domingo, 31 de mayo de 2009

Pentecostés

Estoy hecho un lío. Sí, y ya lo decía anoche, porque a la hora de escribir sobre este magno acontecimiento como fue Pentecostés, es tanta su riqueza y su grandeza que no sé por dónde abordarlo. Es verdad que soy un enamorado del Espíritu Santo, como ya dije en mi entrada de octubre de 2008, y comprenderán que para mí, como pueda ser para cualquier cristiano, es un día muy especial y entrañable. Es el motor de mi vida porque es el motor de la Iglesia. Y yo, como todos los católicos, somos Iglesia. Es, y eso es magnífico, nuestro Santificador. Por Él somos una UNIDAD eclesial dentro de nuestra propia diversidad.

Bueno. No quiero hacerlo muy largo y eso es difícil. Pero por algún sitio tendré que empezar. Vamos allá. Abramos la puerta a nuestra imaginación.

Jerusalén. Jesús ha causado la gran desolación entre sus Apóstoles y discípulos al ascender a su Reino después de cubrir su etapa humana entre nosotros. Ahora vuelve junto al Padre.

Es cierto que ya fue preparándolos para que no se sorprendieran cuando llegase el momento, pero…’Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy os lo enviaré’. (Jn. 16, 7). Lo recuerdan, ¿verdad? Y esto otro: ‘Cuando venga el Espíritu de la Verdad, os iluminará para que podáis entender la verdad completa’. (Jn. 16, 12-15). Les aconsejo que la lean toda. Yo pongo lo justo para no alargarme, pero ese fragmento de San Juan, no tiene desperdicio. Y también: ‘El Abogado, Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho’ (Jn. 14,26). Hablaba clarito, ¿no?

Yo me imagino que a lo largo de los tres intensos años que estuvo con los doce que eligió (y no lo hizo por casualidad, sino porque alguien debía continuar la misión por la cual se encarnó), el tema del Espíritu lo iría comentando con ellos e incluso es posible que se apoyase en los textos de los Profetas Ezequiel y Joel: ‘Después de esto yo derramaré mi espíritu sobre todo hombre. Vuestro hijos e hijas profetizarán , vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes, visiones. Y hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días’. (Jl, 3, 1-2). Ezequiel también dice algo al respecto. ‘Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que viváis según mis mandamientos, observando y guardando mis leyes’. (Ez. 36, 27).


De cualquier manera, y volviendo al tercer párrafo, son tres ejemplos de los avisos que fue dando antes de la Pasión y, por tanto, antes de la Ascensión, que luego tuvieron su culmen en el cenáculo. Lean, por favor, (Act. 2, 1-4). Ahí tenemos el principio de la actuación del Espíritu Santo que se derramó, no solamente sobre los Apóstoles, sino sobre toda la comunidad cristiana, sobre la Iglesia que en ese momento comenzaba a caminar. Desde entonces está con ella permanentemente. Ese es el hecho fundamentalísimo de Pentecostés: el nacimiento y puesta en marcha de la Iglesia.

Ahí estaba el mismo Espíritu que ‘aleteaba sobre las aguas’ (Gen. 1, 2). El mismo Espíritu que se manifestó en el bautismo de Jesús en el río Jordán. (Mt. 3, 16-17). Y ese mismo Espíritu es el que se hace patente en el cenáculo para llenar a Apóstoles y discípulos de Sí mismo y lanzarlos a su primera actuación, y, por extensión, también para lanzarnos a nosotros como continuadores y herederos de cuantos allí se encontraban, en virtud del Bautismo que hemos recibido, proclamando la Resurrección de Jesucristo.

Su misión y nuestra misión como consecuencia de Pentecostés es empujar y animar la obra fundada por Jesús de Nazaret sobre Pedro. Ahí está la radicalidad del Espíritu en la Historia y en nuestra historia personal. Y su asistencia es permanente para cuantas personas se abren a Él. Por eso es importantísimo para los cristianos recibir el Sacramento de la Confirmación, que por su importancia y trascendencia debe ser el Obispo, como sucesor directo de los Apóstoles, quien lo administre para que nuestras raíces como hijos de Dios sean más hondas, que nuestra unión y comunión con la Iglesia sea más sólida y nuestra incorporación a Jesús de Nazaret sea más firme.

No me extiendo más, fiel a mi propósito, pero les dejo con estos PowerPoint que comparto con ustedes, aunque al ponerlos con anterioridad es posible que ya les hayan echado un vistazo.Pero mediten sus frases.Tienen mucha riqueza interior. Me ha parecido que llevan mucha fuerza en su contenido y que pueden hacer mucho bien a la vez que nos dan pistas para reflexionar. Y desde aquí mi felicitación y admiración hacia quienes son capaces de hacer estas preciosidades. Que Cristo, resucitado y glorioso, nos bendiga y ayude a todos.

Pentecostés (II)

Ya dije anoche que el Espíritu Santo merecía una dedicación especial. Les incluyo este segundo Power Point para que a impulsos del clic en la pantalla lean, piensen y mediten. Vale la pena. Luego ya pondré mi artículo correspondiente.

