domingo, 31 de mayo de 2009

Pentecostés

Estoy hecho un lío. Sí, y ya lo decía anoche, porque a la hora de escribir sobre este magno acontecimiento como fue Pentecostés, es tanta su riqueza y su grandeza que no sé por dónde abordarlo. Es verdad que soy un enamorado del Espíritu Santo, como ya dije en mi entrada de octubre de 2008, y comprenderán que para mí, como pueda ser para cualquier cristiano, es un día muy especial y entrañable. Es el motor de mi vida porque es el motor de la Iglesia. Y yo, como todos los católicos, somos Iglesia. Es, y eso es magnífico, nuestro Santificador. Por Él somos una UNIDAD eclesial dentro de nuestra propia diversidad.

Bueno. No quiero hacerlo muy largo y eso es difícil. Pero por algún sitio tendré que empezar. Vamos allá. Abramos la puerta a nuestra imaginación.

Jerusalén. Jesús ha causado la gran desolación entre sus Apóstoles y discípulos al ascender a su Reino después de cubrir su etapa humana entre nosotros. Ahora vuelve junto al Padre.

Es cierto que ya fue preparándolos para que no se sorprendieran cuando llegase el momento, pero…’Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy os lo enviaré’. (Jn. 16, 7). Lo recuerdan, ¿verdad? Y esto otro: ‘Cuando venga el Espíritu de la Verdad, os iluminará para que podáis entender la verdad completa’. (Jn. 16, 12-15). Les aconsejo que la lean toda. Yo pongo lo justo para no alargarme, pero ese fragmento de San Juan, no tiene desperdicio. Y también: ‘El Abogado, Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho’ (Jn. 14,26). Hablaba clarito, ¿no?

Yo me imagino que a lo largo de los tres intensos años que estuvo con los doce que eligió (y no lo hizo por casualidad, sino porque alguien debía continuar la misión por la cual se encarnó), el tema del Espíritu lo iría comentando con ellos e incluso es posible que se apoyase en los textos de los Profetas Ezequiel y Joel: ‘Después de esto yo derramaré mi espíritu sobre todo hombre. Vuestro hijos e hijas profetizarán , vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes, visiones. Y hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días’. (Jl, 3, 1-2). Ezequiel también dice algo al respecto. ‘Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que viváis según mis mandamientos, observando y guardando mis leyes’. (Ez. 36, 27).


De cualquier manera, y volviendo al tercer párrafo, son tres ejemplos de los avisos que fue dando antes de la Pasión y, por tanto, antes de la Ascensión, que luego tuvieron su culmen en el cenáculo. Lean, por favor, (Act. 2, 1-4). Ahí tenemos el principio de la actuación del Espíritu Santo que se derramó, no solamente sobre los Apóstoles, sino sobre toda la comunidad cristiana, sobre la Iglesia que en ese momento comenzaba a caminar. Desde entonces está con ella permanentemente. Ese es el hecho fundamentalísimo de Pentecostés: el nacimiento y puesta en marcha de la Iglesia.

Ahí estaba el mismo Espíritu que ‘aleteaba sobre las aguas’ (Gen. 1, 2). El mismo Espíritu que se manifestó en el bautismo de Jesús en el río Jordán. (Mt. 3, 16-17). Y ese mismo Espíritu es el que se hace patente en el cenáculo para llenar a Apóstoles y discípulos de Sí mismo y lanzarlos a su primera actuación, y, por extensión, también para lanzarnos a nosotros como continuadores y herederos de cuantos allí se encontraban, en virtud del Bautismo que hemos recibido, proclamando la Resurrección de Jesucristo.

Su misión y nuestra misión como consecuencia de Pentecostés es empujar y animar la obra fundada por Jesús de Nazaret sobre Pedro. Ahí está la radicalidad del Espíritu en la Historia y en nuestra historia personal. Y su asistencia es permanente para cuantas personas se abren a Él. Por eso es importantísimo para los cristianos recibir el Sacramento de la Confirmación, que por su importancia y trascendencia debe ser el Obispo, como sucesor directo de los Apóstoles, quien lo administre para que nuestras raíces como hijos de Dios sean más hondas, que nuestra unión y comunión con la Iglesia sea más sólida y nuestra incorporación a Jesús de Nazaret sea más firme.

No me extiendo más, fiel a mi propósito, pero les dejo con estos PowerPoint que comparto con ustedes, aunque al ponerlos con anterioridad es posible que ya les hayan echado un vistazo.Pero mediten sus frases.Tienen mucha riqueza interior. Me ha parecido que llevan mucha fuerza en su contenido y que pueden hacer mucho bien a la vez que nos dan pistas para reflexionar. Y desde aquí mi felicitación y admiración hacia quienes son capaces de hacer estas preciosidades. Que Cristo, resucitado y glorioso, nos bendiga y ayude a todos.

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