sábado, 9 de mayo de 2009

La Gracia (IV).-Las Virtudes Teologales

Como he terminado mi trabajo más pronto que otras veces así como el contenido de esta parte del blog, voy a adelantar un día el contenido de la penúltima entrada sobre este tema.

¿Se acuerdan da lo que puse en la entrada anterior? Pues vamos a profundizar un poquito más. Veamos. Esa existencia del SER profundo de Dios en nosotros es lo que llamamos la VIRTUDES TEOLOGALES: la Fe, la Esperanza y el Amor o Caridad. ¿Han oído hablar de ellas? ¿Las recuerdan? Pues son la manifestación del Espíritu Divino a través de nosotros.

Porque la Fe no es solamente la que yo deposito en Dios, sino que también es la confianza y la ilusión que Dios tiene depositada en nosotros y que nos empuja a seguir la senda que nos marca. Él espera mucho de nosotros (Como lo esperó de Adán y de Eva). Realmente, lo espera todo. La Fe no es solamente confiar en Dios, sino dejar que actúe a través de nosotros, que nos da su voto de confianza y por nuestra parte fiarnos absolutamente de Él. La Fe es la acción de Dios dentro del Hombre. Algo tendremos para que Dios se fíe y confíe en cada uno de nosotros para confiarnos la continuación de su Obra, ¿no les parece?

¿Qué es la Esperanza? Pues no es otra cosa que el futuro de Dios dentro de nosotros. Si el futuro de Dios es la eternidad y la liberación absoluta, esa Esperanza de Dios en nosotros es Él mismo que se proyecta hacia adelante y nos hace ver otro futuro más allá del que nosotros pensamos. Y nuestra correspondencia consiste en ponernos en sus manos confiando plenamente en Él, para alcanzar todo cuanto nos ha prometido. Y eso hay que empezar a labrarlo y regarlo aquí en este mundo para que Él recoja los frutos. Eso será, según me parece, trabajar en su viña.

En definitiva, vamos a parar a la misma naturaleza de Dios. Impensable, ¿no? Pues eso tiene su origen, pienso yo, en el soplo de vida que nos dio el sexto día de la creación, cuando quiso crear el Género Humano.

¿Y en qué consistirá la Caridad? Es vivir la misma vida de Dios que habita en nosotros de forma total. La Caridad no es otra cosa que amar como Dios ama. O al menos, intentarlo. Es salir de nosotros mismos para encontrarnos con los demás igual que Jesús se encontró con los discípulos de Emaús por un camino polvoriento y hoy se encuentra con nosotros en lo más hondo de nuestros corazones humanos. Por eso San Juan lo define diciendo que ‘Dios es Amor’ (I Jn. 4, 8).

Me da la impresión que de la misma forma que nosotros necesitamos caminar, comer, ejercer nuestra libertad para sentirnos personas, Dios necesita amarnos para sentirse Dios. Necesita sentirse Palabra y aliento estando en nuestro interior.

Y sin embargo siempre encontramos grupos de personas que ignoran esa necesidad que Dios tiene de ellos y se hacen los sordos, ignorándolo.

Y Jesús vuelve a la carga y les habla a su conciencia diciéndoles: “Pero, óyeme. ¿Qué haces? ¿No ves que necesito de ti para seguir llegando a los demás a través de ti? ¿No ves que necesito tus brazos para seguir acariciando a tus hermanos a través de ti? ¿No ves que necesito tus labios y tu boca para seguir besando y hablando a todos los hombres y mujeres, mis hijos y tus hermanos, a través de ti”?

Y ellos, al sentirse interpelados, haciendo uso de su libertad, pueden abrirse a ese Dios Amor colaborando con Él o pueden adoptar la postura de matar a Dios en su interior cerrándose a su llamada y diciendo NO al Evangelio y a la Palabra. Están asesinando la ternura de Dios con el Hombre al optar por el odio, por la aversión al bien, por sembrar cizaña, división y discordia, por la guerra,... . Porque en su interior no habita el Creador porque no han querido abrirle la puerta de sus vidas.