Pentecostés 2

Pentecostés (I)

Esto es principio de la entrada sobre Pentecostés, porque el Espíritu Santo se lo merece, ¿no? Además, voy algo liado con lo que quiero escribir. Necesito encomendarme a Él y mañana veré si ya me he despejado la cabeza un poco.

Pentecostés 1

domingo, 24 de mayo de 2009

El encargo de Jesucristo

Podríamos estar dándonos golpes con la cabeza contra la pared toda nuestra vida y jamás podríamos entender la grandeza de Dios. Ni su generosidad. Ni su providencia. Ni su… Podríamos estar poniendo cuanto quisiéramos. No podríamos entender nada de Dios porque su infinitud no tiene cabida en nuestros parámetros de inteligencia humana.

Pero por esa misma razón, Dios que es omnisciente ha querido que, al menos, podamos descubrir algo de su Esencia, de su forma de ser, de su forma de actuar, de su forma de amar,… Y emprende un largo camino junto a nosotros en el que, a través de su misteriosa pero eficaz e incomprendida pedagogía, nos lleva a través de esa larga Historia de Amor titulada “La Biblia”.

Y por si fuera poco, es capaz de acampar entre nosotros haciéndose el Maestro visible que nos muestra el cumplimiento y la plenitud de esa Historia en esa persona llamada Jesús al que añadieron ‘de Nazaret’ por el lugar en el que vivió bastantes años con su madre. Él nos explica que ha llegado la plenitud de los tiempos y que ese Dios que habló por boca de los profetas y de otras personas está hablando en vivo y en directo con las personas de su época.

Y la Palabra ‘vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron’ (Jn. 1, 11). ¿Cómo le iban a recibir? A los poderosos, a los instalados, no les interesaba. Estaban muy acomodados en su situación. El pueblo llano tenía otro concepto del Mesías que estaba esperando y en Jesús veían un rabí que hablaba con autoridad (Mt.7, 29) y con una manera de decir las cosas diferente a como estaban acostumbrados a oír de los sacerdotes del Templo y de los rabinos. Los milagros les asombraban, pero no llegaban a más.

Es a partir de la Resurrección y de Pentecostés cuando el pueblo empieza a reaccionar a golpes de Espíritu Santo.


Aquel momento de la Anunciación a María de que el Verbo de Dios, el LOGOS, la Palabra, iba a hacerse hombre, es posible que en la Ascensión de Jesús a su Reino, ya se dieran cuenta cuantos contemplaban este hecho que ya no era el Verbo quien se marchaba, sino Jesús de Nazaret, verdadero Dios pero también verdadero hombre. Y su marcha no es para desentenderse de nosotros, sino para que completemos su misión en el tiempo y en la Historia desde dentro de la Iglesia: ‘Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura’ (Mc. 16, 15). Y Él estar apoyándonos desde la derecha del Padre y asistiéndonos en todos nuestros trabajos por el Evangelio: ‘Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación de los siglos’ (Mt. 28, 20).

Hay personas que recopilan los hechos y ‘dichos’ del Maestro y que luego Mateo, Marcos, Lucas y Juan darán forma literaria desde sus particulares puntos de vista y de sus propios objetivos.

Pero no son solamente estos escritos, pues también hay otros, los Hechos de los Apóstoles, las distintas Cartas y el Apocalipsis de Juan, a través de los cuales nos podemos permitir hoy ir descubriendo el mensaje que nos va transmitiendo la Palabra a cada uno de nosotros y a la Humanidad entera.

Dentro de ese campo de los descubrimientos, y con esto comienzo a responder a Euterpe en su comentario del domingo 3 de mayo, vemos que lo que Juan nos transmite en los capítulos 13 al 17 de su Evangelio en esos momentos de máxima intimidad con los amigos que habían compartido con Él tanta cosas, lo podemos entender mejor o peor, pero podemos vernos reflejados ahí como unos comensales más en esa cena de intimidad y despedida. También nos está hablando muy directamente a nosotros.

Después los Apóstoles y otros discípulos se encargarán de ir anunciando la Buena Nueva por todo el mundo, a costa de no pocos trabajos y de sufrir muchas afrentas y penalidades. Lo demuestra el hecho de que todos, a excepción de San Juan, sufrieran martirio.

Uno de los que se toman muy en serio esta misión es Saulo de Tarso. Con él empieza la Teología a tomar carta de naturaleza. Podríamos decir que San Pablo es el primer teólogo de la Historia de la Iglesia. Con una clarividencia solamente comprensible desde una asistencia personal y especial del Espíritu Santo, va desgranando en sus cartas todos los descubrimientos que va haciendo de las Escrituras y de Jesucristo.

Es el primero, me parece a mí, en descubrir el auténtico sentido y profundidad de esa sinfonía compuesta por Dios titulada “AMOR”, cuya partitura se encuentra en el capítulo 13 de la primera carta que dirige a los cristianos de Corinto. Todos estamos invitados a interpretar esa sinfonía aunque no sepamos solfeo. No es necesario. Pero sí es necesario que tengamos fuerza de voluntad para interpretarla a diario en el gran concierto de nuestra propia vida.

