sábado, 6 de junio de 2009

El Decálogo, ¿desfasado?

Hace tiempo que vengo observando los acontecimientos que de ordinario me van rodeando, tanto a nivel de mi localidad como a nivel nacional o mundial. Resultado: Un desconcierto en todos los ambientes. El sentir general de las gentes con las que hablo es que hay una crisis de valores humanos (y cristianos también), que hace patente una crisis general también a nivel de las familias.

No se da el valor que siempre ha tenido el hecho de respetar las personas, especialmente a las que ya tienen cierta edad, a los que incluso se les llega a despreciar. La violencia, los robos violentos, los malos tratos y especialmente se observa, lamentablemente, que no existe el respeto a ese bien natural e incuestionable que cada persona tiene y disfruta, como es la vida.

Se mata con el menor pretexto.

El aborto y la eutanasia se nos presentan como un progreso social hasta el extremo de afirmarse por parte una determinada persona, con cargo importante en el Gobierno de una Nación, que fue preguntada en una entrevista en una determinada Cadena de Radio si un feto de trece semanas, (que se asemeja mucho a un bebé), es un ser vivo, y ella respondió: "Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tienen ninguna base científica". Todo es válido con tal de justificar el aborto. Demencial, ¿no?

Se pide la protección de animales y plantas en peligro de extinción, lo cual está muy bien . Se pide que no se les maltrate, que también está muy bien, pero ¿y a los niños que están dentro del vientre materno y se les mata? ¿Y a los ancianos a los que se les quiere aplicar la eutanasia activa?

Pienso que solamente Dios es Señor de la vida y de la muerte. Pienso también que ese mismo Dios entregó en un momento dado a una determinada persona y en un monte concreto, unas tablas de piedra conteniendo lo que se ha venido en llamar ‘Los Diez Mandamientos’, que no son otra cosa que la propia Ley Natural que todo ser humano llevamos impresa en nuestro ser, aunque haya personas, acaso en número excesivo, que se empeñen en ignorarlos pensando que ya están desfasados para el siglo XXI y optan por actuar a partir de sus propios impulsos, de su propia voluntad, de su propio egoísmo, ignorando a Dios, sus planes, sus preceptos, sus pensamientos, sus proyectos con la Humanidad e incluso ignorando o cuestionando su existencia.

Y eso no es así. Dios, además de existir, nos quiere con locura. Desea nuestro bien y nuestro auténtico progreso a partir de sus Normas que, en definitiva, entregó a Moisés para nuestro bien. No importa que los primeros destinatarios fuesen los israelitas en pleno desierto. Nosotros hoy vamos caminando por otro desierto y nos vienen de maravilla para esa travesía personal. En ellos está el germen de todos los valores humanos y cristianos. Solamente hay que desarrollarlos en nuestra existencia y ponerlos en funcionamiento. Personalmente pienso que esto es uno de los talentos que Dios nos entregó al nacer y del que nos pedirá cuentas de los intereses que ha obtenido a través de nuestra gestión.

“Los hombres y mujeres de hoy somos libres. Nadie puede impedir que la sociedad progrese hacia la libertad”, parecen decir algunos sectores de la sociedad que ven los Mandamientos como algo caduco. Pero no es válido. Se confunde la libertad con el libertinaje, con el ‘todo vale’ para conseguir más dinero, más disfrute, más ‘tener’ en lugar de ‘más ser’. La realidad es otra aunque no quieran verla ni reconocerla. Es el egoismo personal quien suele imperar en todo.

Los Mandamientos, al ser de origen divino, son inmutables. Como su Autor. Llevamos algunos miles de años desde su promulgación en el Sinaí y siguen jóvenes, lustrosos y útiles. Solamente habrá que descubrir la relación entre valores y Decálogo para darnos cuenta de la vigencia de ambos. ¡Si es que son inseparables! Esos diez Mandatos sí que son el auténtico camino hacia la auténtica libertad si sabemos integrarlos en la cotidianidad de cada momento de la vida. Incluso me atrevería a decir que son de una gran ayuda para sacar pecho ante las dificultades del día a día. Además, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc. 13, 31). Recuerdan esta cita de Jesús, ¿verdad? Pues…eso. No hace falta más comentario. Lo dice el LOGOS, la Palabra. ¿Qué vamos a añadir nosotros?

Por otra parte no debemos perder de vista que Dios mantiene su fidelidad a las personas de todos los tiempos, incluidas las de hoy. Y ahora, lo mismo que antes, también pide una correspondencia de nuestra fidelidad a Él. Cuando los Profetas hablaban en nombre de Dios, ¿cuál solía ser el motivo de su queja o su denuncia? Que los hombres se alejaban de Yavéh y rompían su Alianza con Él.

Hoy se repite la historia. Las personas solamente ven la corteza de los Mandamientos, su forro, su portada,… Pero debemos ahondar en el mensaje, en su contenido profundo. Sólo así encontraríamos la Gloria de Dios que está latente en ellos así como el camino que nos conduce a la verdadera libertad.

Y, por favor. No pensemos que los Mandamientos solamente hacen referencia a Dios y a los demás. También son una guía para nosotros mismos. Debemos vernos reflejados en ellos, autoanalizar nuestro comportamiento, nuestras actitudes hacia nosotros mismos y hacia los demás.

No son una pesada losa para nosotros, sino una alianza de Amor de Dios para con su pueblo que somos nosotros. Si pensamos las cosas, veremos que cumpliendo su contenido no habría necesidad de tener cárceles, ni puertas blindadas, ni temor a posibles robos, ni violaciones, ni policías… El respeto mutuo, nacido de esa Alianza entre el Creador y nosotros, sería quien vendría marcando las pautas de nuestra conducta.

Cuanto más meditemos sobre este bendito Decálogo, más descubriremos la acción de Dios en nosotros, más descubriremos el amor que nos tiene, más descubriremos quienes somos nosotros a nivel personal y comunitario, más descubriremos el cuidado amoroso del Creador hacia su criatura al descubrir en estas normas los cuidados personales de unos con otros.

Y acabo, pero no me resisto a la tentación de hacerlo con unos versículos del Salmo 19 (18) versículos 8 al 12 :



La Ley del Señor es perfecta; es descanso para el hombre,
El mandato del Señor es firme; hace sabio al ignorante;
Los preceptos del Señor son rectos: dan alegría al corazón;
El mandamiento del Señor es diáfano: da luz a los ojos.
El temor del Señor es puro: estable para siempre;
Los juicios del Señor son verdad: todos justos por igual;
Son preferibles al oro, al oro más fino;
Y más dulces que la miel, más que el jugo del panal.

Por eso tu siervo está atento a ellos,
Y los guarda asiduamente.


Saboréenlo. Y no tengan miedo a orar con todo este Salmo. Que Dios les bendiga.

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