domingo, 29 de noviembre de 2009

Los Patriarcas

Estamos hablando, leyendo u oyendo pasajes bíblicos que nos mencionan unos personajes a los que genéricamente se les llama ‘Patriarcas’. Esta palabra hace referencia a los padres de un determinado linaje, para indicar los cabezas de familia entre los israelitas. Así, nos encontramos: ‘Josafat confió la administración de la justicia en Jerusalén a levitas, sacerdotes y jefes de familia de Israel’. (2 Cr.19, 8) ; ‘El total de cabezas de familia, hombres valerosos, ascendía a dos mil seiscientos’. (2 Cr. 26, 12) : ‘Estos eran cabezas de familia, agrupados por linajes y residían en Jerusalén’, (1 Cr. 8, 28).

No obstante, el sentido que le damos a estas palabras es cuando hacemos referencia a unos ‘cabezas de familia’ muy concretos. Me estoy refiriendo a un pasaje concreto: ‘Así dirás a los israelitas: El Señor, el Dios de vuestros antepasados, el Dios de Abrahan, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre, así me recordarán de generación en generación’. (Ex. 3, 15).

Estos tres personajes bíblicos son a los que solemos hacer referencia cuando hablamos de los Patriarcas, sin excluir que hay otros más: Matusalén, Noé, Sélaj, Téraj,…

El punto de partida de todo es Abraham, la llamada que Dios le hace la obedece con todo lo que ello representa: dejar su tierra y salir a iniciar un peregrinaje a ‘la tierra que yo te indicaré’. (Gen. 12, 1). Es con él con quien hace la alianza: ‘Aquel día hizo el Señor una alianza con Abran en estos términos: A tu descendencia daré esta tierra desde el torrente de Egipto hasta el gran río, el Eufrates’ (Gen. 15, 18).

Después fueron su hijo Isaac y su nieto Jacob los depositarios de esta alianza. Y con ellos solamente hizo Dios esa alianza como también a ellos solamente les prometió la posesión de la tierra prometida. El capítulo 17 del Génesis contiene todo el relato en este sentido.

Es probable que ustedes se pregunten si pretendo dar una lección bíblica. Pues no. Ni mucho menos. Lo que yo planteo es si el papel que tienen estas personas sirve para hoy, si tienen actualidad en el siglo XXI. Y pienso que sí. Son tremendamente actuales, porque a poco que miremos a nuestro alrededor podremos observar que el ambiente que nos rodea es muy parecido al que tenían los Patriarcas en su tiempo. Estaban rodeados de pueblos con otras culturas, con otros dioses a quienes rendían culto. Y frente a todo esto, supieron mantener su fidelidad a la alianza hecha entre Dios y ellos.

Tuvieron una fe increíble a nuestros ojos de hoy, pero su gran lección es que son el espejo en el que nos hemos de mirar para mantener nuestra fe y nuestra esperanza en Dios. Nosotros somos destinatarios de esa otra Gran Alianza hecha hace algo más dos mil años entre Jesucristo, Dios hecho hombre, que viene a plenificar y realizar definitivamente las promesas hechas por Dios. Promesa sellada con la Sangre del Cordero ofrecido en esa Nueva Alianza en el Ara de de la Cruz, en un lugar llamado Gólgota.







Y esos tres Patriarcas son el punto de partida de nuestra Historia de la Salvación. Es a nosotros a quienes corresponde mantener la fidelidad a nuestro Padre y Creador, Salvador y Señor del Universo, y transmitirla a nuestros descendientes y al entorno en el que nos desenvolvemos. Como ellos hicieron en su tiempo.



Tal vez, en un momento determinado, también escuchemos la voz de Dios diciéndonos: ‘No temas, (David, María, Luisa, Pedro, Walter, Guadalupe, John,…), yo soy tu escudo. Tu recompensa será muy grande’ (Gen. 15,1).

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