domingo, 30 de agosto de 2009

Ejercicios espirituales en el desierto del hogar

Dos días después de publicar la entrada ‘El regreso’, observé que había un nuevo comentario en la entrada del 9 de agosto. Lo leí y me parece que la respuesta debo colocarla como entrada, debido a la extensión de la misma, sin contar que uno de los temas que toca es interesante a nivel general. Y ahí voy.

Apreciad@ Sr/a Euterpe: Ya hacía tiempo que no participaba en este blog con sus siempre interesantes y oportunos comentarios. Esta vez no es una excepción. Acierta plenamente en su apreciación sobre los Ejercicios Espirituales. Es absolutamente cierto que de vez en cuando es necesario hacer un alto en la vida cotidiana para revisar nuestras actuaciones, tanto a nivel social o laboral, como en el cristiano. Y a veces ese ‘paro’ se lo encuentra uno cuando menos se lo espera.

Si usted ha leído mi entrada del jueves 9 de julio, titulada ‘Un paro forzado’, podrá comprobar la realidad y certeza de cuanto dice refiriéndose a las ocasiones en que la vida nos obliga a parar.

San Ignacio de Loyola necesitó la herida de una bala de cañón en la defensa del castillo de Pamplona para ese ‘paro forzado’. A mí me tocó una inesperada angina de pecho. No pretendo, ni muchísimo menos, compararme a él, pero sí que nos iguala la voluntad inescrutable de ese Dios que todos tenemos que cuando quiere algo especial de cualquiera de nosotros nos gasta esas ‘jugarretas’, como si nos quisiera decir que nadie somos imprescindibles, pero que sí cuenta con todos nosotros para hacerse presente en el mundo. Y con tal de ganarnos para su Reino se vale de todo cuanto cree necesario, que para eso es la Suprema Sabiduría.

Y algo así me ha ocurrido a mí. Ha sido un tiempo que necesariamente me ha hecho reflexionar y analizar aspectos de mi vida que, aunque no debo cambiarlos porque sigo estando en línea con la Iglesia y con su Fundador, sí debo modificar algunas cosas y rectificar otras. Todo para mejorar. Y todo por Él, con Él y en Él.

Estos Ejercicios Espirituales innegablemente me han ayudado mucho, pero aludiendo a lo que usted refiere sobre las personas que ‘ante la imposibilidad de retirarse durante un tiempo a una Casa de Ejercicios, optan por hacerlos en la vida corriente’, voy a hacerle una confidencia, a la vez que la comparto con los lectores del blog. Cuando el año 2008 salí de hacer mi primera tanda de Ejercicios Ignacianos llevaba una carga de apuntes tomados que he ido releyendo durante todo el año en momentos de silencio y solitariedad en mi casa y reflexionando en su contenido. Pero llegó a mis manos el título de un libro: ‘Biblia y Ejercicios Espirituales’, de Bernard Mendiboure, S.J., e intuí que podía ser una proyección de esos Ejercicios en mi vida cotidiana con el correspondiente enriquecimiento espiritual. Lo adquirí, y, aunque parezca mentira, todavía no lo he terminado, porque no lo he tomado como un libro de lectura sino como un libro para meditar y para orar.

Ignoro si para quien no haya hecho previamente una tanda de Ejercicios Ignacianos podrá servirle igual. Pienso que sí, porque en definitiva es el Espíritu quien nos ‘explica las Escrituras’. Pero después de estos ejercicios del 2009 voy a continuar con él en mis ratos de oración. Personalmente me viene muy bien.

Como podrán observar, al tema de los Ejercicios Espirituales en el propio hogar hace referencia el título de la entrada. Podremos estar rodeados del bullicio de la ciudad, pero siempre, en medio de ella, donde Dios nos ha plantado, podemos buscar momentos de estar solos, con silencio exterior e interior y hacer el desierto en nuestro propio hogar. Es ese pequeño desierto personal desde cualquier rincón hogareño que nos conduce al descubrimiento del oasis donde se encuentran torrentes de Agua Viva. El desierto no es otra cosa que un aprendizaje de la intimidad con Dios. Allí madura nuestra oración y nuestra relación con el Absoluto a pesar de nuestras limitaciones.

Todo es cuestión de proponérselo. Y si además tenemos un acompañante o director espiritual, todavía mejor. Puedo decirles que me consta que hay personas que incluso por Internet se han bajado Ejercicios Espirituales y los han hecho así: en su casa y seguidos por el director espiritual.

‘Dios no pide imposibles. Él acomoda Su Gracia a nuestras circunstancias y limitaciones’, dice usted. Y es cierto. Es la Grandeza de Dios que como Padre se adapta a cada uno de sus hijos y a sus necesidades. Y de ese tema, estoy seguro, habrá muchas personas que podrían exponer su testimonio personal en todas las partes del globo terráqueo. De esas ‘acomodaciones’ pueden llegar las transformaciones personales que se operan en muchas personas por acción directa del Espíritu Santo. Y tal vez, ¡quién sabe!, alguna conversión personal, porque ‘para Dios no hay nada imposible’. (Lc. 1, 37).


Nuevamente agradezco su colaboración a través de su comentario del día 23 de agosto, en mi entrada del domingo 9 de agosto. Que Dios l@ bendiga a usted y su familia así como a los lectores del blog.

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