No es solamente para ser leída en las bodas cuando un hombre y una mujer deciden libremente unir sus vidas para siempre, dando un toque más o menos poético a la ceremonia religiosa. Es para hacer vida común de la pareja, DURANTE TODA LA VIDA, el contenido de ese fragmento bíblico a través del esfuerzo cotidiano aun a pesar de las dificultades.

Pero eso también va dirigido a todos los laicos, sean de la condición que fueren, a los sacerdotes y personas consagradas. A todos.

Y eso es solamente un ejemplo de los centenares que se podrían poner. Al descubrimiento del pensamiento y de los planes de Dios, solamente podremos llegar abriéndonos a Él y leyendo, meditando y orando la Palabra divina.

Así es como llegaríamos a conclusiones como la de nuestr@ colaborador/a Euterpe, a quien agradezco su opinión y sus buenos deseos a la vez que l@ animo a continuar con sus trabajos y colaboraciones.

Efectivamente ‘somos templos de Dios’ (I Cor. 3, 16). Pero no somos capaces de descubrir, ni siquiera adivinar, el alcance real de lo que eso significa. ¿Cómo podremos intuir el significado de que la Eternidad, la Omnipotencia, la Perfección, la Inmutabilidad, la Inmensidad, la Infinitud, la Sabiduría Divinas, puedan estar en nuestro interior y seguir siendo pecadores e imperfectos? Pues la solución la da Euterpe: es un Don que Dios nos hace inmerecidamente por nuestra parte, porque somos sus criaturas.

Y permítame decirle que toca usted un aspecto muy interesante para los cristianos, que de alguna manera yo menciono en la última entrada correspondiente al sábado 16 de mayo: la AUTOESTIMA de los cristianos. Personalmente, aunque no mencione directamente ese sentimiento o concepto, pero lo aludo cuando digo que ‘Cristianos y humildes, SÍ. Tontos o pusilánimes, ¡NO!’

¿Por qué? Muy sencillo. Si Dios nos ha llamado a la vida dándonos la categoría de ‘hijos y herederos’ según San Pablo (Rom. 8, 17), no debemos llevar en nosotros falsos conceptos de humildad y transformarlos en estériles conformismos pensando que son voluntad de Dios.

Como hijos de Dios tenemos una dignidad que es LA MISMA dignidad de Dios, por lo tanto no debe tener cabida en nosotros un autodesprecio que solamente nos puede conducir a la nada y al vacío. Y, efectivamente, estoy de acuerdo con ese sacerdote al que oyó decir que ‘el autodesprecio es uno de los peores enemigos de la santidad’. Y si tenemos obligación de desearla y buscarla, como dijo Jesús: ‘Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto’ (Mt. 5, 48), no tenemos derecho a obstaculizar la acción de Dios en nosotros, ya que solamente Él, el Infinitamente Santo, nos la puede dar.

Y en este aspecto, la dedicación a nuestros semejantes en la medida de nuestras posibilidades (y no me refiero solamente a las económicas, ya que les podemos dedicar algo de nuestro tiempo según los talentos recibidos de nuestro Padre, en nuestra profesión, en nuestros ratos de ocio o tiempo libre, desde nuestra vocación y nuestro propio estado, etc., etc., etc.), es realmente fundamental y decisiva.

Pero no debemos desanimarnos pensando que nada tenemos que hacer. No sirve decir que el mundo está muy mal y que no podemos hacer nada. Miremos los más cercanos a nosotros y a poco que profundicemos podremos ver cómo hay montones de viñas del Señor en las que podemos encontrar nuestra propia realización humana y cristiana. Y, ¿por qué no?, también nuestra santificación.

sábado, 16 de mayo de 2009

La Gracia ( y V)

Les ruego me disculpen si me he hecho algo extenso, pero un tema como éste no se puede (ni se debe) tratar superficialmente, como muy bien decía COLECTIU el 27 de abril en su comentario. Es muy serio y trascendente y yo, desde mi ignorancia del tema en comparación con los teólogos y estudiosos (a quienes respeto, admiro y de quienes he aprendido mucho), solamente deseo exponer mis propios descubrimientos sobre la actuación de Dios con respecto a nosotros, que aunque nos cueste comprenderlo, nos ama apasionadamente.

Por lo tanto, continuemos: ¿QUÉ ES LA GRACIA?

La Gracia es el Ser total de Dios que vive en cada uno de nosotros y que se nos comunica con los Sacramentos. Es el Ser total de Dios invisible que se está encarnando constantemente en nosotros como nuestras propias palabras lo hacen cuando hablamos.

Todo lo que yo estoy haciendo aquí escribiendo a estas horas es una tontería y un vacío si no fuera porque son jirones de mi existencia encarnados en mi propia historia y en mi propio ser lanzadas a ustedes para reafirmar nuestra existencia en la fe. Por eso SOMOS EL SÍMBOLO DE DIOS. Y ser símbolo de Dios supone llevar su dignidad y su honor con nosotros.

