miércoles, 28 de enero de 2009

LAS SANACIONES DE JESUCRISTO

Hacía tiempo que este blog no se enriquecía con sus aportaciones, Euterpe. Bienvenid@ de nuevo y paso a corresponder a su entrada a la vez que remito a los potenciales lectores a leer el comentario correspondiente de Euterpe en la entrada ‘SANTAS Y VENERABLES MANOS’. Escribo aquí por la extensión de la respuesta.

El sociólogo Durkheim piensa que hay esas cuatro vías de apertura del ser humano a Dios. Estoy de acuerdo en ello sin descartar que pueda haber otras. Y también coincido en que la vía más privilegiada es la del encuentro, porque la experiencia personal de cualquier ser humano en un encuentro con el LOGOS suele ser definitiva.

Es una auténtica lástima que los autores que intervinieron en la confección de los Evangelios no se detuviesen en más detalles sobre la persona de Jesucristo, después de realizar sus milagros y de las personas que se habían visto curadas por Él, algunas ya sin esperanza de ningún tipo.

Deteniéndome un poco en Marcos y de forma breve, podemos ver por una parte que en la mayoría de los casos mira la FE de quien se los pide y por otra, suele emplear en sus curaciones signos y símbolos externos como si hubiese deseado que las personas de todos los tiempos posteriores se dieran cuenta de la importancia que tienen. (Las manos, la saliva y los dedos con un sordomudo (Mc. 7, 31-37), saliva con el ciego de Betsaida (Mc. 8, 22-26), saliva y barro con el ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-12) y otros.

En el capítulo 6 de Marcos, nos dice en el versículo 5 que NO PUDO hacer allí (en Nazaret, su pueblo, donde vivió tantos años) NINGÚN milagro. Pero, ¿realmente no pudo? ¿O no quiso ante la incredulidad de sus paisanos? En esa perícopa sí que recoge algunas de las frases que el pueblo se preguntaba. Y estaba sorprendido de su falta de fe. (Versículo 6).

Y sin embargo, también cuenta que ‘tan sólo curó unos pocos enfermos IMPONIÉNDOLES LAS MANOS’. ¿Qué pasó ahí y con esas personas para que cambiara de actitud con ellos? Ojalá tuviésemos las razones que le impulsaron a ello, aunque realmente, para nuestros motivos de credibilidad en Él tampoco lo necesitamos.

Pero siguiendo a Marcos 5, 21-42, me detengo en esa perícopa que encierra dos milagros. Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, pide a Jesús que cure a su hija que está muy grave y, al parecer, él estaba desesperado. (Se echó a los pies de Jesús suplicándoselo con insistencia).

Y mientras van de camino, una mujer le “roba” un milagro. El flujo de sangre que padecía desde años atrás se le curó en el acto con sólo tocar el vestido del Maestro. Esa era la fe de la mujer enferma. Y según ésta, así sucedió aunque Jesús no sabía nada previamente ni había existido petición alguna. Pero NOTÓ lo que había sucedido y buscó con la mirada a esa persona con una fe tan grande. Quería conocer la depositaria de una fe grande. Cuando ella se lo contó su respuesta fue ‘Hija, TU FE te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu mal’.

Jairo, impaciente por llegar, se encuentra con la noticia que la niña ha muerto por parte de gente de su casa, pero Jesús sigue fiel a su forma de ser: ‘No temas. BASTA QUE TENGAS FE’. Y cuando llegan a la casa son recibidos por el alboroto de las plañideras y del vecindario y amigos. Y entre el griterío hay una voz serena, incomprensible para aquella gente: ‘La niña no ha muerto. Está dormida’.

Y fue donde estaba la niña SÓLO con sus padres y con los que lo acompañaban. El resto lo conocemos. Y ya no dice nada más. ¿Cuál fue la reacción de los padres al ver a su hija de doce años con ellos? ¿Y la reacción de los que lo tomaron por loco al decir que la niña estaba dormida? ¿Cómo sería la vida de esa familia agradecida? ¿Seguirían luego a Jesús?

En estos dos casos, así como en el resto de sanaciones que los Evangelios narran, fueron ENCUENTROS PERSONALES, VIVENCIAS FUERTES en las personas sanadas, que cambiarían sus vidas.

Todos estos casos son motivos para abrirnos a la contemplación personal de todos ellos y sacar consecuencias para nuestras vidas respectivas que nos acerquen a Jesucristo, a Dios en definitiva, cada vez más. De esto puede surgir ese encuentro personal, esa experiencia que podemos tener del Creador por un Don gratuito que nos pueda conceder. ¿Qué hay imposible para Él?

Pensemos un poquito en Jesús de Nazaret a través de sus sanaciones. Tal vez nos encontremos con alguna sorpresa.

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