente quién era y que llevaba todas las de perder, pero lo intentó.
¿Qué tiene de extraño que lo intente con todos nosotros?
Claro que...Nosotros somos muy débiles. Tenemos muy fácil lo de caer en la
tentación y es necesario estar dispuestos y siempre a punto para vencerlas. No
en vano así lo recomendó a sus discípulos en Getsemaní momentos antes de ser
hecho prisionero cuando vio a sus amigos durmiendo, en vez de orar como Él les
había pedido. ‘Vigilad y orad para no caer en la tentación; el espíritu está
pronto, pero la carne es flaca’. (Mt. 26, 41). Si nos abandonamos en manos del
maligno no solamente no seremos santos a pesar de estar bautizados, sino que
nos estaremos poniendo, aunque no lo queramos admitir, frente a Jesucristo.Si somos capaces de vencer las tentaciones, por supuesto con la ayuda del Altísimo (con oración y Sacramentos, fuentes de santidad, especialmente con
LA VIRGEN ENTREGA EL ROSARIO A STO. DOMINGO DE GUZMÁN
No en vano cuando el Maestro enseñó a rezar a los discípulos el Padre nuestro, indicó que pidiéramos al Padre que ‘no nos dejara caer en tentación’. Además, el mismo Jesús espera que le pidamos ayuda confiadamente como nos indicó: ‘Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer’. (Jn. 15, 5).
De esa manera contribuiremos a la santidad de la Iglesia, porque eso es tarea de todos los que pertenecemos a ella, tanto laicos como religiosos, religiosas y sacerdotes, cada uno desde su propia vocación y función, con nuestros errores y aciertos, pero centrados en el cumplimiento de la voluntad de
Configurar nuestra existencia conforme a los planes y a la voluntad de Dios, pienso que no es otra cosa que aspirar a la santidad. Y no me refiero a que nos pongan en una peana en los altares de los templos. No. Simplemente es intentar abrirnos a Dios, darle cabida en nosotros, dejarlo actuar en nosotros y a través de nosotros que actúe sobre los demás. Ser instrumentos del Salvador que, aunque no esté físicamente entre nosotros, sí que lo está real y verdaderamente en la Eucaristía.
EUCARISTÍA.-LA SANTA MISA
Podemos decir, como expone San Juan de la Cruz, que la santidad
‘consiste en tener el alma según la voluntad con total transformación en la
voluntad de Dios, de manera que no haya en ella cosa contraria a la voluntad de
Dios, sino que en todo y por todo su movimiento sea voluntad solamente de
Dios’. (Subida al Monte Carmelo I, 11, 2). Quien así obra, contribuye a la
santidad de la Iglesia al participar de la vida divina pero no porque haya un
empeño de las personas en conseguirlo, sino porque el mismo Espíritu que se
manifestó en Pentecostés, actúa en cada uno de nosotros, simples pecadores, y
es capaz de transformarnos y que nuestra vida dé un vuelco hacia Él.
Es la misma Iglesia quien en su Magisterio nos enseña que aunque
nuestra naturaleza humana sea pecadora, hemos de trabajarnos la perfección, la
conversión personal, en una constante renovación de nuestro espíritu. No es
extraño, pues, que en tiempo de Cuaresma se nos recuerde la necesidad de
analizarnos cada uno para ver qué cosas necesitamos modificar, enderezar, para
acercarnos más a Dios. Para buscar la santidad.
PESCA MILAGROSA.-JAMES TISSOT.-S. XIX |
'La Santa Iglesia es comparada a una red de pescar, porque también está
encomendada a pescadores, y por medio de ella, somos sacados de las olas del
presente siglo y llevados al reino celestial, para no ser sumergidos en el
abismo de la muerte eterna. Congrega toda clase de peces, porque brinda con el
perdón de los pecados a los sabios e ignorantes, a los libres y a los esclavos,
a los ricos y a los pobres, a los robustos y a los débiles’. (SAN GREGORIO
MAGNO. Homilía 1 sobre los Evangelios).
Es posible que San Gregorio tuviese en cuenta el pasaje de San Juan en
el que Jesús, ya resucitado, se aparece a los Apóstoles junto al lago de
Tiberíades. No habían cogido nada y así se lo dijeron cuando les preguntó, tras
lo cual les recomendó que echaran la red a la parte derecha de la barca ‘y la
red se llenó de tal cantidad de peces que no podían moverla’. Entonces
reconocieron quién era el que les hablaba. ‘Es el Señor’, dijo San Juan. Cuando
saltaron a tierra les pidió que llevasen algunos peces de los pescados. Y aquí
viene el fragmento evangélico que siempre me ha llamado la atención. ‘Simón
Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de peces; en total eran
ciento cincuenta tres peces grandes. Y a pesar de ser tantos, LA RED NO SE
ROMPIÓ’. (Jn. 21, 1-14)
Hay mucho para analizar y desglosar en esta perícopa, pero
para el tema que nos ocupa siempre he pensado que era una referencia para
comprender la acogida a todos en la barca de Pedro que es la Iglesia. La red no
se romperá porque Jesús de Nazaret se encargará de que así sea, a pesar de las
tormentas por las que tenga que navegar. Lo mismo que calmó la fuerte tempestad
que atemorizó a los apóstoles (Mc. 4, 35-41), continúa hoy firme en el timón de
su Iglesia a pesar de los fuertes temporales que continuamente la acosan.
LA BARCA DE CRISTO.-ICONO |
Cuando la Iglesia canoniza a determinados cristianos, es porque reconoce en
ellos que su fidelidad a Dios la han demostrado poniendo en práctica de forma
heroica las virtudes cristianas y por ello los propone como modelos para
nosotros. Han demostrado que no es imposible vivir la santidad a pesar de su
debilidad humana. El Espíritu Santo los ha ayudado en su esfuerzo y en momentos
difíciles de la Historia de la Iglesia, ha suscitado personas que desde su
seguimiento a Cristo y su visión del Evangelio han contribuido a mostrar al
mundo entero que el fundador de la Iglesia la ha renovado en momentos
concretos. Basta con ver la época en la que apareció Francisco de Asís, Ignacio
de Loyola, Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y muchísimos más.
Y siempre, desde los inicios de la Iglesia, la figura de la Madre de
Dios, María de Nazaret, emerge con luz propia como la primera persona que vivió
la santidad desde antes de nacer la Iglesia. Y cuando ésta nació, en
Pentecostés, allí estaba Ella unida a su Hijo y a los Apóstoles. Es el espejo
en el que nos debemos mirar, el modelo de santidad que hemos de seguir, la
intercesora perfecta en quien debemos confiar y en cuyos brazos la Iglesia se
acoge.
MAESTÁ.-SIMONE MARTINI.-GÓTICO |
Con Ella y con semejante fundador, su Hijo Jesús, ¿cómo no
va a ser Santa la Iglesia? Que ellos nos bendigan y envuelvan en su
Misericordia.
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