Igual que Él no se dejó dominar ni avasallar por los fariseos, saduceos, sanedritas y otras gentes que iban a por Él, a pesar de haber dicho “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11, 29), también supo decirles ‘raza de víboras’ (Mt. 12, 34) (Mt. 23, 33) y ‘sepulcros blanqueados’ (Mt.23, 27).

Hemos de aprender del Evangelio y tenerlo como nuestra mejor arma ante los adversarios y ante la adversidad. No confundamos nunca la humildad con la pusilanimidad. No debemos permitir que nos avasallen, que nos pisoteen, porque los cristianos tenemos nuestra dignidad que nos viene del Creador.

Cristianos y humildes, SÍ. Tontos o pusilánimes, ¡NO!

La imagen que podamos dar como cristianos es la imagen que podamos dar de ese Jesús que nos marca un camino a seguir y nos ayuda con su Gracia para proclamar su Mensaje.

De ahí que debamos tener muy claro lo que es, significa y supone ser la personificación y el instrumento de Dios en el mundo, porque somos la concretización de Dios. Somos el Sacramento de Dios ante el resto de los hombres y mujeres que formamos la Humanidad. Y por tanto somos la visibilidad de Dios que vuelve a encarnarse a través de Jesucristo en la Historia humana.

Y esa visibilidad se encarna en el Sacramento que es la forma concreta y real de encarnación de Dios hoy entre nosotros, que sigue salvando, que sigue liberando y estando con el hombre a través de los Sacramentos y de la Iglesia, a la cual pertenecemos y potenciamos cada uno de nosotros con nuestro testimonio y nuestra aportación personal como cuerpo organizado, llevando, trasladando y dando a conocer la plenitud de Dios.

La Gracia es la amistad y la vida de Dios ofrecida a la Humanidad.
- Es el brindis del Padre por la Humanidad.
- Es la locura de Dios por la Humanidad.
- Es la explosión de amor de Dios por la Humanidad.
- Es la apuesta total del Creador a favor de la Humanidad.
- Es la confianza de la Trinidad en la Humanidad.
- Es el Misterio y la Trascendencia hechos Humanidad.

TODO ESO Y MUCHO MÁS, ES, EN DEFINITIVA, LA GRACIA.

Pero la Gracia también es esa forma de ser de Dios que son las virtudes cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza del ser humano en pleno, de toda la persona tal como es, cariñosa, prudente, amable, veraz,honrada,...

Con todo eso se llega a la plenitud de Dios, porque Él no destruye nada, sino que crea constantemente. Recompone y perfecciona muchas veces el cántaro agrietado de nuestra propia persona o roto en numerosas ocasiones por los problemas que la vida conlleva, como alfarero perfecto que es. Con Dios y con su Gracia llevamos a la plenitud nuestra aventura humana.

Por eso la Gracia es muy importante para todos nosotros, cristianos que queremos estar en la primera línea del Evangelio y manifestar el Rostro de Dios a los hombres como si fuésemos la Verónica del siglo XXI.

Ir a comulgar NO ES ir a que me den la Sagrada Forma y luego, cuando salimos del templo, ir difamando, engañando, sembrando discordia y egoísmo a nuestro alrededor como yo lo he visto hacer a lo largo de mi vida, porque se hace fracasar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret y estamos enterrando los talentos que Dios haya querido poner en nuestras manos.

Ir a comulgar es ir a unirme profundamente con el Dios eterno, alegre y absoluto, desde el Dios que existe desde siempre, en su eternidad, el de la Creación, hasta el Dios del MARANHATÁ del Apocalipsis : VEN, SEÑOR JESÚS.

Ir a comulgar es unirnos a Jesucristo en ese momento de íntima unión entre Dios y su criatura, en el que fluye el diálogo que ‘recrea y enamora’. La música está callada. La soledad suena en el silencio interior. No existe el tiempo. Sólo está el Todopoderoso dentro de nuestra existencia haciéndose persona de nuestra persona para acogernos en su intimidad.

A ese Dios es al que me uno en la Eucaristía y en los Sacramentos para que viva enteramente en mí y yo vivir enteramente en Él formando una Comunidad de Vida y Amor.

Cuando se bautiza un niño, no es el hecho de echarle un chorro de agua en la cabeza, sino que lo han metido en el corazón de Dios y, por lo tanto, lo han hecho un Sacramento suyo visible ante el mundo. Y eso tiene un poderío enorme.

El Sacramento de la Penitencia no es solamente ir a abocar el saco de los pecados y quedarme tranquilo, justificado y en paz con mi conciencia. NO. No es eso.

Es el abrazo de Dios que vive dentro de cada persona y que se ha encontrado dentro de Sí mismo en el perdón que nos da, cuando descubre un ser pequeño, insignificante, pero capaz de decirle:“Te quiero, Señor, y te reconozco en mi debilidad y sé que necesitas perdonarme para sentirte como un loco junto a mí.”


