domingo, 23 de noviembre de 2008

Sacramentos en la vida (IV)

En el apartado anterior decía que los Sacramentos ‘nos dan ALGO’ . ¿Y qué nos comunican? ¿Qué significan? Ellos nos recuerdan a Jesús de Nazaret y no sólo nos lo recuerdan como una persona excelente, magnífica y fuera de serie, sino que nos están comunicando todo lo que Jesús significó.

Él se encontró con un Hombre que tenía un futuro deshecho, fatal, en pecado y convertido en la barrera de la Historia del hombre. En un hombre que en sí mismo era una historia de alambradas y trincheras que no dejaba pasar la amistad de Dios. Era la historia de su guerra, de su fracaso, de su NO a la Vida y a todo.

Y Dios quiso hacerse partícipe de esa angustia humana. Se preñó de una mujer y nació de ella como cualquiera de nosotros: con dolor. Y se sintió persona como ustedes y como yo y desde su vivencia humana comenzó a sentir lo que es el dolor, el sufrimiento, la angustia, la alegría, la diversión, ... además de la soledad, la traición y el abandono por parte de sus mejores amigos.

El deseo de dar algo mejor al hombre que con tanto mimo había creado fue cuajando en su pensamiento. Y comenzó a sentir en su interior una fuerza descomunal: la fuerza de Dios.

Y comenzó a revolucionar a los hombres de su tiempo diciéndoles que esta vida no sirve para nada si se continuaba viviendo así: con tanta avaricia, con tanta oscuridad, con tanto pecado, ... No. No merecía la pena.

Porque Dios había pensado en algo mucho mejor para el hombre que era CONVERTIR LA HISTORIA EN UNA FIESTA. Y eso se iba a lograr porque Él, Dios, el LOGOS, iba a estar luchando codo con codo, espalda contra espalda, con las personas de todos los tiempos para transformar la Historia a través de la transformación de nuestra propia historia.

Jesús habló a las personas de su tiempo de lo que supone ser libres de verdad, libres de todo aquello que nos rompe la alegría y la felicidad.

Y Jesús se convirtió en un símbolo para el hombre de lo que es un mundo mejor, de lo que es un mundo lleno de paz y de justicia. Y se convirtió en una bandera para muchos porque el Padre estaba con Él y Él era la Palabra del Padre. El LOGOS.

Porque Jesús de Nazaret es más, bastante más,que el hombre de Galilea. Infinitamente más. ES EL SACRAMENTO VIVO DE DIOS QUE SE HA ENCARNADO EN ÉL.

Pero las fuerzas del mal, que siempre creen que van a ganar, los que no querían seguir a Jesús porque no les convenía, los que seguían aferrados al dinero, al poder, al vicio; los que creían que tener unas legiones bien armadas era mejor que sonreír a la gente y hacer agradable la vida, son los que se empeñaron en matar a Jesús.

Y lo consiguieron. Y lo hicieron pedazos. Lo clavaron en una cruz y lo mataron convencidos de que, por fin, se habían librado del incómodo. Habían quitado de en medio al que los molestaba porque les hacía verse tal como eran, con toda su miseria.

Pero es tan grande y tan fuerte el amor que Dios tiene a la vida y su deseo de ayudar al hombre... Es tan fuerte el Dios en el que nosotros creemos, que resucitó a Jesús de Nazaret. Lo sacó vivo. Lo arrancó de la muerte y de las garras de la mentira. Les quitó la razón a los oficialmente buenos y a los fuertes. Les quitó la razón a los que creen que con el dinero lo pueden comprar todo, hasta la vida misma. Les quitó la razón a todos esos.

Y se la dio a Jesús de Nazaret. A aquel pobre galileo, profeta de los caminos. A aquel hombre que hablaba de paz, de amor y de amistad. A ese le dio la razón.

Desde entonces Jesús se ha convertido para nosotros en el símbolo más grande del deseo humano. En el símbolo más grande de la lucha de Dios junto al hombre que nos permite construir un mundo más fantástico, humano y feliz.

Ya no es una UTOPÍA hablar de amor, de verdad, de justicia y de paz. Ni siquiera hablar de la inmortalidad.

Con Jesús de Nazaret vivo y resucitado, parte de Dios y parte nuestra, la UTOPÍA se convierte en COTIDIANIDAD. En algo normal y accesible para nosotros.

Y esto lo simbolizan todos los Sacramentos porque son un recuerdo y una presencia real de Jesús. Una vivencia, aquí y ahora en estos momentos de la Historia de aquel Jesús tan a tope capaz de haber combatido junto a todos, de haber llevado la razón a pesar de haberlo tenido todo en contra.

Aquel Jesús que nos hablaba de algo tan fenomenal se convierte ahora en un ser vivo, cercano y palpable para nosotros a través de todos los Sacramentos, que son jirones de su vida y de su obra.

Pero lo auténticamente genial y maravilloso es que ellos me lo dan como compañero en mi camino, como amigo en mis dificultades y problemas. Con toda la fuerza de su cruz y de su resurrección que vive dentro de mí por la fuerza y la vida de los Sacramentos y de su fuerza liberadora como Dios.



Jesús está en el centro de todos ellos. Cualquier Sacramento es el Sacramento del Cristo que resucita y esa resurrección se convierte para nosotros en pan de fuerza y en vino de alegría porque Él está ahí tanto en la Eucaristía como en todos los demás Sacramentos.

Y yo pregunto: ¿Nos sentimos capaces de trabajar codo a codo con ese Jesús que desea ardientemente seguir compartiendo nuestra vida, con todos nuestros problemas y dificultades, ayudándonos en todo para que nuestra historia se transforme en Historia de Dios?

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