domingo, 22 de noviembre de 2009

Reflexiones

Si hacemos un mínimo de memoria bíblica, veremos que es relativamente fácil comprobar que las Teofanías han tenido lugar, generalmente, en los montes: A Moisés, en el Sinaí; Elías subió al monte que Dios le indicó, el Horeb, y en un ‘ligero y blando susurro’, pasó Dios. 'Elías se cubrió el rostro con su manto’ ; (I Re, 19. 11-16) ; la Transfiguración de Jesús fue en el Tabor y también eligió un monte para proclamar las Bienaventuranzas, su Programa de vida.

Pero hay otro aspecto que no debe pasar desapercibido. Me parece que no descubro nada nuevo cuando digo que Jesús oraba, pero es la segunda parte de esto lo que me llama la atención. ‘Una vez que la despidió, SUBIÓ A UN MONTE APARTADO PARA ORAR, y llegada la noche, estaba allí solo’. (Mt. 14, 23).

Solitariedad, concentración, desierto,…son unas notas que se van repitiendo en los distintos episodios de este tipo que nos cuentan los Evangelios. En el silencio se percibe mejor la palabra consoladora del Padre. La tierra y las piedras del monte son los únicos acompañantes de Jesús en esos momentos de intimidad. Y eso me hace pensar en alguna profundización de estos elementos, aparentemente insignificantes.

En la parábola del sembrador vuelven a aparecer: La semilla cae en terreno PEDREGOSO, otra cayó en TIERRA BUENA. (Mt. 13, 1-23). ‘Tú eres Pedro y sobre esta PIEDRA edificaré mi Iglesia’ (Mt.16, 16). ‘¿Y no habéis leído esta escritura: “La PIEDRA que desecharon los edificadores es ahora la piedra angular?” (Mc.12, 10). ‘Aquel que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente que edifica su casa sobre ROCA’. (Mt. 7, 24); ‘Yo os digo que Dios puede hacer de estas PIEDRAS hijos de Abraham’. (Mt. 3, 9); ‘Vosotros sois la sal de la TIERRA’. (Mt. 5, 13); ‘Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este MONTE vete de aquí allá y se iría’. (Mt. 17, 20).

Y muchas otras citas, pero me parece que estas son un muestrario suficientemente variado e indicativo de la apreciación o valoración que Jesús tenía sobre ellas. Supo colocarlas en el lugar y momento adecuados. Y eso debemos meditarlo por las connotaciones que pueden tener en nuestras vidas, por los interrogantes que nos pueden plantear, directa o indirectamente. Por las aplicaciones que podamos darles de cara a nuestra relación con Jesús.

¿Nuestra existencia es roca sólida sobre la que se asienta nuestra fe en el Salvador, con firmeza ante las dificultades que presenta el día a día en nuestro quehacer cristiano, sin dejarnos vencer ni convencer por corriente alguna contraria a nuestros criterios cristianos, acordes con la doctrina de la Iglesia? ¿Somos tierra fecunda en la que hacemos crecer la semilla de la Palabra para luego traducirla en hechos de vida y esperanza? ¿Somos páramos estériles o fecundos oasis capaces de dar agua y calmar la sed propia y ajena? ¿Somos seco pedregal o fértil huerto regado con Agua Viva y alimentado con Eucaristía que nos impulse a hacer realidad el Reino en este mundo?

No lo sé. Personalmente me planteo en mi trayectoria cristiana muchas de esas cosas y busco ayudas por todas partes para llegar a una conclusión con la ayuda del Maestro, pero a veces me vienen respuestas de donde menos lo espero:

Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.
(S.Juan de la Cruz. Glosa)

ooooooooooooooooo

¡ Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro ! ;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres ;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
(San Juan de la Cruz.-Canciones del alma)

Como ven, esos fragmentos poéticos pueden ser materia de reflexión, de meditación, de acercamiento a Dios, de adoración,…

En definitiva, la base de toda respuesta está en intentar ser espejos de Jesús. Dejarnos enamorar de Dios. En fijarnos en su comportamiento humano durante su etapa de convivencia entre nosotros. Algo tendría cuando llamó la atención de esos amigos que compartían a diario su vida. De algo se darían cuenta cuando en un momento concreto, de un día concreto, después que Jesús hubo finalizado su oración, fueron capaces de pedirle: ‘Señor. Enséñanos a orar’. (Lc. 11, 1). Y no solamente les enseñó la oración por excelencia: el Padre Nuestro, sino que además, les mostró el método para hacerlo. (Mt, 6, 5-13).

Después…Con nuestra oración personal debemos intentar acercarnos a ese Dios al que San Juan de la Cruz descubrió, cantó y adoró. Acaso no tengamos la talla poética de ese fraile carmelita descalzo, pero tenemos la nuestra propia y desde nosotros mismos podemos ponernos abiertos a la acción del Espíritu. Podremos no tener ninguna teofanía personal como otros personajes bíblicos la han tenido, pero tendremos nuestra propia experiencia de Dios a través de la oración. Entonces saldrá nuestra propia poesía que probablemente no escribamos (¿o sí?) pero que será la que llegará al Creador desde nuestra devoción y adoración. Entonces aprenderemos a ser buena tierra y sólida roca desde nuestro propio monte del trabajo diario o desde el silencio de nuestra morada.

Termino ya, pero permítanme dejarles con este regalo que nos dejó este fraile enamorado de Dios.

¿Por qué, pues has llagado
a aqueste corazón, no lo sanaste?
Y pues me lo has robado,
¿por qué así lo dejaste,
y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para Ti quiero tenellos.

Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

(Cántico Espiritual)

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