Es el vestido de la Gracia que Dios nos pone como hijos pródigos que volvemos a abrazarnos con Él. Y su perdón es la gran fiesta con que el Padre celebra nuestra vuelta a la Gracia.


¿No han captado la exquisita finura de Jesús cuando nos habla de la Gracia en la parábola del Hijo Pródigo?

Ser conscientes de que Dios vive en nosotros sería el acto de contemplación más hermoso y más profundo que podamos hacer.

El día que muramos me parece que nos vamos a llevar una sorpresa enorme: veremos realmente el enorme papel que Dios nos había destinado en este mundo como personas concretas, que superará muchísimo a lo que nosotros nos hubiésemos atrevido a imaginar, por grande que hubiera sido.

En ese momento miraremos NUESTRAS MANOS y veremos si están tan llenas de los talentos que Dios nos entregó para ponerlos a fructificar, de cuántos le devolvemos intereses que Él ha conseguido a través de nosotros y cuántos hemos enterrado por miedo, comodidad o ignorancia.

Y ahora volvemos a la moneda del principio. (¡Ya era hora! ¿No?) ES una moneda. Pero SIMBOLIZA uno de los talentos que Dios nos da para que le devolvamos intereses.

No fue el Curso que hice en la Universidad sobre el aprendizaje de hacer blogs lo que me impulsó a hacer éste que están viendo y leyendo. Fue (estoy convencido de ello) la MANO DE DIOS dándome este talento. Si van al Historial del blog y abren en el 2008 el mes de mayo, leerán que ni por asomo pensaba en continuar estas páginas, pero hubo algo (los comentarios que hacían distintas personas como Euterpe, Magdalena, Colectiu, Makrina, varios anónimos,etc., y que se pueden leer, así como el ánimo de mi profesora y de mis compañeros de Curso para continuar escribiendo) y, sobre todo, Alguien, del cual no puedes escaparte (y si no, que se lo pregunten a Jonás) (Jo.1, 1-3) que me lo fueron sugiriendo.

Realmente yo estaba muy cómodo en mi casa haciéndome una Enciclopedia del Arte Universal a través de Internet. Ya llevaba 23 tomos cuando empecé esta apasionante aventura de hablar del LOGOS, pero antes que mi comodidad y mis aficiones está EL HONOR DE DIOS Y SU NUEVA LLAMADA.

Tuve que darle una respuesta desde mi libertad. Mi opción fue ponerlo a funcionar. Los intereses, dependerán de la libertad de cada uno. El fruto lo recogerá Dios.

Entonces, ya en Su presencia, podremos entender realmente, sin trabas ni limitaciones de ninguna clase, lo que suponía SER SACRAMENTO DE DIOS, VISIBILIDAD DE DIOS, INSTRUMENTO DE DIOS, ante las personas que nos rodeaban.

Y esto es muy serio. Ser cristiano y vivir en Gracia es mucho más que vivir como amigos de Dios. Es llevar la dinámica de Dios dentro de nosotros y ponerla en funcionamiento dentro de nuestros ambientes. Y eso es una responsabilidad tremenda. Y de ello deberemos dar cuenta a Dios.

Pero tiene también algo de encantador: saber que cualquier persona como nosotros, con nuestros pecados, fallos y caídas, con nuestras limitaciones y desde nuestra humanidad, vamos caminando por la calle llevando en nosotros ese tesoro escondido, grande, tremendo, infinito,... en esta vasija de barro tan frágil que es nuestro cuerpo.

Jesús lo decía muy claro: “el Reino de Dios es semejante a un mercader que busca perlas preciosas y cuando encuentra una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene, y la compra.“ (Mt. 13, 45-46)
Y, ¿cuáles son esas perlas? ¿Cuáles son nuestras perlas? Concretamente las nuestras. Lo que cada uno tiene y que es personal e intransferible. Pues es Dios mismo que vive en mí, que se hace visible a través de mí, que se recrea, que se siente Dios dentro de mi existencia y de mi propia aspiración humana.

Y eso nos tiene que llenar de esperanza.

Porque cuando una persona, haciendo uso de su libertad, acepta llevar consigo la Vida de Dios, o sea, llevar a Dios con él, está viviendo la GRACIA HABITUAL.
Y cuando una persona desea mantener a Dios en su corazón, pero tiene pruebas, tentaciones, momentos difíciles, Dios no lo abandona porque está dentro de nosotros. (¿Cómo nos va a abandonar?) Él siempre nos envía auxilios momentáneos, esas ayudas concretas para cada momento difícil, que son las GRACIAS ACTUALES.

Y siempre que nuestros fallos nos aparten de nuestro Creador y tengamos la humildad de reconocer nuestras culpas por el alejamiento de Dios, tenemos ese camino de vuelta que es el Sacramento de la Reconciliación.

Y lo grandioso, INFINITAMENTE MÁS QUE LA EXPLOSIÓN DE UNA NOVA EN EL UNIVERSO, es que somos su presencia real, auténtica y verdadera en este mundo a través de los Sacramentos, los cuales nos transforman en Sacramento de Dios para los demás.

