‘Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice Yavé. Cuanto son los cielos más altos de la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros’ (Is. 55, 8-9)’
Creo que convendrán conmigo que para empezar no está nada mal el encabezamiento, ¿no? Pero ¿a santo de qué viene esto? Verán ustedes. A medida que pasan los años y cada uno nos vamos cargando con el bagaje de la experiencia vivida que vamos acumulando, llega un momento que se pueda creer que ya está todo, o casi todo, aprendido. Y de eso nada.
Lo que ocurre es que poco a poco se va penetrando en el sentido de las Escrituras y en lo que nos va diciendo Dios a cada uno de nosotros. Según las etapas que se viven se va viviendo la acción del Creador en nosotros de forma distinta y nuestra colaboración con Él va tomando matices diferentes.
Además del cristianismo que hemos procurado impregnar en nuestra profesión, hace algunos lustros colaboramos en la Iglesia diocesana a través de Cursillos de Cristiandad, fundando Cáritas en nuestra Parroquia junto con otros amigos y coordinados por el párroco así como trabajando en Cursillos Prematrimoniales. Pero surge un traslado de residencia a otra localidad en la que no conocíamos a nadie y nos vemos impartiendo charlas en Catequesis de Adultos. Y mire usted por dónde entramos en contacto con el Apostolado de la Oración y sin conocimiento previo de esta Asociación, nos encontramos metidos a tope en ella.
Y ustedes dirán: ¡Porque han querido! Y yo les contestaría: ¡Pues claro! Pero además existen otras razones, ya que haciendo uso de la libertad recibida por ese Padre común que todos tenemos, que tiene mucho que ver con la cita bíblica del encabezamiento, hemos descubierto una nueva llamada. Porque cuando nos tropezamos con que aquí se tiene la posibilidad de sentirnos más Iglesia a través de la oración individual o comunitaria, pidiendo por las intenciones del Romano Pontífice, por las intenciones de sacerdotes y de la Iglesia Universal, además de las propias de cada uno, nos sentimos cooperadores con la marcha y desarrollo del cristianismo y de la universalidad de la Iglesia.
Un Apostolado de la Oración extendido por todo el mundo en naciones como México, Perú, Uruguay, Francia, Venezuela, Estados Unidos de Norteamérica, Tanzania, Mozambique, Alemania, España, Argentina, Chile, Australia, Japón y tantos y tantos otros países de los cinco continentes, da a entender la riqueza de una cristiandad que permanece unida en la oración y en la adoración a la Eucaristía y en una confianza sin límites a los Sagrados Corazones de Jesucristo y de su Madre María. Es la Comunión de los Santos en acción.
No es ningún secreto que soy un enamorado de la oración como he manifestado en algunos de mis escritos anteriores, pero jamás había experimentado la intensidad de una oración comunitaria, sintiéndome más Iglesia que nunca, ante la presencia de Jesús Eucaristía expuesto en su Custodia para la adoración.
Además, la hojita que contiene las oraciones e intenciones del Papa de cada mes, así como el folleto ‘Orar la Vida’ conteniendo una oración para cada día del mes, algunas de las cuales nos hacen ver la gran talla espiritual de sus autores, compuestas por diferentes cristianos de a pie (santos reconocidos por la Iglesia o cristianos comprometidos con ella), nos hacen ver uno de tantos matices de la riqueza de la Iglesia.
Es cierto que la oración en el silencio de la habitación, incluso a altas horas de la madrugada, conlleva una experiencia de Dios directa a través del silencio y de la solitariedad nocturna. ‘Tú, cuando ores, entra en tu habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará’ (Mt. 5, 6). Eso es una cosa. Esa es la oración personal totalmente necesaria, de diálogo personal e íntimo con el Dios que nos espera a diario y mediante la cual le presentamos nuestra intimidad, preocupaciones, alegrías, problemas o satisfacciones con las que convivimos a diario.
Pero otra cosa es el grupo, la Comunidad, la Iglesia reunida que se dirige a su Padre y Creador. ‘Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con libertad.’ (Act. 4, 31).
No obstante tengo la impresión que la cita evangélica que mejor recoge el espíritu del Apostolado de la Oración es ésta: ‘Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración’ (Act. 2, 42), porque realmente lo que hemos vivido mi esposa y yo en las Asambleas y reuniones que hemos asistido ha sido así.
El sábado 24 de octubre de 2009 asistimos al X Encuentro Diocesano del APOR en la Parroquia de Santiago Apóstol de Novelda, en la provincia de Alicante (España). Allí ‘perseverábamos en la enseñanza de los Apóstoles’ (escuchando la ponencia ‘Vivir y compartir la Mesa. Eucaristía en el APOR’, a cargo del Rvdo. D. Domingo García, Doctor en Teología Dogmática y por la tarde la comunicación a cargo del Párroco de la Parroquia de San Pedro, don José Ruiz, sobre el Santo Cura de Ars, dentro del Año Sacerdotal), ‘en la unión’ (en la fraternal comida que compartimos todos los asistentes), ‘y en la fracción del pan y en la oración’, (en la Eucaristía, presidida por el Obispo de nuestra Diócesis, con la que se clausuró el Encuentro).
El jueves 29 de octubre e invitados por el grupo de Alicante, participamos en la oración ante el Santísimo, expuesto en la capilla de la Comunión de la Basílica de Santa María de Alicante, presididos por el Delegado Diocesano, y en la Eucaristía que se celebró posteriormente en el Altar Mayor.
Ahora, en contacto permanente con el Vicario Parroquial y con el Delegado Diocesano, unidos a los Corazones de Jesús y de su Madre y con la esperanza puesta en el Espíritu, intentaremos poner en funcionamiento este Apostolado de la oración en nuestra localidad.
Pienso que ni el P. Gautrelet en 1844 ni el P.Ramière y sus jóvenes compañeros estudiantes jesuitas, podrían imaginar el desarrollo y la acogida que iba a tener este Apostolado en la Iglesia, apoyado por varios Papas y encomendado a la Compañía de Jesús. Y San Ignacio de Loyola, menos todavía, aunque pienso que no dejará de interceder por este Apostolado desde Donde está.
Por nuestra parte solamente queda trabajar y orar. A todos nosotros nos corresponde sembrar y regar. Los frutos ya los recogerá el Sembrador que dio su vida en la Cruz por todos. ‘Yo planté. Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios. Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento. El que planta y el que riega son iguales; cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo. Porque nosotros sólo somos cooperadores de Dios, y vosotros sois arada de Dios, edificación de Dios’ (I Cor. 3, 6-9).
Y es que Dios no se conforma con darnos solamente la vida. También nos ha dado la santidad y nos tiene predestinados a la Vida Eterna mientras nosotros caminemos junto a Él contribuyendo a la realización de sus planes y siguiendo sus caminos.
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador, y yo espero en ti todo el día.
Acuérdate, Señor, de que tu ternura y tu amor son eternos.
No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud:
Por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad.
(Salmo 25(24), 4-7).
Hasta siempre, en la Comunión.
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