Y es que las personas alcanzamos un protagonismo enorme dentro de Dios. Y su Amor es un torrente de fuerza que nos inunda hasta el extremo de decir que estamos predestinados a la Vida. Estamos predestinados a vivir, a ser felices, a encontrarnos con el Amor. Estamos predestinados a tener una esperanza. A vivir la alegría de Dios en nuestra propia alegría, por encima de las dificultades que tengamos. La gran predestinación de los hombres es ser libres y felices haciendo nuestra opción por el Dios que ama, salva, redime, libera,….

Porque Él no es un ser que está esperando cuándo y cómo fallamos o pecamos para condenarnos. No. Ese no es el Dios en el que creemos o, al menos, yo no creo en el Dios castigador. Él solo predestina a la libertad, al bien y a la felicidad. Y eso lo podemos comprobar leyendo los Evangelios y viendo su comportamiento con leprosos, enfermos, necesitados, con la hija de Jairo, con tantos pecadores a quienes perdonaba sus pecados y con tantos y tantos otros casos. Pero siempre contando con la libertad humana. Contando con nuestra libertad personal.


Ante eso, la gran postura lógica del hombre ante Dios es el abandono en sus manos. Dejarnos llevar por esas manos brillantes y amorosas de Dios hacia nuestro futuro. Dejarnos acariciar por ese Ser misterioso, sobrenatural, creador, que piensa en nosotros como personas concretas con nombre y apellidos desde su enamoramiento y ternura de padre, madre y hermano. Y nosotros no podemos resistirnos a ese Dios que está en nuestro interior.

No nos podemos resistir a ese Reino de plenitud, de paz, de Gracia que llevamos en nuestro interior que es el Reino de los Cielos porque es nuestro propio Reino, donde Dios está. Y no es un Reino utópico porque es nuestra propia vida y nuestro propio destino.

Solamente tenemos que dejar que Dios reviente dentro de nosotros como una hermosa primavera preñada de flores y frutos y arranque todo cuanto hay de negativo en nuestra vida. Esa es la postura de los grandes santos: SU ABANDONO EN MANOS DE DIOS.

Entonces es cuando descubrimos que nuestra pequeñez es a la vez nuestra fortaleza porque la grandeza de Dios, su eternidad, su fuerza en nosotros, son nuestra liberación, nuestra propia grandeza y nuestra gran dignidad.

De ahí surge nuestro compromiso con Él a través de nuestras actividades:

Benditas todas las personas que ayudan a los necesitados, porque ayudan a esos Cristos sufrientes de hoy.

Benditos los que participan en la riqueza espiritual de la Iglesia a través de Cursillos, charlas formativas o de cualquier otra actividad porque son portavoces e instrumentos de Cristo, que es la Palabra de Dios, el LOGOS.

Benditos todos los que trabajan unidos por esa magna obra de Jesucristo que es la Iglesia a través de tantos etcéteras como tiene ésta y NO siembran cizaña, discordia o desunión, porque están haciendo realidad el Reino de Dios en la tierra e impiden que las tinieblas penetren a su alrededor. . .

...Porque no estamos sirviendo a hombres sino a Dios que nos llama cada día a trabajar en su viña.

Y a partir de ahí debemos ser camino de liberación y servicio para los demás y jamás obstáculo, porque con nuestras actitudes podríamos impedir que la Gracia se valiese de nosotros para llamar y llegar a otros. Lo que nosotros dejemos de hacer tal vez lo hagan otros, PERO NOSOTROS NO LO HABREMOS HECHO. Y eso es omisión. Y de omisión, también se peca.

Hagamos realidad LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS. Todos unidos. Unidos todos espalda con espalda, haremos llegar a cuantos nos rodean a ese Dios que nos enamora y lo haremos atractivo y atrayente a pesar de nuestros defectos y de nuestras limitaciones, porque Él actuará desde nuestra pequeñez.

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