Ese es el gran desafío que tenemos y nuestro gran compromiso. Esa es nuestra gran llamada a la libertad.

Y todas estas vivencias que he intentado exponer es lo mínimo que podemos decir de la Gracia, porque la Gracia es eso y muchísimo más.

Y Dios es eso e infinitamente más.

Ahora solamente queda nuestro abandono en Sus manos para ir creciendo en la Gracia ante Dios y ante los hombres.



Esa es LA VIDA DE LOS SACRAMENTOS.
Esa es la Vida que les invito a vivir y compartir. Que Dios nos ayude y bendiga.

sábado, 9 de mayo de 2009

La Gracia (IV).-Las Virtudes Teologales

Como he terminado mi trabajo más pronto que otras veces así como el contenido de esta parte del blog, voy a adelantar un día el contenido de la penúltima entrada sobre este tema.

¿Se acuerdan da lo que puse en la entrada anterior? Pues vamos a profundizar un poquito más. Veamos. Esa existencia del SER profundo de Dios en nosotros es lo que llamamos la VIRTUDES TEOLOGALES: la Fe, la Esperanza y el Amor o Caridad. ¿Han oído hablar de ellas? ¿Las recuerdan? Pues son la manifestación del Espíritu Divino a través de nosotros.

Porque la Fe no es solamente la que yo deposito en Dios, sino que también es la confianza y la ilusión que Dios tiene depositada en nosotros y que nos empuja a seguir la senda que nos marca. Él espera mucho de nosotros (Como lo esperó de Adán y de Eva). Realmente, lo espera todo. La Fe no es solamente confiar en Dios, sino dejar que actúe a través de nosotros, que nos da su voto de confianza y por nuestra parte fiarnos absolutamente de Él. La Fe es la acción de Dios dentro del Hombre. Algo tendremos para que Dios se fíe y confíe en cada uno de nosotros para confiarnos la continuación de su Obra, ¿no les parece?

¿Qué es la Esperanza? Pues no es otra cosa que el futuro de Dios dentro de nosotros. Si el futuro de Dios es la eternidad y la liberación absoluta, esa Esperanza de Dios en nosotros es Él mismo que se proyecta hacia adelante y nos hace ver otro futuro más allá del que nosotros pensamos. Y nuestra correspondencia consiste en ponernos en sus manos confiando plenamente en Él, para alcanzar todo cuanto nos ha prometido. Y eso hay que empezar a labrarlo y regarlo aquí en este mundo para que Él recoja los frutos. Eso será, según me parece, trabajar en su viña.

En definitiva, vamos a parar a la misma naturaleza de Dios. Impensable, ¿no? Pues eso tiene su origen, pienso yo, en el soplo de vida que nos dio el sexto día de la creación, cuando quiso crear el Género Humano.

¿Y en qué consistirá la Caridad? Es vivir la misma vida de Dios que habita en nosotros de forma total. La Caridad no es otra cosa que amar como Dios ama. O al menos, intentarlo. Es salir de nosotros mismos para encontrarnos con los demás igual que Jesús se encontró con los discípulos de Emaús por un camino polvoriento y hoy se encuentra con nosotros en lo más hondo de nuestros corazones humanos. Por eso San Juan lo define diciendo que ‘Dios es Amor’ (I Jn. 4, 8).

Me da la impresión que de la misma forma que nosotros necesitamos caminar, comer, ejercer nuestra libertad para sentirnos personas, Dios necesita amarnos para sentirse Dios. Necesita sentirse Palabra y aliento estando en nuestro interior.

Y sin embargo siempre encontramos grupos de personas que ignoran esa necesidad que Dios tiene de ellos y se hacen los sordos, ignorándolo.

Y Jesús vuelve a la carga y les habla a su conciencia diciéndoles: “Pero, óyeme. ¿Qué haces? ¿No ves que necesito de ti para seguir llegando a los demás a través de ti? ¿No ves que necesito tus brazos para seguir acariciando a tus hermanos a través de ti? ¿No ves que necesito tus labios y tu boca para seguir besando y hablando a todos los hombres y mujeres, mis hijos y tus hermanos, a través de ti”?

Y ellos, al sentirse interpelados, haciendo uso de su libertad, pueden abrirse a ese Dios Amor colaborando con Él o pueden adoptar la postura de matar a Dios en su interior cerrándose a su llamada y diciendo NO al Evangelio y a la Palabra. Están asesinando la ternura de Dios con el Hombre al optar por el odio, por la aversión al bien, por sembrar cizaña, división y discordia, por la guerra,... . Porque en su interior no habita el Creador porque no han querido abrirle la puerta de sus vidas.

Y es que las personas alcanzamos un protagonismo enorme dentro de Dios. Y su Amor es un torrente de fuerza que nos inunda hasta el extremo de decir que estamos predestinados a la Vida. Estamos predestinados a vivir, a ser felices, a encontrarnos con el Amor. Estamos predestinados a tener una esperanza. A vivir la alegría de Dios en nuestra propia alegría, por encima de las dificultades que tengamos. La gran predestinación de los hombres es ser libres y felices haciendo nuestra opción por el Dios que ama, salva, redime, libera,….

Porque Él no es un ser que está esperando cuándo y cómo fallamos o pecamos para condenarnos. No. Ese no es el Dios en el que creemos o, al menos, yo no creo en el Dios castigador. Él solo predestina a la libertad, al bien y a la felicidad. Y eso lo podemos comprobar leyendo los Evangelios y viendo su comportamiento con leprosos, enfermos, necesitados, con la hija de Jairo, con tantos pecadores a quienes perdonaba sus pecados y con tantos y tantos otros casos. Pero siempre contando con la libertad humana. Contando con nuestra libertad personal.


Ante eso, la gran postura lógica del hombre ante Dios es el abandono en sus manos. Dejarnos llevar por esas manos brillantes y amorosas de Dios hacia nuestro futuro. Dejarnos acariciar por ese Ser misterioso, sobrenatural, creador, que piensa en nosotros como personas concretas con nombre y apellidos desde su enamoramiento y ternura de padre, madre y hermano. Y nosotros no podemos resistirnos a ese Dios que está en nuestro interior.

No nos podemos resistir a ese Reino de plenitud, de paz, de Gracia que llevamos en nuestro interior que es el Reino de los Cielos porque es nuestro propio Reino, donde Dios está. Y no es un Reino utópico porque es nuestra propia vida y nuestro propio destino.

Solamente tenemos que dejar que Dios reviente dentro de nosotros como una hermosa primavera preñada de flores y frutos y arranque todo cuanto hay de negativo en nuestra vida. Esa es la postura de los grandes santos: SU ABANDONO EN MANOS DE DIOS.

Entonces es cuando descubrimos que nuestra pequeñez es a la vez nuestra fortaleza porque la grandeza de Dios, su eternidad, su fuerza en nosotros, son nuestra liberación, nuestra propia grandeza y nuestra gran dignidad.

De ahí surge nuestro compromiso con Él a través de nuestras actividades:

Benditas todas las personas que ayudan a los necesitados, porque ayudan a esos Cristos sufrientes de hoy.

Benditos los que participan en la riqueza espiritual de la Iglesia a través de Cursillos, charlas formativas o de cualquier otra actividad porque son portavoces e instrumentos de Cristo, que es la Palabra de Dios, el LOGOS.

Benditos todos los que trabajan unidos por esa magna obra de Jesucristo que es la Iglesia a través de tantos etcéteras como tiene ésta y NO siembran cizaña, discordia o desunión, porque están haciendo realidad el Reino de Dios en la tierra e impiden que las tinieblas penetren a su alrededor. . .

...Porque no estamos sirviendo a hombres sino a Dios que nos llama cada día a trabajar en su viña.

Y a partir de ahí debemos ser camino de liberación y servicio para los demás y jamás obstáculo, porque con nuestras actitudes podríamos impedir que la Gracia se valiese de nosotros para llamar y llegar a otros. Lo que nosotros dejemos de hacer tal vez lo hagan otros, PERO NOSOTROS NO LO HABREMOS HECHO. Y eso es omisión. Y de omisión, también se peca.

Hagamos realidad LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS. Todos unidos. Unidos todos espalda con espalda, haremos llegar a cuantos nos rodean a ese Dios que nos enamora y lo haremos atractivo y atrayente a pesar de nuestros defectos y de nuestras limitaciones, porque Él actuará desde nuestra pequeñez.

domingo, 3 de mayo de 2009

La Gracia (III)

Estábamos situados en la actuación de Dios con la Humanidad. Manda a su Hijo que nos transmite los proyectos divinos en relación a nosotros, que unas cuantas personas se preocupan de ir recogiendo a través de los años, les van dando forma y surgen los Evangelios. (Esto se escribe muy pronto, pero transcurrieron varios años para ver estos Libros tal como los conocemos hoy. Acaso toque este tema en alguna ocasión)

Pero surge un problema.: Ese Jesús visible, vuelve a ser invisible al morir en la Cruz y volver junto a su Padre. Es la gran desolación de sus seguidores y de cuantos lo conocen y lo siguen.

Y entonces viene el otro GRAN ACONTECIMIENTO de toda la Historia de la Humanidad: El Emmanuel, el Dios-con-nosotros, o sea, toda la fuerza y la presencia de Dios que se había hecho visible, toma otra forma y empieza a sentir la necesidad de encontrar una nueva forma de continuar su presencia entre nosotros.

De alguna manera Dios quiere volver a encarnarse, quiere volver a nacer, porque necesita ir ampliando más y más su presencia en el corazón humano y concretamente ahora esa nueva encarnación, esa nueva forma de Dios, va a ser cada hombre y cada mujer que viva en el tiempo y en la historia. Vamos a ser todos y cada uno de nosotros porque somos los nuevos destinatarios de la Vida de Dios a partir de la Resurrección.

Cristo Resucitado y Kyrios de la Creación, es el que vive en el hombre de hoy por el poder y la fuerza del Espíritu, el mismo Espíritu que alienta y da vida a esa macroencarnación cristológica que es la Iglesia.

Esa forma de encarnación de la Vida de Dios, de la fuerza de Dios, del Reino divino en definitiva, es el SACRAMENTO. Dios invisible vuelve a hacerse visible a través de unos gestos, de unos signos que son los Sacramentos que nos comunican el Ser Total de Dios a cada uno de nosotros.

En ellos vemos que el Dios que nos ama, que nos perdona, que nos crea y nos re-crea… es fiel con nosotros, es Amor hasta la infinitud y la eternidad. De hecho es la Vida de la Trinidad entera lo que nos quiere dar. Y eso es lo que se nos comunica en cada Sacramento. ESO ES LO QUE LLAMAMOS LA GRACIA.

Pero vamos a ahondar un poco más.

Estando Dios entero en todos y cada uno de nosotros porque quiere, supone que todos los cristianos estamos participando de lo mismo: de la Vida de Dios. Estamos siendo TEMPLOS DE DIOS, como dice San Pablo: “¿Es que no sabéis que sois Templo de Dios y que Dios habita en vosotros?” (I Cor. 3,16). Y para perfeccionar su obra, nos junta a todos en esa magna obra suya que es LA IGLESIA.

Ella forma el corazón, la piel y los huesos de ese Cuerpo místico de Cristo y está escondiendo en su interior el alma de ese cuerpo que es la misma encarnación de Jesús en un nuevo tiempo y en una nueva Historia. Así podemos entender mejor la frase de Jesús : “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo”.(Mt. 28, 20) “ ... y “Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.(Mt.16, 18)

Totalmente lo contrario, aparentemente, de lo que estamos viendo diariamente en nuestra sociedad sólo con mirar los telediarios y las noticias de la prensa escrita.



Porque la Iglesia no son cuatro paredes a las que vamos a rezar solamente, sino ese gran complejo formado por todos los cristianos que creemos en Dios y que tenemos la fuerza de su Espíritu. Por eso decimos que la IGLESIA SOMOS TODOS LOS BAUTIZADOS.

Y por eso también, los destinatarios de esa nueva encarnación de Jesús somos todos los hombres y mujeres bautizados. A nosotros va a parar toda la fuerza de ese Dios enorme y creador.

A través de la figura de Jesús de Nazaret, resucitado, glorioso y con toda su ilusión y esperanza puesta en todas las personas del siglo XXI y de todos los tiempos, a quienes, como personas libres, nos deja la iniciativa para llevar adelante sus planes y nos hace partícipes en su proyecto creador y salvador.

Y Dios actúa, libera, crea y se derrama en la Humanidad, haciéndose signo, encarnación y Sacramento, que es lo más grande de todo.

Y eso tan grande es excesivo para nuestra imaginación, para nuestra finitud, para nuestro corazón humano, porque dentro de la pequeñez humana, de la pobreza del hombre siempre rodeado de incertidumbres y problemas, el SER total de Dios, profundo, eterno, poderoso, creador y liberador, se entrega y se derrama absolutamente en el interior de su criatura preferida, el Hombre que es su HIJO, porque se niega a perder algo que le ha costado un precio muy alto: la muerte en cruz de su HIJO JESUCRISTO.

Y eso solamente es comprensible desde la perspectiva del Amor y de la Fe. Eso es lo que supone LA GRACIA: la profundidad de la Vida de Dios enraizada en lo más íntimo de nuestro propio ser.

Somos templo de la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están haciendo morada en nuestro interior: “Si alguien me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”. (Jn. 14, 23). Y apenas nos damos cuenta de lo que eso significa.

Es el Espíritu de Dios que llevamos dentro el que nos hace gritarle a Dios “¡ABBÁ!”, papá querido que estás dentro de nosotros y que permites que estemos enamorados de Ti como unos locos, con esa locura que Tú nos contagias con tu apasionamiento por nosotros.

Si eso lo tenemos claro, no tenemos más remedio que ser también los heraldos de Dios, gritando en cualquier parte su locura por la Humanidad y por cada uno de nosotros en concreto, porque la Eternidad ha tomado forma y vida en nuestra persona. Ese es el gran misterio. El de la realidad de Dios en nuestra existencia que sigue creando, salvando, a través de nosotros, aunque seamos pequeños, limitados, pecadores, pero sabiendo que Dios está en nosotros, que cuenta con nosotros y que nos transforma
- en sus brazos para abrazar y para sostener a cuantos nos necesiten,
- en sus piernas para seguir caminando por nuestros caminos pedregosos o llevándonos en sus manos cuando el desaliento de la vida nos muerde,
- en su propio corazón para seguir amando a cuantos nos rodean,
- en sus ojos para seguir mirando con ternura,
- en criaturas de una nueva creación surgida de su Resurrección para hacer realidad a través de nosotros sus planes y sus pensamientos.